Seguidores

jueves, 4 de febrero de 2016

Querida desconocida (carta abierta)

Respetada desconocida:

    No nos conocemos, o quizás sí, quizás nos cruzamos en alguna calle en alguna noche. Quizás hicimos un trayecto de metro juntas, cada una con la nariz en su libro, quizás estuvimos espalda con espalda en cualquier cafetería mientras atendíamos a otroras sendas amigas, quizás llegamos a compartir asientos consecutivos en un cine, solas o acompañadas, o nos indignamos vivamente por vulneraciones similares. Todo quizás. Siento una enorme obligación moral al escribirte estas letras, nada más que ello me empuja, y por supuesto un sentimiento general de injusticia, la vergüenza honda de pertenecer al género favorecido y saberlo y -porque lucho contra ello-, la febril esperanza de que todo ello cambie.

    Soy varón según las estadisticas y los censos, soy varón según mis documentos, soy varón ante la gente, ante la estética del asunto y soy varón ante la sociedad. Soy varón ante muchas personas, aunque ante mí me sienta apenas persona, como tú, como todas, y el resto nos sobra o nos deberá sobrar algún día. Soy una víctima entre millones, de las expectativas que corresponden a mi sexo, víctima del color azul, de la responsabilidad económica doméstica, del ceder el paso en una puerta, del pagar una bebida, de la censura del llanto, de la doctrina militar que me fue adjudicada, víctima del patriarcado que pese a todo me favoreció y me favorece en multitud de ocasiones de mi cotidianeidad, y de lo cual a menudo no fuí consciente. Pertenezco al genero elegido, al sexo "fuerte", al ejército de las que avanzan, a la estirpe que ni espera ni duda... Me escogieron para dicha misión apenas salí de una mujer como tú, y lo hicieron por mi convexidad sexual cuando no tenía conciencia de ella. Fuí bombardeada por la infamia de una educación patriarcal impúdica e inmisericorde. Fuí como tú violada, manoseada, castrada, obligada a codificar en mayor o menor grado los deberes y derechos asignados a mi naturaleza.... Y aún así tuve la suerte de que en casa existió matriarcado, otras lo tuvieron mucho mucho peor...

    Querida desconocida, estoy llorando de tristeza, porque una vez tuviste miedo de mí.

    Alguna noche en alguna calle, cuando nos cruzabamos y ambas ibamos o veníamos de alguna fiesta, algun concierto, alguna cita sexual. Aunque no había motivos personales para tu temor, no sabías que no hubiera podido decirte nada, no había ningun peligro por mi parte y sin duda hubiera acudido en tu defensa si alguien hubiera intentado vulnerarte y no pudieras defenderte sola. Siento una profunda vergüenza de tu miedo, tengo miedo y verguenza de tu miedo. En una sociedad donde el miedo señorea, un miedo más puede parecer menor, pero este miedo tuyo me tortura. No quiero tu miedo, prefiero tu risa.

    El miedo ajeno me perturba. La inseguridad, la castración voluntaria o colectiva contra alguien por el hecho de ser quien es. En tu miedo veo el miedo de la vaca de ubres infectadas cuando le roban a su hija, para que la que iba a ser su leche alimenticia sea el capricho de algunas humanas. En tu miedo veo a la cerda enjaulada es una celda de acero del tamaño de su cuerpo, violada mil veces y obligada a parir otras tantas mientras secuestran a sus hijas al matadero. En tu miedo veo la soledad de quien sufre el miedo, el de las muchachas preñadas en Argentina, a las que hicieron parir para satisfacer a parejas infertiles de la clase oligárquica, y que luego fueron desaparecidas en el océano. En tu miedo veo a la muchacha atrapada por tres muchachos que negocian entre burlas quién se la follará primero. En tu miedo veo a la niña siria junto a su madre rota por las bombas, a la niña que se ahoga por querer sobrevivir migrando... Es el miedo antiguo cara a cara ante el baile grotesco del horror.

    En unos días se avecinará el insufrible 8 de marzo, cómodo espectáculo mediático en el cual la sociedad reconoce la existencia del machismo -la más nauseabunda discriminación de entre todas las humanas-, en lugar aplicarse en las soluciones, dándole la vuelta al sistema para que el Día de la Mujer sea cada día del año. Ese día en que la estupidez social, ocupada en absurdos, enmudece con estupor un segundo ante la violencia machista, frente a la elocuencia estridente de las matadas, ante el salvajismo prehistórico de las violaciones sexuales consentidas en el núcleo conyugal, ante la desproporcionalidad salarial, ante el terrorismo de la moda, ante la dictadura de lo que el patriarcado decidió como femenino, ante... ante la existencia de tu terrible miedo, querida desconocida.

    Ignoro si estas palabras te van a servir de algo, pero a mí me reafirman en mi anhelo de justicia e igualdad. No pretendo exculparme con ellas, ni por los errores que seguro cometí y cometo, ni por lo que aprendí mal por mi cuenta, sólo te pido que nos enseñeis qué es lo que hacemos mal para poder avanzar, para acercarnos sin miedo, para ser simplemente iguales.

    Me despido, estas palabras empiezan a ser demasiadas, no hay mucho más que decir y tanto por hacer. Seguimos, como siempre y como nunca. Te despido con la decisión de que todo esto un día acabará, querida desconocida.

    Te prefiere viva, te prefiere libre,
    Xavier Bayle






No hay comentarios:

Publicar un comentario