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martes, 12 de abril de 2016

PROTOLENGUAJES

                     

A las amantes de la musica jazz las encanta el jazz. Siendo coherentes con su emoción no se las pasa por la cabeza ni por el corazón asistir a un concierto con una navaja trapera para subir al escenario a degollar a la saxo o desollar viva a la percusionista, basándose  en el supuesto empírico y en cierta manera categórico de que “las gusta el jazz”. Las jazzófilas basan su amor por dicha música en el disfrute de su mera presencia, en la admiración de su existencia, la devoción y el respeto siempre por todo lo referente a la vida del jazz. Por eso nos debería extrañar en perplejidad que las personas que dícen “gustarlas los toros”, o a las a sí mismas denominadas “amantes de los toros” muestren su profundo telúrico amor por dichos ungulados torturándolos, masacrándolos y ejecutándolos. O mal se trata de una cuadratura forzosa de círculos, o mienten cuando se afirman “taurófilas” en lugar de vulgares taurófobas, amantes de la destrucción. Para las “amantes de los toros”, amor es torturar, masacrar y ejecutar. Un amor de mierda, digno de patadas en la nalgatoria.

    Porque, ¿a partir de cuándo se contabiliza la intensidad del amor?, ¿a partir de la cuarta banderilla al toro aterrorizado?, ¿ de la duodécima puñalada a la mujer vulnerada?, ¿ de la cuarta eyaculación sobre la niña en el colegio católico?, ¿del sexto milígramo de veneno al perro viejo?... Amores tóxicos son desprecios.
El lenguaje es importante, desde los principios de la civizilización ha servido para comunicarse noticias y mentiras, sucesos y propagandas, tradiciones orales y dominaciones, engaños y sabiduria, mensajes, cuchicheos, lecciones magistrales, palabras de amor. Todo cuanto ha sido dicho o escrito, existe. Todo, lo bueno y lo malo, cómo hablamos y la relación directa entre lo que decimos y la imagen que de ello se proyecta en la persona que recibe el mensaje, qué decimos y con qué fines... todo. El ser humano es su lenguaje. No es poco decir esto, por eso es tan importante que los lenguajes recojan la actualidad del estado de las sociedades, del nivel ético, del carácter de cada sociedad, y en ese aspecto, es esencial eludir el sexismo en el lenguaje, porque aunque exista sexismo es nuestro deber erradicarlo de todos los escenarios de la vida social, pública y privada. Asimismo el racismo milenario, el clasismo, el especismo, la homofobia, el militarismo o cualesquiera de las distintas facetas de los distintos fascismos de nuestra especie, debe eliminarse de los lenguajes como parte de la mejora de las sociedades, dado que estamos obligadas a avanzar el paso que nos corresponde, como nuestras madres hicieron con respecto a sus madres y asimismo ellas a sus propias madres. Nuestra obligación moral es avanzar, y el lenguaje es crucial para crear, establecer, fomentar y normalizar la naturaleza de los progresos, bases orales y transcritas de estructuras de sociedades igualitarias y justas.

    Una no sabría decidirse por cuál de los discursos es más bufonesco, más subdesarrollado y en definitiva más imbécil, si el de las asesinas de toros o el de las cazadoras. Nos lo ponen cada vez más dificil. Con una elocuencia que abarca desde la mitología de las creadoras de Dumbo, la telúrica de la zambomba, la profundidad filosófica de un disco de kikorivera y unos aderezos esparcidos al alimón de estupidez supina en bruto, se montan unas filigranas semánticas inextricables, mentando las pinceladas espirituales del amor de las pedófilas, la ternura cruel de las violadoras y el honor castizo de las SS, todo junto. Y luego lo sueltan ahí sin pudor por las televisiones y las prensas, realmente convencidas de que el mundo real está formado por esas setentaitres paletas tontolabas adictas al dominó que aprecian la caza y la tauromafia y lo tragan sin agua. Como duelos de esgrima donde los floretes son los penes.

    Quisiera poder insultarlas gratuítamente, pero con los años una se vuelve más pragmática y objetiva, y aprende las definiciones exactas con las que denominarlas, y que engloban todos los sinónimos de psicópata, sacamanteca, palurda y tontalculo. No hay nada más patriarcal que una cazadora en el tendido de sombra de una plaza salmantina, clavel en solapa, engominada, rebozada en su propia pringue, besuqueando su puro con golosía feladora, y aplaudiendo las manoletinas más torpes mientras se descojona viendo al toro vomitar su vida con los ojos desorbitados por el miedo. Es como el valor de las snippers del sotomonte, aprendizas de nazis, que acechan al animal confiado mientras se relamen sus traumas y sueñan con vencerlos durante el segundo de gloria de la fotografia junto al cadáver.

    No debería existir realmente un debate sobre la importancia cultural de la tauromafia o la función ecológica de la cinegética, más del que debiera existir acerca de la técnica de hacer jabón con huesos de judías. Estamos otorgando demasiado valor a las palabras de las asesinas, estamos jugando a su juego, deberían ser incluídas en el código penal como terroristas, condenadas a duras penas de prisión o tratadas psiquiátricamente. No merecen tener voz en una sociedad que se dirige inconfundiblemente al respeto, al fín oficial del paleolítico y el franquismo, así como a la categórica condena de la cobardía disfrazada de dignidad. La dignidad de las cazadoras y las tauromafiosas es la que tiene la mierda.

    No hay nada que entender en los balbuceos de unas y otras. La ciencia que las estudia parte de la misma bacina que defendia la judía como raza inferior. La cultura que las protege es la misma que otorgaba el derecho de pernada a la señora feudal, impunidad a las monarcas asesinas y fandango a las ladronas desfalcadoras. El arte que las condona es el de las acuarelas que pintaba Hitler, y la traadicción que las tolera es la misma que mimaba la existencia del cinturón de castidad y la negación del voto para la mujer. Toda esa escoria es sinónimo de caza y tauromafia, y no tienen cabida en la sociedad. O ejecución o suicidio, esas son sus alternativas.

     Escribo con mucha calma,no hay odio en mis palabras, sólo lucidez. La opinión  es el consuelo de quien carece de ideas y repite patéticos discursos taurófobos y cinegéticos encaramadas a los libros que no ha leído. Lo tradicional de la tauromafia debiera ser un agravante de delito, y no un alegato en su defensa, pues la temporalidad de una costumbre ya la convierte en sospechosa, debido a que procede de épocas históricas donde el precio de la vida y la libertad se consideraban inferiores. Pero vivímos tiempos de cobardes, gente sin hacer, protohumanas. Cobardes, escondidas para acechar a la inocencia, disparar y estocarla. Cobardes. Sin sus escopetas y banderillas son blandas marionetas de opinar, muñecas alzadas cantando por unas monedas. Corren buenos tiempos para cobardes. Cobardes grasientas. Gente mucha, persona poca.

    En el amor patriarcal, el del lenguaje heredado, hay varón y hembra, torera y toro, cazadora y jabalí, depredadora y presa. De dicha invasión sólo surge dolor y muerte. En el amor sin expectativas, en el amor verdadero, sin más regla que el mutuo acuerdo, las dos son presas. Del amor. Explíquenselo con dibujos, a ver si lo entienden.

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