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martes, 4 de diciembre de 2012

GUERRA CIVIL AL CONSUMO

Bienvenida a estas líneas.
Hay una guerra en marcha.
Leonard Cohen



                                           GUERRA CIVIL AL CONSUMO



                   Bienvenida, si estás leyendo estas líneas significa que ya sabes muchas cosas de las que te quiero hablar, ( si no todas, si no más ). Estas palabras son para ti, como para mi lo fueron otras ayer, desde el lado bueno de la barricada. Bienvenida a la guerra civil en la cual participas tal vez sin saberlo, sin proponértelo; al enfrentamiento entre honestidad y mentira, entre equilibrio y descontrol, entre ética y sociedad. La guerra en la cual tu soldadía se practica cuando compras. Porque según qué compres matas o das la vida, según a quién pagues adquieres horror o justícia. Es así de sencillo.

                 Habrás adivinado quién soy, una de esas radicales en que convierten los medios a todas las personas que disiden, no atracándose de cocacolas o hamburguesas hechas con agonía, idiotas que piensan en la tierra como algo íntimo y muy muy amoroso, muy de una pero muy de todas y muy de nadie, idiotas que saben que las patatas no crecen en los árboles ( aunque ciertas corporaciones trabajen para conseguirlo ). Sabes quién soy porque vivo en ti. Soy la idiota que vive en tí.

                 Pero la guerra civil de la que te hablo no enfrenta a las personas desnudas como tú y yo. La historia, sin embargo, y las vencedoras que la escriben, se ha encargado de darle exclusivamente este término al destrozarse entre nosotras; incluso cuando las enemigas no somos exactamente nosotras, sino la manipulación mediática, las multinacionales, los logos e índices de audiencia, los cómputos anuales, dividendos y elencos de ventas... una masa deforme y hueca que mata selvas, extermina pueblos, derroca sentidos comunes. Bajo el pretexto del progreso y el bienestar que nos comprime hasta reducirnos al papel más pequeño: el de consumidoras.

                El ser humano respira, se alimenta, se enoja, se divierte, crea, construye, dialoga, discrepa, critica, duda, yerra, se relaciona y aparea y comunica..., un abanico demasiado amplio para pretender agruparlo en el triste concepto del consumir.

                Consumo: (Del lat. consumêre.) Destruir, extinguir./ 2. Utilizar comestibles perecederos u otros géneros de vida efímera para satisfacer necesidades o gustos pasajeros.// 3. Gastar energía o un producto energético 6. Desazonar, apurar, afligir... Según su raíz etimológica, consumir implica cooperación para un hundimiento, destrucción. La civilización maneja una constante de eliminación errónea, con objeto de poder clasificarnos como productoras o consumidoras. Sin embargo, somos personas, animales humanos, con toda nuestra miseria y nuestra virtud, ni consumidoras ni productoras. Cediendo este terreno ya no habrá músicas y melómanas, poetisas y lectoras o agricultoras, barrenderas o transeúntes, sino simplemente productoras y consumidoras de productos.

               Pero bueno, yo quería hablar de una guerra, si lees estas palabras es que tal vez ya has escogido el bando que defiendes y al bando que rechazas. Las enemigas son tan conocidas, como anónimo te quieren a ti. Se llaman neoliberalismo, bancos, se llaman explotación masiva de recursos, encarcelamiento, depredación de soberanías alimentarias, se llaman esclavitud al objeto, american way of life, moda de pieles, vivisección, transgénicos, energía nuclear, maquilas, matanzas de sindicalistas, matanzas de niños y población civil, guerras preventivas, minas antipersona, pensamiento único, omnivorismo (homonivorismo), destrucción de microeconomías, desruralización del mundo,... una lista interminable de los mil disfraces, que sabrás reconocer por las veces que actuan en público vestidos de ¨algo indisoluble al progreso¨. En ocasiones son una niña que te sonríe mientras engulle las papillas perfectas en la revista de moda, o la boca de una chica preciosa que te coquetea desde un descapotable. Por eso las armas de las enemigas suelen ser la ignorancia humana, su miedo, su soberbia, su ignorancia,... “Consume para hacer país”, nos dicen, sin la mínima vergüenza. Consume para ser. Ten hijas para perpetuar la hegemonía de la raza blanca y evitar la inmigración, compra para mejorar la economía. Consume. Ya no importa qué ni para quién. Consume.

