Seguidores

viernes, 30 de noviembre de 2012

EL NO COMO ESTRATEGIA

                                         EL NO COMO ESTRATEGIA

            A raíz de la reciente publicación del material gráfico resultante de una investigación llevada a cabo en granjas polacas de animales para pieles, la opinión pública ha tomado el tema de la crueldad gratuíta (si existiera otra), como algo suyo. Entre las consecuentes vehementes expresiones en contra de tal tipo de mercadería basada en la muerte y la crueldad, también han habido quienes la defienden, bien sea porque viven de ella, porque simpatizan o son familiares de quienes viven de ella o, incluso, las de quienes ven el tortura, matar y despellejar animales como parte de una bonita tradición, indisoluble a este homo cada vez más cuestionablemente sapiens que abarrota los espacios públicos y las ciudades.

             De entre las observaciones más cretinas entre las cretinas cabe añadir las del grupo -pequeño por fortuna-, de personas que simplemente niegan la veracidad de la investigación, la credibilidad del informe que la acompañaba y cuestionan que dichas horrendas imágenes pertenezcan a granjas polacas. Lo cual me ha sugerido cierta otra negación.

          Celebrado por los variopintos grupúsculos neonazis del mundo surgió hace algunos años con fuerza un tema preocupante: el Holocaust Denial, es decir, el Negacionismo de que existieran los campos nazis de concentración, una Solución Final judía y el extermínio de millones de personas, bien fuera por pertenecer a una raza diferente a la caucásica, o poseer una ideología disímil a la nacionalsocialista. A este respecto caben tres corrientes: la de quienes niegan rotundamente el Holocausto, arguyendo mentiras y engaños por parte del lobby judio, norteamericano y soviético, en segundo lugar la de quienes niegan que fuera una cifra tan elevada y desciendan el número a 300.000 judías asesinadas y un tercer grupo que afirma que Adolf Hitler no tenía constancia de la existencia de Auschwitz, Sachenhausen, Treblinka, Bergen Belsen y otros tantas decenas de campos de exterminio. 

               Paul Rassinier, Harry Elmer Barnes, Einar Aberg o el radical David Hoggan, pasando por el Informe Leuchter y David Irving se empeñan en seguir ofreciendo sus dudas al respecto de las cámaras de gas, defecando sobre la memoria de las niñas muertas.

                 Es por ello que las sionistas se vengan en las palestinas bombardeando Gaza: el mundo sigue sin respetar a las judias. Juegos de muerte siguen animando a las niñas que somos.

             La cuestión de fondo es que ante la imposibilidad de ocultar las pruebas de sus crímenes las criminales y sus cómplices (en absoluto menos criminales), la técnica Negacionista alude a un revisionismo de los hechos para posteriormente interpretarlos, burlarlos, ningunearlos, negarlos y hacerlos desaparecer. La desnudez pornográfica de los cadáveres, por lo visto, no resulta suficientemente elocuente para algunas. Mientras seguimos aquí, sentadas sobre las cenizas de los crematorios, el ser humano sigue sin entender emociones sencillas. Sin olvidar por un momento que no fue casual que Auschwitz o Treblinka se construyeran en Polonia, el antisemitismo de esta nación sigue todavía teniendo repercusión en nuestros días, especialmente entre fanáticas religiosas. Entonces ¿ quiénes mejores que las reaccionarias polacas para usar la herramienta del descrédito ante la evidencia ?.

                 No soporto a las personas que tienen dificultad para pedir perdón ni a las que tienen demasiada facilidad para ello, la vida consiste en relacionarse de tal modo que no haya lugar para arrepentimientos que afecten a otras personas, humanas o no. Pero cuando a la legítima culpa se la disfraza de ignorancia y mentiras y ceguera, entonces debemos empezar a preocuparnos.

                 Más ¿ qué es saber ?, ¿ qué es ver ?, … ¿ Realmente importa eso ?, más bien afirmaría que la clave es ¿ por qué alguien más allá de nosotras mismas debe sufrir nuestra oscuridad ?. Peor que no ver es enfrentarse a la verdad desnuda, es demasiado cruda y fangosa. Tocar el fango es necesario, lo brutal, lo mezquino, como haber comido la carne de otras personas, humanas o no. No hay que abogar al remordimiento, ni obsesionarse con las culpables a la infamia, no sirve de nada lamentarse. Hay que cambiar, hay que cambiarse y reconstruirse, hay que seguir andando, hacia la meta de nuestra perfección como especie. Simplemente hacia el ser humano, ese animal aún incompleto.

       Entre miedo y orgullo, y frustración y soberbia, bailamos la música de nuestro funeral, sin acabar de comprender que somos nosotras las enterradas, ignorantes al hecho de que en todo momento, pala en mano, cavamos con cretino ahinco nuestra propia fosa. Jamás los animales no humanos hacen eso. Nuestra distancia con el bosque se acentúa a medida que nos creemos algo más que simples mamíferos productores de mierda.

             La diferencia entre las nazis y las omnívoras es que las primeras ya han sido socialmente reconocidas. Entre ambas existen las negadoras profesionales, las ciegas a sueldo, las nihilistas y las que existen sin perspectivas. Billones de animales sufren y mueren cada año, inimaginables torturas y agonías. Algunas de ellas -un ínfimo porcentaje,recordemos-, son documentadas, pero automáticamente negadas, cuestionadas o deslegitimizadas por una sociedad absurda y deforme que debería callarse por la pura vergüenza de su propia ineptitud. Pero ya nadie aduce vergüenza, la ética y la justícia se venden en los centros comerciales en la sección de rebajas. Y nadie las quiere comprar. Acabarán trituradas en la basura si no lo evitamos, incineradas como todos los cadáveres de todas las víctimas inocentes del mundo, sean de raza judía, pobres, homosexuales, mujeres, niñas o poseedoras de hermosas pieles. Olvidadas, negadas, invisibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario