¨!Salta bicho, salta!¨, animan tras el otro lado de la pantalla. Gatitos que se caen o resbalan, perros que chocan, animales estresados, asustados, maquillados, hiperventilando, con taquicardias, estresados, ridiculizados y sujetos al prisma humano de lo gracioso. Animales en situaciones difíciles o incomprensibles para ellos, disfrazados, antroposometidos… para monetizar un video, o simplemente para entretener a la gente. !Salta, bicho, salta!. Porque el bicho debe saltar, debe hacer algo, cuanto más inusual, mejor, como la gente espera que se comporten los animales en los zoos, aunque para lograrlo haya que lanzarles comida, piedras u otros objetos, para que se asusten, para que ¨hagan algo¨, para que salten y hagan su show. El zoo es la versión petulántemente conservacionista del circo, pero sólo hay un modelo de parque zoológico o circo que satisfaga las necesidades básicas de los animales: el que no existe.
Son cientos, miles de videos de animales en redes, en situaciones que nos parecen jocosas, o tiernas y que algunas veces lo son, por casualidad, no por causalidad, en tanto a que son naturales y las hacen por propia iniciativa. Los animales poseen la gracia absoluta, es fácil que sus meras capacidades nos asombren, pero no por entrenamiento, presión o acorralamiento. La fábrica asiática es pródiga en este material gráfico, miro con suspicacia cada video que producen, hay un verdadero furor hacia esa juguetización de los animales, es una creciente forma de maltrato, de cosificación y sometimiento a nuestros caprichos, para lograr unas risas, unas reacciones, una viralidad. Videos y fotografías de animales disecados con textos de broma, congelados y luego descongelados para fotografiarlos en posturas antropomorfas, animales colgados, dejados padecer en alturas y no siendo socorridos de inmediato, para dar un éxito inmerecido a yonquis de los likes. Likes que sustituyan su profunda mediocridad vital.
No importa si es un texto científico, documental, divulgativo o un artículo de opinión sobre animales; si emplea el dueto ¨mascota-dueña¨, es un trabajo detestable e inexacto. El mascotismo, es decir, la industria del animal de consumo emocional, la mercadería de vidas para uso y abuso, ha alcanzado cotas desvariadas. Jamás hemos sido tantos seres humanos y jamás ha habido tanta necesidad de encerrar a otros animales en nuestras casas para paliar la soledad social. En ciudades hervidas de millones de innecesarios seres humanos, aletargados de aburrimiento y rutina, o cumpliendo expectativas ajenas, los animales son válvulas de escape, intentos de conexión con el bosque, haciendo el papel que siempre hicieron las plantas en casa. No hemos permitido que nos educaran en su mundo puro y perfecto, los hemos corrompido, hemos manoseado sus comportamientos, retorcido sus deseos y convertido sus apacibles vidas en números circenses, en pornografía anímica.
Hace décadas el tema de adopciones era más sencillo, no sólo por cifras, sino por especies. A perros y gatos se suman cobayas, peces tropicales, aves exóticas, reptiles, animales secuestrados de sus habitats, traídos legal o ilegalmente, con necesidades fisiológicas muy sofisticadas que han enriquecido al mercado mascotista, única razón de todo. Y, por supuesto, la previsibilidad de esas veces en que la compradora se cansa de ellas: pirañas liberadas en lagos, animales contactados sin posibilidad de sobrevivir libres, peligrosos para el ser humano o que desplazan faunas autóctonas. Un paso más allá, la peste de los animales en redes parece una versión digitalizada de espectáculos preparados por y para infradotadas emocionales con una falta atroz de escrúpulos que repiten mentalmente ¨salta,bicho, salta¨, antes de consumir al siguiente video. Emociones de un sólo uso, de usar y tirar.
