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jueves, 17 de agosto de 2023

EL ODIO




Hace unos meses leí una noticia que me heló la sangre; una siempre cree saber que los límites de la crueldad humana no existen, o que los dibuja y desdibuja su capricho y su afán de privilegios, pero esta noticia, confirmada por muchas fuentes internacionales, me delató la desnudez moral del ser humano. El texto hablaba de un caso en el centro de la ciudad de Bangkok, donde en un edificio de alquiler convivían cerca de 300 personas, algunas vivían solas y en otros pisos, varias en familia. Era un edificio antiguo y mucha de esa gente lo habitaba desde generaciones, desde el proceso de expansión de la ciudad y migraciones interiores casi un siglo atrás. Hacía un año que se había instalado una inquilina nueva, era una joven entusiasta y emprendedora, que trabajaba en las finanzas de la gran ciudad, de modo que su sueldo era alto, pero no lo suficiente como para poderse comprar una casa todavía. Tenía conocidas en política y ambición de convertirse en algún tipo de dirigente. Enseguida se comportó como una persona irrespetuosa con el vecindario, pese a que todo el mundo pagaba el mismo alquiler, tenía por costumbre hacer fiestas ruidosas, con muchas amigas que lo ensuciaban todo, el portal, los rellanos, e incluso, durante sus borracheras, habían devastado parte de la barandilla de la escalera principal y estropeado varias veces ya el ascensor. No satisfecha con su pésimo civismo, esa persona comenzó a llamar a las puertas de las casas, exigiendo entrar en ellas con diferentes excusas. Las vecinas llamaron de inmediato a la policía, a medida que estos intentos de intrusión crecían, pero esta no hacía caso, dado que la incívica era amiga íntima de la jefa general de la policía de Bangkok. La situación se desquició hasta el punto de que un grupo de vecinas interpuso una demanda judicial, pero fue sobreseída dado que también esa persona tenía influencias en judicatura. A medida que su poder aumentaba, aumentó también su avaricia, y fue logrando invadir algunos pisos, se obsesionó con quererlos todos, echando por la fuerza una a una, a cada una de las antiguas inquilinas, con violencia en algunos casos y con amenazas en otras. La necesidad de ¨espacio vital¨ de la invasora llegó hasta el punto de hacerse con toda la propiedad, usando armas de fuego, contratando matones y expulsando a la totalidad de las primeras inquilinas, sin represalia ni sanción alguna. Algunas de ellas lograron encontrar otro piso, lejos de la finca, pero la mayoría murieron durante los asedios.


En realidad esta noticia es fictícia, sólo¨ una analogía de lo que hace el ser humano con los animales salvajes, invadiendo sus hábitats y ecosistemas y sabiendo que en otros no pueden vivir. Los estudios denuncian que el 60 % de la biomasa animal del planeta corresponde a animales criados para consumo humano (unas docenas de especies), el 36% a los seres humanos y apenas un 4% corresponden a las 30 millones de especies que sobreviven y sobremueren a nuestra depredación. La dictadura antropocentrista deja en pañales a la suma y saña de todas las dictaduras de la historia humana. Mussolini y el Che se sentarían en la misma mesa delante de un buen filete…


El mundo se escandalizó con las imágenes de la liberación de los campos nazis. Cuerpos agónicos, aterrados, en colapso, mutilados, gaseados, montañas de cadáveres podridos eran empujados por máquinas, lámparas de piel, cabezas reducidas, relatos de torturas inimaginables,... Y aunque todo fue documentado, todavía el nazismo pretendía negarlo y siguen haciéndolo, conscientes de su execración de la vida. Sin embargo, todo ese horror sucede cada minuto en el mundo. El genocidio nazi duró sólo unos años, el genocidio animal jamás fue tan inmenso, y multiplica por miles de millones aquel horror, con una creatividad de tortura, una banalidad, una impunidad y una aceptación general, que sólo delata que la especie humana está completamente desquiciada. A veces realmente parece que odiemos a los animales.


