Cada
crimen lo cometen dos, quien lo realiza y quien no lo evita. Quien
por los pretextos que fuera, no hace nada para cambiar el mundo
injusto que vivimos, sólo parasita de las mejoras que luchas
anteriores han otorgado a la sociedad.
Es
absurdo atribuírle maldad a la
naturaleza, antropocéntrico, como una cortina de
humo para disimular la crueldad humana, pues pretende todavía
la rancia idea de que podemos comprenderlo todo sólo con pensarlo.
La naturaleza es neutra, sirve a sus fines de perpetuarse lo mejor
que sepa, con sus excepciones a reglas y sus muertes prematuras y sus
juegos. Decir que la naturaleza es cruel es el pretexto perfecto para
la gente cruel y para la indiferente,
a rechazar la obligatoriedad de las
conductas éticas, la excusa perfecta para Treblinka. Para
ver crueldad basta ir a los campos
de muerte por inanición capitalista, a las playas de ahogadas
migrantes, a las plazas de toros, las granjas
y los mataderos.
Buscando
en la red encontramos la palabra "godsplainning", que es la
tendencia de las personas creyentes en sus diferentes dioses a
explicar todo según sus libros, alegando que si lo dijo dios, es que
es verdad. Lo que no encontramos todavía es la palabra
"sciencesplainning", que es la tendencia a aseverar que
todo lo podemos explicar con ciencia. Probablemente la mayoría de
las cosas algún día podamos hacerlo, pero los
estudios científicos sobre la inferioridad de la raza judía, el
geocentrismo astronómico, la
existencia médica de
la piedra de la locura, la esfericidad del geoide donde
vivimos o miles de otras tonterías dichas durante la historia de la
ciencia, deberían enseñarnos a saber nadar en las aguas de la duda
y la cautela. Especialmente cuando en el
nombre de la ciencia se asesina gente, se destruyen ecosistemas y se
comete el genocidio del animal no humano.
Uno
de los más manidos contraargumentos a la defensa de los animales no
humanos, y en general de todo su estudio etológico, es el insufrible
imperativo de que no debemos antropomorfizarlos. Que no somos
comprables con las treinta millones de especies restantes, ni
siquiera con las cerca de seis mil especies de mamíferos
catalogadas, ni siquiera con nuestras parientes más cercanas
genéticamente, y ni siquiera incluso con los grandes primates, cuya
diferencia genética apenas varía un dos por ciento. Si bien es
cierto que la ciencia conductual en muchas ocasiones no es comparable
formalmente entre las especies (la sonrisa del cimpancé -como dato
más obvio-, la cual no significa alegría, sino miedo), también es
cierto que la posesión de sistema nervioso central, y con él
intereses específicos en la búsqueda del placer y la huída del
dolor, obliga a la totalidad de los animales, a comportamientos
activos para conseguir acercarse a dicho placer y a evitar cualquier
cosa que les dañe. Antropomorfizar, por otro lado, es algo que
realizamos cotidianamente, desde llamar a un árbol ¨alto¨
-comparándolo sólo con nuestra propia altura-, hasta considerar a
un gorila ¨peludo¨ -en comparativa a nuestra frágil desnudez-.
Hemos basdado la ciencia de la biología, la etología y la zoología
o la zooantropología, en la idea original de la comparación, y casi
siempre desde una directriz peyorativa o inferiorizante de las demás
especies. Tanto más ridiculizadora, cuanto más nos remontamos a los
orígenes de dichas ciencias. Pero la ciencia -que pretende ser
neutral, pero no sabe serlo, porque está llevada a cabo por
humanas-, también sufre de terror a la pérdida de privilegios, por
eso pocas zoólogas, biólogas o etólogas son veganas: siguen
pensando que los animales no humanos se hallan sometidos a nuestro
servicio, y que son nuestras esclavas naturales. La comparativa en
ciencia también surge, a la hora de pretender testar productos para
humanas en no humanas.
Las
características que nos asemejan al resto de faunas y en especial a
las más cercanas, mamíferas aeróbias por ejemplo, nos igualan a
ellas siempre en lo esencial. Por lo tanto, establecer diferencias
para perjudicarlas no disimila de cualquier discriminación racial o
sexual entre humanas, cuando la totalidad de las discriminaciones
entre humanas son tejidas en la idea de superioridad incomparable.
Por lo tanto no es descabellado pensar en su bienestar como pensamos
en el nuestro ¿o acaso aceptaríamos muertes humanitarias
bienestaristas para humanas, o cómodas granjas de engorde de carne
humana?.
