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lunes, 1 de febrero de 2016

ENTENDER EL VEGANISMO O POR QUÉ LA CULTURA DE LA VIOLACIÓN DEBE SER TERMINADA

     No, el veganismo no es una moda embriagadora basada en el qué fascinante plato comemos hoy y con qué exquisita salsa lo servimos, ni siquiera el carnismo hace eso. El Veganismo y la Dieta vegana son dos conceptos diferentes, tanto como pudiera serlo el Feminismo y Ser fémina, aunque ser fémina debiera obligar a ser feminista, y la dieta vegana debiera propensar al veganismo. 

    La creciente simpatía por los productos vegetales de procedencia no animal (de animales no-humanas en concreto), sufre una pésima interpretación de moda, es decir de provisionalidad, lo cual no beneficia a las intenciones del veganismo, que son detener la cultura de la violación. Un veganismo que crece como la espuma es un veganismo vacío como la espuma.

    Los mismos grupos corporativos farmacéuticos que experimentaban con prisioneras humanas en Auschwitz, nos venden analgésicos hoy, y al mismo tiempo quieren controlar lo más importante para nosotras: la producción de alimentos y las semillas necesarias para ello. Siguiendo una dieta estrictamente vegetal no necesariamente dejamos de consumir productos fabricados mediante prácticas depredadoras (monocultivos genocidas), fabricados en espacios salvajes deforestados (exterminio de tribus originarias o biodiversidad extinguida) o robados mediante asesinatos, como el caso de los dátiles israelies cultivados en la Palestina ocupada, por citar algún ejemplo. De igual modo una Dieta vegana acepta el agua embotellada por empresas que quisieran la privatización del agua y la pérdida de la universalidad de los recursos. Todo esto debido a que el problema agravado del mundo actual es el capitalismo, directamente compinchado con el patriarcado. Me explico.

    La cultura de la violación patriarcal es ubicua en las civilizaciones mayoritarias (algunas minoritarias utilizan el matriarcado con notables efectos positivos en el comportamiento y la armonía grupal), dado que en la sociedad contemporánea -salvo islas excepcionales- se aplica el capitalismo como modo de vida. El capitalismo es hijo pródigo del patriarcado, por eso Auschwitz (de nuevo), siendo un ejemplo de patriarcado, fue cerrado con violencia y no con argumentos. Auschwitz fue edificado con violencia y clausurado con violencia, la ética es sólo un motor y sólo en ocasiones. En definitiva afirmamos que Auschwitz fue sólamente una operación económica rentable, con bajas previstas. La historia de la inercia de la brutalidad se repite obsesivamente en nuestras enciclopedias, y el mundo, aún con sus cosas denominadas buenas, ha sido construido con violencia, con depredación, con incuestionable vulneración de las voluntades. Las sociedades son construidas con las violaciones características de un método testicular, acomplejado y voraz. Un modus operandi eminentemente patriarcal.

    Apoyamos sociedades patriarcales cada vez que decidimos viajar un fin de semana a dos mil kilómetros para bañarnos en una playa, porque ese despilfarro de energia y materia supone un coste medioambiental y animal (humano y no humano), planeado por patriarcas. Apoyamos sociedades patriarcales cuando bebemos la leche de otras especies robadas tras sus violaciones sexuales, fecundaciones violentas e infanticicio. Apoyamos sistemas patriarcales cuando solucionamos los conflictos sacrificando el bien de algunas para el bien de otras avariciosas (utilitarismo), las cuales convencen a la mayoria de la bonhomia de sus actos, mediante el falso altruismo de las soluciones rápidas y el bien común. Apoyamos patriarcado cuando aceptamos superestructuras invasivas de cultivo transgénico que cosifican la tierra y a sus habitantes originales (humanas o no humanas). Apoyamos el patriarcado cuando devoramos las menstruaciones de ciertas hembras, cuando descuartizamos con la fuerza bruta a una persona para ponerla en nuestro plato y deleitarnos con su ingesta, cuando deificamos la posesión material por encima de la emocional, cuando premiamos la falta de escrúpulos y ridiculizamos la ternura. Apoyamos un mundo dominante patriarcal cuando votamos a sistemas piramidales de poder y consumo, o cuando en resumen, nos integramos con alegria a una sociedad irrespetuosa, indecente, criminal y macho.

    La solución al capitalismo no es un click de teclado en el ordenador. Abolir el dinero no es ninguna solución, el dinero es una herramienta como cualquier otra para facilitar ciertos intercambios entre personas. El problema del dinero o de la toma de decisiones (el poder), es que se conviertan en fines en sí mismos, desligados de la voluntad y la felicidad del colectivo, del bienestar plural. Es por eso que las sociedades más ricas económicamente son al mismo tiempo las más esquizoides e infelices. 

    Por todo ello en el análisis del veganismo, es imponderable visualizar cuestiones de tipo económico-político, así como sociológico. La sociologia es la etologia de los animales humanos, comportamientos simples o complejos inherentes a cada especie, de manera que comprar agua embotellada no es un comportamiento inherente a nuestra especie, sino a la ilógica capitalista, capaz de vendernos nuestros propios cuerpos y conseguir que sonriamos mientras pagamos por ellos.

    Todo es comercio, todo se compra o se vende, todo tiene precio (fijémonos en lo desquiciado de esta frase). El origen de lo que consumimos y de lo que precisamos para vivir (tratándose de dos conceptos completamente diferentes), se basan en esas leyes de compra/venta, por eso la defenestración del especismo entre las discriminaciones que cometemos, no puede exclusivamente basarse en una estrategia tan trivial como la economía, la cual se ha convertido en la religión de la contemporaneidad desde la revolución industrial. No podemos hacer sólamente eso, hay que incidir en la ética y la justicia, porque son incuestionables, y porque ahí es donde no importa en absoluto si nos zampamos un exquisito tiramisu burgués cien por cien vegetal o unas proletarias judias hervidas con patatas, porque ese veganismo donde la dieta es apenas un capitulo lógico de comportamiento, pervive a los siglos como cultura aplicada y no como forma sin contenido. La dieta vegana es aquella que siguen las veganas, pero no todas las que siguen dicha dieta, son veganas. Pero ese es otro tema.

    !Que Mcdonalds se meta por ahí sus hamburguesas vegetales!, gritamos con razón. Relacionarse entre nosotras va a ser algo más fácil que seguir los dictados de la publicidad y la televisión (o en su versión moderna, el ordenador). La comunicación global va a precisar la minuciosidad y la paciencia de los valores importantes, donde una palabra de más o de menos puede cambiar el curso de la historia. El veganismo en ese escenario, como modo de cambiar el mundo, necesita de cerebro pero sobretodo de corazón.

    Contra una cultura de la violación se presta la cultura de la protección. Contra la tendencia a las generalidades, el triunfo de las individualidades. Contra la cultura del egoismo y la egolatría, la cultura del cariño (no obligatorio), del respeto (ineludible) y de la justicia universal para quienes piensan y sienten. La cultura del pensar sintiendo y viceversa.










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