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martes, 25 de julio de 2017

MÁS QUE DOS



Si hay algo perfectamente invariable en el Universo, ello son los cambios. Si existe algo más normativo en la vida, esas son sus excepciones a las normas. Incluso en nuestro planeta, -el que mejor conocemos, aún con tanta ignorancia sobre él-, existen muchos temas sin zanjar. Uno de ellos es el sexo.

Enfrentar sin tabúes el temas de la identidad sexual, la orientación, la biología y el género son realidades que cada vez toman más conciencia en la sociedad, y es urgente hacerlo para dejar de provocar dolor, incomodidad, discriminación y apartheid social. El sexo biológico (algo mesurable en cromosomas, pene, vagina, hormonas...), que esuvo siempre mayoritariamente dividido en dos, ha sido finalmente cuestionado y se enfrenta al estudio del género, que convierte el constructo binario en algo cultural, meras expectativas basada en intereses reproductivos y sociales, pretendiendo erróneamente que la reproducción es nuestra única misión en la vida. Luego tenemos la identidad de género, que es aquella que hace referencia a quien la persona se siente ser, y en otro plano, la orientación sexual la cual refiere a cómo dirigimos nuestras apetencias sexuales.

Antes del genocidio europeo a fuego y cruz, las tribus nativas americanas reconocían cinco géneros sexuales: hombre, mujer, hombre de dos espíritus, mujer de dos espíritus y transgénero. Según la ciencia biológica en base a la propuesta de la doctora Anne Fausto-Sterling, se estudian al menos cinco sexos: macho, hembra, herm (hermafroditas verdaderos), merm (seudo-hermafroditas masculinos) y ferm (seudo-hermafroditas femeninos), y son muchos los ejemplos históricos de realidades más allá de la mirada reduccionista reproductiva macho-hembra, de tal modo que empobrecer la diversidad sexual al binarismo macho-hembra, es una falacia desde la propia perspectiva científica. El género está en el cerebro, en la cultura, en la educación, en la rutina, en la visión que de cada cual tienen las demás personas, en la programación codificada, haya o no una correspondencia con la forma física y la genital. La genitalia no obliga a nada. A nada.

La heteronormativa, los géneros impuestos por la apariencia, son una aberración contra la naturaleza, la cual es traviesa y simpática, y gusta de ser creativa y saltarse los patrones. La anguila listón azul por ejemplo, invierte su sexo a voluntad, igual que el macho de la serpiente listada, en sus orgias reproductivas de decenas de individuos, segrega feromonas para atraer a machos y mantener su calor. Estas serpientes son fingidoras, pero poseen esa capacidad de hacerlo para mejorar su calidad de vida.

Las hienas manchadas, matriarcales y amorosas madres de familia y clan, con sus vaginas largas como penes, confundieron durante décadas a los miopes exploradores que las creyeron machos “bien dotados”. Los peces payaso o los peces loro también cambian de sexo con la edad o cuando una hembra muere, para sustituirla, sin problemas, sin traumas, sin tabúes. Muchos molúscos macho entablan duelos de penes intentando penetrarse mutuamente, son tan masculinos que practican homosexualidad, como los toros y miles de especies documentadas. Las ranas rugosas cambian de sexo en función de la proporcionalidad entre machos y hembras. Los caracoles son bien conocidos por su hermafroditismo, en definitiva les da igual ser machos o hembras, les aburren las normas y quieren ser, simplemente, las dos.


Nada más natural en la naturaleza que la homosexualidad, especialmente entre jóvenes de especies, que descubren el sexo como una maravilla urgente, y exploran entre sus amigos porque tiene confianza y afecto, y no precisan entablar luchas, sino quererse y fluir. La masculinidad doble del ciervo rojo puede presentar individuos con o sin cuernos, de este modo existen hasta tres y cuatro tipos de macho dentro de su misma especie, diferentes en comportamiento y reproducción. Esa misma característica ha sido estudiada en peces y reptiles, como la lagartija uta, la cual manifiesta cinco géneros, diferenciados por colores, comportamientos y agresividades distintas.

