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martes, 6 de junio de 2023

HIPOCRESÍA, ESA PALABRA


¨La ardilla que matas de broma, muere de verdad¨. Henry David Thoreau




Cerca del centro histórico de Wrocław (Polonia), en 1997 se inició una serie escultórica colectiva donde varias artistas diseñaron en metal diversos animales llamados ¨de matadero¨, representados en un conejo, un ganso y su huevo, una gallina, un gallo, un ternero, una cabra, un cerdo joven y un lechón. El título del conjunto, según reza una placa conmemorativa a sus pies, es ¨Ku czci Zwierząt Rzeźnych¨ (En honor a los animales de matadero) y está firmado simbólicamente por las personas agradecidas, Konsumenci (¨Las Consumidoras¨). La excepcionalidad de la obra radica en el cinismo, por supuesto, enmascarado de respeto, un cinismo indignante para quienes respetamos los animales, es decir, sus vidas y libertades, pero tambien una suerte de humor negro para quienes los matan. El mundo está tan orgulloso de avanzar sobre ese camino de sangre, dolor y tortura que se permite burlarse de ello. Hay monumentos en el mundo a animales explotados en laboratorio, astronáutica, ciencia, circos, zoológicos... en todas las ramas del crimen organizado que la falta absoluta y brutal de escrúpulos de la esclavistas ha imaginado. En el espectro humano sería como si en Alemania hubiera monumentos a las judías asesinadas, agradeciéndolas de corazón su infierno, para prosperidad de una ideología, o en Usa esculturas en memoria a la esclavitud negra financiadas por las terratenientes que las explotaban, o placas homenaje a las mujeres violadas, puestas en plazas y avenidas por agradecidos machos violadores. La degeneración en su cúspide. Pero ello nos resultaría incómodo, preferimos fingir que somos mejores que eso, es mejor burlarse de las nadie. El ser humano ama matar, y lo segundo que ama es burlarse de su víctima.


Pero yo quería hablar del cinismo budista. Siempre he simpatizado con el budismo, incluso antes de interesarme algo por él. No del culto en sí, ni sus ritos, ni siquiera de la totalidad o parcialidad de su cosmovisión, sino de la renuncia y la austeridad, de la vida sencilla, la humildad, el racionamiento del lenguaje verbal para dar al silencio su elocuencia, así como la relativización de ciertos asuntos triviales humanos, tales como la avaricia, la soberbia o la vanidad. Hay algo muy íntimo y tangible en él, nada dogmático, aunque haya aspectos que -como todo culto creado por machos-, roce lo esperpéntico, desde perder el tiempo de vida en que existimos aquí y ahora haciendo mandalas, o girando ruedas de plegaria, hasta leer textos sagrados o entretenerse en la masturbación -a tiempo completo- del yo. En esos aspectos de egolatría, el budismo no tiene nada que envidiar al capitalismo, que ensalza lo individual por encima de lo colectivo, para desunir, dividir, y convertirnos en consumidoras irreflexivas y aisladas, o en indiferentes profesionales. El budismo, pese a la exhaltación de la unidad como colectivo indisoluble, se ocupa demasiado del yo, y en ello no disimila de otras religiones letales como el patriarcado o el neoliberalismo, cuyas doctrinas consisten en erigirse tronos a sí mismas. Esto también afecta a la izquierda europea, que se burla del decrecimiento y se envanece de los sueldos ¨ganados justamente¨ sin advertir nada malo en amasar dinero y gastarlo ¨como les plazca¨, mientras millones de personas mueren de hambre, olvidando que en un mundo de riquezas finitas, quien tiene de más sólo es posible gracias a que otra persona tenga de menos. La riqueza de los países surge en modo primario de la explotación de la naturaleza y de los animales, más que de la esclavitud de sus habitantes humanos, que también. Los países demasiado ricos son los que más han explotado el entorno, denominando ¨recursos¨ a los ríos, las montañas, los bosques o los animales que habitan en igualdad de derechos. Todo cuanto existe en la tierra y en el universo, pertenece a nuestra especie. La actual desproporcionalidad de riquezas, territorial y humana, sin embargo es debida a que no contentos con esquilmar sus entornos, los países enriquecidos arrasan los ajenos, a decenas de miles de kilómetros, y con muchos menos miramientos, por la distancia física y moral con ¨lo otro y las otras personas¨. La gente que acumula riqueza no posee más que destrucción sobre el medio ambiente y los animales y legitimación de la explotación laboral humana que ha facilitado esa acumulación de capital. Cinismo de nuevo.


