Mi
padre decía que si sientes frío debes cortar leña, y si después de ello sigues
sintiéndolo, entonces debes encender la estufa. El ecologismo de sostenibilidad
y decrecimiento sigue el método de las seis capas, donde si una camiseta
interior y otra normal no bastan, entonces se viste un jersey ligero, acaso uno
grueso encima, y una chaqueta y otra hasta lograr seis capas. Y si aún así se
sigue sintiendo frío, entonces debemos encender la estufa. Ninguna de las dos
opciones contempla la situación actual, encender lo primero, quemar,
combustionar, incluso haciendo fuegos al aire libre, algo estúpido y típico de
nuestra estupidez. Es mejor ver crecer un árbol que verlo arder.
En
cada una de las películas de la trilogía "Azul, Blanco, y Rojo" de Krzystof Kieslowski, hay una
escena donde una anciana intenta introducir una botella en un contenedor de
reciclaje, sin conseguirlo. En la última de las películas (cronológicamente),
la protagonista la ayuda y la botella entra. Es uno de los miles de detalles de
la impresionante carrera cinematográfica del autor polaco, conocida por el
gusto por la simbólica y la alegoría de las pequeñas cosas. La muchacha salva
su vida en esa película, quizás como recompensa a la ayuda prestada a la
anciana, que es la ayuda prestada al planeta. En los tiempos de ecosuicidio que
cometemos desde los países colonialistas, el hecho de que una anciana plante un
árbol o recicle una botella para el bien de un futuro que no conocerá, debiera
ser una lección de vida para todas las que todavía piensan con el ego.
La
economía militar patriarcapitalista, rígida en su acoso a toda costa, que
promueve emprendimientos como campañas marciales, que fija objetivos como
dianas, que llama a las empresas explotaciones y llama guerra a todo aquello de
cuya dominación puede obtener beneficios, ha conquistado de avaricia el corazón
de las pantallavidentes, haciéndolas creer que su opinión vale de algo.
Convenciéndolas asimismo de que en el nombre de la "libertad" de
mercado podemos destruir individuas, especies y el propio planeta. Mientras se
divulga el mito del consumo de carne como causa del crecimiento del volumen
cerebral (en acorde al mito del volumen genital), cuando la inteligencia la otorga
la densidad de las neuronas, no el tamaño del lugar donde residen. En esa
discusión ¿debemos aceptar que los leones son Einstein al comer sólo carne, o
que los elefantes igual por su enorme cerebro?. La capacidad intelectual no ha
sido lo que propició en nuestras ancestras el desarrollismo, sino la falta de
escrúpulos al aplicar sus métodos invasivos de acaparamiento de recursos. No
estamos en la cúspide de nuestra cadena trófica por astucia, sino por maldad.
El
camarón ciego y el gobio mantienen una relación simbiótica en el fondo del
océano. Ambos viven una guarida que el
crustáceo excava mientras el pez vigila por si los depredadores. Durante
el trance habitual de limpieza de la casa, para tranquilizar al ajetreado
excavador, el gobio mantiene contacto
con él mediante la cola. Ambos duermen y
habitan juntos la confortable madriguera. La falacia patriarcapitalista
de una naturaleza como enemiga hostil dominada por el parasitismo, la
competitividad y la depredación topa de bruces con el mutualismo, la empatía,
el altruismo, la simbiosis, el comensalismo, el amor, la amistad, la fidelidad,
etc..., que están presente en tanto o más porcentaje, pues el discurso
ecologista ha sido copado por los machos, a quienes pertenece el grueso de los
crímenes históricos. La Naturaleza no es buena ni mala, sino neutra, atiende a
sus propios intereses y a veces nos debemos defender de ella. Dominar la
Naturaleza es machista. En todo caso la visión testosterónica nos hace
visionarla con la mirada de la violencia.
Es
cierto que una leona defendiendo a sus cachorras lo hace con violencia, con
buena violencia justificada plenamente en un escenario de defensa... ante un
ataque aleatorio, primitivo y gratuito, muy propio de machos vehementes. Son
dos violencias completamente distintas, motivadas por aspectos diferentes y
encaminadas a objetivos disímiles: una es la cultura de la violación y la otra
la cultura de la vida. La vehemencia de la lucha feminista queda, en este y
otros contextos, legitimada ante una opresión sistemática a todos los niveles y
el ninguneo de sus exigencias sociales e individuales, sin contar con las miles
de mujeres que son asesinadas cada año por el terrorismo machista. No siempre
esa violencia es la mejor estrategia, pero es legítima.
El
decrecimiento económico contra el modelo cultural desarrollista de la violación
patriarcapitalista es la mejor cura contra el cáncer, las enfermedades
coronarias, el colesterol, el estrés, la depresión, los gases de efecto
invernadero, las guerras, el exterminio especista, la extinción de especies, la
deforestación,...y muchas otras lacras provocadas por la cultura masculina. Las
antropólogas confirman de casos en que cazadores premodernos cazaban y mataban
por placer, para dejar luego las capturas pudriéndose al sol. Matar por matar,
una característica masculina.
Un
porcentaje irrisorio de la sociedad practican el veganismo y las actitudes
ecológicas. Siendo generosas podríamos
multiplicar por tres las personas potencialmente sujetas a la posibilidad de
cambio, pero la gran mayoría viven en la zona gris, donde habita la estupidez y
la pereza, la gula y la egolatría, por lo tanto no esperemos que
voluntariamente cambien a actitudes respetuosas con la naturaleza y sus animales.
Por ello no confío en la educación o la concienciación como método principal de
cambio social (las cifras de la destrucción me avalan), sino abolición,
prohibición y medidas coercitivas contra las terroristas de la vida, del mismo
modo que se hace con la pederastia o el feminicidio.
Nuestra
supervivencia va a depender de nuestra actitud, estamos asesinando a nuestras
nietas. En esta caída están siendo exterminadas cientos de miles de especies y
trillones de individuas por el infantilismo de la no renuncia. El progreso de
destrucción debe detenerse, reinventarnos en base a nuestras necesidades
fisiológicas y no a las patriarcapitalistas. El mundo necesita urgentemente la
insurrección de las esclavas.
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