Otra tendencia sádica en internet, es el crush, asesinato de animales en directo. Desde pequeños herbívoros, conejos, cachorros de gato o perro… pateados, pisoteados y destripados por tacones de aguja, patas de sillas, etc, en una muerte lenta muy celebrada, hija biológica de las corridas de toros, y que nos da una idea de que la sociedad contemporánea psicópata en la que vivimos, donde publicar los hábitos de consumo en las redes es crucial para su buen funcionamiento. La necesidad humana se crea a partir del deseo de poseer, de ver algo y decir ¨lo quiero¨, desde los simples eventos culturales, hasta la comida, la bisutería, los viajes, las chucherías... todo el dogma del crecimiento exponencial y la acumulación es el alma de la red, un sistema basado en la compra-venta. Si las redes fueran usadas para el intercambio de bienes y saberes, el altruismo, la deconstrucción, la igualdad y la justicia, o la revolución del pensamiento y el acto..., las redes dejarían de existir, por no cumplir la función para la que se crearon. El volumen de la oferta de ocio capitalista es proporcional al abotargamiento y la falta de creatividad de la gente a la hora de proporcionarse sus propios estímulos. Que todo se compre o venda pretende confirmar la falacia de que todo nos pertenece. Ofreciendo a la gente aquello que las satisface, las acostumbran a eso y consiguen su esclavitud voluntaria. Somos los únicos animales que se autodomestican.
El amor a los animales no humanos es el último reducto benigno del amor romántico, en su rostro más honesto. Pero en ese rol también actua la perversión paradigmática de su contrario. Dice la afición taurina que nadie ama más al toro, que el torero que le parte los pulmones con una espada, y qué lágrimas ruedan por las mejillas del criador de caballos ¨de carrera¨, cuando se ve obligado a disparar en la frente a su campeón porque se quebró una pata, y qué doloroso es para el cazador tirar vivo a un pozo, al galgo que ya no corría tras las liebres como antes. Por no hablar del sufrimiento del marido que pega a su mujer porque la ama con locura (en eso estamos de acuerdo: con locura), o dice verse obligado a matarla .... La matanza del cerdo se hace con mucho de ese amor, también; el suido casero -con nombre propio y caricias excepcionales para un ser de su especie-, es degollado con ternura, con la devoción de Abraham, como un padre mataría a su propio hijo para descuartizarlo, comerlo o venderlo a trozos. Todo es amor profundo en la cría de animales. Hay gente que apadrina a los animales que se van a comer en granjas ecológicas, le escogen un nombre y reciben fotos de él a medida que crece, hasta que llega el amoroso día en que lo ejecutan y pueden devorar a su custodiado… ¿Son realmente conscientes esas monstruas humanas de su hipocresía, o simplemente su psicopatía no las permite ver más allá? ¿Sabemos lo que es el amor?.
Una cosa es cierta: hay sobrepoblación de animales considerados ¨de compañía¨, en el mundo, los albergues son verdaderos almacenes de juguetes rotos. Quien adopta un animal necesitado recibe más que el propio animal, pero ese regalo exige responsabilidad, cuidado, tiempo, cariño y respeto. Una de las peores torturas que podemos infligir a un animal social es someterlo a la soledad. Ignorar al perro le duele tanto como pegarle, y ordenar que se siente es el primer peldaño del fascismo. Negar caricia y atención al perro es maltrato. Se llenan los cuencos de comida y agua, y también se llena el cuenco del corazón, el del amor, porque ya aprendimos que el perro ama por encima de sus posibilidades. Con demasiados animales rescatados sólo tenemos un objetivo: que olviden el horror de haber conocido al ser humano. El ser humano quiso un día demostrar al ser humano cómo trata al resto de los animales, y a ese episodio lo llamó Auschwitz.
