DIETAS
SEXUALES
Nos cuenta Aristófanes en su obra ¨Lisístrata¨ (411 a.C.) que un
grupo de esposas griegas encabezadas por la mujer que da título a la
obra, hartas de las vehementes explosiones de testosterona bélica de
sus maridos soldados, deciden declararse en huelga sexual,
posicionándose firmemente en un intento de terminar con la guerra
del Peloponeso y conseguir por fin que sus maridos se queden en casa
en lugar de ir a despedazarse en la batalla. El sistema que emplean
es simple: no entregarán sus favores carnales a los hombres hasta
que estos no concluyan la guerra.
Probablemente se trate de uno de los primeros documentos literarios
históricos sobre la resistencia pasiva, es decir, la accion directa
de la inacción directa. En dicha comedia se pone de manifiesto cómo
y de qué modo la renuncia puede ser un camino y un arma contra el
asedio de la brutalidad. Ni Thoreau ni Gandhi habían nacido aún,
pero seguro leyeron después esta obra.
La huelga sexual de las mujeres en Lisístrata contiene un ejercicio
plural de democracia real (recordemos que en la Antigua Grecia las
mujeres no tenían derecho a voto), y asimismo un excelente método
de activismo, con el cual una no puede menos que comulgar. La obra en
fin, concluye con el pacto amigo entre los erectos y suplicantes
combatientes, que no pueden soportar más la abstención a que les
obligan sus cónyugues. Todo acaba en una fiesta de danzas y
dopaminas, cantos y feniletalimina, manjares y adrenalina y... sexo.
Un final feliz, como se ve.
El sexo y el amor son estrategias muy poderosas en el femenino. Es
por ello que suele suceder que una muchacha vegana consiga mucho más
fácilmente que su pareja masculina entienda las razones del
veganismo y acabe practicándolo, lo cual al revés es menos
frecuente, aunque no imposible. La mujer que decide abrazar o no
hacerlo, tiene un poder de persuasión inmenso, habida cuenta que los
grandes temas de la Humanidad son el sexo y la muerte. Incluso es
fácil abrazar y ser abrazada. Lo difícil es lograr quedarse en ese
abrazo.
Amar y ser amada, aceptar y ser aceptada, son las bases emocionales
de las individuas sanas. Como animales sociales nos gusta
relacionarnos, establecemos lazos multitudinarios, grupales o de
pareja constantemente, y es en estos últimos -los más importantes-,
donde los juegos de dominación, sumisión, roles de equidistancia y
respeto por las decisiones de la persona con la que establecemos
contacto íntimo, se convierten en claves de comportamiento que
suelen proyectarse más allá del propio núcleo sentimental. No se
trata del perverso ejercicio de la manipulación, sinó del sano
deporte de hacer comprender la importancia de nuestros puntos de
vista y hacerlos respetar.
http://vegangrafik.blogspot.com/
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Como vegana ética y activista, yo siempre propondría una huelga
sexual y afectiva permanente a las personas carnívoras. No por
crueldad, sinó porque precisamente ese monstruoso sistema que
explota y oprime a los animales no humanos es indudablemente
mantenido y exhaltado ( hasta cotas históricas jamás alcanzadas ),
porque lo aceptamos, de una u otra manera, en mayor o menor
intensidad. Por ejemplo, un cazador que vuelve a casa con cadáveres
robados sanguinariamente al bosque y encuentra una mujer asqueada de
su acto y decidida a boicotarle con su indiferencia o su rechazo, es
un cazador que se plantea salir al bosque, y que acaba no yendo. Un
cazador que encuentra aceptación, cariño y ternura en casa después
de haber asesinado sin piedad fuera de ella, es una persona que se
crece emocionalmente con sus fechorias, encontrando eco de ellas bajo
su propio techo, ahí donde más frágil y necesario se encuentra. Lo
mismo sucede con las veganas que no aceptan que en sus neveras yazgan
trozos de personas no humanas dispuestas para ser cocinadas.
La vergüenza por nuestros actos sólo aparece cuando las demás no
los entienden o no los aceptan. La vergüenza es un acto social, como
el reír o el llorar. Por eso es importante en el ámbito social
estimular la vergüenza de quien no la manifiesta de modo natural
cuando ha llevado a cabo un acto vergonzoso ante la ética, porque de
ese modo se logran los cambios sociales positivos que disfrutamos a
día de hoy. Un acto criminal es punible de modo legal, pero primero
debe ser motivo de rechazo ético. Cuando la propia conciencia no
funciona entonces se aplica la altura moral, y cuando esos dos
mecanismos no son suficientes entonces, en última instancia, se
aplica la ley. Y como sucede que es legal por ejemplo el comer carne,
el testar en animales, el votar a partidos neonazis, el tener
opiniones racistas o sexista ( aunque no el manifestarlas ) y otras
tantas disfunciones de una civilización que se llame avanzada,
entonces debemos aplicar estrategias morales de vergüenza para
quienes la practican. No es un castigo, es una llamada de atención,
una voz que advierte sobre conductas negativas.
Particularmente no me imagino besando unos labios carnívoros, como
no me imagino besando labios de neonazis. Perdón por la provocación,
pero es legítima. Al mismo tiempo encuentro que casi tan erótico
como una muchacha vegana es una muchacha en bicicleta. Cada una tiene
sus fetiches y los míos como se ve, son ecologistas.
Toda
tragedia y desasosiego son susceptibles de mostrar un rostro habitual
y neutro, sin reflejar la supuesta dimensión de una pérdida. Y lo
peor no es constatar cómo las amadas se adaptan a nuestra ausencia,
sinó con qué facilidad nosotras mismas lo hacemos. Entre el absurdo
reino de quienes llegan en primer lugar y el absurdo reino de quienes
lo hacen en último, existe el tranquilo reino de quienes no
competimos.
El vegetarianismo es sólo una puerta a la casa de los derechos
animales, pocos otros accesos hay más coherentes. El vestíbulo de
esa casa es el veganismo, pero es la vida en esa casa, el activismo
regular y exhaustivo, el que da sentido al hogar.
Un modo de activismo es el sexual y amoroso, la dieta de la cama y
del amor.
La poderosa
objeción de la dulce carne viva contra la vergonzosa carne muerta.
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