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martes, 26 de julio de 2016

!! SIEG HEIL, DEMOCRACIA!!


!! SIEG HEIL, DEMOCRACIA!!


Siendo el ser humano un frágil animal emocional, capaz de dar lo más valioso que posee (vida y libertad), por una idea, una bandera o unos papeles moneda, la estrategia del poder siempre ha sido doblegar y manipular su libre albedrio mediante la fuerza bruta o mediante el chantaje. ¿Pero qué mejor estrategia que conseguir que, voluntariamente, la gente elija su muerte y elija sus cadenas?. Hoy hablaré de democracia.

La democracia, la elección popular, el sufragio universal, fué un invento de las clases fascistas patriarcales de la Grecia Antigua, donde las mujeres, consideradas semiseres humanos ( todavía hoy día en muchas culturas), así como las esclavas, no tenían derecho a manifestarse en ella. La democracia nació fascista y es un rasgo que merece la pena señalar, porque se ha mantenido durante los milenios. A pesar del pensamiento de grandes eruditas y demócratas, que supieron aportar algunos valiosos conceptos al pensamiento crítico y a las estructuras sociales, no se alteraron mediante la herramienta democrática ciertos trágicos estados de la población de uno u otro país, la esencia de la jerarquía siempre se mantuvo, por lo cual es importante remarcar que la democracia no es una herramienta al servicio de la igualdad, sino de los intereses de una reducida élite: la elegida democráticamente. El esqueleto de la infamia que sostiene la civilización occidental sólo fue cuestionado o cambiado temporalmente mediante sangrientas revoluciones de características patriarcales, es decir, explosiones súbitas con argumentos de poca perdurabilidad y a costa de millones de muertas, en lugar de procesos revolucionarios sustradados en objetivos comunes.

El hecho de que actualmente cada ciudadana en estado de legalidad pueda votar, sólo garantiza que los métodos de presión por parte de la clase dominante, (con objeto de la población ejerza el voto adecuado al sistema), deben ser variados, creativos, falaces, populistas y a veces realmente verbeneros, hasta tal grado de chabacanería que los procesos de elecciones no disimilan apenas de un partido de fútbol, condenando a mantener una parte de la población satisfecha, otra descontenta y una mayoría, simplemente desatendida. La democracia ha sido nominada como garante de la justicia, sin embargo la sociedad es tremendamente injusta, en beneficio siempre de las personas con menos empatía y escrúpulos y con más tendencias fascistoides. Si los procesos democráticos llegaran de algún modo a poner en peligro el regular avance del sistema capitalista, la población, simplemente, sería diezmada.


Para que la población no sea diezmada y se pierda con ello mano de obra y consumidoras, (además de legitimar los órganos gestores del sistema), se utiliza la codificación e interiorización del sistema capitalista dentro de cada individua, de modo que no necesite estímulos exteriores para considerarlo el mejor sistema, porque actúa en el subsconsciente y en la necesidad social de aceptación, por aclamación popular. Ese método es el mismo que se utiliza para fines más positivos como el rechazo a la pederastia o considerar los parques públicos como algo bueno. Dentro de cada pastel ofrecido por el fascismo a la ciudadanía siempre hay sabrosas chocolatinas y trozos de excrementos. Aunque mucho más de lo segundo.

La competitividad patriarcapitalista -sugerida quizás desde la competitividad natural por la supervivencia, pero llevada a escenarios absurdos-, recae en la santidad de la individualidad de la ciudadanía, hasta tal punto que en los programas electorales de cada uno de los equipos de esta partitocracia, se observan propuestas contrarias, o disimiles hasta extremos tales que llegan a vulnerar los derechos humanos, como ahora el panorama político español. Ciertos partidos (nunca mejor nombre para una facción, pues significa quebradura), pueden proponer expulsar a las personas migrantes o discriminar a las diversas opciones sexuales mientras otro partido aboga por lo opuesto. Las ciudadanas, cada una de ellas, vota a lo que se ajusta a su individualidad, sin tener en cuenta un bien común, sino tratando de satisfacer su egocentrismo. Democracia es egocentrismo, demagógicamente bautizado individualidad. Hasta tal punto llega la democracia que permite que personas como Trump amenacen llegar al poder por la misma vía con la cual llegó Hitler. Democracia es fascismo.

