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martes, 10 de agosto de 2021

MALTRATO

Durante las décadas posteriores a la invasión a América llevada a cabo por la blanquísima Europa, además de piedras preciosas, oro y especias, se trajeron muchas especies florales y animales, o sus restos, entre las cuales había nativas humanas de aquel continente, consideradas especies inferiores. Al ser especies inferiores, las europeas consideraban que podían hacer lo que quisieran con ellas. De ese modo más tarde se construyó USA, cuando ya habíamos aniquilado a decenas de millones de indígenas, trayendo otras especies inferiores, las de raza negra, para esclavizarlas en los trabajos duros requeridos por la ambición colonial. Zoos en Madrid o París, con indígenas americanas o de otras colonias como Filipinas encerradas entre barrotes o estudiadas por la ciencia, eran a finales del siglo XIX mostradas en espectáculos ambulantes o móviles, presentándolas como especies inferiores, mermadas, prescindibles, de las cuales su valía sólo era el espectáculo, el horror o la burla que provocaba su presencia. Hasta hace apenas 60 años, en Australia, las aborígenes no fueron consideradas personas. El ser humano ocupaba el lugar de los otros animales. Lo diferente era inferior, por el hecho de ser diferente. El pensamiento reduccionista, es la base del maltrato


Annika Schleu fue descalificada de los Juegos Olímpicos de Tokio este año, porque su entrenadora golpeó físicamente a ¨su¨ caballo cuando iniciaba la prueba, el animal hizo maniobras extrañas desde entonces, tiró las vallas que debía saltar, corrió de lado, hacia atrás,... como drogado. Simplemente colapsó del estrés. El destino de este tipos de equinos ¨estropeados¨ suele ser la muerte (en esos mismo juegos olímpicos se ejecutó a otro caballo llamado Jet Set, por sufrir una rotura de ligamentos, y al ser inútil si no servía para competir. Las olimpiadas son la catársis de esa aberración contemporánea que son los deportes de competición, donde hay gente avariciosa destruyendo vidas animales para conseguir sus triunfos. Incluso los animales caros, de primera clase, los más ¨queridos¨por sus ¨dueñas¨, siguen siendo las nativas americanas al servicio de la blanquitud más falta de escrúpulos. El maltrato animal toma todas las formas posibles.


Nadie en su sano juicio diría que ama a su coche porque lo llena de gasolina, revisa y añade aceite o lo lleva al taller cuando algo no funciona al conducir, sin embargo millones de personas consideran que aman a los animales -especialmente a los que viven bajo su custodia-, porque les dan de comer, beber y llevan a la veterinaria. Amar es cuidar, resumen con esos actos. Pero ahí no hay amor, es simple manutención básica, sin esos mínimos, el animal se muere o el coche se detiene. Es el mismo amor que presuponen tener y con él se defienden de las acusaciones de maltrato, quienes crían animales -incluso en pequeñas granjas familiares con, pongamos, cincuenta animales-, y dicen cuidarlos, cuando sólamente tratan de que su producto sobreviva hasta poderlo convertir en kilos o mientras lo exprimen en litros de beneficio. Incluso la explotación de abejas, considerada amable, deja cientos de abejas muertas con cada extracción de miel, que es sustituída por azúcar refinado. De igual manera la profesión veterinaria (la única en medicina que se come a sus pacientes), completamente apalancada en el mascotismo o la cría masiva para consumo, es presentada como un oasis de personas empáticas,... y no lo son, simplemente ganan dinero con ello. Cuidar a los animales y luego comérselo no tiene nada que ver con amor. Desvirtuar las emociones y los lazos que generamos o no con el resto de animales, también es maltrato.

 



Quienes dan su tiempo, energía y recursos para salvar animales de toda esa cosificación, sí podrían hablar de amor. Pero no lo habría si no quisieran esterilizar a esos animales, perpetuando la ingente cantidad de cientos de millones de exceso de animales de ciertas especies elegidas. Que no puedan vivir sin gatos-perros o no puedan vivir sin carne o queso, también es maltrato.


