“Dígame
¿quién es el que hace
-ya le pregunten o no-
con la cabeza que si
y con la cola que no? ( el pato)
con
Adivinanza popular española
CERDOS Y
NIÑAS. LA NATURALIDAD
Cuando veo una niña
humana veo un cerdo. Y viceversa. Esta afirmación, teniendo en cuenta el bagaje
oficial del fascismo antropocentrista en los siglos, suena a peyorativa para
con nuestra especie, pero no lo es. Quiero decir que en términos biológicos ni
encuentro ni existe diferencia entre ambas personas. Ambas poseen inocencia,
vulnerabilidad y derechos sin deberes. Ambas pueden morir o ambas pueden
salvarse, y en caso de agresión cometida, podemos a ambos ataques llamarlo crímen.
Nosotras decidimos mantener la sacralidad de unas y la sacrificalidad de los
otros, lo cual es lo mismo que decir que el mundo no es como es sino cómo lo
vemos. No nos extrañe que una persona violadora, por ese prisma aleatorio,
"vea" a las mujeres como meros cuerpos, porque precisamente asi ve el
mundo a los cerdos: como mera carne.
Las niñas humanas y
los cerdos, por ejemplo, son sucias
por naturaleza. Su mundo extremadamente sensitivo, necesita tomar contacto con
lo que les rodea, y lo que nos rodea esta sucio.
Porque el mundo ES sucio y sólo
nosotras tenemos conceptos de limpieza extrema, hasta lo insalubre, hasta lo
absurdo. Pero la suciedad, como la basura, no existen, son inventos humanos que
si bien nos han librado de ciertos virus ( muy pocos, por cierto, en proporción
), tambien destruyen la naturaleza, sin la presencia de la cual, sencillamente
no existiriamos.
Los cerdos, como las
niñas humanas, holgazanean si les dejan, gritan a deshora, comen sin maneras
con la boca abierta, juegan a jornada completa, se cagan donde les apetece y se
tiran pedos delante de las visitas, dejando a las tutoras en ridiculo espantoso,
qué horror. Son naturales y eso a las adultas nos incomoda sobremanera. Hemos
decidido que lo natural es vergonzoso.
Hemos decidido que hay
que aplastar y domesticar a todo lo natural, sin excepción, hay que castrarlo
para que nuestro concepto civilizatorio brille como el resplandor de la bomba
nuclear. Hay que emascular a la naturaleza, los ríos deben circular sólo ahí
donde podamos con ellos generar energia, y están para llevarse las suciedades de
las factorías, para que no se salgan del cauce y arruinen nuestras cosechas.
Los mares igual, se encuentran al servicio del transporte de soja transgénica
para la gula europea por ejemplo, su misión es "sellar" la
peligrosidad de los residuos nucleares, suministrarnos omega-3 con mercurio en
la dieta y sobretodo resultan esenciales para la práctica del surfing y la
navegación a vela, base del humanismo como se sabe.
Pero resulta que
violación con condón no es menos violación. Y cuando vemos que nuestra especie
acapara la fuente de sustento de las millones de especies restantes, vemos
también que violamos su derecho a ser. Cuando injerimos en sus espacios milenarios
con nuestro desarrollo suicida y talamos sus casa y les obligamos a no tener
dónde huir y a morir, lo que hacemos en realidad es matar niñas y matar cerdos,
crímenes organizados cometidos por bandas organizadas. Huyendo del caos cruel
de la naturaleza caemos de bruces al desorden despiadado ser humano.
Como un gesto de tiza
somos un garabato a merced del viento, somos los chorreones de la lluvia por la
pared dibujada con esa misma tiza, como el rastro de un rostro que se
desintegra tras el mismo momento de haber sido trazado. La masa gris de la
ciudadanía del mundo a menudo no es más que una impenetrable amalgama de
cemento, incapaz de procesar información básica o incluso ( ¡qué osadía! )
generar ideas propias. No se puede cambiar el mundo simplemente cambiando una
misma, pero no puede cambiarse el mundo sin comenzar por cambiar una misma.
Enzensberger dijo que
el iceberg es "más grande que todo cuanto se mueve por tierra mar y
aire", una reflexión sobrecogedora pero falsa, si tenemos en consideración
las masas nubosas grandes como países, o las fallas tectónicas de los
terremotos por ejemplo. Hablando de sobrecogerse, añadir que esas
grandezas particularmente nos debieran
sobrecoger, del mismo modo que las criaturas diminutas o el mundo ínfimo. Todo
debiera sobrecogernos, no lo confundamos con el temor ni con el derecho a
defendernos de ciertos fenómenos naturales. No debemos ser tan objetivas, todo
nos debiera sobrepasar para mantener la infancia en esa admiración por lo
existente, así la concepción del universo sería discreta y trémula. Gracias a
esa ingenuidad, cautela e inseguridad es que podremos cuestionarnos la creación
humana, como en ocasiones un estéril subproducto de la naturaleza, y no dar por
válido todo cuanto de nuestra mano emane.
Cuando
era pequeña jugábamos a las batallas, si alguien caía herida bastaba con
tocarle la barriga y decir “chic-chac” para que se curara y pudiera seguir
disparando con ramas que emulaban armas. Al margen de la maldita belicidad de
la educación, sin embargo, el "sana sana culito de rana" no funciona,
siempre fue un juego. La crisis ecológica actual, los millones de niñas como
cerdos y de cerdos como niñas que mueren en nuestros edificios de muerte lo
hacen para siempre, sin cuentos infantiles, sin retorno, sin motivo. El Marques
de Villiers dijo que si el agua del mundo cupiera en un bidón de cinco litros, sólo una cucharada
representaría el agua dulce, no obstante el 17,5 % del agua del mundo -que debe
saciar la sed billones de individuas de millones de especies-, se desperdicia
en cultivos irresponsables para producción de carne, campos de golf,
urbanizaciones, factorias de mercancias prescindibles…
Por
sentido común e interes en la supervivencia, el juego debe concluir. Los cerdos
y las niñas deben vivir.
¿ Para qué pagar la
pernocta en un hotel de cinco estrellas cuando puede una dormir gratuítamente
bajo un cielo con billones de ellas ?. Esto suena a hermoso, pero puede ser
malinterpretado, no se trata de regresar a las cavernas, sino de ser
consecuentes, de volver al campo, de dejar de temer por todo y de exigir todo sin asumir los
costes. Cinco billones de automóviles ruedan por millones de kilómetros de
bosques asfaltados del mundo, cientos de centrales nucleares generan energia
para iluminar la noche y asesinar de hambre a los osos polares, veintiún
billones de personas están siendo condenadas por nuestra gula a estar encerradas
en estrechos cajones y ser conducidas al matadero, las iglesias fomentan la
reproducción humana como un virus letal que esta gangrenando este hermoso
planeta, los noticieros recomiendan segregar el plástico del cristal como ello
sirviera para algo. ¿ Enloquecimos ?
La huella ecológica de
nuestra especie es tan profunda que llega al centro de la tierra, funde los
polos, devasta en forma de incendios y huracanes, areniza el desierto, allana
cordilleras a una escala jamás alcanzada, para concluir esa barbarie debemos
empezar a mirar en lugar de ver, a escuchar en lugar de oir y a HACER en lugar
de decir. Y lo más importante: tenemos que dejar de hacer, dejar de comportarnos
así, porque en ello consiste la posibilidad de sobrevivir. En el campo de la
ecoética renunciar es tener.
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