Que la guerra es un horror, evitable con un mínimo de racionalidad, está más que claro. Que las explosiones de testosterona de los machos provocan las guerras, también. Los Ministerios de la Guerra de todos los países en el siglo XIX, pasaron a llamarse Ministerios de Defensa, como una fórmula eufemística que diluyera la evidencia de su belicismo tradicional, consecuencia del terror propio del macho, y de las consecuencias de su arrogancia, orgullo y avarícia. La industria militar y el ejército están compuestos básicamente por gente sin escrúpulos, sórdida, incompetente a nivel diálogo y proclive a ordenar o ser sumisa. Esclavas naturales de sus pasiones primarias, creadoras de enemistades y con gran poder de manejar el miedo sobre la población, habida cuenta que sólo un pequeño porcentaje de la gente consideramos que el ejército no es necesario. Pero para que un país pueda declararse no belicista, su política debe ser no belicista y, desde luego, sus dirigentes, no deben ser hombres. La defensa a sangre de territorios, las invasiones económicas, los nacionalismos, los patriotismos, las banderas y el neocolonialismo, son la piedra angular de la militarización de las sociedades, su tosca solución habitual. El macho conoce bien la fragilidad de la vida, y sólo la estudia para destruírla más eficazmente
Bien sabemos que durante las guerras mueren cientos de miles, cuando no millones, de seres humanos, pero sabemos que también que mueren millones de animales no humanos. Misiles explosionados en zonas deshabitadas de gente, donde no se contabilizan hay bajas humanas, son reportados como inocuos pero suponen sin embargo muchos animales asesinados, proyectiles perdidos que hieren o ejecutan a animales que estaban escondidos, explosiones sucedidas por minas abandonadas, material explosivo no detonado que pueden destrozar a un ciervo que lo pise accidentalmente 20 años después de ser enterradas... Los relatos al respecto son incontables. Durante las dos guerras mundiales, perros, camellos y burros fueron usados como bombas anti-tanques. Desde cachorros, fueron alimentados dentro de los tanques o junto a ellos, después eran privados de alimentos, y abandonados cargados de explosivos en una zona de combate, que detonaban al acercarse a los tanques enemigos buscando comida. También murciélagos y ratas con bombas fijadas a sus cuerpos, en misiones suicidas para las que no se presentaron voluntarios, burros cargados con explosivos y detonados a distancia, delfines espía con cámaras insertadas en sus cuerpos y que eran matados por la parte contrincante, sin distinguir siquiera si llevaban cámara o no, o delfines con agujas de CO2 implantadas en sus hocicos, utilizados para matar buceadores enemigos, uso de gatos para la presencia de gas, águilas entrenados para atacar drones, palomas mensajeras que morían disparadas o de agotamiento, caballos, renos, elefantes, mulas y otros usados como medio de transporte en zonas de conflicto, o como comida viva para la soldadesca, minas marítimas explotando a miles de animales marinos y reventándolos con sus ondas expansivas,... son algunos de los múltiples ejemplos del especismo en conflictos bélicos.
Aunque
lamentablemente,
ni
siquiera hace falta la guerra para
reportar esas matanzas,
el día a día del mundo es profundamente depredador y bélico. Miles
de billones de euros anualmente se destinan a la industria militar
mundial, los presupuestos de cuidados esenciales y de bienestar se
despilfarran en ese monstruo genocida y violador del patriarcado. No
hay dinero para agua potable, comida y salud, pero sí para métodos
de despedazar y amedrentar a la vida. La cultura de la muerte. Un
mundo enfermizo, formado por gente enfermiza siempre entenderá la
disputa violenta
como
resolución. La carrera aeroespacial, con miles de millones de
dólares y millones de toneladas de combustibles quemados aumentando
los gases efecto invernadero, en un rosario exponencial de estupidez
perpetuado en los milenios.
Sarín, ántrax, gas mostaza, fosgeno, agente naranja, diversos agentes nerviosos como el tabún, el somán, el cianuro de hidrógeno o el zyklon b, bacterias de peste bubónica, cloro presurizado, virus, mesalina, ácido lisérgico y otras drogas fueron y son testadas en seres humanos, decenas de miles de soldados y civiles, con y sin su aprobación y consentimiento, han sido sometidos a sustancias nocivas o letales, que después serían utilizados en el campo de batalla. Un objetivo militar que puede ser hoy día, bombardear un hospital infantil por ¨error¨, o contaminar pozos de agua para la población civil. En 1915, en las trincheras de Ypres (Bélgica), el ejército alemán liberó 160 toneladas de cloro presurizado a lo largo de seis kilómetros y el viento llevó la nube tóxica hasta las posiciones enemigas, lo cual supuso que la guerra química había comenzado. El inventor de esa sustancia, Fritz Haber recibió el Nobel 3 años después. De esa dinámica patriarcal estamos hablando.