Siempre he simpatizado con el budismo,
insisto, pero una amiga viajera que pasaba años en Asia, me dijo que en Tibet, los monjes budistas iban con las mejores motos, y vas informándote y lees que en Thailandia hay una auténtico problema entre monjes budistas, la mitad de ellos tienen sobrepeso por ingerimimento de comida basura, o que es una filosofía de hipocresía la cual permite asesinar y mandar asesinar, para sin pudor compaginarlo con una proselitismo de ahimsa -no violencia-, que al mismo tiempo no colisiona con el hecho de que haya monjes en Sri Lanka o Birmania, que promueven el budismo en términos de raza, contra otras creencias religiosas o minorías étnicas. Un ejemplo es el Bodu Sala Sena (BSS), o Fuerza del Poder Budista, cuya terminología hiede a fascismo, organizando marchas antimusulmanas, amenazando y quemando sus casas y locales. Aunque valga decir en descargo que son criticados por ramas ¨blandas¨ del budismo, ramas que son la visión occidental, en definitiva lo que todas aquí pensamos que es budismo.


El Buda permitió comer carne si los monjes no ven, escuchan o sospechan que alguna criatura sintiente fue específicamente matada para ellos, así los monjes no generan ningún karma. El Buda no prohibió ni alentó al vegetarianismo, los monjes son mendicantes, dependientes de la generosidad laica, no se les permite cultivar, almacenar o cocinar comida, ni tomar frutas de los árboles de modo que, aunque han existido monjes que han elegido ser vegetarianos, en el caso de que les ofrendaran carne durante el pindabat [la ronda de recolección de alimentos], estos monjes no rechazan el ofrecimiento, aprecian la generosidad, pero pasan la carne a otros. El budismo no prohibe comer carne, sólo sugiere que quien lo practica no debe saber la procedencia de esa carne, lo cual es absurdo, porque no hay modo de convertir a un animal lleno de vida, ilusión, plenitud personal y sentimientos, en cachos de carne sin uso de fuerza bruta, crimen y sadismo, para una gula complaciente. Los animales no crecen de los árboles, quizás es la lección que faltaría en las enseñanzas budistas. Es fácil ver la carne y no advertir un animal en ella, tanto como ver un animal y no ver carne en él. La carne es un objeto inerte, carente de respiración y gracia, de mirada y de voluntad y personalidad, así que mezclar vida y muerte de un modo tan relativista y filosófico, es peligroso para una cultura de cuidados.



Otros ejemplos de bipolaridad conductual budista son que en 1959, el Primer Ministro de Sri Lanka, Salomon Bandaranaie fue asesinado por un joven monje budista, o que el Dalai Lama aprobó los ensayos de las bombas atómicas hechos por la India, sabiendo que en todos los ensayos son asesinados millones de animales y ecosistemas enteros. El Dalai Lama eligió como suprema protectora a Palden Lhamo, una deidad que, según la mitología budista, "se sienta sobre una cabalgadura hecha con la piel de su hijo asesinado por ella misma al rechazar convertirse al budismo¨. El pueblo tibetano es muy carnívoro, especialmente los monjes budistas ricos. (riqueza sobre la pobreza, extraña visión de la humildad) y según palabras del propio Dalai Lama, el veganismo imposibilita mantenerse saludable en el Tíbet.