El 15 de febrero de 1973, la Corte Suprema de Estados Unidos ordenó al Comité de Escuelas de Boston desegregar a las estudiantes negras de los colegios. Debían simplemente mezclarse con objetivo de integrarse en las comunidades humanas mixtas. El primer día de llegada de los autobuses con estudiantes negras a escuelas blancas, cientos de personas blancas las esperaban para escupirlas, apedrear los autobuses, apalizarlas, como llevan haciendo desde hace siglos. Hubo disparos incluso, porque la legalidad de poseer armas en aquel país sigue siendo su principal orgullo nacional. Una horda neonazi ucraniana similar, el 2 de mayo de 2014 en Odessa, ejecutó quemando vivas a 46 personas incendiando la sede sindical de la ciudad con cientos de personas dentro, bajo la acusación de ser comunistas. Las historias de la historia del supremacismo se repiten una y otra vez, cada día, cada día se ejecutan mujeres por el supremacismo fascista masculino, por el supremacismo fascista racial, por el supremacismo cisheteronormativo, por el supremacimo xenófobo… La lista de los supremacismo es TAN larga y abarca a tantísimos miles de millones de personas, que no es dificil llegar a la conclusión de que el ser humano es fascista por naturaleza.


Suelo acostumbrar a usar la palabra fascista a menudo, y a menudo se me replica por ello, asumiendo que exagero, o que descontextualizo cuando comparo el nazismo con el especismo. Y es cierto que no es justo, habida cuenta de que las víctimas del especismo multiplican por ejemplo por miles de veces las del nazismo, anualmente, y que las nazis al menos no se comían a sus víctimas. El especismo entonces es la muestra de supremacismo fascista más desgarradora de todas cuantas existen o hayan existido, juntas. Cada derecho reconocido conlleva la inmensa responsabilidad de usarlo y aplicarlo sin conculcar derechos ajenos. Si lo ilegal es justo, además, es necesario. Cuando leemos o escuchamos comentarios contra algún colectivo, sea el vegano, el LBGTQ, el migrante, la gente empobrecida o racializada... , y no lo consideramos discriminatorio, deberíamos hacer el ejercicio de cambiar el nombre del colectivo defenestrado por el colectivo al cual nos identificamos. Sea hombre, mujer, hetero, blanca, clase media o lo que consideremos. Leamos ese mismo mensaje como si fuéramos parte de ese colectivo, y reflexionemos si sigue considerándose aceptable.


Cada vez que díces “hay mujeres que...”, una muchacha, en alguna parte del mundo, es violada por un grupo de hombres. Cada vez que manifiestas tu desconfianza por ellas, alguna es molida a palos, degollada y tirada a un basural. Cada vez que díces que los cerdos son sucios, un millón de ellos vomitan sangre bocabajo. Cada vez que declaras desprecio a una persona árabe, a otra la parten los brazos un grupo de racistas. Cada vez que una opinión de excremento se abre paso en la basura de una mente, muere alguien, alguien llora, alguien sufre. Si la família no acepta que seamos gays, veganas, ateas, antinatalistas, feministas, anarquistas o cualquier otra cosa.... quizás sea hora de cambiar de familia. A la familia la escogemos, y no es obligatorio que sea para siempre. La opinión es hermosa en su diversidad, pero no es la razón, hermosa en su verdad. La verdad no está subordinada ni a la boca que la expresa ni al modo en que se diga. La razón no mata ni secuestra, sino dialoga, debate y comprende las realidades. Contra de lo que señorea en la sociedad, la falta de escrúpulos, la razón es lo único que tenemos; ni hermosas alas, ni aletas de ensueño, ni siquiera un pelaje eficaz... la razón es nuestra herramienta humana de supervivencia. Y sólo lo haremos si la usamos.


