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viernes, 18 de marzo de 2016

MACHOS ALFA

    Invasivo, depredador, rabiosamente masculino, sin escrúpulos en el ataque, avasallante, brutal, primitivo....pareciera que me refiero del machirulo standard, o acaso al patriarcado, pero más bien me refiero al capitalismo. ¿ Por qué los dos fenómenos pueden ser descritos con los mismo apelativos ?.

    Si en algo coincidimos las personas que observamos y analizamos los orígenes de las discriminaciones (para poder eliminarlas), es que no hay sistema más destuctor que el capitalismo, entendiendo por capitalismo el "comunismo" de Stalin o el actual chino, porque emplean los métodos de la sangre y del fuego. Capitalismo es acumulación de capital. El dinero como objetivo, no como herramienta en el más pragmático de los escenarios. Ser antiespecista es incompatible con el capitalismo, no sólo porque este sistema acumulativo discrimina a animales humanos, sino porque degrada el medio donde billones de otras especies animales intentan sobrevivir sin conseguirlo.

    Subvivimos en el sistema del chupete en la boca de la bebé llorosa, nos encantan los bienes y excesos que nos ofrece el capitalismo, lo hemos codificado porque es digno hijo de su padre, el patriarcado, a quien debemos el especismo, el imperialismo, el colonialismo, el racismo, la homofobia, el machismo, el clasismo y muchos otros comportamientos basados en la asunción y ejecución  de la inferioridad y la superioridad como modo de relacionarnos. Para que alguien domine debe haber alguien dominada, y dicho proceder de sumisión se presenta en el especismo a raiz de la "domesticación" de las no humanas. Hace 20.000 años, cuando el ser humano no trataba a las otras especies como inferiores o "susceptibles de instrumentalización", las mataba para comer o vestirse pero sin especismo, del mismo modo que el león no se cree superior a la cebra, sino que se la come, por pura satisfacción de una necesidad sin la cual perecería. Esta situación es muy diferente en el especismo "postdomesticación", el cual nos habla de comodidad y de capricho.

    Resulta imprescindible separar los beneficios evidentes de la agricultura -que nos permite garantizar la variedad, la cantidad y la nutricionalidad de nuestros alimentos-, con el del sometimiento a nuestros deseos a las no humanas, en lo que denominamos ganadería. Un alarde de dominación y un despilfarro de recursos cuya consecuencia en la prehistoria no era significativa ecológicamente, pero que en el marco de la actual superpoblación humana,  es la primera fuente emisora de gases de efecto invernadero a la atmósfera, acidificación y desertificación de millones de hectareas de tierra, eutrofización y contaminación de aguas. La ganadería ha pasado a evidenciarse como un problema grave para la garantía de nuestra pervivencia en el planeta. La agricultura moderna es un despropósito, sí, pero la ganadería lo es mucho más. Y hay que solucionar ambos problemas.
   
    En objeción al mito patriarcal de nuestros orígenes cazadores/recolectores huelga recordar que es precisamente al revés, y que esa inversión de la definición de nuestra especie es crucial, porque la caza exigía unos derroches energéticos que no compensaba la proteína y grasa animal adquiridas, y que recolectando teníamos todo lo que necesitabamos para sobrevivir. En condiciones mucho más duras y extremas que las actuales, la vida humana no necesitó carne para sobrevivir, sino para ejercitar testosterona y acumular agresividad. Ya en los tiempos modernos, afirmamos que carnismo es capitalismo y capitalismo es carnismo.

