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miércoles, 4 de febrero de 2015

CABALLOS ROJIBLANCOS


 
            Ver una cigueña no garantiza que el campo esté lleno de ellas, ver dos cigueñas no significa su presencia en todo el mundo, que un cerdo parezca feliz no significa que lo sea, (aunque sólo fuera porque le espera el asesinato), el perro que duerme atado a la cadena, no duerme en paz. La regla es sencilla: no todo lo que parece es, así como no todo lo que es, parece. 

            Engalanados con ridiculos adornos, como en el infame circo primitivo, los caballos polacos no son lo que parecen. Los caballos de Morskie Oko, los de Warszawa o Kraków, los propiedades de campesinas que trabajan involuntariamente de esclavos, tirando de carros o arados para ser recompensados con los ganchos de despiece de los mataderos italianos. Fuerza y carne, julios y kilos, o si acaso abono para las más ecologistas... eso es todo, el caballo polaco. Caminan automáticamente, sin voluntad propia ni sentido, caminan para otras, para el dinero de otras, para la ambición de otras. Esclavos de la perversión politica y económica, que usa a las personas menos escrupulosas y más brutales para generar dividendos. A veces los equinos revientan en la misma calle, agotados, deprimidos, y mueren por fín, por segunda vez. El éxito del bienestar animal...



            En la ciudad, siguen a los coches en cuanto estos arrancan al ponerse el semáforo en verde, no necesitan siquiera ser azuzados por el látigo. Tragan más monóxido de carbono que las ciclistas, transportando a vagas, a obesas, a deficientes mentales y a falsas romanticas, en un amasijo de indiferencia que llamamos "turistas". En el campo, un yugo de esfuerzo primario, golpes y soledad. 

            Caminan tristes, como zombies, fueron caballos ahora son muñecos de cuerda, automóviles orgánicos, tracción a sangre. Tienen una misión, sirven para algo.

            La falta de análisis y la falta de interés en analizar las causas y las consecuencias de la explotación animal condena a miles de millones de personas a la muerte. Tan sólo imaginar que las personas humanas sufrieramos una milésima parte de los destinos obligados a los que son sometidas las personas no humanas nos causaría un insoportable terror y asco. Jamás en nuestra a veces terrible historia hemos sufrido tanto como lo que sufren las no humanas en nuestras manos. Hemos criminalizado a la Naturaleza para poder acribillarla, sentando en cátedra nuestra perspectiva de homo (presuntamente) sapiens para decidirles al resto de los animales su futuro. Paralelamente a nuestra domesticación voluntaria forjamos las cadenas de las criaturas que decidimos meter en nuestro concepto de sociedad, las inocentes. Ejecutadas de sí mismas para que satisfagan nuestros caprichos. Hemos decidido que el león está mejor en parques controlados, en safaris, en zoos o en circos, o que el perro es feliz con nuestra tutela, en lugar de vivir y morir en el bosque, siendo lobo. Sometido a la cadena que llamamos suya, sometido a la vida que le diseñaron nuestros intereses, obligado a la muerte que le decidimos, el perro sueña el bosque y la caricia, el caballo la estepa y la libertad, y el gato, África. 

Mendigos eternos de una caricia seca, un puñado de comida, una palabra que anule durante un minuto su cadena, que le situe imaginariamente por encima de las cosas y lo haga algo más que un objeto, el perro sólo, profundamente sólo, muerto emocionalmente de antemano, cosido a la vigilancia, cosificado a ser una alarma viva, vigila a las intrusas o evita que las activistas entren en granjas. Son millones en el mundo y están sólos, en un nivel de soledad doloroso en la sola imaginación. Sólos, Soledad. Solitarismo, ninguna tortura tan cruel como condenar a un ser tan social y afectivo al ostracismo. Igual que el caballo, persona grupal que necesita afecto, aceptación e interactuación, exactamente igual que nosotras.

            Los viejos caballos en Polonia simplemente no existen, la vejez del caballo polaco es una sirena, un elfo, una hada: después de trabajar toda la vida obtienen la jubilación de viajar a Italia para ser descuartizados en los mercados de carne. Por familias directas de vendedores, las mismas genéticas varias generaciones después, no mejoran, no quieren mejorar, sólo entienden el freno de la ley.

            Existen dos humanas dentro de la humana, una construye auschwitz, otra hospitales infantiles. La educación sólo es aplicable a quien quiere ser educada, para otras existe la coacción legal, por eso los caballos en Polonia deben ser considerados legalmente personas y como tales, tener derecho a la vida sin explotación. Francia ha reconocido juridícamente que los animales no son cosas, y en todo el mundo el tratamiento de personas no humanas a delfines, primates y otros mamíferos señala una dirección y un sentido de la ética humanista: la liberación total de las personas no humanas de nuestras manos. Polonia debe sumarse de inmediato a esa corriente, forma parte del ineludible presente.








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