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viernes, 24 de abril de 2020

VEGANISMO ZURDO



Por propia definición, el veganismo es una filosofía eminentemente de izquierdas, pues es la máxima expresión de la igualdad y la justicia. Por primera vez en el proceso civilizatorio global, el veganismo rechaza los orígenes de la discriminación en su vórtice más nocivo y sustancial: la destrucción de la inocencia, la inercia de la brutalidad y lo aleatorio de la injusticia.
El especismo agrede por su pura inercia; la domesticación-esclavización añade a esa vulneración una instrumentalización y mercantilización de las vidas y muertes de las no humanas, como producto, o bien inerme y mobiliario. El discurso de cosificación de la vida permite un trato falto de escrúpulos, como el que tendríamos con un objeto, arguyendo argumentos sustentados en el mito, no en la ciencia, y convirtiendo al especismo en un religión dogmática mortal, donde sólo cuenta el dinero. Es por eso, que defender a las no humanas, presenta una excepción en el carácter de todas las luchas sociales, porque afecta a personas que no pueden mostrarnos gratitud por sus vidas salvadas. Aparte de la ética y la recuperación medioambiental, el veganismo no arroja un aparente beneficio directo para la sociedad, a diferencia de la lucha feminista, antiracista, por el respeto a las opciones sexuales, o cualquier otra lucha, las cuales sí dialogan e ingieren directamente en el modelo de sociedad, existiendo un bien inmediato y visible. De modo que lo zurdo del veganismo radica precisamente en que elude todo tipo de discriminación, intra y extraespecifica, y por consiguiente, elimina el fascismo estructural. El uso de la violencia en legitima defensa es un comportamiento saludable y lógico, pero el uso de la violencia aleatoria contra alguien, por gustos individuales, apetito, avaricia o cualquier otra razón similar, es un modus operandi tradicional de todas las derechas históricas, caracterizadas por el desprecio por la vida. Incluso podríamos plantearnos si el fascismo es realmente un comportamiento aislado o algo inherente a la naturaleza humana.

Lamentablemente, hay personas que se denominan veganas y que practican diversas discriminaciones tales como homofobia, racismo, sexismo o clasismo, las cuales descalifican el carácter altruista e igualitario del veganismo. Olvidando quizás que somos animales y que entramos -junto a las otras especies animales-, dentro de la esfera ética de protección que trabajamos para todas. Si saltamos la barrera de las especies para nuestra ambiciones humanistas, con idéntica razón debemos mimar a nuestra propia especie. Las personas llamadas veganas que practican discriminación contra la propia especie, son simplemente personas que practican una dieta vegana basada en la exclusión de productos de origen animal, nada mas (y nada menos), pero hay que diferenciarla del veganismo.

La dieta vegana es sólo eso, una dieta, que soluciona realmente el 98 % de los asesinatos extraespecificos contra otros animales, pero no soluciona en muchas ocasiones las fobias, odios, marginaciones, indiferencias y faltas de escrúpulos que las personas y los diseños politicos mantienen contra ciertas individuas de nuestra propia especie.

¿Querríamos llamar veganismo a una filosofía que incluyera el desprecio por las personas homosexuales?. ¿Querríamos aceptar siquiera un veganismo donde otras razas humanas no cupieran en el modelo de sociedad?. No sólo no podemos aceptarlo desde un punto de vista ético y de sentido común, sino que no podemos permitirlo dado que otras personas en proceso de veganización pueden entender el veganismo a esa permisibilidad, una especie de misantropía. No se trata de acumular más adeptas a toda costa, sino de profundizar en la justicia y la igualdad.

Si no es de izquierdas, no es veganismo.

Se suele decir que los peces o formas de vida más "básicas" forman parte indisoluble de nuestro camino evolutivo, que nosotras estamos más avanzadas que ellos. Los fetos de humanos en su primer mes de vida presentan bajo la cabeza una especie primitiva de agallas llamadas bolsas faríngeas. Ahí se aprecia de dónde procedemos todas las especies. El hecho de caminar a dos patas, poseer respiración aerobia o exquisitos peinados de moda no nos convierte en seres mas evolucionados. De hecho es bastante lamentable que poseamos apéndice, vello axilar, dedos en los pies, uñas, pelo en la cabeza y otros residuos morfológicos, que manifiestan nuestro primitivo proceso de cambio físico. Ni siquiera en ese aspecto estamos desarrolladas. Los genes que hacen posible la existencia de una ¨cabeza¨ y un "resto del cuerpo" los heredamos de los gusanos planos oceánicos, hace cientos de millones de años ellos ya lo poseían. En lugar de emplear la megalomanía propia de un complejo de inferioridad, mejor asumir que ciertos animales, al no haber cambiado su forma desde hace millones de años (medusas, tiburones, cefalópodos...), presentan mejores cualidades evolutivas que nosotras, una mejor adaptación al medio, una ecología de armonía con su entorno y una plenitud vital más desarrollada que la nuestra.


Somos animales inestables, excesivamente blandos, frágiles en lo psíquico y lo físico, tardamos en madurar y ser independientes, y perecemos a los minimos cambios de condiciones vitales. Somos una protoespecie con canciones de verano, cerveza fresquita y granjas de cría de visones. En otras situaciones mucho más trágicas somos -además- una especie que se cree con algún tipo de derecho a cebar, someter, dominar, aplastar, aniquilar, torturar y asesinar (entre cientos de otras vulneraciones) a seres de otras especies, balbuceando argumento de intelectualidad y volumen cerebral, pero usando la irracional fuerza bruta, el engaño y la mezquindad para lograrlo. La historia de la humanidad es la de la impunidad del crimen.

