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lunes, 15 de mayo de 2017

PRIVILEGIOS




Los pequeños orangutanes huérfanos se abrazan a sí mismos, rodando sobre el suelo de hormigón del orfanato, o se acercan contra una pared, sedientos de contacto. La soledad les muerde de tal modo que todo sus sistema neuroreceptor y psicosomático se desestabiliza, entran en colapso afectivo, en shock emocional, como cualquier bebé mamífero, lloran, cabecean, y se duermen zonas de ellos asociados a la confianza, lo cual puede dejar secuelas y traumas de por vida. Los orangutanes bebés están vinculados estrechamente a la madre durante los primeros seis años de su vida, son una extensión de ella, como un sólo cuerpo en permanenente contacto. El orangután bebé NECESITA de ese abrazo, el abrazo de la madre perdida.

Más de 5000 orangutanes desaparecen cada año para la avarícia y la gula de los seres humanos por la deforestación provocada mediante incendios premeditados o la intensificación de cultivo de palma, un aceite de alta coagulación presente en la mayoría de los productos alimentarios y cosméticos del subdesarrollado mundo enriquecido. Ya no es necesario matar directamente a las especies, la Sexta Extinción provocada por nuestra actividad antropocénica sobre el planeta encoge los ecosistemas donde convivimos con trillones de individuas, matándolas de claustrofobia, de ostracismo, de falta de recursos y de estrés. No hace falta la caza, ni las granjas o el omnivorismo para exterminar individuas y especies, basta con robarles sus territorios, con comprar tierra para la avarícia y desterrarlos de ella. Aparte de la increíble tragedia de por sí, la desaparición de los grandes simios -aquellos genéticamente más vinculados a nosotras, como son orangutanes, chimpancés, gorilas y bonobos-, evitaría también su estudio zooantropológico, facilitando el oscurantismo de las creacionistas, que siguen inexplicablemente aferradas a su absurda idea de dios.

Mueren más animales en el mundo por culpa de nuestro invasivo comportamiento patriarcal y ladrón de espacios, que aquellos ejecutados directamente para comer sus cadáveres o explotarlos hasta la muerte. El comportamiento humano reproduce los protocolos de la persona violadora sexual, centrando un objetivo para vulnerarlo con violencia y conseguir satisfacción personal. A veces las violaciones son colectivas, entonces parecen menos violaciones porque usan el pretexto de la democracia: lo común y grupal es bueno, el maldito utilitarismo. La sociedad grupal, con comportamientos invasivos colectivos, provoca efectos masivos en la tierra. Los aparentemente triviales caprichos ecoilógicos que nos concedemos cada día gracias a nuestro inflado poder adquisitivo, producen una huella ecológica profunda al otro lado del planeta.


El cierre paulatino de los parques zoológicos tradicionales debe ir ligado inexorablemente a un concepto geopolítico de decrecimiento económico que deje de expoliar la naturaleza, para pasar a interactuar con ella. Con sus leyes. Por culpa de lo contrario los orangutanes bebés se abrazan a sí mismos, lloran aterrados, mirando el mundo con los ojos más tristes que puede tener la vida, los de la muerte emocional. La carencia de la madre es una tortura peor que la física, la cual se cura por propia fisiología. Perversamente planeamos el nacimiento y la muerte de las personas no humanas con intención de devorar sus cuerpos ejecutados, hay algo protohumano en ello. Todo es protohumano en ello. Somos una especie perversa que premedita deleitándose con las personas que esclaviza y ordena nacer y ordena morir. Nada que ver con la depredación del león o la orca. El princípio de cautela y de la no-acción preventiva está profundamente reñido con la doctrina del “lo quiero todo y lo quiero ya”. La ciudadanía no destruye más de lo que lo hace, únicamente por una falta de dinero para hacerlo, no porque no existan medios y creatividad para ello. Somos artistas de la destrucción, las más fecundas virtuosas del arte de extinguir, violar hasta la extenuación o explotar hasta desertizar, y en esta crisis ecológica actual, no cabe el bienestarismo, sino el decrecimiento, la detención inmediata del proceso industrial y el desarrollismo tecnocrático.
Pretender que existe un método humanitario de ejecutar a una persona es como anhelar que la igualdad sea que todos los países del mundo tengan nuestro nivel de consumo. Y que nuestros privilegios actuales se conviertan en privilegios globales. La Tierra ha sido prostituída hasta la llaga para lucro y despilfarro de la sobreabundancia. Lo barato y lo lujoso es económico a nuestros bolsillos, pero tiene un coste ambiental. NO satisfacemos necesidades, sino caprichos. La mitad del papel producido en el mundo es usado en embalajes, y de la otra mitad, la mayoría se va en publicidad. Una sola tonelada de celulosa exige 3 metros cúbicos de madera, 3 toneladas de agua, 60 toneladas de gas y 140 kilos de productos químicos. La producción de masa forestal para las papeleras provoca desertización, infertilidad del suelo, contaminación de aguas subterráneas, incendios, así como la liberación en la tierra de metales pesados, disruptores endocrinos o furanos. Según cada país la media de consumo varía, pero en el modelo occidental este consumo se acerca a los 200 kilos por persona/año. La crisis económica del llamado primer mundo es una falacia de una sociedad enloquecida, plaga de niñas malcriadas y exigentes que hacen oídos sordos a las quejas de quien sufre para poder satisfacer sus exigencias, con tal de obtener su caramelo. Las guerras de lanzamiento de hamburguesas en las universidades norteamericanas, la tomatina española donde la gente se divierte arrojándose toneladas de tomates, los miles de toneladas de carne desperdiciadas en las basuras de supermercados y viviendas, los millones de vidas ejecutadas para nada, el despilfarro mundial de vidas de un estupido sistema basado en la destrucción de la naturaleza, bajo el pretexto de que todo es comida y el planeta está para servirnos como un esclavo. No, no todo es comida, la gastronomia arrasa ecosistemas completos y representa la muerte de zonas oceánicas, porque lo que llamamos bíblicamente "el pan nuestro de cada dia" es un exceso.
¿Con que derecho criticamos a las corporaciones que privatizan y embotellan el agua que bebemos?. ¿De la mano de qué legitimidad cuestionamos la altura ética de las asesinas que nos traen la carne a nuestros propios platos y la leche a nuestros vasos? ¿Bajo qué ley defendemos la ley, si está redactada por las verdugas? Quien nos defiende de nuestras defensoras?. ¿Es el pueblo soberano de su suicidio? ¿Es una parte del pueblo soberano cuando decide matar a la otra? ¿Que es el derecho a decidir y hasta dónde la opinión individual juega un papel en la toma de decisiones comunes? ¿Es una pedófila mejor si la comparamos con una nazi?.... Las cuestiones están ahí, pero la banda sonora de la pelicula de moda suena más fuerte que nuestra conciencia, y las preguntas se pierden como susurros ante el trueno. Los dulcisimos vencejos color tierra de las paredes interiores de las cataratas de lguazu y la hierba cubriendo como un vello la tierra, parecen menos importantes que la película que las muestra.
En un rincón de ese caos insaciable de pretextos, argumentos, egolatrías y estupidez supina, una pequeña vida se abraza a sí misma, rompiéndose de tristeza contra el suelo y las paredes, devorada por la soledad y la falta de su madre. Seamos capaces de ponernos en su lugar.





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