El sexismo también aparece en los escritos y prácticas budistas, la misoginia cósmica, el femicidio ritual, los ejemplos de que históricamente hablando, prender fuego a una mujer en el mundo indio no es algo terrible. La femineidad en el budismo se define por ser "un castigo", "una amenaza" y "un botín" que se obtiene "matando a la mujer -en principio, simbólicamente-", y que lleva por inercia a casos del femicidio ritual o meramente machista. "Según el budismo tántrico, el abuso sexual cometido por los monjes no es abuso, sino una bendición y una especial conexión con el maestro que conduce a la iluminación", según palabras del Padre Federico Highton, quien estudió quince años el tema y vivió cuatro en una aldea del Himalaya. Highton cita al lama Gedün Chöpel para referir su coito ritual con niñas vírgenes, denominado kumari-puja: "hacerlo forzadamente con una niña pequeña produce severos dolores y lastima sus genitales". La "pedofilia brutal", expone Highton, "es aceptada por el budismo tibetano como un medio óptimo para que el monje alcance la iluminación".


En Thailandia es habitual convertirse en monje para huir de las deudas o escapar de la ley, como intentaron dos acusados por el escándalo de miles de fetos procedentes de abortos ilegales descubiertos en el tanatorio del monasterio de Phai Ngern en Bangkok. Aquel caso provocó un enorme revuelo, pero hay casos de abades que confesaron disfrazarse para ir de incógnito a burdeles, otros admitieron que se gastaban el dinero de las donaciones en el juego y se reveló que hasta 30.000 inquilinos de las pagodas eran drogodependientes. Los budistas mahāyāna reconocen que el consumo de carne es cruel y algunos son vegetarianos. Algunos pasajes de los sutra mahāyāna recogen a Buda elogiando evitar la carne (.«Amad a todo ser viviente y pacificad vuestros espíritus dejando de matar y comer animales; he ahí la verdadera prueba de religiosidad pues el verdadero sabio y hombre de Dios no sólo no matará ni comerá a ninguna criatura sino que amará, conservará y potenciará la vida en todas sus manifestaciones»), sin embargo, el budismo tibetano cree que la práctica tántrica hace innecesario el vegetarianismo, aunque en general creen que la carne no es impura en sí misma, y que no habría problema en consumir carne de un animal muerto por causas naturales. Todo depende de la tradicion o escuela, no hay un budismo unificado. La dieta del Dalai Lama incluye miel y grasa de yak (que se logra matando al animal) y hay bodhisattvas (personas significativamente avanzadas en el camino de Buda) que comen animales con objeto liberar sus almas. No sólo los asesinan, sino que consideran ese acto como algo muy espiritual. La reencarnación, entonces, también es un ejemplo de profundo especismo, existe una jerarquía animal donde las personas humanas se reencarnan en animales ¨mejores¨ o ¨peores¨ en función de sus errores o aciertos. Pero que el summum del éxito es reencarnarse en un ser humano, punta de la pirámide de respeto, antropocentrista como vemos. Reencarnarse en animal es un retroceso en la camino al Nirvana. La supuesta igualdad de todas las vidas en la práctica y la teoría budista es sólo un concepto contradictorio y falso.


La mayoría de la gente jamás mataría a un animal con sus manos, pero paga para que una minoría lo haga. Soy una persona pragmática, por ello atea. No es que no crea, es que no veo motivos para las creencias más que la cobardía, el supremacismo, la egolatría y la estupidez a partes iguales. Nada veo positivo en la idea de dios creador-organizador, o siquiera la idea de que podamos llegar a comprender todo, aterradas con la idea del propio fín, bien por un lógico apego a la vida o bien por la egocéntrica negación de que alguien tan maravillosa como una misma, pueda y deba desaparecer. Es decir, la falta más absoluta de humildad. La muerte es el fín de nuestra vida y nuestro cuerpo repartirá sus materias y energías por la tierra, el agua y el aire, como el de las hojas de hierba o el de las cucarachas. No hay nada más allá. Alguien que se crea superior a las cucarachas, necesita morir urgentemente para cerciorarse. Aunque, bien pensado, en el fondo toda persona creyente sabe que no es más que las cucarachas, por eso matarlas es su modo de vengarse y ahuyentar su terror. Protohumanas.


En este desolador paisaje de cuerpos muertos ninguna deidad existe, pero la muerte de los animales sacrificados en su nombre, esa sí existe.




 

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