"Shoah"
es un excepcional documental de 1985, realizado por Claude Lanzmann,
el cual basa nueve horas de duración en testimonios de victimas y
verdugas del exterminio nazi, en lo que vieron y oyeron personalmente
durante la catarsis del antisemitismo en Europa, es decir lo que el
mundo hizo a millones de personas, usando a las nazis como
herramienta. Es importante aclarar esto porque lamentablemente sigue
existiendo desde el nazismo el mismo antisemitismo, anticomunismo,
homofobia y muchas otras discriminaciones absurdas en la actualidad,
y muy latentemente en Polonia, donde vivo. El exterminio nazi no fue
casual, sino una consecuencia histórica de desprecio y odio
acumulado por siglos.
Al
inicio de la segunda parte de "Shoah", una peluquera judía
de Częstochowa ( Polonia central ), relata que fue obligada, junto
con otras 16 peluqueras más, a cortar el pelo a miles de personas en
los cinco minutos previos a sus asesinatos en Treblinka, mediante gas
de escape de los camiones, un método más habitual que el zyklon B.
Durante dos minutos cortaban el pelo a víctimas que a menudo sabían
su inminente destino. Pero ni las peluqueras ni las víctimas podían
hablar (bajo pena de muerte inmediata) sobre qué les deparaba,
instadas a fingir que iban sólamente a ser desparasitadas. Dicho
cabello se introducía en bolsas y se enviaba a Alemania. Durante la
narración, fluida y objetiva, la peluquera explica cómo otra
peluquera de su misma ciudad tuvo que cortar el pelo a su propia
mujer y a su propia hermana..., de repente se interrumpe su
declaración, rompiéndosele la entereza y transformando su lucidez
en balbuceos de voz quebrada.
Aquella
otra peluquera de Częstochowa tuvo que hacer su trabajo con esas
personas tan amadas y callar. No podemos imaginarnos el tormento
insufrible de dicha persona, sencillamente no podemos, y tampoco
podemos imaginarnos cómo fue el resto de su vida en el caso de que
sobreviviera (en casos de ese tipo es fácil suicidarse). Sólo
podemos llorar, mordernos los puños de rabia y poner todo nuestro
empeño en que jamás vuelva a suceder algo similar. Aquello que no
ha sucedido no puede volver a suceder, por eso la memoria histórica
es algo más que batallitas de gente anciana, es un ejercicio de
cautela a tiempo presente, el cual contiene además todos los
posibles y probables futuros.
El
genocidio europeo nos aterra, sobretodo porque fue provocado por una
crisis económica, susceptible de suceder cíclicamente gracias la
avaricia y la indiferencia del ser humano. El fantasma de la falta de
dinero provoca automáticamente falta de reparo. Los trabajos más
"sucios" de la industria alimentaria -me refiero al
exterminio de miles millones de personas no humanas-, los realizan
físicamente personas de bajo poder económico, como si el dinero
justificara todo, como si por el dinero todo fuera permitido. Como si
el dinero fuera una religión.
Cuando
dejamos de tener escrúpulos con alguien significa que lo tratamos
"como a un animal", así nuestra relación con el resto de
especies animales está directamente aliada a la falta de aprensión,
donde no hay respeto ni sentimientos estalla el especismo o el
exterminio nazi, por ejemplos.
Empujado
por las necesidades ( y por las soluciones rapidas ), 17 millones de
alemanas votaron a Hitler, y es por la situación económica que
miles de millones de personas son asesinadas en comisarías, guerras
y mataderos. Por eso debemos dejar de atribuirle cualidades de
monstruo a Hitler, en absoluto lo fue, fue una oportunista
simplemente que liberó sus frustraciones en la época
histórico-económica adecuada, hasta escalas sin embargo que una
parte de la humanidad no tendría capacidad intelectual, inhumanidad
ni don de convencimiento para alcanzar, aunque no le faltaran
complejos y mezquindad para ello. Hitler tuvo una capacidad de
convocatoria enorme para congregar a gente similar en necedad, tanto
para cumplir los objetivos trazados, como los nuevos que iban
surgiendo. Incluso la "Solución Final" era meramente
económica, como la guerra, como las guerras.