En
1933, Hitler anunció que no permitiría la crueldad animal, prohibió
la caza
parcialmente, creó leyes
medioambientales, de transporte
animal, modos menos dolorosos
de herrar caballos, o cómo
cocinar una langosta humanitariamente. El
nazismo fue el primero en la historia en
prohibir la vivisección,
y las leyes actuales de bienestar animal en países
europeos son variaciones de aquellas
leyes. Incluso
para las personas más sanguinarias de la historia contemporánea,
era evidencia que los animales merecían otro trato, desde luego no
su trato, pero mejor. ¿Son
medidas destinadas a lavar
imagen?, sí, ¿son
medidas destinadas a hacernos sentir mejor por el genocídio
cotidiano de no humanas?, sí, pero confirman que no estamos tan
lejos de las demás faunas, confirman que
antropomorfizar el sufrimiento de las demás especies animales es
correcto y urgente.
La sonrisa de la oveja asesinada es igual a la de la oveja
viva. Lo mismo sucede con el gato o el delfín, que su cadáver
parece feliz, alegre, pero
sabemos bien que no son felices ni alegres, sabemos bien que todo uso
de animales, es abuso.
La
carnificación de la vida no se limita a otras especies. No
resulta extraño que en una sociedad de relaciones emocionales de
usar y tirar, con productos de caducidad corta, vidas menospreciadas
para la comida y una falta objetiva de respeto por lo importante, la
gente sea tratada como basura. Tal y como se percibe el mundo, así
somos percibidas. Si la gente son carne, no nos extrañe ser carne
para ella. Si no apreciamos el propio
tiempo y su calidad ¿por qué sociedad debería hacerlo?. Si
desperdiciamos la propia vida ¿qué razones damos a las demás para
que nos valoren?. La arrogancia es madre de la
ignorancia, como la humildad lo es de la sabiduría. Si somos
capaces de comprender que un perro apaleado por su persona cuidadora,
vuelva a ella moviendo el rabo ¿por qué no comprendemos que una
mujer apalizada por su pareja pueda por miedo o falta de
alternativas, volver con esa
relación tóxica?. Y en realidad la
pregunta es ¿por qué culpamos a la víctima y no a la persona
agresora?. El motivo por el cual el animalismo está compuesto
mayoritariamente por mujeres obedece al intento natural de compensar
que las comisarías, los cuarteles, las plazas de toros, los
mataderos o los campos de batalla se hallen atiborrados de machos.
Esa antropomorfización de la culpa ha sido
externalizada a los animales, culpables de sabor, de tener pieles
cálidas, de hacer duros esfuerzos en nuestro lugar...
Si introducimos
una barra de metal por el ano a un perro y la conectamos
a la corriente, haciendo que el animal se convulsione, babée, se
estremezca, vomite, se agarrote, se queme por dentro y muera tras
unos minutos de agonía inenarrable, seremos
consideradas psicópata asesinas
peligrosas, incapaces
de convivir entre otros seres humanos, así que casi seguro acabemos
encerradas. Pero si hacemos
exactamente lo mismo en un laboratorio o una
granja peletera, y tienes un título científico o
un negocio, entonces recibes
donaciones privadas y financiamiento estatal. Matar a una humana o a
un pez forma parte de idénticas dinámicas de desprecio y
dominación, sólo cambia el recipiente victimado y las
justificaciones al respecto.
Tanto
la religión como la ciencia usan la
palabra sacrificio cuando asesinan. Al principio
de dicha enfermedad, un
centro de investigación inyectó
virus de HIV a 200 chimpancés y ninguno se
contagiaba. Tardaron 15 años en darse
cuenta. Los tuvieron encerrados
15 años, sin resultados. La
ciencia... a veces... La política de la
sociedad debe llevar a su economía, y no al revés, como
cierta ciencia mercenaria.
El antropocentrismo es la más elocuente muestra del complejo
humano, que necesita sobrevalorarse para acreditar
su existencia, igual que existe gente que
cuando ven a alguien entregada a alguna
causa animalista que cuestiona sus privilegios, la
recriminan no dedicarse
a otra causa humana.... por la que ellas mismas jamás movieron un
dedo. Hipocresía.
Hay
que antropomorfizar más los derechos fundamentales de los animales
no humanos, sin caer en paternalismos ni sobreprotecciones, porque la
conducta contraria está dando los resultados más crueles de nuestra
historia contra la naturaleza y sus habitantes. Contra
esa violencia interespecífica y esa
violencia intraespecífica, el veganismo
supone un movimienfo emancipatorio de la
violencia estructural
El
sentido de la vida humana es tan
ridículo como preguntarse
en bucle cuál es el sentido de la vida. Llevamos
toda la vida viviendo, sin manual de instrucciones ni vocación,
improvisando
entorno a dos premisas básicas: huir del dolor y acercarnos al
placer, exactamente igual que el resto de faunas. Hemos
venido al mundo a ser felices, exactamente igual
que el resto de faunas, y sólo tenemos una oportunidad de
hacerlo, que no se nos olvide.
Vivir
conlleva no causar infelicidad a las demás,
si cualquier felicidad lleva consigo
víctimas, entonces es sólo parasitismo.
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