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martes, 21 de agosto de 2018

JAQUE MATE




Hace algún tiempo pregunté tendenciosamente a mi madre de 80 años mamá, ¿qué hace el rey?”. Sabía bien -como mi madre-, la función de una zapatera, una cajera, una butanera, una zoóloga, una artesana de abanicos, una enyesadora o una ultraatleta, pero del cortesano no sabía funciones útiles.

¿Para qué sirve un rey?, la pregunté, ¿para dilapidar quizás al erario público mientras sus abnegadas súbditas se suicidan por miedo al, desahucio? ¿Para limpiar las calles de su purria empobrecida cuando pasa su comitiva y que no moleste? ¿Para facilitar armas a gente asesina? ¿Para qué demonios sirve un rey?. Ya hace algunos años que sé que los reyes no existen, que son los padres, pero es que tampoco es que ya no hayan principes azules, es que jamas existieron. Eran el patriarcado.

La figura del rey es una institución clasista (hasta el punto de sugerir una hemoglobina mejor) basada en la piedra angular de la civilización: la esclavitud, cuya voluntariedad en el mundo contemporáneo la justifica para no avergonzar al vasallaje. Pero alabar es tan insultante como despreciar, porque cuestiona el principio de la igualdad. Sí, ese que las constituciones defienden.nLos pueblos que aman o respetan las ridículas marchas militares, las fanfarrias y las pompas son pueblos mezquinos y esclavos, adictos a sus bajas pasiones y a sus complejos de inferioridad y frustración. Esos pueblos comienzan todas las guerras y acaban invariablemente aniquilados por su propia estupidez. Pero ¿qué pueblo en la historia se ha salvado de tal comportamiento?. Cuando hablamos de comportamientos mezquinos, hablamos de ser humano, hablamos de nacionalismo. Las feudales se llenan la boca de democracia, con objeto de mantener su señorío casi inmáculo, con las concesiones económicas y oligárquicas estructrurales para que nada cambie pese a la apariencia; y la servidumbre porque su sometimiento codificado (exento de toda noción de humildad) les impide imaginarse otro papel más cómodo que ser pisoteadas. A cada cual su bota... Mientras unas normalizan la corrupción, las otras roen su mendrugo y consumen las drogas que filtran las demócratas que calzan la bota grandota. Un pueblo mediocre, estúpido y estupidizado, que sabe neutralizar por sí mismo cualquier conato de verdadero sentido común que se desate por parte de los grupúsculos del pensamiento crítico. En realidad los corderos son hermosísimos y autosuficientes en comparación con ese rebaño mezquino que llamamos sociedad.

España está “girando preocupantemente hacia el fascismo”... ¿En qué España vivísteis toda vuestra vida?. Franco tuvo sueños húmedos con la actual izquierda española, orgullosa de su melena tersa, azotada por el aliento de sus palabras, su pin tricolor y sus puños en alto masticando “Soriraridás con loj puebloj oprimíoh” mientras adoptan de inmediato el perfil del Che para la posible foto. Franco se tocaría las intimidades golosamente viéndolas ir y venir de la legalidad al pánico, luchando en procesión manifestiva con foulards palestinos, empujándose patatas bravas con quintos como cualquier obrera de derechas (otro de los triunfos del caudillo), pero siendo en actos aquella ni chicha ni limoná de Jara. Entes adictos a la unidad española, a encarcelar raperas y a amordazar con impuestos, porque una cosa es luchar y otra cosa es hacerlo, una cosa es desobedecer de pico y otra de cuerpo entero. Cuando la policía arresta y apaliza a una persona en democracia ¿duele y aterra menos que en dictadura?.

La mayoría de las banderas del mundo no usan colores pasteles, marrones, beiges, ocres, turquesas, lapislázulis, magentas, pardos, violáceos u otros de mayor sutileza cromática, sino que se abocan masivamente a los colores primarios. Simples en resumen, como la propia idea de la bandera y lo que significan.

“No sé -me respondió mi madre-, el rey sirve para sus actos oficiales y sus cosas”. El rey sirve para sus cosas. Sus cosas son robar el dinero legítimo y exclusivo del pueblo soberano que jamás fue consultado si quería tan altruista y alegremente financiar las operaciones de cirugía estética de la reina, sus trapitos, la inmensa fortuna legal e ilegal de quien sucediera al caudillo en inoperancia y chabacanería. Las cosas del rey son facilitar el asesinato de niñas con armas producidas por las súbditas de su reino, las cosas del rey son mantener la unión de los índices de producción que garantizen su peculio bajo ese extraño artefacto llamado España neofranquista, una reliquia arqueológica que jamás fue sepultada bajo tierra como debería, en lugar de cientos de miles de súbditas que no quisieron serlo, ejecutadas por la misma mano que puso a un rey a hacer sus cosas. La mano de la estupidez y del crimen.

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