Pero también existen muchos otros tipos de maltrato ¨blanco¨, como por ejemplo poner cascabeles a los gatos, disfrazar a los animales, entrenarles posturas antropomórficas… en definitiva, forzar que sean lo que queremos que sean, peluches. Imponemos nuestra voluntad sobre la suya, el viejo fascismo de nuevo, por eso estoy en contra de normalizar esa esclavitud que suponen los entrenamientos de perros para adaptar su conducta a las exigencias de quien los posee. Digo poseer, sí, porque no es cuidar, sino hacer a alguien pertenencia de alguien. Ellos no trabajan, no existe algo así como trabajo en los animales, ni pacto mutuo. El caballo no disfruta teniendo 50 o 100 kilos sobre la columna vertebral, quiere correr sólo. Quien afirma que los caballos disfrutan siendo montados sugiere que esperaron 55 millones de años evolutivos, pacientemente, a que apareciera el ser humano, los cazara, los secuestrara y los montara, rescatándolos de su sinsentido. Que el sentido de su vida se realizó en el último 0,005 % de su existencia y que lo anterior era estar incompletos. Justamente eso se decía hace sólo 50 años de las mujeres sin maridos, y esa misma suposición de utilidad es aplicable a todas las faunas. Por lo tanto podemos afirmar que es burda mentira, y que los animales sufren nuestro contacto supremacista, cuando unos seres humanos los respetamos y amamos y otros se los comen y los explotan. La diferencia entre los puntos de vista humanos sobre los animales es similar a la del nazismo sobre otras razas que consideraban inferiores, y perdón por comparar esa tragedia humana que causó Hitler, con la tragedia genocida especista, ya que la primera duró solamente unos años y las cifras de la segunda son millonariamente superiores. Quien afirma que los caballos disfrutan siendo montados, certifica la esquizofrenia moral humana. Montan a caballo porque es un animal fuerte, bello y noble, es decir, los atributos que las faltan.
Más importante que poseer información, es un cerebro crítico que la procese. Todas las películas de la historia del cine en las cuales se ven animales no humanos, han sido hechas con sufrimiento y muerte. To-das. El rigor histórico del que alardean las películas, asando cerdos, practicado cetrería con victimas animales, y otros muchos asesinatos de la historia del cine, deja de ser verosimil cuando las actrices se bañan durante el rodaje de películas del medioevo -en esa época no era habitual-, cuando las muertas humanas en las batallas son fictícias, las violaciones fingidas o las torturas, escenificadas, y en cambio las de los animales sí son reales. Los animales llevan sufriendo el cine desde su inicio, el gérmen bidimensional del ¨salta, bicho, salta¨.
Las redes sociales son un juego y, como todo juego, tiene mucho de realidad. Hay juegos muy humanos y las redes son uno, así que, para finalizar, daría unas pautas básicas de cómo publicar fotos o videos de animales:
1-¿Está en apuros?, no lo publiques como algo divertido, para él no lo es.
2-¿Hay muerte o agresión? Explica bien qué sucede, por qué y plantéate si aporta algo publicarlo
3-¿Hay escenas de caza o crueldad aparentemente natural?, los machos llevan publicando desde hace siglos ese material bajo pretexto científico, rebuscando en rodajes largos y costosos, esperando hasta que sucede, para demostrar que ¨así es la naturaleza¨, dentro de dinámicas de darwinismo social en el binomio presa-depredadora: no lo publiques, ya lo harán ellos.
4- ¿El animal ha sido forzado a algo sin su consentimiento?: no lo publiques
5- ¿El animal hace algo que no está en su naturaleza?: no lo publiques.
6- ¿Se muestran animales exóticos en casas?: muy probablemente sean comprados, enriqueciendo la cruel industria del mascotismo, no lo publiques
7- ¿El animal está ¨trabajando¨ en eventos humanos o deportes como uno más?: puro especismo, él no lo haría, no lo normalices.
8- ¿Se exhiben animales demasiado sumisos?: no lo publiques.
9- ¿Se muestran animales disfrazados, pintado o maquillados?. No son juguetes ni muñecas, no des ideas para hacerlo, no lo publiques.
10- ¿Hay niños molestando a animales? No son peluches, no lo publiques
11- ¿El animal presenta signos de estrés o miedo, paralización o humillación?. Nunca debe publicarse ese material, el sufrimiento NUNCA es divertido. NUNCA.
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