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lunes, 17 de marzo de 2014

Nacer, actuar, morir



                                          NACER, ACTUAR, MORIR        

            Un hombre sobre un caballo mustang jugándose la vida por aguantar ocho largos segundos sobre el lomo de un exhaltado equino de 400 kilos y ganar dinero, arriesgando a desgajarse la columna vertebral, quebrarse los huesos, partirse el cuello o morir de hemorragias internas cuando es zarandeado como un monigote de trapo por un animal asustado, no es lo que yo llamaría una persona valiente o una temeraria digna de loas y alabanzas, sino una soberana gilipollas. Con triple g. 

            En el rodeo americano, lo mismo que en el torerío o taurofobia –y lo mismo en la America Angosta que en Españistan-, se precisa a una o mas tontas útiles o gilipollas (con cuadruple g) que se jueguen la vida por dinero. A falta de una segunda neurona activa y atacadas de una manifiesta ausencia de otro talento más complejo que el de sumar con los dedos y peinarse con gomina, ciertas mamarrachas se dedican al arte de hacer el ridículo sacamantecando toros y eviscerando caballos, jaleadas por otras hordas de gilipollas de quintuple g; ataviadas para más bemoles con restos de serie de la pasarela de la Horteria (sólo en carnaval o siendo gilipollas alguien combina amarillo con rosa). Confección horrenda, pesadilla de la alta costura con lentejuelas de plástico meideinchaina, el sueño de la sinrazón pariendo monstruas. Es lo que llaman el rancio e ilustre oficio de la torería, una gilipollez, creada por gilipollas, apoyada por gilipollas y destinada a un público gilipollas. Y lo paga usted, señora, con lo que le roban, que ancha es Ejjpaña.


            Veo algunos videos en youtube de cómo mueren las muchachas menores de edad en los charros, charradas, jaripeos y corridas de toros en varios paises del mundo, verdaderos infanticidios de personas humanas y no humanas, unas con las cervicales tronchadas como papel, otras corneadas como espantapájaros con las tripas no de paja sino de intestino aventándose en la arena, pateadas como pelotas de fútbol rajadas, estampadas contra el suelo y toda hemorragia reventadas como peleles. Siento una profunda lástima por ellas. Siempre es triste ver morir a alguien, aunque sea tu enemiga. Incluso a aquellas neonazis del Amanecer Dorado griego ejecutadas en la calle a disparos daban tristeza, pero también pienso que cada una debe ser responsable de sus actos, y que errores sin consecuencias pueden ser castigo para terceras personas.

            Los Premios Darwin, concedidos cada año a las muertes más estúpidas del mundo deberían contemplar en su elenco a todas las víctimas participantes en el torerío y el rodeo, el cual alcanza el nirvana de la gilipollez muriéndose -de una vez y para siempre-, en un acto espiritual de payaserío, tragicómico como una intervención de Belén Esteban. Aunque con el torerío es mucho peor, porque si no muere la gilipollas de turno, siempre lo hace el toro, obligado a estar ahí, obligado a morir para que cientos de gilipollas jaleen un atronador ¡olé! como epitafio al inocente, al único inocente de la plaza, aquel que tiene el coeficiente intelectual más elevado de entre las presentes. Y los minutos contados, densos, pesados como lápidas.

            Luego te encuentras en las protestas a esas gilipollas agitando con fetiche sus absurdas banderas, con las que obtienen erecciones cuando la viagra no ayuda, son gentecilla normal, mezquina como tantas, gilipollas como tantas, y no entiendo por qué si sólo la muerte es neutral, después de pasarse la vida matando, les da miedo morir cuando la hora les llega. Deben ser los efectos secundarios de ser tan profundamente gilipollas.

         Con la cabeza agachada por el suelo, y el culo bien alto y orgulloso, remolcando en retroceso su enorme pelota de mierda (aquella que lo alimenta), el escarabajo avanza. De igual modo las taurófobas van por sus peñas y sus soles -o sus sombras dependiendo de bolsillo-, y por sus escaños, medrando con fruición sus bolas de porquería y mascando golosas sus opiniones, que tragan glotonamente soñando acaso con que a las demás también nos entusiasme su gusto coprófago. No confio en la gente que llama arte gastronómico a la coprofagia.

         Gracias a la paidofília sacerdotal católica o a la prohibición del placer inocente del sexo -en soledad o cuando es por mutuo acuerdo-, la anatematización del amor fuera de sus parámetros heterosexuales, o la bendición de las corridas de toros, la Iglesia está firmando su sentencia de muerte, lo cual me alegra enormemente (y su insigne figuración en los anales de los Premios Darwin). Hay que alfabetizar a las personas, una vez alfabetizado el mundo esa secta volverá a las catacumbas de donde fue defecada. La diferencia entre la Santa Inquisición y el Nazismo es que el segundo fue abolido y los organismos que lo propiciaron, delegalizados, lo cual no sucede en el primer caso, cuyas únicas responsables son además financiadas con dinero público. Cada vez que una católica menciona el nombre de Jesucristo lo ensucia. Con las políticas y las santas fuera de las plazas de toros, la taurofobia se acabaría. Porque las criminales políticas que apoyan los recortes sanitarios y que deben ser juzgadas por homicidio temerario e irresponsabilidad premeditada, son las mismas que financian la matanza de toros y caballos.

         Comer, beber, respirar, andar, divertirse, saltar, correr, parir, follar, enfadarse. gritar, sufrir, bañarse, descansar, sentarse, desear, defecar, pensar, escuchar, oler, amar, sentir... entre otras muchas acciones son las que podemos realizar al igual como muchas otras especies, incluidos esos bellísimos mamíferos que denominamos toros y caballos, las únicas víctimas no gilipollas de una tarde de arena, pasodoble y mantilla, los cuales agonizan entre pedos y regueldos de gilipollas incapaces de comprender un abc de igualdad tan básico.

         No se reforma a una persona taurófoba, la que lo es, lo es hasta el final, y se lleva su gilipollez a la tumba. Nosotras seguimos trabajando, sin guardar inanes minutos de silencio en memoria de las víctimas, sino gritando bien fuerte: ¡¡¡gilipollas, si quereis toreo, toread a vuestra p...m....!!!.




2 comentarios:

  1. Ostia, t'has desfogat bé eh!? I el texte és un exemple directe de que es pot fer art (literari en aquest cas i no subvencionat per el ministeri) contra la tauromàquia, a banda de que a més a més fer-ho així implica expandir una necessaria postura ética i en canvi fer-ho a favor de la Tauromàquia (potser era el cas d'algun que altre dibuix de Picasso o de Goya per exemple) comporta directa o indirectament el contrari..

    Mark bret

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    1. Sí, reconozco que tenía que soltarlo, pero no es verdad que siempre debamos ser políticamente correctas, estar en contra del asesinato debiera ser una postura intelectual, emocional e intestinal. Saludos.

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