    Ciertamente el trabajo del capitalismo dista de ser impecable, una chapuza detrás de otra cuyos desajustes han sido siempre subsanados por su creadoras mediante ejecuciones, guerras, plagas, enfermedades, y todo tipo de monstruosidades. El patriarcado sabe, el capitalismo sabe que a la gente le conviene, porque el capitalismo es una religión cómoda, que nos oprime y oprime a otras al tiempo que nos satisface, como la persona a quien le han cortado, cocinado exquisitamente y servido sus propias piernas amputadas y aunque le duela, se deleita con su sabor, agradeciendo a sus amputadoras el excelente trabajo gastronómico... El capitalismo es patriarcal como la religión,  permite hacer de todo y justifica la pedofília, las violaciones, los asesinatos en masa, la infamia, la mentira, el oprobio, la ausencia de escrúpulos y todo tipo de perversiones, bajo la condición de que la pecadora asista el domingo a misa, se lamente ante un muro o gire en torno a una piedra sagrada. El capitalismo es el dios omnipresente, como el nazismo en aquella Europa interiorizó en la población el odio a las judías, o en la moderna europa el desprecio y la indiferencia a las refugiadas y la cosificación de las no humanas. Todo ello dentro de una lógica de dominación donde muy pocas  humanas saben ser libres como lo son las no humanas.

    El "matrimonio por patrimonio", la esclavitud encubierta de la mujer sometida al capital varón, es un invento claro de los machos alfa para poder degradar a las mujeres, ofreciéndoles un trato diferente, como si ellas no fueran capaces de tratarse solitas, como si hubiera que darles un trato especial ( fácilmente asociado al de las nazis a las judías, o a la trata de blancas ), en lugar de facilitar estructuras de igualdad en todos los ámbitos, para que la mujer no dependa del hombre. La mujer debe entonces adaptarse a la cultura de la espada y del pene enhiesto. La obsesión por las erecciones no es casual en los grandes símbolos del patriarcado capitalista como son los rascacielos, los obeliscos, los misiles... faliformes estructuras que sugieren el éxito como algo firme, alzado y grande. Los complejos masculinos de nuevo. La propia carrera armamentística es patriarcal y capitalista. Las sociedades que necesitan armarse son las que más enemigas han hecho previamente, se está haciendo, o pretende hacerse. "Si vis pace parabellum" (si quieres paz, prepárate para la guerra), es una cita latina que mezcla el patriarcado con los complejos y miedos de machos alfas inseguros, necesitados de armas en las manos. O tal vez de ancianos sin erecciones.


    La pereza de imaginar un mundo donde no exista la opresión, se evidencia en la toma de decisiones públicas. Culpabilizamos siempre a las demás de los errores, relajos y culpas de los desastres ( bajo el lema "todas son idiotas, menos yo" ), para poder seguir siendo indiferentes al dolor ajeno, o para maquillar con aceptación las profundas heridas que la sociedad capitalista//patriarcal/dominante infringe con nuestro visto bueno y nuestro amén.

    Al feminismo contemporáneo a veces se le olvida que pretende florecer y conseguir logros significativos para la causa de ser mujer es un imposible, en el marco de un sistema eminentemente patriarcal, depredador y capitalista. El feminismo europeo débilmente se plantea la crítica al paradigma de una estructura de poder capitalista arraigada en la esencia de la discriminación machista, y por ello la gran herramienta de la mujer, la horizontalidad, se halla pervertida también por la inercia de la dominación y del "cállate" que caracteriza al macho alfa. Mientras haya capitalismo habrá víctimas, y aunque el capitalismo en sí no es más que una amalgama que mezcla mezquindad, indiferencia, necedad, miedo, cobardia, falta de imaginación y fantasias infantiles (en el sentido peyorativo del término), no cabe duda que ha conquistado los corazones de las humanas, especialmente en los países enriquecidos económicamente, donde se trata de utopía una vida sin frutas tropicales, carne, tecnología lúdica, ridículas comodidades, e infinitos caprichos a costa de la naturaleza. ¿ Queremos localizar el capitalismo ?, basta con enfrentarse al espejo. Quizás dejando de señalar a las demás como fuente de todos los problemas, empezamos a actuar en consecuencia.

    Ser ecologista no consiste en alabar los pajaritos y reciclar todo todito el plástico de nuestras compras diarias. Ser ecologista consiste en ser pajarito y en no comprar. El asunto parece más complicado de lo que nos exclama la speaker a traves de las modas mainstream sobre los maravillosos tono verdes de lo que nos venden nuevas gamas de productos. Ser ecologista no es poder hacer de todo lo que nos apetezca pero buscando el modo de disimular nuestra huella ecológica, mientras la tierra agónica se muere un poco más en algun punto del planeta y limitándonos a ruborizarnos con un mea culpa. Resumiendo, ni tres erres, ni niña muerta: ser ecologista es la filosofia de la renuncia.

