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martes, 13 de noviembre de 2012

UN DEDO, UNA LLAGA

UN DEDO, UNA LLAGA


En el tema del especismo, ya sabemos, nos enfrentamos a un monstruo ubícuo con rostro de buena persona y osamenta putrefacta, una persona corriente y moliente que ha instaurado un orden humano y una civilización basada en el asesinato como cimiento, como método y como argumento. Un argumento sangriento mucho más sólido que todas las leyes y todas las éticas, tan poderoso y omnipresente que el máximo nivel de comprensión capaz de abarcar este concepto de sociedad es el de la reforma de dicho asesinato. El maquillaje del crímen. Por eso muchos pasos dados con una cierta aceptación social han sido los más absurdos en términos de derechos, el derecho a jaulas grandes, a reposos entre tortura y tortura, a disposición regular de agua y alimento o al más absurdo entre los absurdos –y el cual demuestra nuestra absoluta estupidez como especie-, el de la muerte humanitaria.

En estos barbechos es difícil sembrar algo que no vaya a germinar minusválido, albergando además expectativas de que los frutos de tal labrantío no hiedan a hipocresía, negligencia y subnormalidad. Es por ello que las respuestas a tales agresiones y tales incompetencias del ser humano, venidas de la mano de aquellos grupos que tratamos de denunciar y abolir el especismo -construyendo así un mundo respirable para la vida sobre unas bases que no tambaléen-, se topa a menudo con una de las aparentes disgresiones del conflicto ético contemporáneo: el dilema de la prohibición.

Prohibir está feo, prohibir es inmoral, prohibir es fascista... pero todo nuestro Derecho y su historia están de hecho basados en la prohibición. ¿ Por qué ?, muy sencillo, porque el ser humano tiene tendencia a disgredir, por eso el asesinato de personas, la paidofília o la violación sexual está prohibida. Hay que acotar al ser humano, porque cuando esa vigilancia se relaja, el ser humano construye Auschwitz y el Libre Mercado. Es en esos campos donde la evolución del derecho deriva a que el asesinato injustificado de animales no humanos será penado dentro de algún tiempo.

Pero ya en términos éticos resulta como mínimo preocupante que algo tan evidentemente nocivo como asesinar, violar o abusar de animales -humano o no humanos-, DEBA ser prohibido. ¿ Qué ocurre ?, ¿ no hay un sistema de valores o un código moral que evite que se cometan tales despropósitos ?, ¿ no es suficiente lo repugnante de dichos actos para impedir que sean cometidos ?. Al parecer el ser humano no entiende todavía profundamente el orígen y las consecuencias de sus propios actos, ni la naturaleza de sus bajos instintos.

¨Pero, hombre, no seas ingenuo, estamos hablando sólo de animales¨, es la frase enarbolada por la mayoría de personas, previa a continuar esgrimiendo argumentos como armas blancas contra el resto de las especies animales para seguir explotándolas, aplastándolas y destruyéndolas. 

Aunque sucede que tampoco es así, a juzgar por las innúmeras leyes de bienestar animal que existen en el mundo, desde el derecho a no matar a palos a un perro ( por mucho que se lo mereciera debido a su imperdonable pecado de andar a cuatro patas ), no ahorcar a un cachorro de gato ( por mucho que se lo mereciera por no escribir poesía ), hasta el no poder reventar a trabajar a un caballo ( por mucho que se lo mereciera por el hecho de tener cola ), o muchas otras situaciones donde el trato y el respeto a los animales no humanos ha establecido unas parcas pero comprensibles normal éticas de conducta, por fortuna entendibles a esa mayoría de la gente que no veía en un principio problema moral en el abuso a los animales no humanos. Ese es un inamovible principío de caución y empatía que funciona más allá de los intereses económicos o culturales de los grupos e individuos que cometían y cometen delitos contra los animales. Damos pasos en ese sentido como fijamos estrategias en esa dirección.

No es que la Liberación del animal no humano -mediante la aplicación de derechos y legislación así como mecanismos de protección para los inocentes-, sea un despropósito, una utopía, una quimera o incluso un insulto al humanismo. De ninguna manera. Precisamente es un hecho real de una contundencia ineludible. Los animales no humanos están teniendo derechos y aceptación moral en el grupo humano, están yendo a los parlamentos, están abarcando todas las clases y los espectros sociales, están teniendo un espacio en las leyes penales y civíles, así como en el espacio público. En resumen, están siendo algo más que una propiedad. Y lo mejor de todo ello es que no lo hacen solamente en función al bien o al mal que puedan generar en el proyecto social, sinó que existen por sus propios méritos, por su propio derecho de existencia, sin condiciones.

Luchamos cada día, cada hora, cada década, no se aprecian aparentes luces en este tunel oscuro del especismo, pero basta con mirar atrás para ver que el presente, el espacio que ocupamos, es notoriamente más claro que el pretérito. A la historia hay que referirse, y esos logros afectan también a los derechos humanos.

Es un tema antiguo el de la muerte de las demás, y el de su indiferencia ante ella. Pero en tiempos de crisis económicas, las personas van a valorar que lo importante no es el dinero, las propiedades, el curriculum vital oficial u otros tantos espejismos de la publicidad, sinó las relaciones con las demás, la lucha contra la soledad de las multitudes, el amor como una ola que nos barre y nos deja mejor que antes de ella, el precio de la vida.

Los símbolos del poder son sólo eso: símbolos. El Parlamento, las superestructuras económicas, la red cernida sobre nuestra libertad de elección, el ejército, el dinero, los mataderos, las plazas de toros...sólo son lugares y circunstancias de algo más sólido y difícil de destruir, la esencia psicótica de nuestra sociedad: nuestras debilidades, nuestro tuetanal, profundo, vertiginoso y mezquino miedo. Una vez vencido el miedo a perder o a no tener, las alternativas se desarrollan como setas tras la lluvia. Habrá quizás que destruir los símbolos, claro, pero sin la obsesión por ellos.

Si no existe un edificio parlamentario donde ciertas asesinas señalan la dirección de sus tanques o el destino de un grupo social, entonces se inventará un nuevo organismo que acometa las mismas funciones. Si no existe una Iglesia que castre la libertad personal de cada individua, serán otros engranajes nuevos los que lo hagan. Si no existe el dinero, la gente encontrará otro sustituto a él, quizás más pernicioso. Si no existen lugares específicos donde un ser vivo pueda ser convertido en pulpa para el consumo de otros, entonces se hallarán métodos de conseguir la perpetuación de dicho consumo. No, el problema no es la forma, sinó el contenido. Y siendo como somos animales destructores somos también la bipolaridad: animales constructores. Nuestra decisión de lo uno o lo otro se basa en nuestra fe potencial en ello y sobretodo en sucumbir o no al miedo a lo diferente, a la exclusión, a ser mal mirada por la calle.

Ciencia con conciencia, estética con ética y ante todo la definición de los valores con que queremos ser representados y queremos seguir y darle al futuro. Un futuro sin sangre fácil y una sociedad sin víctimas pueden ser una regla básica para conseguir, si no la armonía total, al menos el no ser nosotras esa sangre fácil y esa víctima que la sociedad enferma que nos legaron necesita para ser.

No tengáis miedo. Las personas sin miedo hicieron las revoluciones.

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