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lunes, 13 de julio de 2015

MIRAR SIN VER Y VICEVERSA (a continuación de OJOS QUE NO VEN)



    No todo lo que parece es, y no todo lo que es, parece. La belleza oculta del elefante de bosque y el leopardo nival, o la memoria superior del chimpance pertenecen a ramas de bellezas no necesariamente físicas. Pero somos animales visuales, tanto, que juzgamos y tomamos decisiones en función de lo que vemos y de cómo lo vemos, desatendiendo a realidades objetivas y estableciendo juícios y prejuícios en detrimento de los derechos de las personas o el verdadero objetivo de las decisiones. "Si parece, lo es", la gran antítesis de lo formal, la opinión como modo supremo de verdad.

    La importancia superlativa del aspecto otorga roles sociales más alla del gusto personal natural. La vanidad por ejemplo, puede derivar en una inflada autoestima peligrosamente cercana a un sentimiento de superioridad respecto a otras personas. Estrategias asimismo de una egología que se manifiesta sin ir más lejos en la acumulación de megustas en facebook o una desproporcionada importancia del concepto de be yourself.

    Una perra de raza ¿prefiere a un perro de raza?. Juzgamos la sonrisa del delfín como persona digna de ser respetada, pero no así la del cerdo, cuyo respeto máximo basamos en elegirle una muerte indolora. Juzgamos vestimentas, aspectos y estéticas como elementos de contraste válidos, estimando que todo lo que es parece, y todo lo que parece es. Es la base de la publicidad y la politica, la propaganda del reich de turno. Pero somos los que hacemos, no lo que parecemos.

    Los ojos son órganos muertos si carecen de un cerebro que gestione la información recibida a través de ellos, si segregamos una persona de otra fuera de los márgenes de lo personal por el hecho de vestir corbata o piercings, la dislexia alcanza la cota en que el perro se salva por parecer perro y el pollo muere por lo mismo. Mujeres agredidas sexualmente por su físico delatan este proceso de error, personas esteticodisidentes  al cánon de belleza impuesto por la dictadura de la mayoría sufren rechazos y prejuícios por una mayoría que, de tanto ver, no ha aprendido a mirar. Hay cegueras videntes.

    Vanita vanitatis. La vanidad es en el fondo un deseo de ser aceptada en todas sus variantes, ser mirada, ser deseada, desmitificarse como modo de vanagloria e incluso llamar la atención por una determinada personalidad es un modo de vanidad. Pero todo ello se traduce en un sólo deseo: el de ser aceptada, lógico, como animales sociales que somos. Cuando decimos que somos animales sociales no excluímos el ostracismo temporal, la necesidad puntual de soledad, el deseo de espacio íntimo personal (fisico y psicológico) o incluso la posesión de un carácter cerrado. Las responsabilidades sociales no deben tomar en consideración lo privado, sino lo común, lo universal. El derecho a la vida, la libertad y la dignidad.

    No todo lo que parece es, y la crueldad pasiva, inconsciente y sin agresiones visibles es un ejemplo. No consideramos tortura atar a un perro y dejar que exista así, atado, sólo, muerto en vida, creemos que no lo maltratamos simplemente por no golpearle, e igual sucede con un cerdo condenado a ser su propia carne, encarcelado, aislado de su segunda piel: la libertad. Crueldad pasiva es la reprobación de alguien por vestir una falda a nuestro juício demasiado corta, un peinado fuera de nuestro gusto, o porque posea un tono de piel en desacuerdo a nuestra preferencia. La maltratamos no aceptándola en un concepto de sociedad plural, calidoscópica, abierta y respetuosa. No digo tolerante, tengo alergia a esa palabra.

    El más elocuente fascismo en la dictadura de los aspectos es el de la fotografía de personas, una imagen congelada de vida que precisamente la mata, reteniendo un fugaz suceso. La fotografía es un crímen perfecto, donde quien mira lo hace hacia atrás, transformándose en sal, a merced del juício de quien mira la imagen y decide por un simple aspecto, sin profundizar, sin conocer.

    La revolución ya no es salir a la calle a gritar consignas y quemar coches, la revolución es decir no a lo inaceptable, mostrando el lado humanista de nuestra humildad. La revolución es no matar, no robar, no drogarse -para mantenerse lúcida y objetiva-, no aplastar personas, no dañar, no consumir, no mentir ... y sobretodo no dejarse mentir por la apariencia ni las circunstancias. Ni todo lo que parece es, ni todo lo que es, parece.


   

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