Pero ¿cómo salir de esta espiral de odio, enfrentamientos, avaricia y egolatría en el término político?. Las buenas intenciones no hacen nada y el voto es universal, las violadoras no condenadas votan, las neonazis votan, las suicidas no consumadas votan, las machistas votan, las asesinas votan, gente con capacidades mentales mermadas votan, las especistas votan, las clasistas, las racistas, las homofobas votan... Millones de personas no pretenden o no pueden alcanzar un ideal de sociedad plural y común, votando en desperfecto de ella para satisfacer su credulidad ante el discurso de tal o cual personaje político, sin pensar las consecuencias de su voto. El voto se ha banalizado en la medida proporcional en que las candidaturas a ostentar un poder jerárquico y dominante se han banalizado también.

La ciudadanía suele entender dos caminos para solventar esta disyuntiva: la dictadura o el anarquismo. La primera se debe rechazar de plano (al menos como dictadura abierta, dado que la velada existe con la democracia), y la segunda es muy recomendable... para una sociedad que sepa el precio y el significado de la palabra libertad, pero ello no sucede en la nuestra, a juzgar por el nivel de dependencia de la ciudadanía a las chucherías del patriarcapitalismo. La esclavitud contemporánea reina la sociedad occidental, la servidumbre a los objetos, a los viajes, a los bienes materiales, al dinero, al trabajo alienante,... han conquistado mentes y corazones de la gente, anhelando un ideal inalcanzable, repetido enfermizamente en todos los medios, hasta el punto que morirían por defender su modelo de esclavitud. Y de hecho mueren, trabajando hasta que el cuerpo se colapsa sin haber recibido el descanso, la libertad y el disfrute de la vida que el patriarcapitalismo prometió a cada una de las esclavas.

Existen modos paulatinos de construir sociedades más justas al margen de la democracia. Los seres humanos tenemos unos requerimientos vitales que jamás y bajo ninguna circunstancia normatizada deberían vulnerarse, y que abarcan a todo el abanico cultural, social y racial. Techo y vivienda digna, alimentos, calidad de agua y aire, educación no discriminatoria, igualdad intergenérica, previsiones favorables para construir futuros y garantía de calidad de vida, entre otros. En este modelo se debe ya incluír a todos los animales sintientes, por afinidad de intereses con el proyecto vital y de libertad. Todos esos requisitos se están flagrantemente incumpliendo en una crisis ecológica global sin precedentes, donde todos los gobiernos y partidos del mundo apuestan por modelos de economía y política insostenibles desde lo material y desde lo ético. Por tanto no debe tolerarse que existan partidos disputando tronos de poder con distintos discursos, sino que todos ellos debieran trabajar para reunir esas exigencias vitales, porque son lo único para lo que construimos sociedades, no para crecer cada vez más en una dinámica que ignora la finitud de los recursos. La política necesita de un programa común dirigido a garantizar igualdad social, no disputas entre equipos rivales.

Otro mecanismo es la democracia por objetivos, donde los politicas que no cumplan a rajatabla su programa electoral sean inhabilitadas, o la democracia participativa, asamblearia y de diálogo. La política es un acto de gestión de la cotidianeidad, nada más y nada menos, y está al servicio de la gente y JAMÁS al revés.

El tiempo de la democracia al uso ha caducado, es obligatorio un proyecto común dirigido a satisfacer la cultura del cuidado y el fin de las discriminaciones. Toda estructura basada en la opinión personal excluyente debe ser erradicada.

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