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martes, 5 de julio de 2016

MÉTODOS




En su libro "Bailando entre lápidas”, la historiadora austríaca Marlene Kausertz menciona un suceso acaecido en la ciudad de Bremen el 25 de abril de 1943, del cual la censura nazi se encargó que la prensa alemana no hiciera eco, y que tan sólo los estamentos oficiales recogieron, para archivo, adjuntando a la carpeta una sola foto. La escritora reconoce que ignora si hubo alguna instantánea más, o si se destruyeron, pues todas las personas involucradas ya fallecieron. La noticia era escueta, como un apunte de prensa burocrática, explicando que cerca de 5.000 personas desfilaron aquel día desde la Böttcherstraße hasta la Markplatz, trayectos céntricos en dicha ciudad, exigiendo a sus gobernantes, al aparato militar y al propio Führer, el cese inmediato del uso de gas zyklon B con base de cianuro, utilizado para la ejecución de prisioneras de los campos de concentración.

La historiadora relata también que dicha multitud abogaba en su manifiesto por la sustitución a otro pesticida, el zyklon A, algo menos económico, pero sin base de ácido cianhídrico, cuya efectividad era notablemente más rápida (acortando el tiempo de fallecimiento de las presas en un 80 %), y actuando de un modo menos indoloro. Según los relatos de muchas oficiales y soldadas que servían en los campos de la muerte que volvían de permiso a sus casas familiares durante la II Guerra Mundial, el zyklon B literalmente “hacía arder los pulmones” de las víctimas, y las ciudadanas que participaron en la protesta (fieles al régimen, pues en la propia fotografía pueden observarse portando svásticas), escandalizadas, no podían soportar la idea de construir una Alemania fuerte y culta, empleando métodos que parecían más bien producto de las soviéticas, a quienes despreciaban.

Con la moral deteriorada tras la derrota en la Batalla de Stalingrado y los cada vez más frecuentes bombardeos aliados, ni Hitler ni el aparato nazi prestaron atención a dicha manifestación. En breve el mundo iba a conocer los resultados del nazismo en Europa, así que el suceso quedó enterrado entre los miles de documentos que culpabilizaban la labor nazi y que concluirían en el Juício de Nuremberg. En ninguno de los juícios -apunta Kausertz-, se hizo siquiera una mención de dicha protesta en descargo de las alemanas, que apelaron a una muerte más humanitaria para las condenadas.


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Esta notícia nos causa repugnancia. Cuando una sociedad cruel y asesina exige métodos de asesinatos igual de aleatorios, masivos y criminales, pero menos escandalosos a ojos de la doble moral. Es cruel y criminal pretender que existen modos mejores de matar, modos menores de causar un exterminio, modos más humanitarios de destruir vidas. No hay un zyklon A mejor que un zyklon B.
La notícia es falsa, ni el libro, ni la historiadora ni el suceso existieron jamás, pero nos ilustra con la moraleja el nivel de cinismo y bajeza de ciertas personas y sociedades, cuando exigen muertes rápidas, muertes indoloras, muertes humanitarias a seres que no querían ni debían morir, en lugar de apostar siempre por la justicia, el respeto y la vida.

Es lo que estamos haciendo en este momento con los animales no humanos: regular los genocidios. La sociedad en que vivimos es una sociedad nazi.

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