Hace
algún
tiempo pregunté tendenciosamente
a mi madre de 80 años “mamá,
¿qué hace el rey?”. Sabía bien -como mi madre-, la función de
una zapatera, una cajera, una butanera, una
zoóloga, una artesana de abanicos, una
enyesadora o una ultraatleta, pero del cortesano no sabía funciones
útiles.
¿Para
qué sirve un rey?, la pregunté,
¿para dilapidar quizás al erario público
mientras sus abnegadas súbditas se suicidan por miedo al, desahucio?
¿Para limpiar las calles de su purria
empobrecida cuando pasa su comitiva y que no moleste? ¿Para
facilitar armas a gente asesina? ¿Para qué demonios sirve un rey?.
Ya hace algunos
años que sé que los reyes no existen, que son los padres, pero es
que tampoco es que ya no hayan principes azules, es que jamas
existieron. Eran el patriarcado.
La
figura del rey es una institución clasista (hasta el punto de
sugerir una hemoglobina mejor) basada en la piedra angular de la
civilización: la esclavitud, cuya voluntariedad en el mundo
contemporáneo la justifica para no
avergonzar
al vasallaje. Pero alabar es tan insultante como despreciar,
porque cuestiona el principio de la igualdad. Sí,
ese que las constituciones defienden.nLos
pueblos que aman o respetan las ridículas marchas militares, las
fanfarrias y las pompas son pueblos mezquinos y esclavos, adictos a
sus bajas pasiones y a sus complejos de inferioridad y frustración.
Esos pueblos comienzan todas las guerras y acaban invariablemente
aniquilados por su propia estupidez. Pero ¿qué pueblo en la
historia se ha salvado de tal comportamiento?. Cuando hablamos de
comportamientos mezquinos, hablamos de ser humano, hablamos de
nacionalismo. Las feudales se llenan la
boca de democracia, con objeto de mantener su señorío casi
inmáculo, con las concesiones económicas y oligárquicas
estructrurales para que nada cambie pese a la apariencia; y la
servidumbre porque su sometimiento
codificado (exento de toda noción de humildad)
les impide imaginarse otro papel más cómodo que ser pisoteadas. A
cada cual su bota... Mientras unas normalizan la corrupción,
las otras roen su mendrugo y consumen las drogas que filtran las
demócratas que calzan la bota grandota. Un
pueblo mediocre, estúpido y estupidizado, que sabe neutralizar por
sí mismo cualquier conato de verdadero sentido común que se desate
por parte de los grupúsculos del pensamiento crítico. En realidad
los corderos son hermosísimos y autosuficientes en comparación con
ese rebaño mezquino que llamamos sociedad.
España
está “girando preocupantemente hacia el fascismo”... ¿En qué
España vivísteis toda vuestra vida?. Franco tuvo sueños húmedos
con la actual izquierda española, orgullosa de su melena tersa,
azotada por el aliento de sus palabras, su
pin tricolor y sus puños en alto masticando “Soriraridás
con loj puebloj oprimíoh” mientras
adoptan de inmediato el perfil del Che para la posible foto. Franco
se tocaría las intimidades golosamente viéndolas
ir y venir de la legalidad al pánico, luchando en
procesión manifestiva con foulards palestinos, empujándose
patatas bravas con quintos como cualquier obrera de derechas (otro de
los triunfos del caudillo), pero siendo en actos aquella ni chicha ni
limoná de Jara. Entes adictos a la unidad española, a
encarcelar raperas y a amordazar con impuestos, porque una
cosa es luchar y otra cosa es hacerlo, una cosa es desobedecer de
pico y otra de cuerpo entero. Cuando la policía
arresta y apaliza a una persona en democracia ¿duele y aterra menos
que en dictadura?.
La
mayoría de las banderas del mundo no usan colores pasteles,
marrones, beiges, ocres, turquesas, lapislázulis,
magentas, pardos, violáceos u otros de mayor sutileza cromática,
sino que se abocan masivamente a los colores primarios. Simples en
resumen, como la propia idea de la bandera
y lo que significan.
“No
sé -me respondió mi madre-, el rey sirve para sus actos oficiales y
sus cosas”. El rey sirve para sus cosas. Sus cosas son robar el
dinero legítimo y exclusivo del pueblo soberano que jamás fue
consultado si quería tan altruista y alegremente financiar las
operaciones de cirugía estética de la reina, sus trapitos, la
inmensa fortuna legal e ilegal de quien sucediera al caudillo en
inoperancia y chabacanería. Las cosas del rey son facilitar el
asesinato de niñas con armas producidas por las súbditas de su
reino, las cosas del rey son mantener la unión de los índices de
producción que garantizen su peculio bajo ese extraño artefacto
llamado España neofranquista, una reliquia arqueológica que jamás
fue sepultada bajo tierra como debería, en lugar de cientos de miles
de súbditas que no quisieron serlo, ejecutadas por la misma mano que
puso a un rey a hacer sus cosas. La mano de la estupidez y del
crimen.
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