Viendo unas fotografías de peinados ridículos hechos a perros y gatos, afirmo que eso también es maltrato. La gente fuerza a los animales a situaciones de estrés y miedo para lograr un video que parezca divertido y con el cual ganar popularidad en redes, o lo graban en un accidente o situación apurada, que no solventan y ayudan hasta que no está el video grabado. Esa omisión inmediata de socorro, también es maltrato.


Sí, el entrenamiento canino también es maltrato.


Muchas veces pienso que publicar imágenes escabrosas de animales siendo degollados, torturados, masacrados... por gente con una clara deficiencia ética, lejos de despertar el instinto del veganismo (que no es otra cosa que dejar en paz al resto de faunas), tal vez lo que hacen es afirmar la idea de que es posible -por contraposición a esas imágenes-, una cría amorosa, un asesinato respetuoso, unas condiciones de esclavitud ¨mejores que las de muchas personas humanas¨ incluso, y una largo etcétera de placebos con los cuales sólo se logra apaciguar la conciencia de la gente que explota animales. Y esa explotación existe, sea practicando hípica, teniendo acuarios domésticos, comprando perros de raza, o consumiendo sus mutilaciones y zumos. Los animales son tratados como voluntarios en búsqueda de minas, son lienzos para que pinten las niñas, meras herramientas de terapia. El crecimiento masivo del mascotismo, obedece a lo exponencial de otro crecimiento: el de la soledad y la falta de amor entre seres humanos, la falta de respeto, empatía y comprensión de otras realidades, las cuales hacen refugiarse en el amor incondicional de los animales secuestrados como mascotas, en claras muestras de especismo donde esas personas no son sino remedios y medicinas, no fines en sí mismos.



Una de las consecuencias no deseadas de ese animalismo centrado en el perrigatismo, es caer de bruces en el mascotismo. La idea de salvar esos animales y compartir con ellos hogar, crea un fuerte dependencia -lógica, por otro lado, como versiones de personas mejores que las humanas que son-, y que deriva en que centren su energía y recursos, en salvar cuantos más mejor. Sin lugar a dudas sería más eficaz invertir todo el esfuerzo posible y coordinar la acción para cerrar el grifo que hace posible esa ingente cantidad de animales, ya muy por encima de su número equilibrado natural. Esto supondría la desaparición del perro y el gato, como subespecies forzadas del lobo y gato salvaje originales. Aquí surge el dilema, porque esos animales no deseados, acaban siendo para la mayoría de gente, deseados y necesarios. La idea antiespecista del tema es la de erradicar de la adicción humana aquellos animales considerados tradicionalmente esclavos, desde su domesticación e instrumentalización, y la mejor manera de hacerlo es lograr que no nazcan. Mediante una esterilización y reducción paulatina de su número, para conseguir que los únicos animales que existan sean aquellos que nacieron libres, y que existían antes de que los poseyéramos con nuestros intereses, volviendo a lo que era hace un millón de años, antes de que les aplicáramos un prisma esclavista, propio de una especie que ya sólo parece saber ser esclava. Existen personas que viven solas, con otros animales, y que tienen un accidente, o mueren o no pasan por casa para alimentarlos por cualquier impediento repentino. Peces muertos, pájaros que no resisten, encerrados sin poderse valer, perro que mueren en incendios... Hemos construido para muchos animales cárceles de cariño, un mundo de dependencia, rompiendo sus caminos evolutivos. Cierto es que muchos son rescatados, pero no son -sin nuestra mirada-, tan valiosos para la sociedad como si fueran niñas humanas (a quienes por otro lado, no dejaríamos solas en casa). El mascotismo debe concluir, la compraventa de vidas sintientes debe erradicarse, todas somos libres y responsables de nuestro destino.