El especismo es una enfermedad contagiosa de transmisión cultural y comportamiento viral. Se reproduce por sistema generacional, y desarrolla inmunidad a los ataques del sentido común, con defensas tan agresivas como suicidas. El especismo es el origen de la mayoria de las agresiones del ser humano contra el ser humano, porque no cuestiona el abuso contra las inocentes y lo establece como norma, como modelo económico, como rito.

Vivimos a un mundo injusto, se siguen violando sexualmente a niñas, pero está deleznado en el debate social y está penado por la ley, algo es algo, y dichas prácticas quedan en la náusea del anonimato o son detenidas con éxito, salvaguardando a las inocentes. Pero ningún triunfo de los derechos humanos y no humanos, ningún avance ético, ha sido conseguido sin luchar. Ni el poder ni la crueldad regalan nada, hay que exigirlo, día a día. La libertad de expresión, la libertad de acción, la benevolencia de las conductas, las políticas comunes, los espacios de diálogo... Todo ello ha sido peleado por predecesoras a nosotras, y nosotras mismas disfrutamos de un espacio social relativamente respirable gracias a ellas, al menos en Europa. La ética es inconformista, tiene exigencias muy concretas, siempre quiere más y es justo que así sea. Los tiempos avanzan, descubrimos a las víctimas que nos hablan de sus vulneraciones, descubrimos la injusticia de un mundo a la medida del patriarcado porque las mujeres hablan. Deshilamos la marginación sutil de las personas discapacitadas, porque verbalizan y nos incriminamos a su malestar. Iluminamos la barbarie contra las no humanas porque las estamos comprendiendo, por vez primera en la historia, de un modo masivo y porque jamás antes la crueldad tomó tamaño y cifras tan horrendas. La voz de las ¨sin voz¨ habla elocuente y nos grita cosas terribles, nos suplica la paz incondicional, nos preguntan con sus ojos en midriasis, con su dolor milenario, con sus gemidos inconfundibles ¨¿Por qué nos estáis haciendo esto?¨. Y por primera vez en nuestra historia, las personas no humanas les prestamos la voz. Aunque nuestra respuesta es balbuceante, entre el mito, la leyenda y la caricatura, e invariablemente desemboca en la respuesta brutal del "Porque podemos". La falta de escrúpulos y la violencia aplicada contra las no humanas coloca a nuestra especie en un nivel muy inferior al de la más ínfima de las criaturas, que no mata para placer, sino para poder sobrevivir, que no se deleita en la tortura, que no rentabiliza la esclavitud, que no se divierte con la agonía... En todos esos sucesos, el ser humano vence en mezquindad a cualquiera de las demás faunas, incluso al sí mismo primigenio, porque jamás antes mecanizamos tanto la discriminación y el exterminio como hoy en día.

No es que estemos locas siendo tan generosas con la dignidad y los intereses de los animales no humanos, sólo somos justas. En todo caso no más locas que quien habla con las bebés humanas de seis meses, sin una necesidad imperativa de reciprocidad, sino por el mero placer de expresarse, pero refugiándose en la más que científica hipótesis de que nos entiendan, si no el mensaje, sí sin duda las intenciones. El impulso de comunicarse con una persona no humana en idiomas verbales, supone una gran ventaja con respecto a hacerlo con una humana, porque se cimienta en la lucidez de saber que no nos va a engañar, como sucede a menudo con las humanas. Nuestra especie es característicamente falsa y mentirosa, envolviendo toda su vida en comportamientos, aspectos y actitudes con doble intención, desde la granjera que alimenta y asiste veterinariamente a una no humana para explotarla y ejecutarla, hasta una masa social que actúa en función de modas. Tratar de entablar comunicación con personas no humanas es, precisamente, el intento firme de no volverse locas. Ante un clima de degradación, un escenario de mentiras y ante el guión de pocas honestidades, lo menos patológico, lo más saludable, es buscar el diálogo allá donde no es un absurdo intercambio de poses y expectativas. Allá donde hablan elocuentemente las miradas. No encontraremos ahí más inocencia que en la sencillez, la del perro que baja la cabeza y se tumba a nuestro costado para que lo rasquemos, la del pájaro que nos roba migas del almuerzo sin arrepentimiento, impelido por su pura hambre, la del gato que da y recibe calor en nuestro regazo. En dinámicas compatibles y no competibles

Si a la ética que aplicamos para quienes nos rodean, la permitimos el lujo circunstancial de relajarse ¿por qué quienes nos rodean no podrían permitirse ese lujo o desliz para con nosotras?. Si ignoramos la petición de ayuda de las demás, estamos justamente expuestas a que las demás desoigan equitativamente nuestras súplicas en situaciones de apuro. Si violamos de acción o pensamiento a las demás, es lógico pensar que las demás lo hagan, por desconfianza, por descrédito, por venganza, por simple maldad o por justicia. El deseo de justicia es de izquierdas, es un posicionamiento político antijerárquico, igualitario. El veganismo es gérmen de igualdad. El veganismo es sólo el principio.

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