Si
hay algo perfectamente invariable en el Universo, ello son los
cambios. Si existe algo más normativo en la vida, esas son sus
excepciones a las normas. Incluso en nuestro planeta, -el que mejor
conocemos, aún con tanta ignorancia sobre él-, existen muchos temas
sin zanjar. Uno de ellos es el sexo.
Enfrentar
sin tabúes el temas de la identidad sexual, la orientación, la
biología y el género son realidades que cada vez toman más
conciencia en la sociedad, y es urgente hacerlo para dejar de
provocar dolor, incomodidad, discriminación y apartheid social. El
sexo biológico (algo mesurable en cromosomas, pene, vagina,
hormonas...), que esuvo siempre mayoritariamente dividido en dos, ha
sido finalmente cuestionado y se enfrenta al estudio del género, que
convierte el constructo binario en algo cultural, meras expectativas
basada en intereses reproductivos y sociales, pretendiendo
erróneamente que la reproducción es nuestra única misión en la
vida. Luego tenemos la identidad de género, que es aquella que hace
referencia a quien la persona se siente ser, y en otro plano, la
orientación sexual la cual refiere a cómo dirigimos nuestras
apetencias sexuales.
Antes
del
genocidio europeo a
fuego y cruz, las tribus nativas americanas reconocían cinco géneros
sexuales: hombre,
mujer, hombre de dos espíritus, mujer de dos espíritus y
transgénero.
Según
la ciencia biológica en
base a la propuesta de la doctora Anne Fausto-Sterling, se
estudian al menos cinco sexos:
macho,
hembra, herm (hermafroditas verdaderos), merm (seudo-hermafroditas
masculinos) y ferm (seudo-hermafroditas femeninos),
y
son muchos los ejemplos históricos de realidades más allá de la
mirada
reduccionista
reproductiva
macho-hembra,
de tal modo que empobrecer
la diversidad sexual al binarismo
macho-hembra, es una
falacia
desde la propia perspectiva
científica.
El
género está en el cerebro, en la cultura, en la educación, en la
rutina, en la visión que de cada cual tienen las demás personas, en
la programación codificada, haya
o no una correspondencia con la forma física y la genital. La
genitalia
no obliga a nada. A nada.
La
heteronormativa, los géneros impuestos por la apariencia, son una
aberración contra la naturaleza, la cual es traviesa y simpática, y
gusta de ser creativa y saltarse los patrones. La anguila listón
azul por ejemplo, invierte su sexo a voluntad, igual que el macho de
la serpiente listada, en sus orgias reproductivas de decenas de
individuos, segrega feromonas para atraer a machos y mantener su
calor. Estas serpientes son fingidoras, pero poseen esa capacidad de
hacerlo para mejorar su calidad de vida.
Las
hienas manchadas, matriarcales y amorosas madres de familia y clan,
con sus vaginas largas como penes, confundieron durante décadas a
los miopes exploradores que las creyeron machos “bien dotados”.
Los peces payaso o los peces loro también cambian de sexo con la
edad o cuando una hembra muere, para sustituirla, sin problemas, sin
traumas, sin tabúes. Muchos molúscos macho entablan duelos de penes
intentando penetrarse mutuamente, son tan masculinos que practican
homosexualidad, como los toros y miles de especies documentadas. Las
ranas rugosas cambian de sexo en función de la proporcionalidad
entre machos y hembras. Los caracoles son bien conocidos por su
hermafroditismo, en definitiva les da igual ser machos o hembras, les
aburren las normas y quieren ser, simplemente, las dos.
Nada
más natural en la naturaleza que la homosexualidad, especialmente
entre jóvenes de especies, que descubren el sexo como una maravilla
urgente, y exploran entre sus amigos porque tiene confianza y afecto,
y no precisan entablar luchas, sino quererse y fluir. La masculinidad
doble del ciervo rojo puede presentar individuos con o sin cuernos,
de este modo existen hasta tres y cuatro tipos de macho dentro de su
misma especie, diferentes en comportamiento y reproducción. Esa
misma característica ha sido estudiada en peces y reptiles, como la
lagartija uta, la cual manifiesta cinco géneros, diferenciados por
colores, comportamientos y agresividades distintas.
Los
roles de género son también abiertos y creativos en la naturaleza a
la que estamos indisolublemente ligadas: parejas de pinguinos macho
que pueden incubar un huevo y adoptar un polluelo si la madre falta,
porque en definitiva, no importan los roles sino la vida del pequeño.