Aves, primates, peces, roedores, cerdos, ovejas, perros gatos, vacas, todo tipo de mamíferos, reptiles, peces, son sometidos a experimentos militares cuyo secretismo es comparable al oscurantismo medieval. Disparados en la cara, dejados agonizar cronometrando el tiempo que tardan en necesitar urgente ayuda médica, o morir. Sin anestesia en la casi totalidad de los casos, para pruebas balísticas de proyectiles, envenenamientos de armas biológicas y químicas pruebas de resistencia a presión o condiciones térmicas extremas, técnicas quirúrgicas traumáticas y rotura intencionada de huesos y aplicación de cirugía sin anestesias, son parte de sus macabras conductas ¨por el bien de la paz¨. Cabras, cerdos, gatos y ovejas son colgados de sogas boca abajo y disparados, o sujetos a ingravidez. Drogas, alcohol, inhalación de humo y oxígeno puro, o a descompresión súbita. Las víctimas que sobreviven, son ejecutadas.. Ratas sumergidas en agua hirviendo por diez minutos o cubiertas con etanol y prendidas fuego durante diez segundos, monos rhesus y perros beagles irradiados durante horas mientras hipersalivaban, vomitaban y tenían comportamientos nerviosos reactivos. Conejos y monos rhesus rasurados e inmovilizados, para ser expuestos a picaduras masivas de mosquitos infectados con Dengue. Utilización de conejos para la práctica de inserción de drenajes torácicos y cirugías oculares, ratas para ejercicios de microcirugía y hurones para la práctica de intubación o agentes irritantes en conejos que tardan en morir treinta días, son otros de sus experimentos. Como en casi todo testado con animales, si no mueren, tras las pruebas, los animales son asesinados.
Experimentos inútiles y no extrapolables, como en el caso del testado de cosméticos o fármacos con animales no humanos. Cuando enfermamos no vamos a la clinica veterinaria, por la misma razón por la cual los test de toxicidad no deberían hacerse en animales no humanos. Por ciencia.
El New York Times publicó en 2006 que un cerdo fue disparado “dos veces en la cara con una pistola de 9 mm, luego seis veces con un AK-47, y luego dos veces con una escopeta calibre 12. Y finalmente se le prendió fuego¨… Pruebas balísticas... Algunos soldados a veces requieren ayuda psicológica después de todos esos experimentos.
Los sónares de detección instalados en barcos y submarinos, destruyen la capacidad auditiva de ecolocalización de los cetáceos, varándolos en la playa y matándolos por descompresión, la ropa militar hecha con cueros o el testado de material explosivo son causas de miles de muertes de animales.
En 1946, en el atolón de Bikini, 4.000 ovejas, cabras y otros animales fueron cargados en un barco y asesinados o severamente quemados por una explosión atómica detonada. El ejército llamó al experimento “El arca atómica”. En 1998 dos grupos de ovejas fueron detonadas a 19 metros reventando a 48 ovejas: El primer grupo para probar la resistencia de un chaleco usado durante la explosión, y el segundo para ver si los marcadores químicos ayudarían en el diagnóstico de heridas causadas por una explosión. Una serie de experimentos navales con explosivos acuáticos en la bahía de Chesapeake en 1987 mató a más de 3.000 peces. Experimentos nucleares en el Pacífico Sur han arrasado el hábitat de cientos de especies marinas.
En Texas, un grupo de monos rhesus fueron atados a simuladores de vuelo B-52 (“Plataforma de Equilibrio primate”), tras aplicarles dolorosas descargas eléctricas para que aprendieran a “hacer volar” el artefacto. Después los monos fueron irradiados con rayos gamma para ver si ellos podrían resistir “durante las 10 horas que teóricamente tomaría bombardear Moscú”. Aquellos que fueron irradiados con las dosis mas fuertes, vomitaron violentamente y se apagaron vitalmente antes de ser asesinados. También se experimentó con simios en la llamada “rueda de actividad”, dondes eran obligados (también mediante descargas eléctricas) a mantenerse en constante movimiento a gran velocidad. Cuando, tras más de dos meses de este terrible entrenamiento podían ya resistir varias horas dentro de este instrumento de tortura, se pasaba a comprobar, como en el experimento anterior, cuánto podían llegar a aguantar imponiéndoles radiaciones y distintos tipos de venenos y armamento químico-biológico Durante estos experimentos, corriendo todavía, y vomitando dentro de la rueda, los simios tardaban entre un día y medio y cinco días en morir.
La lista de los horrores militares, que dejan en pañales a los peores comportamientos de las dictaduras mundiales, son financiados con dinero público de nuestros impuestos. La máxima latina ¨Si vis pace, para bellum¨ (Si quieres paz, prepárate para la guerra), urge adaptarla a los tiempos actuales por el ¨Si vis pace, para pacem¨ (Si quieres paz, prepárate para la paz), desacreditando la dinámica macho de competitividad y conflicto.
Competir es sectario porque surge de la posibilidad de hacerlo. Quien carece de posibilidades de triunfo, se excluye voluntaria o involuntariamente de dicho elitismo y dicha contienda, lo cual deriva a una situación de capacitismo. Como en el deporte, convertido en reto y lucha, en lugar de participación y ganas de jugar. Competir no, mejor compartir. Discriminar es un lujo que una sociedad plural no puede permitirse. El castigo es la piedra angular del fracaso civilizatorio, ninguna sociedad basada en la venganza o la violencia puede llamarse avanzada, en el delirio de la opinión exigiendo ser la razón.
El por qué decidimos someter a los animales a la oscuridad de nuestra convulsa naturaleza, a la doctrina del horror premeditado, a ese dogma de muerte prematura, es otra parte del mismo dilema, sobre si queremos aprender a vivir en paz usando la paz como herramienta. Y sobretodo si seremos capaces de querer aprender a hacerlo.
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