Unas horas antes de suicidarse, Hitler testó las cápsulas de cianuro en su perra Blondi. Sabía que el Ejército Rojo estaba a punto de llegar al bunker donde se escondía, y que lo matarían. Un oficial mató también de un disparo de luger a sus cuatro cachorros. No se preocupó de que las rusas pudieran torturar a esos animales que tanto decía amar, más bien le preocupaba que pudieran hacerse sus amigas. Los perros no saben de ideologías. Aman por encima de todas ellas. Justificar con un ¨es su naturaleza¨ el hecho de que los gatos en situación de calle o dejados salir de sus casas maten a cientos de millones de otros animales cada año en el mundo, deja de tener valor cuando vemos un tigre pasear por las calles y llamamos para que lo retiren, impidiéndole hacer lo que está ¨en su naturaleza¨. Ambas son especies secuestradas, y los gatos han sido reproducidos para capricho humano millones de veces su número natural en su ecosistema. Los gatos cazan sin necesidad alimentaria, es un hecho, y, sabiéndolo, aceptar que maten otros animales sitúa a esos animales en el lugar donde una persona carnista considera un cerdo o un pollo: especies menores y sacrificables. Además de que puedan ser atropellados, vandalizados o matados por otros animales. Dejar sueltos a los animales que rescatamos también es maltrato.


El primero de los motivos principales por el cual la gente no cambia es por la pereza -mezclada con egoísmo-, a renunciar a sus privilegios. El segundo es, porque se hallan atrapadas en su visión de las cosas, bien sea por la pereza de hacer el esfuerzo del cambio, también, o bien por la incertidumbre y el miedo a no ser capaces de estar a la altura de dicho cambio. La opinión es algo variable, el prisma que aplicamos sobre los hechos muta todo el tiempo, así que estancarse en una cosmovisión concreta sólo porque estamos encajadas en ella, es siempre nefasto. Y la gente suele ser esclava de sus circunstancias. Cuanto nos rodea es circunstancial, desde el color de nuestra ropa, hasta el trabajo que tenemos, los gustos culinarios o sexuales. No SOMOS así, sinó que ESTAMOS así, una diferenciación que esclarezco comparándolo en SER una persona borracha o a ESTAR borracha. No es lo mismo. Y esos cambios suceden por el mero transcurso del tiempo, por sucesos, por descubrimientos, por reflexiones, por conveniencia, y por muchas otras causas.


Abandonar el carnismo, la explotación de los demás animales, comprende todas esas formulaciones: el hábito, el miedo a lo diferente que seríamos dejando de hacerlo, la pereza a abandonar ese lugar común de conductas que compartimos con nuestra familia, amores o amistades, en una cena, un encuentro o una excursión. El pánico a la soledad de un comportamiento diferente, nos paraliza, así que exageramos muchas veces, desafiando el peligro de ese cambio que amenaza, y que, creyendo convertirnos en más valientes por desafiarlo, nos hace no obstante más cobardes, por no seguir lo que nos dicta la conciencia, la tendencia natural de las sociedades, la crisis climática o la mera empatía. Nadie en su sano juicio, puede aceptar, por mucho que la guste el queso o la carne, el proceso de violaciones, infanticidios, soledad profunda, terror y asesinatos que conllevan, digan lo que digan sus consumidoras al respecto. La industria cárnica es el fascismo más numeroso y cruel de todos los habidos y por haber, así que forzar argumentos o versiones con el derecho a mantenerlo, no es sino alargar el proceso de veganización de nuestra especie, irremediable si queremos que nuestras hijas y nietas sobrevivan a nuestra egolatría y no nos odien por lo que estamos haciendo con el resto de seres sintientes.


Uso es abuso, y son maltrato todos aquellos tratos destinados a cosificar, juguetizar, monetizar o someter a los animales a nuestros intereses, sean humanos o no humanos, con quienes no establecemos pactos mutuos sino unilaterales. Nada hay más dificil de lograr que la libertad, porque ella no debe someter a las demás. Como la vida, la libertad es un derecho fundamental, aunque visto el rumbo de nuestras civilizaciones, parece claro que notenemos mucha idea de lo que significa esa palabra. Los demás animales sí la conocen, indudable y majestáticamente. Aprendamos de ellos.


 

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