Seguidores

martes, 13 de diciembre de 2016

LA INSURRECCIÓN DE LAS ESCLAVAS



                         



Mi padre decía que si sientes frío debes cortar leña, y si después de ello sigues sintiéndolo, entonces debes encender la estufa. El ecologismo de sostenibilidad y decrecimiento sigue el método de las seis capas, donde si una camiseta interior y otra normal no bastan, entonces se viste un jersey ligero, acaso uno grueso encima, y una chaqueta y otra hasta lograr seis capas. Y si aún así se sigue sintiendo frío, entonces debemos encender la estufa. Ninguna de las dos opciones contempla la situación actual, encender lo primero, quemar, combustionar, incluso haciendo fuegos al aire libre, algo estúpido y típico de nuestra estupidez. Es mejor ver crecer un árbol que verlo arder.

En cada una de las películas de la trilogía "Azul, Blanco,  y Rojo" de Krzystof Kieslowski, hay una escena donde una anciana intenta introducir una botella en un contenedor de reciclaje, sin conseguirlo. En la última de las películas (cronológicamente), la protagonista la ayuda y la botella entra. Es uno de los miles de detalles de la impresionante carrera cinematográfica del autor polaco, conocida por el gusto por la simbólica y la alegoría de las pequeñas cosas. La muchacha salva su vida en esa película, quizás como recompensa a la ayuda prestada a la anciana, que es la ayuda prestada al planeta. En los tiempos de ecosuicidio que cometemos desde los países colonialistas, el hecho de que una anciana plante un árbol o recicle una botella para el bien de un futuro que no conocerá, debiera ser una lección de vida para todas las que todavía piensan con el ego.

La economía militar patriarcapitalista, rígida en su acoso a toda costa, que promueve emprendimientos como campañas marciales, que fija objetivos como dianas, que llama a las empresas explotaciones y llama guerra a todo aquello de cuya dominación puede obtener beneficios, ha conquistado de avaricia el corazón de las pantallavidentes, haciéndolas creer que su opinión vale de algo. Convenciéndolas asimismo de que en el nombre de la "libertad" de mercado podemos destruir individuas, especies y el propio planeta. Mientras se divulga el mito del consumo de carne como causa del crecimiento del volumen cerebral (en acorde al mito del volumen genital), cuando la inteligencia la otorga la densidad de las neuronas, no el tamaño del lugar donde residen. En esa discusión ¿debemos aceptar que los leones son Einstein al comer sólo carne, o que los elefantes igual por su enorme cerebro?. La capacidad intelectual no ha sido lo que propició en nuestras ancestras el desarrollismo, sino la falta de escrúpulos al aplicar sus métodos invasivos de acaparamiento de recursos. No estamos en la cúspide de nuestra cadena trófica por astucia, sino por maldad.

El camarón ciego y el gobio mantienen una relación simbiótica en el fondo del océano. Ambos viven una guarida que el  crustáceo excava mientras el pez vigila por si los depredadores. Durante el trance habitual de limpieza de la casa, para tranquilizar al ajetreado excavador, el gobio mantiene  contacto con él mediante la cola. Ambos duermen y  habitan juntos la confortable madriguera. La falacia patriarcapitalista de una naturaleza como enemiga hostil dominada por el parasitismo, la competitividad y la depredación topa de bruces con el mutualismo, la empatía, el altruismo, la simbiosis, el comensalismo, el amor, la amistad, la fidelidad, etc..., que están presente en tanto o más porcentaje, pues el discurso ecologista ha sido copado por los machos, a quienes pertenece el grueso de los crímenes históricos. La Naturaleza no es buena ni mala, sino neutra, atiende a sus propios intereses y a veces nos debemos defender de ella. Dominar la Naturaleza es machista. En todo caso la visión testosterónica nos hace visionarla con la mirada de la violencia.

Es cierto que una leona defendiendo a sus cachorras lo hace con violencia, con buena violencia justificada plenamente en un escenario de defensa... ante un ataque aleatorio, primitivo y gratuito, muy propio de machos vehementes. Son dos violencias completamente distintas, motivadas por aspectos diferentes y encaminadas a objetivos disímiles: una es la cultura de la violación y la otra la cultura de la vida. La vehemencia de la lucha feminista queda, en este y otros contextos, legitimada ante una opresión sistemática a todos los niveles y el ninguneo de sus exigencias sociales e individuales, sin contar con las miles de mujeres que son asesinadas cada año por el terrorismo machista. No siempre esa violencia es la mejor estrategia, pero es legítima.

El decrecimiento económico contra el modelo cultural desarrollista de la violación patriarcapitalista es la mejor cura contra el cáncer, las enfermedades coronarias, el colesterol, el estrés, la depresión, los gases de efecto invernadero, las guerras, el exterminio especista, la extinción de especies, la deforestación,...y muchas otras lacras provocadas por la cultura masculina. Las antropólogas confirman de casos en que cazadores premodernos cazaban y mataban por placer, para dejar luego las capturas pudriéndose al sol. Matar por matar, una característica masculina.

Un porcentaje irrisorio de la sociedad practican el veganismo y las actitudes ecológicas.  Siendo generosas podríamos multiplicar por tres las personas potencialmente sujetas a la posibilidad de cambio, pero la gran mayoría viven en la zona gris, donde habita la estupidez y la pereza, la gula y la egolatría, por lo tanto no esperemos que voluntariamente cambien a actitudes respetuosas con la naturaleza y sus animales. Por ello no confío en la educación o la concienciación como método principal de cambio social (las cifras de la destrucción me avalan), sino abolición, prohibición y medidas coercitivas contra las terroristas de la vida, del mismo modo que se hace con la pederastia o el feminicidio.

Nuestra supervivencia va a depender de nuestra actitud, estamos asesinando a nuestras nietas. En esta caída están siendo exterminadas cientos de miles de especies y trillones de individuas por el infantilismo de la no renuncia. El progreso de destrucción debe detenerse, reinventarnos en base a nuestras necesidades fisiológicas y no a las patriarcapitalistas. El mundo necesita urgentemente la insurrección de las esclavas.










No hay comentarios:

Publicar un comentario