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miércoles, 18 de febrero de 2015

TRAS LAS HUELLAS DEL TÓTEM


Si debiera escoger un animal tótem como algunas tribus indígenas hacen, tendría serios problemas en la elección. Pudiera parecer sencillo, pero hay que ser escrupulosa en el trabajo. Debería quizás valorar sus cualidades más sorprendentes o con las que sintiera más afinidad, enamorarme de sus consideradas virtudes o acaso de sus defectos -si ambos conceptos existen-, identificarme con su comportamiento, hacer mía su voz, más aún de lo que el veganismo hace nuestra la voz de todos los animales... La tarea representa sin duda un dilema. Mmmmm... difícil decidirme por uno... ¿Cuál escoger?. ¿Quizás el gato? ¿el león, el escorpión, el tigre, el caballo...?. Uf no, son demasiado típicos, y promueven hipotéticas características antropomorfizadas que no me interesan. Mmmm, ¿tal vez algún animal mitológico? No sé, no sé... Los unicornios, las sirenas, los leviatanes, forman parte de la oscuridad ignorante de quienes no saben apreciar una brizna de hierba. No, ahí no busco.

¿Acaso me decidiría por la impresionante medusa?, danzarina de agua y luz, con 600 millones de años de evolución, que cultiva en sus tentáculos las algas que representan su alimento y llega a medir hasta 36 metros de longitud, esa belleza primitiva bastaría para escogerla como animal tótem. O ¿acaso me inclinaría por la hembra del pulpo, de tres corazones, porque fallece de inanición mientras protege obsesivamente su freza hasta que sus miles de hijos nacen y ella acaba muriendo de amor?. Una está tentada por la fuerza colosal de la hormiga, que levanta diez veces su peso, o la acróbata pulga quizás, que salta hasta 200 veces su propia altura... pero no me conmueve la musculatura exterior, entonces ¿a quién diablos escoger?, ¿ quién me representaría en mi imaginario?. ¿Quién me conectaría con la tierra?. 
 
El solemne proteo, reptil cavernario balcánico que parece tener alas en la cabeza y que puede vivir sin comer durante 10 años en su soledad ciega. El chimpancé resuelve problemas de lógica física 100 veces más rápido que una niña de 12 años e incluso que muchas adultas, y la plácida vaca, con sus siete estómagos tiene el sistema digestivo más eficaz de los mamíferos, o al vencejo, que duerme mientras vuela y es capaz de no posarse durante nueve meses. Todos ellos impresionan, no cabe duda.

Uf, complicado, cuanto más sé de las personas no humanas más difícil me resulta tener que escoger a uno. El caracol llama a las puertas de mi duda, hermafrodita que se fecunda asimismo pero prefiere pese a eso la compañía de otro caracol para un amor sublime de profundo moco. Tierno. O ¿tal vez a la orca, bautizada por nuestra necedad como gran asesina, que se suicida de amor cuando su pareja muere, incapaz de soportar esa soledad?, ¿o acaso el albatros, nómada que da la vuelta al mundo a 190 kms por hora?. O la vida misteriosa del tiburón somnoliento que vive a 1500 metros de profundidad en aguas del Pacífico. Me fascina la densidad de la piel de la nutria marina, con un millón de pelos por pulgada cuadrada, por ello ya merecería considerarla un tótem digno; o el impala, cuya hembra puede detener el parto y empujar de nuevo al bebe hacia dentro si advierte posibles depredadoras...

El pingüino emperador mantiene entre sus patas el huevo que puso su pareja, mientras la espera 4 meses, sin moverse, a temperaturas de -60 grados y vientos de 150 km/h. ¡Oh, sí!, sin duda él podría ser mi animal tótem. !qué digno!. Si no fuera por el parto del hipocampo macho... , o por el koala, que acostumbra a dormir 22 horas al día, y eso es algo realmente envidiable..., aunque no es de desmerecer el que la hormiga, simplemente, nunca duerma, o que la jirafa lo haga de pie solamente durante siete minutos al día, a cuestas con su enorme corazón que bombea sangre sus cinco metros de altura y siendo el único mamífero sin cuerdas vocales... Debe pensar lo que el viejo adagio: "mejor callarse y parecer tonta, que hablar y demostrarlo". Sí, la jirafa con orgullo podría representarme... Pero, cómo obviar al dromedario, que soporta cambios de temperatura de 90 grados. Aunque si hablamos de corazón sin duda fascina el del colibrí y el canario, que laten 1000 veces por minuto, todo un canto a la vida y al movimiento ... si no fuera por los 10 corazones que la lombriz posee en su piel... Dudas, una tras otra porque ¿a quién se le escapa el potencial totémico del coral, el único animal que puede ser visto desde el espacio?. Uf, es sin duda muy muy complicado definir adecuadamente cuál sería el elegido, quién sería el alter ego, mi yo ultraespecífico, mi hermana del bosque, del desierto, del manglar, de la cima, de la sima... alguien a quien mentar en conversaciones profundas, alguien a quien tatuarse en la piel, alguien a quien adorar incluso, teniendo en cuenta todas sus singularidades. La capacidad olfativa de la mosquita, por ejemplo, es tal que puede sentir la sangre a cincuenta kilómetros de distancia, alguien así podría ser icono de sentidos, un ser superior destinado a ser adorado.

Si me gustara cantar sin duda elegiría a la ballena, cuyas melodías duran meses enteros, y cuya cópula se prolonga hasta dos días, en posición vertical. Y si me gustara zampar, no vacilaría en tener a la oruga de mariposa como emblema, que devora hasta 86.000 veces su propio peso en el tiempo previo a su crisálida. O acaso las bacterias que soportan temperaturas que oscilan entre los -20 grados y los 120 grados o las que existen en el mismo azufre..., o la liebre de mar, cuyas frezas alcanzan el millón de huevos. Pero me gusta el frío, entonces debiera sin vacilar escoger a ese tipo de salamandras o ranas que pueden permanecer congeladas durante cuatro años y revivir después, o los organismos aletargados durante siglos, que vuelven a la vida cuando las condiciones son propicias.

Treinta millones de especies aproximadas, cada una más fascinante que la otra, incógnitas, magnéticas, secretas, tímidas, obsesión de personas atrapadas por la fascinación de la etología. Grupos de personas no humanas irrepetibles y únicas, como nosotras, exactamente igual que nosotras, idénticas en la mayor parte de sus características, deseos de la vida, permanencia, afecto, con comportamientos variados, espontáneos, altruistas, desesperados, iracundos, astutos, tercos, ingenuos, curiosos, mezquinos, hermosos, exquisitamente dotados todos y cada uno de la suprema orfebrería en la forma y la riquísima calidoscópia en los colores. Los animales como los vegetales somos pruebas irrefutables de que la Naturaleza está emocionantemente loca de desatar, pariendo con una fecundidad y creatividad sobrecogedora, la cual estamos muy lejos de emular. Desde hace millones de años.

Pero volviendo al dilema, mi animal tótem, ¿cuál sería mi animal tótem?.... Ante la tesitura, ¿sabéis qué?: los escojo a todos.







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