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jueves, 12 de marzo de 2015

DOBLAN LAS CAMPANAS



Una leyenda de una tribu local del parque del Iguazú en la Mata Atlántica de la Amazonía, narra la existencia de Naipi, la hija del jefe de la tribu, tan hermosa que las aguas del propio río se detenían para admirarla. El valeroso y apuesto guerrero Taroba se enamoró de la muchacha, pero su padre decidió sacrificar a su hija en honor del dios Serpiente Emboi. Prosigue la leyenda que la noche antes del sacrificio las amantes escaparon y el encolerizado dios Emboi agitó vengativo las aguas del río para tragárselas. De ese modo y no de otro, damas y caballeros, nacieron las cataratas del Iguazú. Precioso... Bueno, en serio, independientemente de la supina estupidez de la propia historia -no confundir con romanticismo-, obsérvese la basura de toda dicha leyenda, que nos habla de ríos detenidos por el ser humano, guapas que triunfan sobre feas, amores heteros como máxima expresión del amor, jefas, valerosos guerreros acostumbrados a asesinar, padres genocidas y dioses malos representados por inocentes animales como la serpiente... un tostón de vómito. Por supuesto el mito, la estupidez de las leyendas tribales, no se diferencia lo más mínimo en la estructura de adoctrinamiento católica, basada en la imbecilidad, la estultamente sexista hinduista, la rancia y misógina musulmana o hebrea, o cualesquiera de los miles de mitos que conducen por activo o por pasivo, a esa especie profundamente subdesarrollada a la que pertenezco, en ocasiones a mi pesar.

No importa si yo me cago o no en las religiones, cada una hace lo que quiere con su vida, y desde luego el derecho a ser idiota es sin duda el más universal de todos. Las religiones tienen un profundo componente ético que defiendo, ante la aparente incapacidad manifiesta de objetividad y sentido común de muchas individuas de nuestra venturada especie. La religión ofrece una alternativa a las crueles para que no vayan por ahí alegremente violando niñas (aunque lo hagan), asesinando (aunque lo hagan) o destruyendo cuanto tocan. Aunque lo hagan. Sin religiones sin duda el mundo sería peor, mucho peor. Lo que me molesta de las religiones, claro está, cuando creer tener derecho ético a torturar o matar como herramienta de bien, alegando algún tipo de justificación.

En la que nos toca sufrir de cerca, la católica, está prohibido vivir, está prohibido morir, ni aborto ni eutanasia compasiva, ni condones, ni besos a dos bigotes, ni carícias a dos montes de venus,... nada de eso so pena de exclusión social e ignonimia, imbecilidad eclesiástica que dicta reglas morales (tradicionalmente mediante morados y chantajes)... y de paso mete sus faldas largas, su maternidad obligatoria, su celibato, su heterosexualidad y demás mierdas. Para simbolizar su amor, su fe, su respeto y su dulzura, la secta católica ha escogido como su más elocuente símbolo la sangrante carnicería de un ser humano crucificado -en el más benévolo de los casos-, o cadáver -en el más común-. Curiosa manera de marketing, no me negarán. La sangre en profusión, dolor, laceración, tortura, agonía, llagas, el largo sufrimiento y la triunfal muerte ajena (con clímax en el sacrificio ritual), anuncian el deseo de purgar los pecados de otras (sugiriendo que otras paguen nuestra maldad), formando parte obsesiva de la iconologia del catolicismo. La amenaza de la cruz contra las infieles, esto es lo que os espera si no os portais como decimos. Veganismo en estado puro, como vemos.


Contraatacando a la imparable feminización de la sociedad, que desbancará al patriarcado, la Iglesia Católica utiliza el derecho a la interrupción del embarazo como modo de criminalizar de nuevo a la mujer, señalándola con su eterno dedo acusatorio (duro como una polla erecta), como la asesina de masas más cruel que haya existido, que ríete de las nazis, oye, y manteniendo de paso su dominación, su depredación y todas las semióticas de la iconología descrita, contra las no humanas también, lo cual nos lleva a concluir que las religiones son discriminativas por esencia.

La primera esencia de la discriminación religiosa es pretender que dios heteropatriarcal monoteista existe. Por pereza en la busqueda de otras alternativas al origen de todo, conformismo a la esclavitud natural, maldad específica o avaricia, se sostiene que existe un ser naturalmente amo (no ama) de lo demás, con derecho a hacer y deshacer, utilizando para dichos fines a ciertas humanas,... las cuales casualmente son las que han decidido esa teoría, qué carambola.... De este modo el siguiente paso es adjudicar un rol de superioridad con respecto a las no humanas, dado que la humana ha sido hecha a su imagen y semejanza. 
 
La segunda discriminación de la Iglesia es la seguridad infalible con la cual deciden las fronteras del bien y del mal, ajustando tales a sus intereses, y dando a su punto de vista una locución universal. Una tercera discriminación, ya mencionada, es la de otorgarle a las hembras de nuestra especie la misma validez moral y calidad de explotación que las de otras especies animales: la función reproductora. Esa misma obligación utilitarista que condena a la hembra a parir como única misión vital.

Una siguiente discriminación es el derecho a decidir acerca de quién debe morir y quién vivir (contradiciendo su amor por la vida en sus soflamas antiabortistas), mientras bendice la ejecución sumaria de miles de millones de personas no humanas (en ello se hermanan la santa y la fascista), hasta las guerras de fe, las casi cien millones de indígenas americanas masacradas con el beneplácito religioso, pasando por las buenas relaciones del Vaticano con numerosas dictadoras, desde Hitler a Pinochet.

La Iglesia en conclusión es, por definición, en esencia y en acto, genocida y fascista, lo cual no evita que se publicite a sí misma como compasiva usando de escudo a las misioneras, del mismo modo que el régimen nazi cuidaba a sus arias puras y organizaba colonias de verano a las juventudes hitlerianas, o del modo que las neonazis actuales reparten comida entre la población de raza rosada, tratando de ganar votos y aplicar el más extensivo de los fascismos, la democracia actual.

Mientrastanto dios reza al ser humano para que cesen los castigos y las barbaries, un dios impotente y aterrorizado, cagado en los calzones ante la bestia bípeda que arroja azufre enarbolando cruz y bomba de racimo en la mano, con sulfurosas palabras de amor urticante y pedófilo, de amor destructor y excrementicio; una bestia vertical excesiva y humanoide, que desgañita su odio mezquino en altares y parlamentos. Una bestia criminal, histérica y enloquecida de rabia y pataletas ante la propia incapacidad de exorcizarse a sí misma.




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