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lunes, 2 de marzo de 2020

SOMOS ELLOS



Cada crimen lo cometen dos, quien lo realiza y quien no lo evita. Quien por los pretextos que fuera, no hace nada para cambiar el mundo injusto que vivimos, sólo parasita de las mejoras que luchas anteriores han otorgado a la sociedad.

Es absurdo atribuírle maldad a la naturaleza, antropocéntrico, como una cortina de humo para disimular la crueldad humana, pues pretende todavía la rancia idea de que podemos comprenderlo todo sólo con pensarlo. La naturaleza es neutra, sirve a sus fines de perpetuarse lo mejor que sepa, con sus excepciones a reglas y sus muertes prematuras y sus juegos. Decir que la naturaleza es cruel es el pretexto perfecto para la gente cruel y para la indiferente, a rechazar la obligatoriedad de las conductas éticas, la excusa perfecta para Treblinka. Para ver crueldad basta ir a los campos de muerte por inanición capitalista, a las playas de ahogadas migrantes, a las plazas de toros, las granjas y los mataderos.

Buscando en la red encontramos la palabra "godsplainning", que es la tendencia de las personas creyentes en sus diferentes dioses a explicar todo según sus libros, alegando que si lo dijo dios, es que es verdad. Lo que no encontramos todavía es la palabra "sciencesplainning", que es la tendencia a aseverar que todo lo podemos explicar con ciencia. Probablemente la mayoría de las cosas algún día podamos hacerlo, pero los estudios científicos sobre la inferioridad de la raza judía, el geocentrismo astronómico, la existencia médica de la piedra de la locura, la esfericidad del geoide donde vivimos o miles de otras tonterías dichas durante la historia de la ciencia, deberían enseñarnos a saber nadar en las aguas de la duda y la cautela. Especialmente cuando en el nombre de la ciencia se asesina gente, se destruyen ecosistemas y se comete el genocidio del animal no humano.

Uno de los más manidos contraargumentos a la defensa de los animales no humanos, y en general de todo su estudio etológico, es el insufrible imperativo de que no debemos antropomorfizarlos. Que no somos comprables con las treinta millones de especies restantes, ni siquiera con las cerca de seis mil especies de mamíferos catalogadas, ni siquiera con nuestras parientes más cercanas genéticamente, y ni siquiera incluso con los grandes primates, cuya diferencia genética apenas varía un dos por ciento. Si bien es cierto que la ciencia conductual en muchas ocasiones no es comparable formalmente entre las especies (la sonrisa del cimpancé -como dato más obvio-, la cual no significa alegría, sino miedo), también es cierto que la posesión de sistema nervioso central, y con él intereses específicos en la búsqueda del placer y la huída del dolor, obliga a la totalidad de los animales, a comportamientos activos para conseguir acercarse a dicho placer y a evitar cualquier cosa que les dañe. Antropomorfizar, por otro lado, es algo que realizamos cotidianamente, desde llamar a un árbol ¨alto¨ -comparándolo sólo con nuestra propia altura-, hasta considerar a un gorila ¨peludo¨ -en comparativa a nuestra frágil desnudez-. Hemos basdado la ciencia de la biología, la etología y la zoología o la zooantropología, en la idea original de la comparación, y casi siempre desde una directriz peyorativa o inferiorizante de las demás especies. Tanto más ridiculizadora, cuanto más nos remontamos a los orígenes de dichas ciencias. Pero la ciencia -que pretende ser neutral, pero no sabe serlo, porque está llevada a cabo por humanas-, también sufre de terror a la pérdida de privilegios, por eso pocas zoólogas, biólogas o etólogas son veganas: siguen pensando que los animales no humanos se hallan sometidos a nuestro servicio, y que son nuestras esclavas naturales. La comparativa en ciencia también surge, a la hora de pretender testar productos para humanas en no humanas.

Las características que nos asemejan al resto de faunas y en especial a las más cercanas, mamíferas aeróbias por ejemplo, nos igualan a ellas siempre en lo esencial. Por lo tanto, establecer diferencias para perjudicarlas no disimila de cualquier discriminación racial o sexual entre humanas, cuando la totalidad de las discriminaciones entre humanas son tejidas en la idea de superioridad incomparable. Por lo tanto no es descabellado pensar en su bienestar como pensamos en el nuestro ¿o acaso aceptaríamos muertes humanitarias bienestaristas para humanas, o cómodas granjas de engorde de carne humana?.

