En
su libro "Bailando entre lápidas”,
la historiadora austríaca Marlene Kausertz menciona un suceso
acaecido
en
la ciudad de Bremen el 25 de abril de 1943,
del cual la censura
nazi se encargó que la prensa
alemana no hiciera
eco, y que tan sólo los estamentos oficiales recogieron, para
archivo, adjuntando
a
la carpeta
una
sola foto. La
escritora reconoce que ignora si hubo alguna instantánea más, o
si se destruyeron, pues
todas las personas involucradas ya fallecieron. La noticia era
escueta, como un apunte
de prensa burocrática, explicando
que cerca
de 5.000 personas desfilaron aquel
día desde
la Böttcherstraße
hasta
la Markplatz, trayectos
céntricos
en
dicha ciudad, exigiendo a sus gobernantes, al aparato militar y al
propio Führer, el cese inmediato del uso de gas zyklon
B con
base de cianuro,
utilizado
para
la ejecución de prisioneras de los campos de concentración.
La
historiadora relata también que
dicha multitud abogaba en su manifiesto por
la sustitución a otro
pesticida, el zyklon A, algo menos
económico, pero sin base de ácido
cianhídrico, cuya efectividad era notablemente
más rápida (acortando el tiempo de
fallecimiento de las presas en
un 80 %), y actuando de un modo menos
indoloro. Según los relatos
de muchas oficiales y soldadas que servían en los campos de la
muerte que volvían
de permiso a sus casas familiares durante la II Guerra Mundial, el
zyklon B literalmente “hacía arder
los pulmones” de las víctimas, y
las ciudadanas que participaron en la protesta (fieles al régimen,
pues en la propia fotografía pueden observarse portando svásticas),
escandalizadas, no
podían soportar la idea de construir una Alemania fuerte y culta,
empleando métodos que parecían más bien producto de las
soviéticas, a quienes despreciaban.
Con
la moral deteriorada
tras la derrota en
la Batalla de Stalingrado y los cada vez más frecuentes bombardeos
aliados, ni Hitler ni el aparato nazi prestaron atención a dicha
manifestación. En
breve el mundo iba a conocer
los resultados del nazismo en Europa, así
que el suceso quedó enterrado entre los
miles de documentos que culpabilizaban la
labor nazi y que concluirían en el Juício de Nuremberg. En ninguno
de los juícios -apunta
Kausertz-, se hizo siquiera una mención de dicha protesta en
descargo de las alemanas, que apelaron a una muerte más humanitaria
para las condenadas.
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Esta
notícia nos causa repugnancia. Cuando una sociedad cruel y asesina
exige métodos de asesinatos igual de aleatorios, masivos y
criminales, pero menos escandalosos a ojos de la doble moral. Es
cruel y criminal pretender que existen modos mejores de matar, modos
menores de causar un exterminio, modos más humanitarios de destruir
vidas. No hay un zyklon A mejor que un
zyklon B.
La
notícia es falsa, ni el libro, ni la historiadora ni el suceso
existieron jamás, pero nos ilustra con la
moraleja el nivel de cinismo y bajeza de
ciertas personas y sociedades,
cuando exigen muertes rápidas, muertes indoloras, muertes
humanitarias a seres que no querían ni debían morir, en
lugar de apostar siempre por la justicia, el respeto y la vida.
Es lo que
estamos haciendo en este momento con
los animales no humanos: regular los genocidios. La sociedad en que
vivimos es una sociedad nazi.
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