Los pequeños orangutanes
huérfanos se abrazan a sí mismos, rodando sobre el suelo de
hormigón del orfanato, o se acercan contra una pared, sedientos de
contacto. La soledad les muerde de tal modo que todo sus sistema
neuroreceptor y psicosomático se desestabiliza, entran en colapso
afectivo, en shock emocional, como cualquier bebé mamífero, lloran,
cabecean, y se
duermen zonas
de ellos asociados a la confianza, lo cual puede dejar
secuelas y traumas de por vida. Los orangutanes bebés están
vinculados estrechamente a la madre durante los primeros seis años
de su vida, son una extensión de ella, como un sólo cuerpo en
permanenente contacto. El orangután bebé NECESITA de ese abrazo, el
abrazo de la madre perdida.
Más de 5000 orangutanes
desaparecen cada año para la avarícia y la gula de los seres
humanos por la deforestación provocada mediante incendios
premeditados o la intensificación de cultivo de palma, un aceite de
alta coagulación presente en la mayoría de los productos
alimentarios y cosméticos del subdesarrollado mundo enriquecido. Ya
no es necesario matar directamente a las especies, la Sexta Extinción
provocada por nuestra actividad antropocénica sobre el planeta
encoge los ecosistemas donde convivimos con trillones de individuas,
matándolas de claustrofobia, de ostracismo, de falta de recursos y
de estrés. No hace falta la caza, ni las granjas o el omnivorismo
para exterminar individuas y especies, basta con robarles sus
territorios, con comprar tierra para la avarícia y desterrarlos de
ella. Aparte de la increíble tragedia de por sí, la desaparición
de los grandes simios -aquellos genéticamente más vinculados a
nosotras, como son orangutanes, chimpancés, gorilas y bonobos-,
evitaría también su estudio zooantropológico, facilitando el
oscurantismo de las creacionistas, que siguen inexplicablemente
aferradas a su absurda idea de dios.
Mueren más animales en el
mundo por culpa de nuestro invasivo comportamiento patriarcal y
ladrón de espacios, que aquellos ejecutados directamente para comer
sus cadáveres o explotarlos hasta la muerte. El comportamiento
humano reproduce los protocolos de la persona violadora sexual,
centrando un objetivo para vulnerarlo con violencia y conseguir
satisfacción personal. A veces las violaciones son colectivas,
entonces parecen menos violaciones porque usan el pretexto de la
democracia: lo común y grupal es bueno, el maldito utilitarismo. La
sociedad grupal, con comportamientos invasivos colectivos, provoca
efectos masivos en la tierra. Los aparentemente triviales caprichos
ecoilógicos que nos concedemos cada día gracias a nuestro inflado
poder adquisitivo, producen una huella ecológica profunda al otro
lado del planeta.
El
cierre paulatino de los parques zoológicos tradicionales debe ir
ligado inexorablemente a un concepto geopolítico de decrecimiento
económico que deje de expoliar la naturaleza, para pasar
a
interactuar con ella. Con sus leyes. Por
culpa de lo contrario los orangutanes bebés se abrazan a sí mismos,
lloran aterrados, mirando el mundo con los ojos más tristes que
puede tener la vida, los de la muerte emocional. La carencia de la
madre es una tortura peor que la física, la cual se cura por propia
fisiología. Perversamente
planeamos el nacimiento y la muerte de las personas no humanas con
intención de devorar sus cuerpos ejecutados, hay algo protohumano en
ello. Todo es protohumano en ello. Somos una especie perversa que
premedita deleitándose con las personas que esclaviza y ordena nacer
y ordena morir. Nada
que ver con la
depredación del
león o la orca. El
princípio de cautela y de la no-acción preventiva está
profundamente reñido con la doctrina del “lo quiero todo y lo
quiero ya”. La ciudadanía no destruye más de
lo que lo hace, únicamente
por
una
falta
de dinero para hacerlo, no porque no existan medios y creatividad
para ello. Somos artistas de la destrucción, las más fecundas
virtuosas del arte de extinguir, violar
hasta la extenuación o explotar hasta desertizar, y
en esta crisis ecológica actual, no cabe el bienestarismo, sino el
decrecimiento, la detención inmediata del proceso industrial y
el desarrollismo tecnocrático.