                        Vivimos en el vientre de la bestia, de ese monstruo europeo que ingurge bosques, destruye razas, pela montañas, desertiza prados y acosa, expolia, pudre y esquilma la vida, con el compulso y ciego objetivo de tratar inútilmente de saciarse. Alimentar al Vehículo, a la incapacidad de ser sin tener, amontonar cientos de accesorios y hábitos ridículos preñados de vanidad: nuestro modo de vivir resulta insostenible. Pero hay personas reales, humanas y no, muriéndose tras las postizas sonrisas de PVC, hay trozos de personas descuartizadas en las bandejas del supermercado, hay tribus arrasadas para alimentar una lámpara de diseño, hay niñas sin infancia en el café de los desayunos, hay las más profunda de las soledades de una madre esclavizada en tu vaso de leche, hay piernas amputadas en el regalo a las personas queridas... Hay demasiado dolor ajeno para que pueda permitirte dormir tranquila. Siento hablarte así, ya sabrás: en la guerra vale todo. Y aunque no se vea, la tortura existe, a pocos pasos de tu vivienda. Dentro de ella.

                      Obstruyeron nuestros ojos con luces fascinantes y perdimos la capacidad para ver la realidad, predecir la lluvia y chapotear en el lodo; el runrún del tráfico y los bodrios musicales inhabilitaron nuestras orejas para escuchar lo incorrecto, lo impronunciable, la cultura basura gana premios y se promociona a sí misma por sus propios canales... La ciudadanía está demasiado apoltronada en el sofá para comprender la vida, el amor, la rabia, la revolución, la dignidad.

               Quien subscribe tiene al alma destrozada, es por ello que he aprendido que te implicarás en la medida de tu dolor. No podemos justamente declararnos neutrales cuando hemos recibido tanto de anteriores luchadoras. Neutrales sólo son los cadáveres. Perdona mi tono de nuevo, lo menos que podemos hacer es no fingir que todo va bien. De modo que hay que añadir al “no” el nombre de las responsables.

                No podemos transgredir las leyes cósmicas que rigen los movimientos planetarios, ni alterar ciertos ciclos de materia y energía; no se trata de metafísica, ni de la circulación del cuadrado, ni el sexo de los ángeles: simplemente estamos dentro del grupo de las elegidas, entre las quinientas o mil millones de personas directamente beneficiarias y responsables del hambre, de la Guerra de las guerras, del expolio humano y natural, de la esclavitud y el exterminio animal, y de nosotras depende acabar con ello. Deja de echarle la culpa al mundo!. Todo incentivado por la institucionalizada anteposición de los roles de producción-consumo a la ética, a las artes y las culturas, al legado natural de este increible planeta, al libre albedrío, al derecho a Ser y a Vivir, en una sociedad que necesita de tu consumo para seguir destruyendo. Si dejas caer tu pieza caen con ella cientos de piezas más, como un dominó. De tu pequeña actuación dependen demasiadas cosas.

                   Existe un progreso lógico desde la invención de la cuchara, el teléfono, las estufas, sin embargo, argumentadas en esas invenciones, las acolitas del papel moneda han transformado el progreso hasta el extremo que ya no es un medio de evolución, sino un fin en sí mismo. Vivimos fagocitadas por nuestras debilidades, aleccionadas en la falsa necesidad del MÁS, del AHORA, y del hedonista YO. La individua se ha extraviado en el colectivo. Porque somos frágiles y absurdas criaturas precisamos del rebaño, y lo defendemos con tal virulencia que convertimos muchas ocasiones nuestras vidas en un servicio a él. Realizando por inercia, actos y pensamientos en los cuales ni siquiera creemos.

                    Un conocido lema antimilitarista preguntaba cándidamente “¿ Te imaginas que hay una guerra y nadie va ?”. Parafraseándolo, una, que es más cándida todavía, pregunta ¿ te imaginas que todo está en venta y nadie quiere comprarlo ?.

                     Feminizemos el mundo, démosle voz a los niños y a los animales, radicalizemos la ecología, aprendamos a vivir... No me consumas, no te consumas, no lo consumas, no nos consumas, no os consumáis, no los consumas. Minimiza el impacto físico de tu estancia en el mundo y maximiza el impacto espiritual; desiste de la filosofía del ¨usar y tirar¨, recicla, da para tener, hazte vegana ( !empieza hoy mismo! ). El tiempo sólo es de ida: trabaja menos para vivir más, renuncia a lo superfluo y sorpréndete de su dimensión y de lo fácil que es, utiliza los mercados de intercambio, cuestiona, no repitas ¨amén¨ como un mantra, divórciate del odio, sal a hacer la compra como quien va a la biblioteca, besa sin moral, descubre que el universo se expande en cada beso, acepta tu propia muerte, acepta tus excrementos, recupera tu identidad mutilada, bucea en tu corazón... y mójate, por favor, mójate... No hablo por hablar, no exagero. El bosque pluvial espera mucho de tí. Las niñas nos observan, expectantes.

                       Atrévete a sembrar la esperanza.







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