Seguidores

jueves, 6 de julio de 2017

DEFENDER LO SALVAJE




Algunas veces en la vida he sentido instantes de tal intensidad, que nada humano me los podría haber proporcionado. Instantes de amar, o de complicidad entre humanas no han sido tan íntimos. Tanto, que el hecho de escribir acerca de ellos requiriera una lucha interior con el pudor y la vergüenza ante tanta felicidad. Son instantes que aparecen estando, por ejemplo hace algunos años, junto al roble de Stelmužė, en Lituania, con arrugas y encorvaduras de mil quinientos años, o dentro del hueco formado en el tronco del olivo “Lo Parot”, al sur de Catalunya, y sentada sobre sus retorcidas inmensas raíces, que crecieron en pleno tiempo de las romanas. Son instantes de choque, absolutamente inhumanos, donde una no quiere compartir, sino recogerse sobre sí misma, desoir a las estridencias de la civilización y responder a todas las preguntas importantes.

Paseando una ladera con musgo de 30 centímetros, entre riachuelos color cobre en el parque nacional de Góry Stolowe (el bosque de todos los cuentos, el cuento de todos los bosques), o acaso andando en la noche durante una acción por un bosque abarrotado de luciérnagas, una no se atreve a romper el silencio -que es el lenguaje de la naturaleza, aunque le pese al trueno y al volcán-, y se limita a liberar la catarsis de las emociones. Son momentos de felicidad pornográfica, tan intensa que, como decía Henry Miller, más valdría pegarse un tiro y acabar ahí mismo, porque más allá no hay estadio superior, ni meta más alta.

Sólo he estado una vez en el Bosque Primitivo de Bialowieza, en Polonia, hace cerca de 20 años. Se podía visitar sólo el cinco por ciento de su superfície, el resto era reservado a científicas y personas no profanas, y está bien que así sea, porque a ese bosque hay que llamarlo de usted, andarlo en silencio sin más explicaciones que sus olores y humedades. El perfume intenso de la madera podrida y las turberas exhalando densos aromas, el goteo de los líquenes en verde vivo, laciamente abandonados sobre las ramas muertas. Es un espacio único y quería hablar de él.

 
Nadie se espante, no voy a aburrir con la historia del bosque, no me interesa cuándo y cómo fue declarado de interés natural, ni mucho menos por quién, lo ignoro y quiero seguir ignorándolo, no importan las circunstancias humanas que lo rodean. Lo que voy a hablar es del bosque no como zona de interés económico, sino como espacio liberado, como extensión ajena a las leyes del homo economicus. En pleno antropoceno, cuando somos responsables de la Sexta Extinción de especies vivas, hablar de lugares intactos o de intervención cero por parte de nuestra corrupta especie, se vuelve prioritario. Biotopos sanos en ecosistemas intactos y multitudinarios, abarrotados de vida, son imprescindibles para la riqueza amenazada. Los bosques en Polonia ocupan un porcentaje relativamente alto del territorio, aunque constantemente amenazados por la excesiva superproducción de cultivos. Son bosques domesticados, plantaciones donde se entra con máquinas a arrasarlo todo cuando llega su edad a los árboles, del mismo modo que se llega la hora de ejecutar a los animales esclavizados en las granjas: la hora que decidimos que les llegó. Llegan las máquinas y talan, deforestan, aplastan, dejan miles de pequeñas faunas muertas y cargan los cuerpos mutilados del árbol en sus camiones.

Un árbol vale menos que una persona humana, eso está claro, pero si el árbol es un baobab de 4000 años y la humana es un violador reincidente, los valores se pueden invertir, por mucho escándalo que arme la persona antropocéntrica. Pocas cosas delatan la estupidez humana tanto como juzgar a la Naturaleza como inoperante y necesitada de nuestra ayuda, cuando no se doblega a los intereses humanos. La Naturaleza siempre acierta, pero se halla en constante proceso de reinvención. La plaga son esa gente que dicen que algunas especies son plagas.


El bosque de Bialowieza es un planeta aparte al cual no tenemos acceso y deberíamos observarlo a la distancia, con los ojos que no lo ven ni tienen la intención de poseerlo, como los animales que son para sí mismos y no para la mirada carnista, como la niña es para sí misma y no para la intencion pederasta. El bosque es el refugio de aquellos corazones salvajes hartos de asfaltos, leyes económicas, ruido y charlatanería humana. Yo vine a Polonia por los árboles y por la lluvia, y mi corazón respira sabiendo que ese bosque existe, lejos de las leyes patriarcapitalistas garabateadas en sucios libros, por los viejos y decrépitos machos avariciosos del poder.


La excusa que se esgrime para su tala profiláctica es que está siendo atacado por la carcoma, pero las máquinas harwester que lo hacen, descortezan los árboles (la mayoría en buen estado de salud, sin carcoma), y la dejan ahí, sobre el bosque, en lugar de enterrarlas o quemarlas, como harían si de verdad quisieran “acabar con la carcoma”. De este modo, el año que viene todas esas larvas volverán a otros árboles y tendrán más pretextos para seguir destruyendo Polonia.


A mi me cae bien la carcoma de Bialowieza, es simpática, no pasa nada si mata el árbol, se seca, o cae y es colonizado por cientos de millones de bactérias, microorganismos, artrópodos, roedores, pájaros..., cuya abundancia garantiza la abundancia de otras formas de vida, más grandes o pequeñas en la cadena trófica, desde grandes mamíferos hasta numerosas especies de hongos, líquenes, musgos y floras y faunas de diversa funcionalidad en los ritmos y necesidades del bosque. La madera que se derrumba sobre el suelo boscoso es un aporte indispensable de comida y refugio a miles de animales y plantas, así como a generaciones de ellas. Y de eso va el bosque primitivo, de abundancia de recursos, de la naturaleza haciendo lo mejor que sabe hacer: ciclar.


El bosque es un organismo vivo que respira, come, bebe, defeca, escupe, vomita y transpira. Un conjunto vivo, un monstruo gigantesco formado a partes proporcionales de animales, plantas y hongos, asentados sobre un suelo excepcional hecho de una estructura única en Europa. Las características del suelo del Bosque Primitivo de Bialowieza son las mismas que las de Europa hace miles de años. Se diría que el tiempo -ese constructo humano destinado a medir nuestra fragilidad-, haya decidido tener su propia forma y medida en el bosque de Bialowieza. Los bosques primitivos son los superlativos de la palabra bosque, y deben apartarse de nuestra mediocre mirada de la vida, de nuestra fascista mirada.


Con una mentira tras otra, con un abuso de poder tras otro, con un genocicio tras otro, los granjeros de la vida salvaje han invadido con sus leyes económicas los bosques polacos, ejecutando a sus animales cartucho a cartucho, destripamiento a destripamiento, talando y criando árboles a la conveniencia de las leyes del mercado internacional y a la conveniencia de su falta de escrúpulos y su avarícia. Las fronteras de ese tesoro excepcional europeo deben ser agrandadas, sus perímetros controlados y dejar que el tiempo se derrame a su tiempo en esa isla hirviente de vida. No podemos permitirnos el lujo de permitir que la destruyan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario