Seguidores

lunes, 15 de febrero de 2016

LOS NOMBRES DEL MIEDO



    La primera vez que estuve en el mercado de caballos de Skaryszew fue como sumergirse en el espeso lodo de la infamia humana. Entonces revisábamos la entrada de caballos al recinto ferial, donde remolques cargados con inocentes aterrorizadas y ateridas,  dejaban tras de sí regueros de orines de terror y frío, heridas abiertas, suciedad, enfermedades visibles, y en general caballos destrozados por la estupidez de las mercaderes, que las tratan como carne semoviente. Golpes fugaces y violentos, agresividad y la cotidiana alcoholización de pueblo polaco, coronada como el símbolo mayúsculo de su identidad nacional, y que encuentra su apogeo es estos mercados.

    Unos años después, Skaryszew es un largo y doloroso resbalarse en la rampa del miedo. Skaryszew es la definición del miedo, y esa palabra va a repetirse como una obsesión en este texto. Años atrás las heridas abiertas gritaban la violencia de los infringimientos, pero las heridas en el mercado de este año han desaparecido, se han maquillado, se han convertido en hemorragias internas. Los caballos lucen bien, como en una pasarela, una puesta de escena, como en una farsa. Como la mujer maltratada disimula los cardenales y los verdugones pero no puede cerrar las huellas interiores, las heridas emocionales, como el trauma de la niña apalizada que se encoge con el pánico al golpe, al látigo cotidiano, al castigo habitual, así es el mercado de Skaryszew. 

    ¿Cómo se maquilla el miedo?.

    El miedo de los caballos impregna el aire como una masa porosa de espanto que los cuchillos traspasan. Los ponys, como niñas asustadas amarradas a cintas de colores y pompones, miran desesperadas a su alrededor, incomprendiendo el ruido y la aglomeración, empavorecidos, mientras relinchan y arañan la tierra atadas a los postes con cortas cuerdas, excitados como inquietudes, inquietos como los presagios ante el crujido de las verdugas. A su lado, inmensas bestias de corazón gigante, se asustan y se cocean. Skaryszew son los nombres del desasosiego. Estos amables polifemos agotados de no dormir y de desvelo, agotadas de sufrir, se remueven inquietas sobre la calzada. Impresiona verlas, son bestias enormes y calientes de mirada dulce y belleza inabarcable, que convierten la lluvia en vapor de agua cuando apenas se posa sobre su tonelada, y una nube blanca las envuelve y asciende para perderse en el techo metálico de la sala de comercio. Seres míticos que conocen el sabor de los golpes y el evangelio del "!quieto, joder!". Criaturas puras secuestradas por la barbarie.


    ¿Qué es el amor?, quien busque respuesta a esa pregunta que se acerque a Skaryszew, porque allí... allí está lo opuesto. Skaryszew es podredumbre donde protohumanas impunemente ejercen la normalidad del crímen. La banalidad del mal.

    Llueve gran parte de la noche, se lavan los orines, los excrementos, los escupitajos de las mercaderes, pero la lluvia nunca lava el miedo. Hordas de imbéciles éticas, la peor escoria de Polonia, se aglomera como una manada tóxica en un crepitante tumulto ciego, insensible y atroz que ni la lluvia ni el pobre río Kobylanka pueden lavar hoy. Los grandes mamíferos relinchan protestando, resoplan de ira, se resisten a entrar en los remolques en su último viaje a los mataderos. Son tironeados, empujados, zarandeados, y serían golpeados sin escrúpulos de no ser por la policía, omnipresente para proteger a las activistas que colaboramos con la Fundación Tara para que el mercado disimule su paleolítico orígen, para disminuir el número de víctimas. En el comportamiento del personal de seguridad del mercado no hay la más mínima empatía. Las mercaderes no están borrachas, lo son, y acuerdan precios como en los burdeles, por la carne en venta. El precio de los equinos es su peso, los tratos se hacen por precio el kilo. El valor de la vida en Skaryszew. 

    Las cabezas de estos colosos pesan como un ser humano adulto, pesan como insomnios en la noche más larga del mundo. Noches de cristales rotos, de ejecuciones sumarias que reptan por el fango de la sala de comercio. Una quisiera abrazar a todos esos hermosos seres que van a ser ejecutados, besarles el adiós, mentirles y decirles que pronto todo acabará, pero sus elocuentes miradas coroladas de sangre escuecen como úlceras en la conciencia y basta con descifrarlas para decirnos que lo saben todo. Los caballos saben todo.

    Me sorprende que algunos caballos relinchen con una voz idéntica a la de los cerdos conducidos al matadero, similar en el tono y la intención, como si hubiera un lenguaje universal para el terror. El corazón de las personas sensibles rastrea un lugar sosegado donde retirarse a romperse en mil, desguazarse y renacer un poco más magullado y resistente. ¿Qué es Skaryszew?. Skaryszew son los complejos del patriarcado, la conveniencia del analfabetismo ético, la violación de la inocencia, el alarde macho, la saturación de consumo de carne en el lumpen polaco. Skaryszew es uno de los nombres que posee el miedo.

    El miedo es un maltrato, hay que prohibir los mercados de caballos en Polonia, reducirlos hasta la extinción, dejar de ser país exportador de belleza condenada a muerte, tachar de la lista de animales de consumo a los equinos. Los derechos animales son sólo una herramienta, la liberación animal es el objetivo.


    Mientras los acuerdos se firman a guturales gritos antiguos como la pedofília y las curiosas se arraciman entorno a las esclavas cargándose en los camiones destino a los mataderos, nos dirigimos al coche para volver a nuestras casas, sin miedo. Por el camino de la población en fiesta, las barbacoas fríen trozos de cadáveres de otras víctimas, y se venden aves en jaulas diminutas. Ha sido una noche agotadora de insultos como siempre, de burlas como siempre, de amenazas como siempre. Ha sido una noche de despedidas y miedo ajeno. 

    Sobre el capó del automóvil, libre y agotada, rompo a llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario