En
el debate por la liberación animal no faltan partidarias del viejo
método de genocidio, que defienden su derecho a discriminar con su
omnivorismo, alegando la retórica de otorgar también
"consecuentemente" derechos a los vegetales como solución
al especismo, contra el cual tan extremistamente al parecer
protestamos. Por supuesto la observación -no sin fundamento- es
capciosa, dado que nadie capaz de negar derechos a seres con
capacidad de sufrir idéntica a la nuestra puede tener seriamente en
consideración a seres que no la poseen, hasta lo que sabemos. Por
supuesto el tema en ese contexto es perfectamente desechable y
solemos tratar de estúpido el mero planteamiento de tal hipótesis.
Lo que sucede es que hay quien pregunta en serio, al menos en cada
una de mis charlas suele haber alguien que lo menciona.
Los
vegetales sin duda poseen algún tipo de sufrimiento
cuando son atacados, un mecanismo de aviso que los alerta de un
peligro y que cumple una función idéntica a la que el sistema
nervioso central hace en nosotras. Los vegetales llevan en el planeta
1200 millones de años, son las más antiguas formaciones vivas -es
decir, nuestro camino evolutivo multiplicado por 3000-, mucho más
antiguas y capaces que ninguna especie animal o forma de sistema
nervioso, de modo que es lógico aplicar un principio de cautela
pensando que su camino evolutivo (tan digno y fascinante como el de
los balénidos o los primates), haya incluso podido haber pasado por
algún sufrimiento nervioso en el sentido que conocemos... pero no lo
sabemos. O que sientan en un espectro de dolor diferente al nuestro,
y tan intenso. Pero no lo sabemos. Soy fervientemente partidaria de
la objetividad, por eso no puedo bromear con este tema. Ciertas
acacias africanas, cuando son atacadas por las jirafas, emiten
feromonas volátiles que advierten a las acacias vecinas de la
intrusión y ellas a su vez responden aumentando los niveles de
toxicidad de sus hojas, son voces de alarma no audibles, pero que las
acacias vecinas captan y reaccionan en consecuencia, de modo que
cuando la jirafa llega a ellas, no pueden comerlas impunemente y
renuncian a devorarlas. Hay vegetales que cambian de color y fórmula
química al sentirse
atacados, los hay que emiten vibraciones y reaccionan con numerosos
sistemas de defensa Ejemplos hay cientos, documentados, las plantas
no sólo reaccionan sino que de algún modo sienten.
Los
vegetales, algunos de 10000 años de edad, submarinos, montañosos,
pendulantes, móviles, inmensos, diminutos, con miles de modos
diferentes de multiplicarse y existir, depredar, interelacionarse,
procrear... conforman la riqueza más destacable e imprescindible del
planeta. Sus semillas pueden esperar años hasta que el azar les
brinde la gota de agua que las despierte, esparciéndose miles de
kilómetros a bordo de troncos caídos al océano, usando las
corrientes térmicas o submarinas, las tormentas, el viento o a los
animales para desplazarse. Los vegetales revientan los hormigones
armados y los asfaltos, brotan en todas las partes de nuestras
ciudades, pintan nuestros restos de comida con pátinas de vida,
reciclan nuestros cadáveres, son la forma más ubicua de vida
existente y se puede afirmar que este planeta pertenece a los
vegetales, vivimos en el Planeta Planta, colonizado por vegetales con
más eficacia más ecosistemas que los animales, siendo sus formas y
modos tan variadas, ricas, extrañas, fascinantes y astutas.
No
descartemos en todo caso tan alegremente la probabilidad que los
vegetales en algún momento desarrollaran algún tipo de receptores
de dolor más sensibles que los actuales, no lo sabemos. En todo caso
no sirve de mucho un sistema nervioso para un ser que ha sido
diseñado por la naturaleza en estatismo y del cual se nutre el cien
por cien de los animales (todas comemos directa e indirectamente
vegetales). Por supuesto hay plantas móviles que pueden de algún
modo "escapar" literalmente buscando mejores suelos -la
fresa, las estepicursoras del desierto que ruedan y se abren donde
hay agua...-, pero la totalidad de ellas permanecen arraigadas en el
mismo lugar, vegetando, susceptibles de ser aplastadas a nuestro
paso, por eso es inútil que posean neuroreceptores. Es inútil que
sufran, es inútil darles derechos hoy en día.
En
este mismo instante se está llevando a cabo el exterminio de miles
de millones de animales que sufren padecimientos inenarrables en un
mismo alfabeto nervioso que el nuestro, perfectamente legible e
indiscutible, no podemos decir que "sufren menos" o que
"ese" sufrimiento no importa porque es "suyo",
como no podemos obviar el sufrimiento de las humanas que lo hacen.
Todo sufrimiento animal debe ser evitado sin importar especie, de
otro modo triunfaría el argumento de la egología,
la superestructura de la individualidad que aplica su credo de hacer
lo que nos de la gana en contra de la holística planetaria y la
construcción igualitaria. No, hay normas. Pretender ignorar el
conocido
sufrimiento animal basándonos en el hipotético
sufrimiento los vegetales es poco científico, es perverso, sobretodo
cuando se hace en el nombre de un capricho ególatra, porque toda
explotación animal es un capricho con víctimas. No podemos dejar de
comer plantas pero si podemos dejar de comer animales y regular su
prohibición, es sencillo, posible y venidero. Por otro lado nutrir a
un animal para un destino cárnico mata miles de veces más vegetales
que si nos alimentáramos directamente de dichos vegetales. La mitad
de nuestra desquiciada producción mundial de alimentos (4000
millones de toneladas) no llegan al estómago humano, se desperdician
en el proceso lineal neoliberal de compra-venta. Las niñas de países
empobrecidos mueren de fascismo, asco y racismo, el hambre es una
circunstancial herramienta.
El
debate de los derechos vegetales llegará algún día, sin duda, y lo
espero impacientemente, pero no antes de que podamos mirar al resto
de las personas sin seleccionarlas por tener pelo o escamas, el día
en que la historia de todas sea la de cada una. Dicho debate tardará
un siglo o diez, pero llegará, entonces estaremos preparadas
evolutivamente para ingerir nutrientes de formas indoloras y no
agresivas para ningún ser vivo, a base de porciones adecuadas de
zinc, potasio, hierro, magnesio y otras docenas de minerales,
vitaminas, proteínas, etcétera, o en alimentos procesados de modo
natural, sin química añadida. Entretanto no hay argumentos para
negar derechos fundamentales a los animales que no pasen por el
hedonismo y la inercia en la brutalidad de nuestra civilización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario