Si
viéramos por unos cristales a la gente presa en las cárceles,
mientras
pasean por el
patio, leyendo o charlando, e incluso riéndose o haciendo
ejercício,
nos parecería que están
bien, pero no
cuesta mucho imaginar
que no son felices. Esa
apariencia falsa de
paz es la que nos
hace fantasear injustamente con que los animales explotados en
granjas, en zoos, en circos, en acuarios... son también
felices. Y
es
ese
mismo espejismo lo que nos
hace decir que
quien explota animales
los
ama, porque
ningún amor lleva
explotación, ningún
encierro es agradable, ninguna esclavitud es voluntaria.
Ciñéndonos
estrictamente a los postulados del veganismo original, bien es cierto
que se refiere estrictamente a
un movimiento de liberación donde las únicas beneficiarias son las
faunas no humanas (en detrimento de otras especies, como las plantas,
lo cual delata lo incorrecto del término ¨especismo¨). Sin
embargo, la evolución lógica de la empatía, el deseo de justícia
y la intención de igualdad, requieren ampliar ciertos
conceptos. Si hilamos un poco más fino veremos que un veganismo que
excluya a una sóla especie animal (un veganismo que no respete a los
canguros, los colibríes o a la especie humana, por ejemplos), no
puede en esencia ser denominado Movimiento
de Liberación,
porque conlleva la posibilidad de cometer
fascismo con otras especies animales, además
de ser una puerta de justificación para pretendidos ¨veganismos¨
racistas, supremacistas o excluyentes.
El
feminismo es un movimiento social
emancipatorio que sólo
actúa en favor
de la igualdad
hombre-mujer (si aceptamos el binarismo reproductivo), y
que obedece a sus propios fines, abogando asímismo por
la destrucción del patriarcado y el constructo de macho. Pretender
pedirle que solucione todos los problemas del mundo o traiga regalos
para todas, como si fuera dios o Papá Noel, es excederle funciones.
Aunque, por la profundidad y el alcance de su discurso podamos
desprender del feminismo un beneficio en todos los aspectos y para
toda la sociedad y el planeta -al exigir el fin de la cultura de la
violación y la violencia gratuíta-, no tiene en
realidad ninguna responsabilidad de hacerlo. En sí, el
feminismo tampoco tiene por qué ser vegano. Sin
embargo entendemos el especismo como una jerarquía construída por
machos, en el marco de un mercado enloquecido que ha tratado
tradicionalmente a los animales no humanos del mismo modo que ha
tratado a la mujeres: como herramientas, como carne, como esclavas.
Así que -por simpatía y coherencia- el
feminismo está muy relacionado con el veganismo, movimiento el cual
es esencialmente femenino, siendo esto último no casual, sino
causal. El veganismo y el feminismo están íntimamente relacionados,
en forma y en esencia, y aunque sean distintas luchas, y aunque
persigan agentes de beneficio diferentes,
en resumen y en lo primordial están formados de los mismos
materiales.
Ningún
¨ismo¨ debe exigirse a sí mismo más que los postulados en base a
los cuales hace proselitismo, no obstante no existe una sóla persona
humana en el mundo que luche por un sólo ¨ismo¨, o que proteste
sólo contra una discriminación. Refugiarse en la pureza de los
conceptos es sospechosamente endogámico y fantasioso. Inoperante y
ambiguo, cuanto menos. Es importante ampliar la esfera de un
movimiento de igualdad seccional para enlazarlo con otro, como unos
ríos se enlazan con otros por la sencilla razón de la gravedad
natural, fluyendo y sumando fuerza y verosimilitud, actuando con
sinergia en un caudal mayor, donde la metáfora se traduce al apoyo
mútuo, la colaboración, la simbiosis, el altruísmo y muchas otras
virtudes, alejándonos del vetusto ¨divide y vencerás¨, que
sentenció el fascista Julio César.
Para
que funcione, la Cultura del cuidado debe ser recíproca. El deporte
preferido del ser humano consiste en echar la culpa a las demás, en
una conducta propia de ese infantilismo humano proveniente de no
hacerse cargo de sus errores, para poder repetirlos sin rubor. El
poder es un espejo que refleja al pueblo, nada hay en él que no haya
en la gente, por eso cuando la gente librepensadora imparcial y
neutral quiso reaccionar a lo que sucedía en aquella Alemania de
1940, ya respiraban zyklon B en la cámara de gas. Demasiado tarde
aprendieron que la voluntad de dominar es siempre sólamente una,
buscando diferentes recipientes para actuar. Es el mismo fascismo
quien discrimina indígenas, mujeres, animales no humanos, gente
anciana, migrantes o disidentes a la heteronormativa... No hay
inmigrantes o emigrantes, solo migrantes. No hay blancas o negras,
sólo personas. No hay unas y otras, sino todas nosotras.
