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martes, 13 de noviembre de 2012

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Mi amiga Alicia, vegana y feminista, se cabrea cuando hablamos de las personas Straight Edge, ese grupo social que prescinde del consumo de carnes, drogas y otras diversas restricciones de consumo por una cuestión de ética. Las ve como a unas puritanas en el espectro de las sectas. Yo simpatizo con ciertas SE, vaya por delante, aunque alguna vez al año me tome una copita de vino, con la cual -huelga aclararlo-, ya me intoxico ligeramente, debido a mi falta de costumbre.

Las SE son muchas y variopintas, desde las que no consumen drogas (duras o blandas), y promueven la Liberación Animal, hasta las de filosofías antiabortivas, misántropas, con tendencias fascistas o, directamente, neonazis. Mucho ha cambiado el mundo desde las primeras SE, por eso es difícil posicionarse ante este movimiento. No obstante contiene un principio de renuncia que me interesa, pues en un sociedad absolutamente enferma y adicta al consumo, el acto de no consumir se convierte en una acción revolucionaria muchísimo más eficaz, profunda y de sentido común, que cualquiera de los manifiestos, manifestaciones, huelgas, barricadas o protestas que puedan hacerse hoy día.

Bien sé que decir que no necesitamos el alcohol, los estupefacientes, el tabaco, el café incluso o la carne y sus derivados líquidos (leche, huevos, miel...), resulta tan elocuente como afirmar que no necesitamos las patatas, y que muy bien podemos vivir sin alubias, por ejemplo. No se trata de la mera renuncia. En el caso de las SE y de las personas que simpatizamos con ellas, el fin del consumo masivo y la agónica nomenclatura que califica al ser humano social en ¨productoras y consumidoras¨ es una prioridad humanista. La renuncia a ciertos ¨productos¨se convierte en un asunto de importancia capital. Por eso habría que segregar el hecho de la renuncia en dos grupos: la renuncia negativa y la renuncia positiva.

Para discernir una de otra podría proponer que el consumo de alimentos de origen animal, que contienen invariablemente sufrimiento, bien sería un ejemplo de renuncia positiva. Si hubieran SE que boicotearan los plátanos o el cacao ( como productos fruto de la explotación humana ), también lo pondría en el grupo de las positivas, por mucha polémica que generara. Asimismo positivo encontraría la negación a financiar productos no locales o no ecológicos, por la simple cuestión del asesinato premeditado y estúpido que cometemos contra el planeta, que conlleva el sucidio de nuestra especie.

La renuncia al alcohol de modo sistemático la encuentro muy acertada -y aquí mi amiga Alicia extraerá sus uñas de modo preventivo-, asimismo las drogas, el tabaco, etc. No es que estas en sí -en cantidades moderadas-, sean tan nocivas (aunque de beneficiosas poco tienen), sinó que son potencialmente adictivas. No es especulación ni gratuituidad mencionar a las millones de personas que cada año mueren por culpa de esos consumos. Si lo que queremos es la extinción violenta de nuestra especie, este es un buen método. Ya no vamos a entrar en el sangrado inmenso de las arcas públicas en cuestiones de sanidad derivadas de constantes enfermedades, accidentes y adicciones provocados a activas y a pasivas por estos productos tóxicos, así como el indudable mal que se hace financiando con estas compras a las multinacionales sin escrúpulos que las producen. Por ello celebro a las SE que no consumen estupefacientes legales e ilegales, pero me permito una copita de buen vino anualmente ( a veces con Alicia ). El mal vino se los dejo a las alcohólicas.

En temas de aborto, controversia garantizada, una siempre se posicionaría en el lado de la mujer. Es ella la que debe decidir. Ningún estado, ninguna ley, ningún precepto puede ser más sagrado que la decisión personal de intervenir o no en el cuerpo propio.

No obstante una de las cosas que no entiendo de ciertas SE es la obsesión por el buen sexo o el mal sexo, delimitando la promiscuidad y el amor en un determinado número de encuentros amorosos, más que en la intensidad de dichos sentimientos o conductas. Quizás peco de ingenuidad, pero nunca le he visto el lado oscuro a un beso, aunque fueran sin amor, los besos son siempre bienvenidos. Una caricia no puede ser de ningún modo negativa, y un instante de ternura, venga de donde venga, sólo puede conducir a estados de benevolencia y belleza. Si existen personas obsesionadas con el sexo o con el sufrimiento por su carencia es, simplemente, una disfunción de la líbido, referente quizás a un desequilibrio hormonal o una falta de sociabilidad. Hoy en día hay besos para todas. Por ello etiquetaría de negativa a la renuncia al sexo, tanto como negativa me parece la discriminación por parte de grupos SE extremistas de las personas que se toman una copita de vino de vez en cuando. Fuera por que me atañe.

Pero una expone su opinión personal solamente. Pragmáticamente, si nos referimos a la misma terminología Straight Edge, que significa más o menos ¨de modo directo¨, no podemos sinó alabar un intento de presentar unas reglas éticas universales a las cuales amparar nuestro grupo social, para conseguir que nuestra existencia no produzca sufrimientos, a la zaga de una sociedad sin victimas. 

Pocas son las personas dispuestas a seguir una filosofía práctica de renuncia SE estricta, por eso entiendo y apoyo la firmeza de las convicciones de los SE que practican la renuncia positiva, basada en el respeto y la equidistancia.

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