No
pretendo ser insultante ni despreciativa cuando hablo de mi especie,
simplemente objetiva. Las amas del mundo saben que las armas se
fabrícan para ser usadas y que nuestros cuerpos están llenos de
grasa con la cual poder hacer jabón. El sistema regula esos recursos
( nosotras ) convirtiendo a las personas -de cualquier especie-, en
posibles votos, impuestos, kilos de carne, superficie de piel, bolsas
de células... en el dogma de un desquiciado utilitarismo y
administrándonos como a tales, arrastrándonos como a muñecas
descoyuntadas o cadáveres cosificados, hacia el procesado.
No
hace falta que nos obliguen a ello, han logrado que interioricemos la
misión, la culpa y los argumentos hasta codificar los exterminios,
el sálvese quien pueda, la democracia,
la monarquía, la jerarquía, la dominación en resumen, bajo el
dogma del Bien Comun en una sociedad que empieza a ser la del
Malestar. Una sociedad vampira, adicta a la extinción de la
inocencia, sanguinaria, la cual sólo siente ser y crecer asesinando
fetos de ternera para tener la leche y la carne, una sociedad basada
en la depredación nacionalespecista, que engulle miedo y soledad de
las esclavas del cacao, del café, del coltán, de la banana, de la
ropa barata... Una sociedad genocida, nazi, que afila sus papeles
moneda contra los ecosistemas, las leyes naturales y las tribus
originarias, que carga sus errores estructurales a las demás.
Mientras culpamos a los bancos y a la política de su cobardía necia
y su mezquina avarícia, ignoramos con supina estultez que no son
sino caricaturas de la sociedad, consecuencias del sectarismo de la
podredumbre de un sistema donde miles de millones de sumisas venden
sus cuerpos y sus vidas para medrar la máquina, mientras ésta
ingurgita todo cuanto puede ser rentable. Trabajadora incluida.
Por
ello en una sociedad enferma la salud es una excepción. Y cuando
hablo de salud digo veganismo, como muestra de altruismo en estado
puro, porque no sólo respeta a nuestra especie sino va más allá.
El veganismo entonces es un punto de inflexión en el proceso
civilizatorio, un acto de igualdad, de escrúpulos ante el crímen y
la indiferencia.
La
más terrible de las dictaduras es la de las circunstancias, y lo
peor en ella es la fehaciencia de que se trata de nuestra propia
vida, sometida a lo que nos rodea y condiciona. No somos dirigentes
de nuestros deseos y preferencias, sino víctimas de lo propicio o
inclemente del espacio y el tiempo en que pretendemos cumplirlos. Esa
reflexión no exime sin embargo que la obsesión por medir la altitud
o menoscabo de las sociedades según su poder adquisitivo, modifique
drásticamente nuestras circunstancias, condicionando nuestra vida
hasta la total falta de escrúpulos. Esa falta y sólo esa falta fue
la constructora del sistema alimentario, de Treblinka, de los
monocultivos y el neoliberalismo, o de tantos ejemplos de fascismo,
un modo de elitismo como otro cualquiera que decide también qué
sexo debe dominar, qué modo de amar es el adecuado, qué politica es
la funcional o qué economía es la necesaria.
Hitler
ganó la guerra -mirad a vuestro alrededor-, dejó un legado de odio
y métodos propagandisticos que siguen funcionando, refinó conceptos
de superestructuras ciegas que se nutrían de la anulación a las
individuas y abonó el campo superlativo de las diferencias como algo
execrable, en lugar de algo enriquecedor. Hitler vencedor promovió
el mito de las jerarquias, del elitismo, de la superioridad, por eso
cuando no existan los animales de raza, dejará de existir la
humanidad de razas, de especies, de ricas o pobres, de clases. Cuando
no haya diferencias excluyentes de valor entre los seres vivos
sintientes ni nadie desprecie a nadie por motivos intelectuales, de
aspecto, aspecto, de economía o de morfologia, entonces seremos,
simple y felizmente, personas.
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