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sábado, 26 de marzo de 2016

ELOGIO DE LA PEQUEÑEZ

"Amo la fuerza, y de la fuerza que amo, una hormiga puede mostrar tanta como un elefante"
                                                                                                                    Stendhal 

                             ELOGIO  DE  LA  PEQUEÑEZ


    Una mosca se ha posado sobre tu mano. Es una oportunidad irrepetible. Ninguna cámara de nationalgeographic apunta, ninguna entomóloga a la vista, nada que estorbe el glamour del momento. Una mosca común, de las que vemos cada día, de las que matan por placer, sin reparar en su vida como algo significativo. Una mosca se ha detenido en tu mano, puedes acercarla a los ojos para verla mejor. Se esta aseando porque estos dípteros son extremadamente límpios. Observas sus contorsiones, su flexibilidad para frotarse los ojos multifacetados, las antenas, la boca trompiforme, las alas como arco iris. Se asea escrupulosa y meticulosamente sin reparar en tí, sin advertir que está siendo observada por un ser humano maravillado. Es un momento muy especial que no te estas perdiendo como sueles, mirando absurdos mensajes de móvil, ridiculos posts de facebook, ni fotogramas de un film con el guión más previsible de la historia... Esta vez estas atenta a lo importante, a esa mosca.

    Puedo decirte que las moscas tienen millones de años de evolución, puedo seducirte con sus caracteristicas genéticas increíbles, con la infinita variedad local incluso en pequeños terrenos de estudio... pero sería racionalizar el momento, y le quitaría importancia al asunto. No, no voy a interrumpir tu encuentro personal e íntimo con ella, porque te va a permitir descubir su rara belleza. Y voy a implorarte de rodillas que la disfrutes, sin pensar, sin tratar de entenderla, te ruego encarecidamente que te quedes embobada con sus movimientos, como hacen las niñas, delirantes ante cada descubrimiento.

    Recomendadas por la megalomanía patriarcal y la envidia de pene grande, hemos ignorado el espectáculo de admirar la vida pequeña, y de la orfebrería de cuanto nos queda a la altura de la planta de los pies. Nos sorprenden las ballenas porque nos sobrecogen, pero ignoramos las trillones de vidas de igual o más importancia que se mueven a nuestro alrededor, con una lección de pervivencia y adaptación tan importante como la de los animales de tamaño grande. Una vida que sólo es pequeña en el tamaño, pero es grande en su valor universal, tanto como el de la ballena azul o el lobo. La sencillez posee el glamour de aquello a lo que nadie presta atención y por ello es valioso. Nada es pequeño salvo la mirada que lo juzga, nada es mezquino salvo el precio que le decidimos, nada es despreciable salvo la amplitud de miras de quien contabiliza.

    Contemplar llover es el gran éxito del sentido humano de vivir, una vida dedicada a ver caer la lluvia podría considerarse la gran sabiduria del vivir, porque afecta profundamente a la espiritualidad. Nos averguenza mostrar la sensibilidad espiritual por temor a las risas ajenas, e incluso la convertimos en una caricatura cuando la mezclamos con religiones alienantes, gurus enajenadas, rituales cómicos, imbecilismos mágicos o ridiculos comportamientos pretendidamente asociados a la espiritualidad, desde los horóscopos al tarot o al nefasto submundo de los patéticos "seres de luz". Pero la profundidad interior consiste en mirar moscas, beber agua lentamente en un vaso, o saber que ver nevar procede del mismo motor de recicle de energías y materias que genera las supernovas y los quasars, y que no es una cuestión  de escalas, sino de capacidad de asistir a dichos fenómenos. El Universo tiene los agujeros negros, la antimateria, nosotras, aquí abajo, tenemos la tos de las gallinas. Cosas imprescindibles por cotidianas.

    A medida que aprendemos a sacudirnos los adornos de la ciudadanía sumisa y educada en busca de reglas que no existen, atendemos más a la importancia de las moscas, del color de la hierba, de los detalles cotidianos enterrados en tareas impuestas por la sociedad o por la decisión popular de qué es aquello a lo que debemos prestar atención. El último tema de moda, lo que dijo alguien famosa, el precio de los automóviles,... forman parte de nuestra banal cotidianeidad, y lo hemos asumido como algo sin lo cual no podemos llamarnos personas. Tenemos los sentidos bien atentos a la nada, a lo baladí y lo futil, a las melodías publicitarias. Meditar lo encuentro tremendamente aburrido, mejor tener los ojos bien abiertos para ver el universo "pequeño", los oídos atentos por si canta un gorrión, la nariz presta al olor del aire fresco, o los dedos con ganas de tocar la superficie de un mueble, el tronco centenario, el tacto del agua, la piel amada.

    Nos han robado el derecho a sentir el mundo, nos aleccionan en la competitividad, en llegar a los lugares, en vez de disfrutar del camino. Nos hemos dejado robar la vida para sentir emociones de otras, divertimentos de otras, nos han obligado a la pirotecnia y al glutomato de sodio, a amar heterosexualmente, y a denominar "bueno" a lo comun, a trabajar para consumir objetos y conductas que no necesitamos. Nos parece cara la comida orgánica, pero preferimos tomarnos diez cervezas porque llegó el sabado noche. Encontramos aburrido pasear por el parque, pero nos divierte ver a tontas haciendo tonterias por la televisión. Algo se ha colapsado...

    En un sórdido matadero, una madre de vaca ha sido abierta en canal, desde su vientre junto a los intestinos, un feto de ternero cae sobre el suelo y el cuchillo pintado con la sangre de la madre dibuja en su cuello tambien la muerte del pequeño, y la sangre que unió sus vidas, unió sus muertes. Ello está sucediendo mientras el mundo se empeña en ignorar lo importante, las moscas, la lluvia, la vida perdida de esas dos personas junto a la vida de millones de ellas.  El estertor civilizatorio ha fagocitado con sus decibelios el rumor manso y pacífico de lo importante. Si desconectas el estruendo ensordecedor y escuchas el rumor de lo importante, habras entendido el primer paso del veganismo.

¿Es intensa la vida de una mosca?.  Con una longevidad de 10 días es de suponer que sí. Tan absurdo es pensar que no viven sus vidas maravillosa e intensamente, como pensar que sí lo hacen. Por un principio de cautela deberíamos ser científicas y asumir que sí lo hacen, porque son animales como nosotras, y no hemos medido todavia la conciencia de sí mismos de todos lo animales. Si le negamos plenitud a la existencia de las moscas o las vacas, seguimos basando un punto de vista excluyente, que es el que ha provocado todo lo malo que nos rodea, desde la necesidad de leyes hasta el terrorismo de estado. La vida "pequeña" a la mirada de una nazi sería una persona migrante, la vida "pequeña", a la mirada de una machista, sería una mujer. La pequeñez es un punto de vista disociado del volumen.

La gran ausente de la civilización es el principio de cautela. La condena a la discriminación que lleva a cabo la indiferencia es la base de todas las segregaciones. El mundo puede y debe ralentizar su avance invasivo y patriarcal para fijarse en las moscas, entre otros animales, junto a todos los animales.




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