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domingo, 28 de junio de 2015

Machismo y especismo


La dimensión exorbitada de la producción industrial de animales no humanos con fines de consumo es, sin duda, un método masculino e invasivo, donde la depredación sobre otras especies ignora la individualidad de cada persona explotada, para interpretar a los animales no humanos como simples máquinas de creación de beneficios. Pero por encima de las cifras increíbles (más de 20.000.000.000 de personas no humanas encerradas), el heteropatriarcado en su mismo procedimiento en el ámbito humano, necesita del control de la hembra para poder existir. En forma y contenido, el machismo y el especismo son extraordinariamente lo mismo.

MACHISMO Y ESPECISMO

El sexismo es la peor de las discriminaciones en
la sociedad porque ataca a más de la mitad de la población humana mundial. Para poder producir más seres humanos el patriarcado controla la decisión sexual y reproductiva de la mujer, al mismo tiempo, para producir carne, leche, huevos, miel, cueros, pieles y cualquier producto robado a los animales no humanos, es preciso dominar la maquinaria natural que los genera. Los sistemas uterinos, sexuales, reproductores de las hembras de todas las especies son manipulados desde hace miles de años siempre mediante la fuerza bruta (jamás convenceríamos a una madre que nos diera a su hija para esclavizarla y asesinarla), o por medio del chantaje y el engaño, siendo los típicos comportamientos del totalitarismo machista ante las mujeres.

Las gallinas llamadas "ponedoras" han sido seleccionadas durante generaciones para producir sin parar ( 50 veces
más huevos que en su estado natural), hasta descalcificarlas. Sobreviven (o no) con infecciones vaginales severas sin tratamiento veterinario y escozores constantes. Su edad productiva se estima en lo que tarde en agotarse. Madres destruídas tratadas como autómatas. El huevo de consumo es una menstruación, pero hay granjas donde la gallina fecundada artificialmente (violada) pone huevos destinados a reproducción en incubadoras industriales. Apenas nacen, los pollitos "de un dia" son sexados y deshechados si no corresponden al sexo que interesa a la explotación (macho si es para carne, hembra si es para huevos). Cientos de millones anualmente son gaseados, molidos vivos o asfixiados en bolsas de basura. Las madres nunca ven a sus pequeños, y no existe la jubilación en estas aves, sus envejecidos cuerpos son procesados para gelatinas y otros subproductos cárnicos. Las gallinas rescatadas siguen poniendo huevos incapaces de detener su producción y mueren tras una corta vida con problemas para poner huevos (distocias), peritonitis y cáncer.

La leche es un alimento que las vacas segregan sólo
después de parir. Por ello son fecundadas artificialmente (violadas) constantemente. Las terneras son separadas de sus madres, las cuales mugen desesperadas al ver secuestrados a sus bebés y algunas de ellas dejan de comer de tristeza. Los mismos trabajadores de granjas reconocen que el mugido de una vaca cuando le roban a sus terneros es escalofriante. Han sido seleccionadas durante siglos para que lleguen a producir hasta 10 veces más de lo que harían naturalmente, la constante exprimición y el roce con la maquinaria les provoca inflamaciones y mastitis. Horadaciones en carne viva de las ubres y pezones infectados obligan a los granjeros a antibiotizarlas masivamente, lo cual, sumado a las hormonas de producción y la pus de las infecciones, van a parar a la leche que consumen las humanas. Infecciones vaginales y evisceración por rotura muscular son habituales. Las terneras que no sean escogidas para producción de leche, seguiran el mismo camino que los terneros: carne. La recomendación institucional de esperar 100 días entre el parto de una vaca y su fecundación (violación), no es generalmente respetada por los granjeros, de tal modo que una vaca gestante cuya producción de leche no sea rentable es mandada al matadero embarazada ( hasta un 25 % de ellas ). Los fetos en mayor o menor estado de desarrollo, son abortados, degollados y procesados como subproductos cárnicos, junto a su madre agonizante.

En
otra escala sucede con las yeguas, las cabras y las ovejas, donde el control de sus ciclos reproductivos, enfermedades sexuales y explotación sexual es la base de la producción de leche, queso, carne y cueros.

El comercio de abejas reinas se lleva a cabo por todo el mundo. Individuas violadas y fecundadas sin intervención de
zánganos son enviadas a miles de kilómetros en cajas de cartón. Cuando una reina no es útil en la colmena al introducir otra más productiva, el criador la decapita. Cada extracción de miel de la colmena supone el aplastamiento de cientos de hembras obreras, hasta puntos en que una colmena ha llegado a perecer por la sobreexplotación.

En las granjas porcinas de
cría, hacinadas cerdas torturadas en jaulas tan anchas como su cuerpo, sin posibilidad de girarse siquiera, son violadas sistematicamente, y tras el parto se roba a sus bebés. Hembras vulneradas por un sistema masculino de producción despiadado.

Asimismo la extinción de tigres, rinocerontes para comercio de cuernos, genitales, y otros órganos de no humanas con objeto de aumentar la virilidad de machos frustrados, o la caza como modo de rol de masculinidad son ejemplos elocuentes de que la guerra contra las especies tiene un fuerte componente sexista y patriarcal.

Todas las especies criadas por el ser humano, desde la reproducción en los zoos o las piscifactorias, hasta los animales no humanos destinados al capricho del mascotismo, pasan por procesos de control sexual de las hembras, instrumentalización de sus ciclos reproductivos, de sus menstruaciones, robo y esclavitud de sus hijas, asesinato en caso de disminución de la producción, violaciones sexuales, vejaciones sexuales, infecciones vaginales y mamarias, desordenes sexuales... todo ello sometido a la hegemonia de un sistema capitalista macho y depredador, insensible al respeto por la feminidad, ciegamente dirigido a los beneficios.

Una sociedad
más feminizada, más escrupulosa, necesita tratar a todas las especies sin instrumentalización, sin decidir para qué sirve alguien, sin decidir cuál debe ser la función de cada una. El veganismo es un acto de respeto por las especies pero también por la propia especie, sin autoritarismos, sin opresión, sin fascismos. Porque nadie nace para nadie, sino para nosotras mismas
.



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