UN DEDO, UNA LLAGA
En el tema del especismo, ya sabemos, nos enfrentamos a un monstruo
ubícuo con rostro de buena persona y osamenta putrefacta, una
persona corriente y moliente que ha instaurado un orden humano y una
civilización basada en el asesinato como cimiento, como método y
como argumento. Un argumento sangriento mucho más sólido que todas
las leyes y todas las éticas, tan poderoso y omnipresente que el
máximo nivel de comprensión capaz de abarcar este concepto de
sociedad es el de la reforma de dicho asesinato. El maquillaje del
crímen. Por eso muchos pasos dados con una cierta aceptación social
han sido los más absurdos en términos de derechos, el derecho a
jaulas grandes, a reposos entre tortura y tortura, a disposición
regular de agua y alimento o al más absurdo entre los absurdos –y
el cual demuestra nuestra absoluta estupidez como especie-, el de la
muerte humanitaria.
En estos barbechos es difícil sembrar algo que no vaya a germinar
minusválido, albergando además expectativas de que los frutos de
tal labrantío no hiedan a hipocresía, negligencia y subnormalidad.
Es por ello que las respuestas a tales agresiones y tales
incompetencias del ser humano, venidas de la mano de aquellos grupos
que tratamos de denunciar y abolir el especismo -construyendo así
un mundo respirable para la vida sobre unas bases que no tambaléen-,
se topa a menudo con una de las aparentes disgresiones del conflicto
ético contemporáneo: el dilema de la prohibición.
Prohibir está feo, prohibir es inmoral, prohibir es fascista... pero
todo nuestro Derecho y su historia están de hecho basados en la
prohibición. ¿ Por qué ?, muy sencillo, porque el ser humano tiene
tendencia a disgredir, por eso el asesinato de personas, la
paidofília o la violación sexual está prohibida. Hay que acotar al
ser humano, porque cuando esa vigilancia se relaja, el ser humano
construye Auschwitz y el Libre Mercado. Es en esos campos donde la
evolución del derecho deriva a que el asesinato injustificado de
animales no humanos será penado dentro de algún tiempo.
Pero ya en términos éticos resulta como mínimo preocupante que
algo tan evidentemente nocivo como asesinar, violar o abusar de
animales -humano o no humanos-, DEBA ser prohibido. ¿ Qué ocurre ?,
¿ no hay un sistema de valores o un código moral que evite que se
cometan tales despropósitos ?, ¿ no es suficiente lo repugnante de
dichos actos para impedir que sean cometidos ?. Al parecer el ser
humano no entiende todavía profundamente el orígen y las
consecuencias de sus propios actos, ni la naturaleza de sus bajos
instintos.
¨Pero, hombre, no seas ingenuo, estamos hablando sólo de animales¨,
es la frase enarbolada por la mayoría de personas, previa a
continuar esgrimiendo argumentos como armas blancas contra el resto
de las especies animales para seguir explotándolas, aplastándolas y
destruyéndolas.
Aunque sucede que tampoco es así, a juzgar por las innúmeras leyes
de bienestar animal que existen en el mundo, desde el derecho a no
matar a palos a un perro ( por mucho que se lo mereciera debido a su
imperdonable pecado de andar a cuatro patas ), no ahorcar a un
cachorro de gato ( por mucho que se lo mereciera por no escribir
poesía ), hasta el no poder reventar a trabajar a un caballo ( por
mucho que se lo mereciera por el hecho de tener cola ), o muchas
otras situaciones donde el trato y el respeto a los animales no
humanos ha establecido unas parcas pero comprensibles normal éticas
de conducta, por fortuna entendibles a esa mayoría de la gente que
no veía en un principio problema moral en el abuso a los animales no
humanos. Ese es un inamovible principío de caución y empatía que
funciona más allá de los intereses económicos o culturales de los
grupos e individuos que cometían y cometen delitos contra los
animales. Damos pasos en ese sentido como fijamos estrategias en esa
dirección.
No es que la Liberación del animal no humano -mediante la aplicación
de derechos y legislación así como mecanismos de protección para
los inocentes-, sea un despropósito, una utopía, una quimera o
incluso un insulto al humanismo. De ninguna manera. Precisamente es
un hecho real de una contundencia ineludible. Los animales no humanos
están teniendo derechos y aceptación moral en el grupo humano,
están yendo a los parlamentos, están abarcando todas las clases y
los espectros sociales, están teniendo un espacio en las leyes
penales y civíles, así como en el espacio público. En resumen,
están siendo algo más que una propiedad. Y lo mejor de todo ello es
que no lo hacen solamente en función al bien o al mal que puedan
generar en el proyecto social, sinó que existen por sus propios
méritos, por su propio derecho de existencia, sin condiciones.
Luchamos cada día, cada hora, cada década, no se aprecian aparentes
luces en este tunel oscuro del especismo, pero basta con mirar atrás
para ver que el presente, el espacio que ocupamos, es notoriamente
más claro que el pretérito. A la historia hay que referirse, y esos
logros afectan también a los derechos humanos.
Es un tema antiguo el de la muerte de las demás, y el de su
indiferencia ante ella. Pero en tiempos de crisis económicas, las
personas van a valorar que lo importante no es el dinero, las
propiedades, el curriculum vital oficial u otros tantos espejismos de
la publicidad, sinó las relaciones con las demás, la lucha contra
la soledad de las multitudes, el amor como una ola que nos barre y
nos deja mejor que antes de ella, el precio de la vida.
Los símbolos del poder son sólo eso: símbolos. El Parlamento, las
superestructuras económicas, la red cernida sobre nuestra libertad
de elección, el ejército, el dinero, los mataderos, las plazas de
toros...sólo son lugares y circunstancias de algo más sólido y
difícil de destruir, la esencia psicótica de nuestra sociedad:
nuestras debilidades, nuestro tuetanal, profundo, vertiginoso y
mezquino miedo. Una vez vencido el miedo a perder o a no tener, las
alternativas se desarrollan como setas tras la lluvia. Habrá quizás
que destruir los símbolos, claro, pero sin la obsesión por ellos.
Si
no existe un edificio parlamentario donde ciertas asesinas señalan
la dirección de sus tanques o el destino de un grupo social,
entonces se inventará un nuevo organismo que acometa las mismas
funciones. Si no existe una Iglesia que castre la libertad personal
de cada individua, serán otros engranajes nuevos los que lo hagan.
Si no existe el dinero, la gente encontrará otro sustituto a él,
quizás más pernicioso. Si no existen lugares específicos donde un
ser vivo pueda ser convertido en pulpa para el consumo de otros,
entonces se hallarán métodos de conseguir la perpetuación de dicho
consumo. No, el problema no es la forma, sinó el contenido. Y siendo
como somos animales destructores somos también la bipolaridad:
animales constructores. Nuestra decisión de lo uno o lo otro se basa
en nuestra fe potencial en ello y sobretodo en sucumbir o no al miedo
a lo diferente, a la exclusión, a ser mal mirada por la calle.
Ciencia con conciencia, estética con ética y ante todo la
definición de los valores con que queremos ser representados y
queremos seguir y darle al futuro. Un futuro sin sangre fácil y una
sociedad sin víctimas pueden ser una regla básica para conseguir,
si no la armonía total, al menos el no ser nosotras esa sangre fácil
y esa víctima que la sociedad enferma que nos legaron necesita para
ser.
No tengáis miedo. Las personas sin miedo hicieron las revoluciones.
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