Seguidores

viernes, 8 de marzo de 2013

CERDOS Y NIÑAS. LA NATURALIDAD



 “Dígame ¿quién es el que hace
-ya le pregunten o no-
con la cabeza que si
y con la cola que no?   ( el pato)
con                                                          Adivinanza popular española


                                                                   CERDOS Y NIÑAS. LA NATURALIDAD



                Cuando veo una niña humana veo un cerdo. Y viceversa. Esta afirmación, teniendo en cuenta el bagaje oficial del fascismo antropocentrista en los siglos, suena a peyorativa para con nuestra especie, pero no lo es. Quiero decir que en términos biológicos ni encuentro ni existe diferencia entre ambas personas. Ambas poseen inocencia, vulnerabilidad y derechos sin deberes. Ambas pueden morir o ambas pueden salvarse, y en caso de agresión cometida, podemos a ambos ataques llamarlo crímen. Nosotras decidimos mantener la sacralidad de unas y la sacrificalidad de los otros, lo cual es lo mismo que decir que el mundo no es como es sino cómo lo vemos. No nos extrañe que una persona violadora, por ese prisma aleatorio, "vea" a las mujeres como meros cuerpos, porque precisamente asi ve el mundo a los cerdos: como mera carne.

                Las niñas humanas y los cerdos, por ejemplo, son sucias por naturaleza. Su mundo extremadamente sensitivo, necesita tomar contacto con lo que les rodea, y lo que nos rodea esta sucio. Porque el mundo ES sucio y sólo nosotras tenemos conceptos de limpieza extrema, hasta lo insalubre, hasta lo absurdo. Pero la suciedad, como la basura, no existen, son inventos humanos que si bien nos han librado de ciertos virus ( muy pocos, por cierto, en proporción ), tambien destruyen la naturaleza, sin la presencia de la cual, sencillamente no existiriamos.

                Los cerdos, como las niñas humanas, holgazanean si les dejan, gritan a deshora, comen sin maneras con la boca abierta, juegan a jornada completa, se cagan donde les apetece y se tiran pedos delante de las visitas, dejando a las tutoras en ridiculo espantoso, qué horror. Son naturales y eso a las adultas nos incomoda sobremanera. Hemos decidido que lo natural es vergonzoso. 

                Hemos decidido que hay que aplastar y domesticar a todo lo natural, sin excepción, hay que castrarlo para que nuestro concepto civilizatorio brille como el resplandor de la bomba nuclear. Hay que emascular a la naturaleza, los ríos deben circular sólo ahí donde podamos con ellos generar energia, y están para llevarse las suciedades de las factorías, para que no se salgan del cauce y arruinen nuestras cosechas. Los mares igual, se encuentran al servicio del transporte de soja transgénica para la gula europea por ejemplo, su misión es "sellar" la peligrosidad de los residuos nucleares, suministrarnos omega-3 con mercurio en la dieta y sobretodo resultan esenciales para la práctica del surfing y la navegación a vela, base del humanismo como se sabe.

                Pero resulta que violación con condón no es menos violación. Y cuando vemos que nuestra especie acapara la fuente de sustento de las millones de especies restantes, vemos también que violamos su derecho a ser. Cuando injerimos en sus espacios milenarios con nuestro desarrollo suicida y talamos sus casa y les obligamos a no tener dónde huir y a morir, lo que hacemos en realidad es matar niñas y matar cerdos, crímenes organizados cometidos por bandas organizadas. Huyendo del caos cruel de la naturaleza caemos de bruces al desorden despiadado ser humano.

                Como un gesto de tiza somos un garabato a merced del viento, somos los chorreones de la lluvia por la pared dibujada con esa misma tiza, como el rastro de un rostro que se desintegra tras el mismo momento de haber sido trazado. La masa gris de la ciudadanía del mundo a menudo no es más que una impenetrable amalgama de cemento, incapaz de procesar información básica o incluso ( ¡qué osadía! ) generar ideas propias. No se puede cambiar el mundo simplemente cambiando una misma, pero no puede cambiarse el mundo sin comenzar por cambiar una misma.

                Enzensberger dijo que el iceberg es "más grande que todo cuanto se mueve por tierra mar y aire", una reflexión sobrecogedora pero falsa, si tenemos en consideración las masas nubosas grandes como países, o las fallas tectónicas de los terremotos por ejemplo. Hablando de sobrecogerse, añadir que esas grandezas  particularmente nos debieran sobrecoger, del mismo modo que las criaturas diminutas o el mundo ínfimo. Todo debiera sobrecogernos, no lo confundamos con el temor ni con el derecho a defendernos de ciertos fenómenos naturales. No debemos ser tan objetivas, todo nos debiera sobrepasar para mantener la infancia en esa admiración por lo existente, así la concepción del universo sería discreta y trémula. Gracias a esa ingenuidad, cautela e inseguridad es que podremos cuestionarnos la creación humana, como en ocasiones un estéril subproducto de la naturaleza, y no dar por válido todo cuanto de nuestra mano emane.

                Cuando era pequeña jugábamos a las batallas, si alguien caía herida bastaba con tocarle la barriga y decir “chic-chac” para que se curara y pudiera seguir disparando con ramas que emulaban armas. Al margen de la maldita belicidad de la educación, sin embargo, el "sana sana culito de rana" no funciona, siempre fue un juego. La crisis ecológica actual, los millones de niñas como cerdos y de cerdos como niñas que mueren en nuestros edificios de muerte lo hacen para siempre, sin cuentos infantiles, sin retorno, sin motivo. El Marques de Villiers dijo que si el agua del mundo cupiera en un bidón  de cinco litros, sólo una cucharada representaría el agua dulce, no obstante el 17,5 % del agua del mundo -que debe saciar la sed billones de individuas de millones de especies-, se desperdicia en cultivos irresponsables para producción de carne, campos de golf, urbanizaciones, factorias de mercancias prescindibles… 

                Por sentido común e interes en la supervivencia, el juego debe concluir. Los cerdos y las niñas deben vivir.

                ¿ Para qué pagar la pernocta en un hotel de cinco estrellas cuando puede una dormir gratuítamente bajo un cielo con billones de ellas ?. Esto suena a hermoso, pero puede ser malinterpretado, no se trata de regresar a las cavernas, sino de ser consecuentes, de volver al campo, de dejar de temer por todo y de exigir todo sin asumir los costes. Cinco billones de automóviles ruedan por millones de kilómetros de bosques asfaltados del mundo, cientos de centrales nucleares generan energia para iluminar la noche y asesinar de hambre a los osos polares, veintiún billones de personas están siendo condenadas por nuestra gula a estar encerradas en estrechos cajones y ser conducidas al matadero, las iglesias fomentan la reproducción humana como un virus letal que esta gangrenando este hermoso planeta, los noticieros recomiendan segregar el plástico del cristal como ello sirviera para algo. ¿ Enloquecimos ?

                La huella ecológica de nuestra especie es tan profunda que llega al centro de la tierra, funde los polos, devasta en forma de incendios y huracanes, areniza el desierto, allana cordilleras a una escala jamás alcanzada, para concluir esa barbarie debemos empezar a mirar en lugar de ver, a escuchar en lugar de oir y a HACER en lugar de decir. Y lo más importante: tenemos que dejar de hacer, dejar de comportarnos así, porque en ello consiste la posibilidad de sobrevivir. En el campo de la ecoética renunciar es tener.





No hay comentarios:

Publicar un comentario