En 1933, Hitler anunció que no permitiría la crueldad animal, prohibió la caza parcialmente, creó leyes medioambientales, de transporte animal, modos menos dolorosos de herrar caballos, o cómo cocinar una langosta humanitariamente. El nazismo fue el primero en la historia en prohibir la vivisección, y las leyes actuales de bienestar animal en países europeos son variaciones de aquellas leyes. Incluso para las personas más sanguinarias de la historia contemporánea, era evidencia que los animales merecían otro trato, desde luego no su trato, pero mejor. ¿Son medidas destinadas a lavar imagen?, sí, ¿son medidas destinadas a hacernos sentir mejor por el genocídio cotidiano de no humanas?, sí, pero confirman que no estamos tan lejos de las demás faunas, confirman que antropomorfizar el sufrimiento de las demás especies animales es correcto y urgente. La sonrisa de la oveja asesinada es igual a la de la oveja viva. Lo mismo sucede con el gato o el delfín, que su cadáver parece feliz, alegre, pero sabemos bien que no son felices ni alegres, sabemos bien que todo uso de animales, es abuso.

La carnificación de la vida no se limita a otras especies. No resulta extraño que en una sociedad de relaciones emocionales de usar y tirar, con productos de caducidad corta, vidas menospreciadas para la comida y una falta objetiva de respeto por lo importante, la gente sea tratada como basura. Tal y como se percibe el mundo, así somos percibidas. Si la gente son carne, no nos extrañe ser carne para ella. Si no apreciamos el propio tiempo y su calidad ¿por qué sociedad debería hacerlo?. Si desperdiciamos la propia vida ¿qué razones damos a las demás para que nos valoren?. La arrogancia es madre de la ignorancia, como la humildad lo es de la sabiduría. Si somos capaces de comprender que un perro apaleado por su persona cuidadora, vuelva a ella moviendo el rabo ¿por qué no comprendemos que una mujer apalizada por su pareja pueda por miedo o falta de alternativas, volver con esa relación tóxica?. Y en realidad la pregunta es ¿por qué culpamos a la víctima y no a la persona agresora?. El motivo por el cual el animalismo está compuesto mayoritariamente por mujeres obedece al intento natural de compensar que las comisarías, los cuarteles, las plazas de toros, los mataderos o los campos de batalla se hallen atiborrados de machos. Esa antropomorfización de la culpa ha sido externalizada a los animales, culpables de sabor, de tener pieles cálidas, de hacer duros esfuerzos en nuestro lugar...

Si introducimos una barra de metal por el ano a un perro y la conectamos a la corriente, haciendo que el animal se convulsione, babée, se estremezca, vomite, se agarrote, se queme por dentro y muera tras unos minutos de agonía inenarrable, seremos consideradas psicópata asesinas peligrosas, incapaces de convivir entre otros seres humanos, así que casi seguro acabemos encerradas. Pero si hacemos exactamente lo mismo en un laboratorio o una granja peletera, y tienes un título científico o un negocio, entonces recibes donaciones privadas y financiamiento estatal. Matar a una humana o a un pez forma parte de idénticas dinámicas de desprecio y dominación, sólo cambia el recipiente victimado y las justificaciones al respecto.

Tanto la religión como la ciencia usan la palabra sacrificio cuando asesinan. Al principio de dicha enfermedad, un centro de investigación inyectó virus de HIV a 200 chimpancés y ninguno se contagiaba. Tardaron 15 años en darse cuenta. Los tuvieron encerrados 15 años, sin resultados. La ciencia... a veces... La política de la sociedad debe llevar a su economía, y no al revés, como cierta ciencia mercenaria. El antropocentrismo es la más elocuente muestra del complejo humano, que necesita sobrevalorarse para acreditar su existencia, igual que existe gente que cuando ven a alguien entregada a alguna causa animalista que cuestiona sus privilegios, la recriminan no dedicarse a otra causa humana.... por la que ellas mismas jamás movieron un dedo. Hipocresía.



Hay que antropomorfizar más los derechos fundamentales de los animales no humanos, sin caer en paternalismos ni sobreprotecciones, porque la conducta contraria está dando los resultados más crueles de nuestra historia contra la naturaleza y sus habitantes. Contra esa violencia interespecífica y esa violencia intraespecífica, el veganismo supone un movimienfo emancipatorio de la violencia estructural

El sentido de la vida humana es tan ridículo como preguntarse en bucle cuál es el sentido de la vida. Llevamos toda la vida viviendo, sin manual de instrucciones ni vocación, improvisando entorno a dos premisas básicas: huir del dolor y acercarnos al placer, exactamente igual que el resto de faunas. Hemos venido al mundo a ser felices, exactamente igual que el resto de faunas, y sólo tenemos una oportunidad de hacerlo, que no se nos olvide.

Vivir conlleva no causar infelicidad a las demás, si cualquier felicidad lleva consigo víctimas, entonces es sólo parasitismo.


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