Idénticamente diferentes porque el concepto de ¨otra¨ es
excluyente, si entiende la diferencia como peligro, y no como
riqueza.
El
optimismo y el pesimismo son lujos que la persona activista no puede
costearse. El veganismo debe salir de su gueto, -comprendiendo los
tránsitos sin prolongarlos-, y
en ello se advierte que
sufre de falta de politización. El
veganismo adolece de comprensión de los problemas de su propia
especie al
no incluírlos
en sus postulados.
La creciente necesidad
social contemporánea
de amparar a todas
las víctimas para construír un mundo sin exclusiones exige cada día
más el conocimiento de todas las vulneraciones, y
la conciencia de que todas las discriminaciones están asociadas en
una idea de jerarquía, la
cual
degenera en el binomio Oprimida-Opresora.
Cómo
identificar discriminaciones
y por qué beneficia interseccionalizar las luchas contra
ellas, forman parte del pensamiento crítico, el
cual
debe ir acompañado de
acto
crítico, y
antes que todo,
de autocrítica.
Cada
animal explotado es un dolor. Los animales
no humanos, entre
otras muchas virtudes, tienen culturas desarrolladas hace decenas o
cientos de millones de años de viaje evolutivo, en el curso de las
cuales se reconocen, se reinventan, se resuelven y optimizan sus
cuerpos y sus entornos para sobrevivir, perpetuarse y ser lo máximo
felices posible, con todos los inconvenientes y dificultades. Uno de
los modos de exterminarlos es matarlos directamente, otro es
encerrarlos en zoos, circos o industria mascotista, para hacerlos
dependientes de nuestro capricho, y otro ejemplo es sobrealimentarlos
en condiciones de libertad, puesto que así pierden astucia e
intuición para diversificar sus fuentes de alimento, haciéndose
esclavos de nuestro complejo de salvadoras. Es
uno de los principales problemas que veo en el intervencionismo el
cual, como invento humano, puede estar sujeto a su imbecilidad. En
el otro extremo, el criterio
conservacionista del ser humano consiste en algo muy simple: si se
come, se caza o sirve para algo, el animal merece ser protegido. Ese
mismo postulado se aplica a la naturaleza y al propio ser humano, que
desprecia todo lo que no puede parasitar, y
que es un concepto eminentemente capitalista.
Pretender que el capitalismo sea -siquiera
remotamente- aliado del veganismo, es como
confiar una guardería de niñas a un pederasta reincidente,
confiando que así lo reinsertaremos. El veganismo es el superlativo
de la vida, y el capitalismo, exactamente lo opuesto.
La
sociedad avanzará hacia el respeto cuando sus habitantes comprendan
la enorme diferencia existente entre morir y ser asesinada. Me causa
rechazo la idea de un veganismo alentado por una inspiración divina,
un miedo al efecto boomerang del kharma, una intención de purgar
pecados o algún concepto de iluminación personal ególatra. Todos
esos ¨motivos¨ siguen deshechando a la víctima como principal
beneficiaria de nuestros actos en su favor, e interponiendo cortinas
de humo de colores para desviar la atención de la obligación ética
del veganismo para lograr sociedades sin víctimas, recordando
que esas víctimas pueden ser humanas
también. No podemos detener el sufrimiento de la vida, del
mismo modo que no somos señoras de su maravilla, pero sí podemos no
aumentar ese dolor con nuestra gula, avarícia
o falta de escrúpulos. Esa renuncia contra
las expectativas sociales, la educación y la cultura de la
violación, es todo el éxito y el mérito de cada cual. Simplemente,
dejar en paz a los animales y proyectar nuestra ayuda cuando quien
sufre lo necesita, comprendiendo otras realidades,
porque no somos más que un tejido de diferentes realidades y
circunstancias.
Todas
esas luchas, todos esos ríos más o menos caudalosos y vigorosos,
dirigidos en una misma dirección de igualdad y justícia, se similan
en que persiguen un ánimo común: hacer visibles a unas
u otras víctimas
con el objetivo de
que dejen de serlo, para que se dejen de discriminar. En este
escenario moral, la vaca explotada para que la roben su leche sufre
igual que la niña de Bangladesh
prostituída por su família, el cerdo
llevado al matadero va igual que las esclavas congoleñas
del coltán a las minas o las niñas
soldadas a la guerra. Son las mismas miradas de miedo con la tristeza
en los huesos, la misma desesperanza e impotencia.
No
podemos permitir que unos sufrimientos valgan más que otros. La
transversalidad de la compasión forma parte indivisible de un
proyecto de comunidad global, socioeconómica y geopolítica, donde
todos esos ríos llenan un océano, una sociedad sin víctimas. Un
mundo mejor, sin lugar a dudas.
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