    "No querer es poder", nos dejó escrito Pessoa, irreverentemente desasosegada. La fuerza es no desear lo que nos ofrezcan para poder integrarnos a una antropomórfica manada estúpida que, sin la inteligencia de los lemmings ni su sabiduria ecológica, nadan mar adentro muriendo en el intento. Somos seres diurnos y hemos encendido la noche como aquel árbol de navidad que -tras las celebraciones- mustiará y morirá para hacernos sonreir como al público que asistía a las ejecuciones de negras en Alabama, como la neonazi que carcajea mientras la sinhogar se retuerce en llamas empapada en gasolina. Nos reímos de todo como las niñas viendo agonizar al elefante en el circo o la delincuente de venas crispadas por el garrote vil. Nos reímos porque la risa es sana, y alarga la vida, y hay que reírse a toda costa de quien sea. Es la risa capitalista de saber que, como nos suicidamos popularmente, el suicidio no debe ser tan malo. Es la risa de las imbéciles éticas.

    Para ir concluyendo, hechos. Hay un capitalismo depredador al cual alimentamos con nuestras estúpidas vidas consumistas y que está arruinando nuestras existencias y la de billones de no humanas. Hechos. El calentamiento global está siendo acelerado por la actividad capitalista. Hechos. Cada vez que muere un árbol muere con él la vida de millones de animales que viven o iban a vivir ciclando de sus nutrientes. Hechos. La construcción convencional se alimenta de la quema de miles de toneladas de "basura" para la fabricación de cemento. Hechos. El consumo de petróleo, la atemporalidad de los alimentos, la distancia de los productos, la superproducción, el despilfarro, la relajación jurídica, la corrupción política... se basan en parámetros meramente monetarios orquestados por una dinámica capitalista. No es preciso ser una "fundamentalista" ni una "ecoterrorista" para llegar a esa reflexión.

    Aunque ni ganas ni motivos falten de dinamitar los símbolos y la maquinaria de este sistema asesino cuyas consignas son la destrucción que permita producir más, es posible apercibirse sin esfuerzo sobretodo de que las enemigas somos nosotras, como las enemigas del feminismo son también muchas mujeres que han interiorizado los pasos de baile del patriarcado. Me apercibo de que buscando el hedor en el culo ajeno, nos olvidamos de arrimar la nariz al propio, y lo olvidamos cuando mimamos la devastadora acción del capitalismo patriarcal con nuestras visitas a Starbucks, Mcdonalds o cualquier otra red comercial, con el estreno de StarWars o el fenómeno barbie en todo su espectro, con los viajes a otros países y el acaparamiento de bienes, con la gula a costa de las vidas y el rol social a costa de esclavitudes ajenas y propias, con el desquicio de las aceras amalgamadas y, en resumen, con la posesión como ley incuestionable. Cuando hablo de posesión no hablo unicamente de bienes materiales, sino de experiencias vitales de huella ecológica profunda.

    Es hombre quien llora, quien duda y teme, quien desafia y se encoge. Es hombre quien reflexiona y quien actua por impulsos. Es hombre quien anhela, espera, se dirige, fracasa. Es hombre -un verdadero hombre- quien comprende y retrocede, quien no obliga ni presiona ni impone. Son hombres quienes saben ser mujeres, y viceversa. Quienes saben ser personas, simplemente. La simplicidad nos hace libres cuando procede de la renuncia. Cuando por el contrario procede de dejarse arrastrar por una masa sin criterio, entonces nos hace las peores esclavas, las voluntarias. Si el precio de la libertad consiste en no poseer bienes materiales, con gusto debieramos pagarlo. La vida es aquello que sucede cuando desoímos los dictados sociales y escuchamos las exigencias del cuerpo y el corazón. Si pretendemos construir una sociedad justa, debemos primero asegurarnos de que no deje víctimas, ni de que nadie sufra las decisiones tomadas desde el sentido común y no desde la propia estructura social, la tradición o un modelo económico basado en la destrucción. 






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