Los roles de género son también abiertos y creativos en la naturaleza a la que estamos indisolublemente ligadas: parejas de pinguinos macho que pueden incubar un huevo y adoptar un polluelo si la madre falta, porque en definitiva, no importan los roles sino la vida del pequeño. Lo mismo sucede en islas hawaianas con parejas hembra de albatros que cuidan y alimentan polluelos. Adoptar hijas por parte de una pareja de hembras o machos es NORMAL, y sólo en nuestra triste especie parece representar un problema insalvable.... ¿Qué decir del propio parto?, un campo exclusivamente reservado a la hembra... salvo en el caso del hipocampo, que recibe de la hembra los huevos en su vientre y los fertiliza y gesta y hace crecer en su interior hasta que los expulsa un día en contracciones idénticas a las de las humanas, siendo uno de los casos conocidos de machos que paren. El gorrión de cuello blanco -con símbolos físicos distintivos de macho y hembra al mismo tiempo-, también desafía la notoria ignorancia de la dualidad como único camino de sexualidad.

Machos de sepias y gusanos azules que se comportan como hembras para despistar al macho custodiador y poder procrear con “su” hembra deseada. Que fingen, que se travisten, que se decoran y engalanan con imaginación y sin conflictos morales. En muchos animales nacer macho o hembra es una cuestión sólo de la temperatura a la que fueron incubados, a menudo aleatoria, y las poblaciones de muchas especies deciden el número de machos o hembras antes de nacer, y nadie se ofende, y nadie se enfada, y cada cual disfruta de su propio cuerpo. Para las masculinidades heridas tenemos el ejemplo de ciertos gusanos planos, que pierden el pene en peleas mutuas y se convierten en hembras.

Entre los grupos humanos tenemos las kathoey (no hombres) thailandeses, las cuales no se identifican ni con mujeres ni con hombres y son plenamente aceptadas en la sociedad thailandesa. En algunas tribus africanas los varones se practican un corte en la base del pene que da una apariente forma de vulva, para proclamar con ello su dualidad genital, fingiendo poseer ambas. Todo ello abre otro mundo de diversidad genérica y sexual, donde en un marco de teoría queer moderna, muestra realidades genéricas y sexuales como el pangénero, el bigénero, el genderqueer, el andrógino, el intergénero, el “otros géneros” o los “generos diferentes”, no deben dar miedo a quienes se sientan muy hombres o muy mujeres, porque forman parte de la riqueza sensitiva y emocional de la humanidad, como un tesoro que nos vincula a la fecundidad aparentemente caótica de la naturaleza.

Del mismo modo que la fauna con una dieta exclusiva y restringida por su fisiología tiene menos probabilidades de supervivencia que aquella de alimentación más diversa y con más elasticidad y tolerancia en la absorción de nutrientes, la diversida sexual en fauna y flora es mucho más amplia que la reduccionista propagada por las religiones o el sistema binario sexual de catalogación humana. El sexo en nuestra especie -en constante celo y sin una misión meramente reproductiva sino de placer, alianzas, afectos, ternura, mero estar bien juntas-, sólo tiene una regla: el mutuo acuerdo. Fuera de él, todo es violación en diversos grados y debe ser rechazada.

La vida es un constante fluir de sucesos y situaciones, de identidades estables o transitorias, de cambios, a menudo exteriores y a veces interiores. Sentirse bien con una misma y sentirse aceptadas en el entorno social son dos imperativos de una vida sana y plena. Somos parte de una naturaleza que nos sorprende con su profusión y exhuberancia, y ni siquiera toda nuestra creatividad va a superarla en experimentación y variabilidad. Las discriminaciones derivadas de las opiniones deben desaparecer; el mundo de miedo y el rigor reduccionista debe dar paso a la armonía entre individuas, grupos poblacionales y comprensión social mutua. Se ha derramado demasiada sangre por no asumir la calidoscopia de las realidades y la riquísima combinación de los colores. Es hora de la frutalidad dulce y deliciosa de la vida. Exactamente eso: es la hora de la vida.


1 comentario:

  1. Un buen ejercicio a través de las formas de entender eso que llamamos sexo-género-diversidad. Especialmente interesante el itinerario a través de diferentes especies que ponen de manifiesto la libertad de los otros animales para actuar/sentirse, frente a las etiquetas sociohumanas que acaban con las alternativas a lo que no se adecúa a la forma estipulada que denominamos "normal". En Cuerpos sexuados de Fausto-Sterling (que supongo has leído) hace un recorrido brillante sobre la multiplicidad de géneros que adquirimos o a los que podríamos optar más allá de la dualidad de hastío. Gracias por compartir.

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