PARÁBOLA DEL ZYKLON A
Imaginaos esta
situación en la Alemania de 1944, en Bremen o en Dresden por ejemplo: en una
acción democrática de participación social masiva y pacifica, cien mil ciudadanas
germanas salen a protestar a las calles, con gritos, slogans y pancartas,
reclamando al gobierno del Führer medidas más humanitarias para resolver la
cuestión judía. El movimiento popular, nacionalsocialista en esencia,
escandalizado no obstante por las informaciones recibidas por soldadas de
permiso y otras filtraciones
extraoficiales, acerca del uso de Zyklon B ( insecticida base de cianuro
fabricado por la empresa Bayer ). En las cámaras de gas de los campos éste concentrado
de ácido prúsico mata cruelmente a las condenadas en agonías de hasta 25
minutos, las germanas exigen que dicho sistema debe ser inmediatamente detenido
por ser monstruoso y horrible. No es posible que la patria de Wagner y de Bach
realice tales prácticas en pleno siglo XX. Es cruel y degrada a la nación. Para
ofrecer una alternativa viable, los postulados reclamados en el manifiesto del
movimiento proponen el uso inmediato ( si bien de coste un poco más elevado ),
de un nuevo gas denominado Zyklon A, cuyo efecto en el sistema respiratorio y
cardiovascular reduce el tiempo de la muerte a tan sólo un minuto, según
estudios científicos realizados. La considerable reducción del dolor representa
una notable mejoría en comparación al tosco sistema habitual, minimizando el
tiempo de agonía, el estrés y el sufrimiento de las condenadas. En las niñas sacrificadas
el mencionado Zyklon A actúa incluso en la mitad del tiempo que en las adultas,
debido a su menor capacidad pulmonar, lo cual es loable.
Tal situación en tal
escenario la recibiríamos como imposible a día de hoy, perversa e improbable,
una historia de mal gusto más propia del humor negro, sin embargo es lo que
está sucediendo con los métodos de abatimiento de animales no humanos. El
sistema alimentario mundial actual denomina humanitaria
a una muerte más corta, en lugar de a la ausencia de ella. El humanitarismo mortal no es más que un
abotargamiento de las conciencias colectivas de una sociedad embrutecida por la
indiferencia, no muy diferente de la hipotética manifestación germana que
planteaba al principio. La muerte
humanitaria es un espejismo para engañar a la ética y conseguir satisfacer
y acallar los cargos de conciencia derivados, dirigida a esa gente que tiene
escrúpulos al asesinato en frío, la mayoría. En definitiva, una medida únicamente
en el marco de los derechos humanos, en ningún caso de los derechos de los animales
no humanos.
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