Pretender
que existe un método humanitario de ejecutar a una persona es como
anhelar que la igualdad sea que todos los países del mundo tengan
nuestro nivel de consumo. Y
que
nuestros privilegios actuales
se conviertan en privilegios globales.
La Tierra ha sido prostituída hasta la llaga para lucro
y despilfarro de la sobreabundancia. Lo
barato y lo lujoso es económico a nuestros bolsillos, pero tiene un
coste ambiental. NO satisfacemos necesidades, sino caprichos. La
mitad del papel producido en el mundo es usado en embalajes, y de la
otra mitad, la mayoría se va en publicidad. Una sola tonelada de
celulosa exige 3 metros cúbicos de madera, 3 toneladas de agua, 60
toneladas de gas y 140 kilos de productos químicos. La producción
de masa forestal para las papeleras provoca desertización,
infertilidad del suelo, contaminación de aguas subterráneas,
incendios, así como la liberación en la tierra de metales pesados,
disruptores endocrinos o furanos. Según cada
país la media de consumo varía, pero en
el modelo occidental
este
consumo se acerca a los 200 kilos por persona/año. La
crisis económica
del
llamado primer
mundo
es una falacia de una sociedad enloquecida,
plaga de niñas
malcriadas y
exigentes
que
hacen oídos
sordos a las quejas de quien sufre para poder
satisfacer
sus exigencias, con
tal de obtener su caramelo. Las
guerras de lanzamiento de hamburguesas en las universidades
norteamericanas, la tomatina española
donde la gente se divierte arrojándose
toneladas de tomates, los miles de toneladas de carne desperdiciadas
en las basuras de supermercados y viviendas,
los millones de vidas ejecutadas para nada, el
despilfarro mundial de vidas de un estupido sistema basado en la
destrucción de la naturaleza, bajo el pretexto de que todo es comida
y
el planeta está para servirnos como un esclavo.
No, no todo es comida, la gastronomia arrasa ecosistemas completos y
representa la muerte de zonas oceánicas,
porque lo que llamamos bíblicamente
"el pan nuestro de cada dia" es un exceso.
¿Con
que derecho criticamos a las corporaciones que privatizan y
embotellan el agua que bebemos?. ¿De
la mano de qué
legitimidad cuestionamos la altura ética
de las asesinas que nos traen la carne a nuestros propios platos y la
leche a nuestros vasos? ¿Bajo
qué
ley defendemos la ley, si está
redactada por las verdugas? Quien nos defiende de nuestras
defensoras?. ¿Es
el pueblo soberano de su suicidio? ¿Es
una
parte del
pueblo soberano cuando decide matar a
la otra?
¿Que
es el derecho a decidir y hasta dónde la opinión individual juega
un papel en la toma de decisiones comunes? ¿Es
una pedófila mejor si la comparamos con una nazi?.... Las cuestiones
están
ahí,
pero la banda sonora de la pelicula de moda suena más
fuerte que nuestra conciencia, y las preguntas se pierden como
susurros ante el trueno. Los
dulcisimos vencejos color tierra de las paredes interiores de las
cataratas de lguazu y
la
hierba cubriendo
como
un
vello la tierra, parecen
menos importantes que la película que las muestra.
En
un rincón de ese caos insaciable de
pretextos, argumentos, egolatrías y estupidez supina, una
pequeña vida se abraza a sí misma, rompiéndose
de tristeza contra el suelo y las paredes, devorada
por la soledad y la falta de su madre. Seamos
capaces de ponernos en su lugar.
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