Lo mismo sucede en islas hawaianas con parejas hembra de albatros que
cuidan y alimentan polluelos. Adoptar hijas por parte de una pareja
de hembras o machos es NORMAL, y sólo en nuestra triste especie
parece representar un problema insalvable.... ¿Qué decir del propio
parto?, un campo exclusivamente reservado a la hembra... salvo en el
caso del hipocampo, que recibe de la hembra los huevos en su vientre
y los fertiliza y gesta y hace crecer en su interior hasta que los
expulsa un día en contracciones idénticas a las de las humanas,
siendo uno de los casos conocidos de machos que paren. El gorrión de
cuello blanco -con símbolos físicos distintivos de macho y hembra
al mismo tiempo-, también desafía la notoria ignorancia de la
dualidad como único camino de sexualidad.
Machos
de sepias y gusanos azules que se comportan como hembras para
despistar al macho custodiador y poder procrear con “su” hembra
deseada. Que fingen, que se travisten, que se decoran y engalanan con
imaginación y sin conflictos morales. En muchos animales nacer macho
o hembra es una cuestión sólo de la temperatura a la que fueron
incubados, a menudo aleatoria, y las poblaciones de muchas especies
deciden el número de machos o hembras antes de nacer, y nadie se
ofende, y nadie se enfada, y cada cual disfruta de su propio cuerpo.
Para las masculinidades heridas tenemos el ejemplo de ciertos gusanos
planos, que pierden el pene en peleas mutuas y se convierten en
hembras.
Entre
los grupos humanos tenemos las
kathoey (no hombres) thailandeses,
las
cuales no
se identifican ni con mujeres ni con hombres y
son plenamente aceptadas en la sociedad thailandesa.
En
algunas tribus africanas los varones se practican un corte en la
base del pene que
da una apariente
forma de vulva, para proclamar con
ello su
dualidad genital, fingiendo
poseer
ambas. Todo
ello abre
otro mundo de diversidad genérica y sexual, donde en un marco de
teoría queer
moderna, muestra
realidades genéricas y sexuales como
el pangénero, el bigénero, el genderqueer, el andrógino, el
intergénero, el “otros géneros”
o los “generos diferentes”,
no deben dar miedo a quienes se sientan muy hombres o muy mujeres,
porque forman parte de la riqueza sensitiva y emocional de la
humanidad, como un tesoro que nos vincula a la fecundidad
aparentemente caótica de la naturaleza.
Del
mismo modo que la
fauna con una dieta exclusiva
y restringida
por su fisiología tiene menos probabilidades de supervivencia que
aquella de alimentación más diversa y con más elasticidad y
tolerancia en la absorción de nutrientes, la
diversida sexual en fauna y flora es mucho más amplia que la
reduccionista propagada por las religiones o el sistema binario
sexual
de
catalogación humana.
El
sexo en
nuestra especie -en constante celo y sin una misión meramente
reproductiva sino
de placer, alianzas, afectos, ternura, mero estar bien juntas-,
sólo
tiene una regla: el mutuo acuerdo. Fuera de él,
todo es violación en diversos grados y
debe ser rechazada.
La
vida es un constante fluir de sucesos y situaciones, de identidades
estables o transitorias, de cambios, a menudo exteriores y a veces
interiores. Sentirse bien con una misma y sentirse aceptadas en el
entorno social son dos imperativos de una vida sana y plena. Somos
parte de una naturaleza que nos sorprende con su profusión y
exhuberancia, y ni siquiera toda nuestra creatividad va a superarla
en experimentación y variabilidad. Las discriminaciones derivadas de
las opiniones deben desaparecer; el mundo de miedo y el rigor
reduccionista debe dar paso a la armonía entre individuas, grupos
poblacionales y comprensión social mutua. Se ha derramado demasiada
sangre por no asumir la calidoscopia de las realidades y
la riquísima combinación de los colores. Es
hora de
la frutalidad dulce y deliciosa de la vida. Exactamente eso:
es la hora de la vida.
Un buen ejercicio a través de las formas de entender eso que llamamos sexo-género-diversidad. Especialmente interesante el itinerario a través de diferentes especies que ponen de manifiesto la libertad de los otros animales para actuar/sentirse, frente a las etiquetas sociohumanas que acaban con las alternativas a lo que no se adecúa a la forma estipulada que denominamos "normal". En Cuerpos sexuados de Fausto-Sterling (que supongo has leído) hace un recorrido brillante sobre la multiplicidad de géneros que adquirimos o a los que podríamos optar más allá de la dualidad de hastío. Gracias por compartir.
ResponderEliminar