¨Nací
para robar rosas de las avenidas de la muerte¨
Charles
Bukowski
EL DISCURSO
DEL SIGLO
Subido
al alféizar de la ventana, se dispone de nuevo a predicar sus
lucubraciones posthumanistas, con expresión impertérrita y una buena provisión de
galletitas en la panza, acomete: ¨viven en un mundo de excesos, esa
especie vertical, bucean sin oxígeno en tempestuosos océanos de
cifras sin sentido, cantidades industriales de números que han
perdido su significado objetivo y derivan en abstractos conceptos de
cantidad¨. Y continúa grandilocuente, ¨¿ cuántos países han
visitado en tiempo récord ?, ¿ cuántos labios besaron ?, ¿cuanto
dinero poseen ?, ¿ cuántas propiedades ?... cuánto, cuánto,
cuánto.. y, sobretodo,... ¿ cuánto les posee aquello que poseen
?¨. Tras este comentario tan instructivo y sin más, el felino
Filutek con perícia acrobática...¡hop!... alza un muslo en
perpendicular sobre su nuca y comienza a acicalarse la entrepierna,
certificando así sus palabras a trazas de lengüetazos.
Tras la pausa -que no denota dubitación sinó cauta oferta de
tiempo, con objeto de que la gata Tola ( carnívora recalcitrante )
digiera su discurso-, éste continua: ¨las cifras han colapsado su
sistema intestinal, su aparato digestivo, su ritmo cardíaco, su red
neuronal y su disposición motora¨. Y antes de toser un pelo anudado
en la garganta, Filutek concluye con una sentencia ¨la humana es en
realidad una especie un poco gilitonta. Amén¨.
Se
hace un silencio, nadie pregunta, nadie cuestiona, nadie objeta.
Sigue.
¨¿Qué
ha sucedido para que animales eminentemente diurnos como los humanos
se hallen a gusto en la tinieblas en que se revuelcan?. La verdad, la
luz, la objetividad, son negadas por sí mismos. El miedo posee más
privilegios que los beneficios derivados de ser una misma¨, replica airado relamiéndose los bigotes. ¨Ninguna filósofa humana,
por mucha adicción a la carne que sufriera, degollaría con sus
propias manos y a jornada completa a los corderos que mastica
después. Podría trabajar de camarera, de basurera, de albañil, y
no traicionaría sus conocimientos de filosofía o de ética; pero ¿
quién racional y sensible podría ganarse la vida asesinando ?¨.
Tola le escucha mientras masca una lata de comida hecha con restos de
pollo, un poco aturdida y ausente por la pesadez de tal labor. ¨¿
Pero, cómo puedes zamparte eso ?¨, la increpa Filutek enfurruñado,
¨¡puaj, ¡qué asco!, intestinos de animales...¨
Filutek
es un gato vegano, medio asceta medio payaso, producto de una
glamurosa evolución de la ética y de la estética, una gato
intelectual aficionado a las digestiones ligeras de clorofila y
poseedor de algunos conocimientos avanzados en gramática mamífera y
escalada de cortinas, le agrada enroscarse en rincones calentitos y
soñar con la Liberación Animal. Es un gato raro, pelín outsider,
con traje a rayas y orejas giratorias, de este a oeste y viceversa.
Descendió al mundo de los humanos para iluminarles con su risa y sus
ganas de mearse en las paredes, con su metafísica europea y su
budismo zen nipón entre los dedos de las patas de atrás, siempre
dispuesto a dejar una caquita en cubeta ajena y olerle el culo a sus
compañeros de felpudo, a los que entretiene o atormenta con sus
profundas reflexiones existencialistas. Filutek acepta benévolo los
puñados de pienso vegano de acuerdo al proverbio de que el gato es
el único animal que cria humanos para su provecho, pero en realidad
está convencido de la supina memez de dicha especie. Para Filutek,
el ser humano es apenas treintaiseis y medio blanditos centigrados
donde echarse a ronronear.
¨Dios
creo al gato para que el ser humano pudiera acariciar al tigre¨,
recuerda Filutek la cita de Borges, ¨y aunque para las ateas sea un
exceso meter a dios en el asunto, ejemplifica sin embargo que el gato
es un puente directo con la naturaleza salvaje. El felix felix es
selva de punta a punta, desierto de cola a bigotes, indomable,
indispensable, chantajista emocional, curiosa mezcolanza de ternura y
uñas...¨ ( aquí observamos que a Filutek se le suben los humos ).
¨No confio en la gente que abandona en la calle animales que siempre
vivieron en casas. Las humanas que abandona a un animal puede
abandonar a una persona¨, analiza convencido.
¨No
contento con la manifiesta incapacidad de gobernar su propia vida, el
ser humano tiende (muy probablemente como maniobra de recanalizacion
de esa frustracion), a tratar de dominar la vida de las demas,
congeneres o no. Y ese afan se extiende sus pretensiones hasta el
universo. A toda esa mezquina maquinaria de dominio la llaman
Ciencia, la cual desarrolla una segunda incapacidad: la de llamar las
cosas por su nombre, denominando aventura y conocimiento a algo tan
sencillo como la soberbia y la arrogancia¨. Tola ha demostrado no
pillar ni la mitad de lo que Filutek perora desde el alféizar de la
ventana, aunque sigue intentando no dormirse, atacada ya por el
impepinable sopor de la digestión de carroña.
¨La
paradoja es que las jóvenes humanas digan no tener tiempo de hacer
las cosas y las ancianas sí, cuando es a la inversa, curiosa
interpretación del tiempo. O cuando dícen que están matando el
tiempo con algo, qué insensatez, pues si al final es él quien nos
mata...¨. Parpadea suavemente, mete la lengua un rato entre las
zarpitas y prosigue: ¨ no respetar la vida de los animales es el
primer estadio en el camino a no respetar la de los humanos. Negar la
libertad a los animales es una clara confirmación de la negación de
su propia libertad. ¡Maldita sea, llevan haciendo eso desde hace
milenios!¨. Tola definitivamente está perdiendo su batalla contra
la somnolencia, más Filutek, lanzado de nuevo a conjeturas y
aseveraciones, no repara en ella. ¨Hablan del amor como si lo
entendieran, sin sentirlo, sin amarse entre ellos, aunque como dijo
Ciorán, ningún virus podría amar a otro virus...¨.
A
Filutek le gusta citar a Enzensberger, a Kierkegaard y a Ciorán, no
por pedantería, es que es un gato con aspiraciones, que no perdió
el tiempo cazando mariposas sinó que leyó los libros de su
cuidadora, recostado en sus hombros o su regazo en la butaca.
Cualquier otro gato hubiera dormido. Filutek no, Filutek se
cultivaba.
¨Desde
luego, no hay nada que hacer con ellos¨, murmura entre dientes. Pero
en realidad disfruta con sus carícias y no sabe vivir sin ellos. La
noche se posa sobre los objetos entre lucubración y divagación,
Filutek da unas vueltas estratégicas de reconocimiento en el cojín
y decide no luchar más hoy por el mundo. Mañana será otro día.
Tola, panza arriba, ronca ajena a todo. A todo. Como casi todas las
carnívoras.
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