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viernes, 9 de mayo de 2014

VULL VIURE!



                                                                  VULL  VIURE!

         "Vull viure" significa, en catalán, quiero vivir. Con los globos oculares cristalizados por la debilidad y los medicamentos, con la piel amarillenta por el virus que le devoraba el higado minuto a minuto, hora a hora, mi padre agónico en aquella sala de hospital en Barcelona me miró a los ojos y me confesó "vull viure". Era un ruego, una plegaria, una invocación, una oración, una blasfemia y por encima de todos los sobretodos, un manifiesto del puro deseo de la vida. 

         Unos días después, su cuerpo vencido y frío, se redujo a cenizas y regresaba a la tierra. Ni la medicina ni nosotras supimos mantenerle con vida. Han transcurrido quince años, y su voz resuena todavía con claridad, y mi recuerdo recuerda sus ojos vidriosos que, entre desesperación y desasosiego, decían mucho más que esas dos palabras, porque en su mirada estaba la mirada del Universo vivo, que tiembla por cielo, tierra y agua, declarándose con fuerza,  afirmando su voluntad.

         Vull viure, quiero vivir.

         No importa el idioma ni la forma del querer vivir, el deseo de la vida tiene mil modos de manifestarse, mil voces, mil gritos, mil guturaciones, mil silencios. Está en todos los animales que escapan a las escopetas cazadoras para poder querer vivir, está en los miles de visones y zorros que escapan de las horribles jaulas en las horribles granjas del horrible comercio de pieles para poder querer vivir, está en las miradas perdidas -como niñas perdidas de un mundo perdido- de miles de millones de animales encerrados en este instante en el que lees, considerados sólo como carne circunstacialmente viva. La mirada de mi padre entonces transciende y me mira desde los ojos del cerdo, del pollo, del visón, implorando en silencio únicamente una cosa, lo unico que a los animales nos importa y queremos: vivir. Siendo un sinsentido pensar que nosotras amamos nuestra vida más que las demás la suya.



         El deseo de la vida y las ganas profundas de hacerlo son el éxito y el motor de la evolución de las especies, la razón por la que escribo, la razón por la que lees, la febril exigencia de los aminoácidos, la virulencia revolucionaria de los genes, el fascinante viaje de los organismos a través de las edades geológicas tras la sopa fria del precámbrico. La voz interior de todos los tiempos no acepta el chantaje de las circunstancias, sino que cede y se entrega al empujón brutal y primitivo de la esencia de la vida, el más general de los cantos.

         Cada una hace lo que quiere con su vida, y aunque lo intento no comprendo el suicidio, me parece un acto de cobardía, aunque no pretenda cuestionarlo en sí. Desde nuestras trece respiraciones por minuto y nuestras sístoles y diástoles podemos sin embargo imaginarnos la nada. A eso sabe la muerte, a nada. La vida, como la naturaleza, padecen horror vacui, terror al vacío, por eso tememos la muerte y por eso las religiones prometen eternidades absurdas para captar clientes. Todo lo vivo teme a la muerte y la evita, por más que sepamos que ella es gran velocista y nos alcanza siempre. La vida no es sólo eso tampoco, sino sus posibilidades y el dolor es una prueba del placer como el desamor lo es del amor, todo entra en el contrato. Por mi parte -y hablo en el nombre de trillones de animales de este planeta-, prefiero el olor de las respiraciones y del viento, el sabor irremplazable del agua y de la piel ajena, el sol ubicuo calentando a todas por igual indistintamente. Querer vivir es un silencio y un requerimiento incondicional de nuestra condición de estar vivas. Querer vivir... y hacerlo en libertad.

         Por eso hay que ponerse siempre en el lado de la víctima, sea palestina, pollo. mapuche, cordero, china, vaca o pez, para entender que las no-humanas no dan, sino que son expoliadas de sus flujos y sus cuerpos, y aunque el robo se hiciera de manera completamente indolora, seguiría siendo un crímen. Algunas personas argumentan su respeto por la vida cuando dicen con que ternura y humanidad matan a las personas no humanas que componen su dieta. Si ese es su concepto del respeto, les ruego encarecidamente que no me respeten, no creo en su versión del respeto. Comerse un filete de alguien o comerse tres kilos... ¿qué le importa a la persona asesinada? Matarlo con dolor o con benignidad científica... ¿qué diferencia otorga a la víctima?, la muerte es la misma.

          La muerte siempre es la misma, quizás es porque no la entendemos que en el año 2013 batimos el récord de 414 conflictos bélicos en el mundo, 45 de ellos de alta violencia y 20 guerras en toda regla. Recordemos que actualmente hay 196 países... Mis más amargas  felicitaciones a la especie humana...
         El cuerpo y el corazón son grandes transgresores pero la civilización es como es porque obligamos al cerebro a pensar cosas que el corazón no siente porque no somos dichas cosas. Podemos obligar al cuerpo a hacer cosas que el cerebro decide, pero el cuerpo sufre la tiranía de las obligaciones, de igual manera que el corazón se halla imposibilitado de amar a la fuerza. El cuerpo y el corazón sufren las impertinencias y las obligaciones. Cuando rompes la rutina suceden cosas, por eso la vida real empieza donde concluye lo establecido, porque el sueño es un animal que sufre la rienda y necesita respirar sin pedir permiso. 

         La último individua de Mamut lanudo conservada en hielo fue la cena del Club de Exploradores de Nueva York en 1951, es una muestra de en que se convierte la ciencia cuando el estómago tiene más voto que el cerebro. Cuando la vida es una flor no es necesario matar flores para adornar la vida. Creo que así podría resumir el elogio a la sencillez, propio de las personas felices y plenas, sin atributos. Las que dicen amor en lugar de amén. 

         Entretanto, poderosa, la vida grita. Personalmente tengo debilidad por los animales viejos y enfermos, las más parias de entre las parias, seres débiles y minusválidos. Por la perra con comportamiento agresivo que delata en cada ladrido una vida de aislamiento, apaleamiento y odio inculcado; por Nestor, aquel perro flaco que vivió toda la vida atado a una cadena y que temblaba de debilidad al llegar sus ultimos años, por Pysio, el viejo lanudo perro ciego y sordo y viejo que tiraron a la calle porque se meaba en el suelo. Los animales debilitados siguen queriendo pervivir, para el siguiente desayuno o el rayo de sol que caliente sus huesos avejentados. 

Porque el pasado y el futuro son absurdas mentiras, nos corresponde el presente, el ser y el estar. La muerte vendra sin necesidad que la invoquemos, no es preciso apresurarse, y ese mismo "vull viure" que escuche hace años sigue vigente y pronunciable para la totalidad de los seres vivos, todas, cada una de nosotras, nacidas para vivir.




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