El patriarcado y su cobardía intrínseca consideran a la naturaleza una enemiga a batir. Pretender que la naturaleza es ¨otra cosa¨ que nosotras mismas, es condenarse. Somos adictas a nuestros hábitos y nuestros miedos, así que si permitimos que estos nos dominen, siempre acabaremos autolesionándonos. En esta desalmada sociedad la mayoría de gente considera a un coche alguien y a un animal algo. La primera ley del capitalismo consiste en la liberación de todo impedimento para el comercio. La desconexión de la naturaleza de las cosas y la vida, su procedencia o valor intrínseco, para supeditarla a su rentabilización. Todo es comprable, vendible, ofertable y demandable, sin más límite que los escrúpulos personales o el interés colectivo. Como existe la industria ganadera, existe el comercio de armas, de órganos humanos, de droga, de esclavas sexuales, de animales en peligro de extinción… todo es mercancía. Pero el capitalismo no existe desconectado de los deseos de la gente, todo cuanto se compra o vende, sin importar en absoluto de qué se trata, proviene de la idea de que los árboles son su peso en madera o su potencial cantidad de oxígeno producida, los animales su peso en carne o subproductos, las perspectivas monetarias de los paisajes o las personas humanas, perfectamente divisibles en su valor sexual, cárnico, potencial de voto, habilidades o características atractivas a una u otra rama del mercado. El capitalismo no tiene escrúpulos porque la gente carece de ellos. Nuestra relación con los animales no es horizontal, sino jerárquica, ni siquiera existen animales ¨de trabajo¨, en sinergia con nosotras. Todo contrato que no pueda ser rescindido por una de las partes cuando lo desee, es esclavitud. El pensamiento no puede ser esclavo del miedo


La felicidad radica en no desear, pero estamos condenadas a hacerlo, no necesariamente para una, sino en el bien ajeno, a involucrarnos de manera fantasiosa en lo que no existe. Es decir en un mundo mejor, es decir en la infelicidad que supone sufrir este. Si hallaran en un recóndito valle aislado e inexplorado a una tribu de cromagnones que ha sobrevivido reproduciéndose sin contacto con el mundo ¿qué trato les daríamos? Semejantes no serían, ¨animales¨ tampoco. ¿Tendrían derechos al no tener obligaciones?. No podrían tener un amparo absoluto por parte del Homo sapiens, pero al mismo tiempo, la genética es idéntica, entonces ¿qué haríamos?. Probablemente los encerraríamos en zoos científicos para que la ciencia experimentara con ellos, los estudiara, los exterminara. La ciencia es buena haciendo esas y otras cosas en nombre de sí misma.



¿Hasta qué animal ¨amas a los animales¨?. ¿En qué especies tu paladar sustituye a tu corazón?. ¿Hasta qué nivel de fascismo dirás ¨aún no es fascismo¨?. Al veganismo no le interesa el debate acerca de las condiciones en que se mantienen a los animales explotados para capricho. El veganismo no regatea, no pacta, no acepta las tradicionales limosnas humanas, por ser frutos de su deseo de lavar conciencias, y con objeto de seguir explotándolos, torturándolos y asesinándolos sin sentirse mal por ello. Ese reformismo ha sido y será el trabajo de un animalismo que no contempla los derechos animales, sino los derechos humanos y su necesidad de sentirse bien explotando, por eso ese animalismo antropocentrista suele seguir consumiendo productos animales. Lo revolucionario del movimiento vegano radica no en cuestionar el cómo, sino el por qué del genocidio animal. Para el veganismo el uso supone abuso, por lo tanto sus exigencias siempre serán la total liberación de los animales de los deseos de cualquier posesión humana, incluida la dependencia emocional del mascotismo. Una liberación que, dada la inercia histórica de la brutalidad humana, no será inmediata, sino paulatina, debido a las abrumadoras cifras de animales sometidos. El veganismo revierte completamente todas las dinámicas sobre ¨derechos animales¨ históricas, las elimina por ser afines al supremacismo humano, y no contemplar a los animales como sujetos de derecho intríseco a sus propias vidas, del mismo modo que los animales humanos poseemos ese derecho, nos lo otorgue o no una ley, un estado o una voluntad popular. Los animales poseemos derechos por el propio hecho de haber nacido.



 

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