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jueves, 25 de octubre de 2012

LA MÚSICA DEL SILENCIO

                                LA MÚSICA DEL SILENCIO


Una vez leí que son los ojos quienes tienen la fama de las expresiones del rostro, pero que en realidad son las cejas, los párpados y el resto de la musculatura ocular lo que proyecta una imagen acerca de nuestro estado de ánimo ( asombro, afecto, perplejidad, malhumor...), y que los ojos en sí son inmutables, mudos. Una mirada es solamente una forma, un alrededor Una mirada existe en sus circunstancias cercanas. Extrapolado, esto certifica que en realidad no somos quienes somos sinó nuestras circunstancias, ellas nos perfilan. Somos nuestras biografías, lo que nos sucede, lo que nos modela. Lo que vibra en torno nuestro.


Existen numerosas vibraciones a nuestro alrededor, y con ellas, numerosas y dignas alternativas al silencio absoluto, a la aparente no-vibración, entre las que podría enumerar al viento entre los árboles, las olas del mar, a la lluvia sobre los charcos, el eco de las grullas cantando en el bosque y muchas otras piezas de música que, como buena música, sabe combinar la arritmia, la melodía y el trance. Son músicas que nunca pasan de moda, inhumanas y en ello perfectas, provenimos de ellas. Como de la tierra provenimos y a ella regresaremos, nos guste o nos disguste.


Pero de entre las músicas humanas ( me centraré en las europeas para no atribular ), una, personalmente, destacaría al insuperable Bach, al barroco inglés, Cesaria Évora o el Free Jass polaco. Añadamos también que la Exploración del Sonido que un puñado de insignes artistas en el mundo realizan, no sería exactamente música sino una modalidad privilegiada de búsqueda a medio camino entre la ciencia y el arte. Hasta ahí lo que sé de la música.


La música humanamente entendida, es decir solfeos, acordes, melodías y sus innúmeras variantes y ornamentos, no existe en la naturaleza. Sin embargo, y a pesar de ello, es mi modalidad de arte preferida, así como una de aquellas disciplinas que no practico por profunda vergüenza a pretender siquiera tratar de emular algo que anhele la altitud estética y espiritual del Canon de Pachelbel, por ejemplo. No me planteo siquiera intentarlo por temor al vértigo. Siempre enfocado desde el punto de vista holístico: la música es ante todo ritmo y arritmia. Es en ello que coincide con las sístoles y las diástoles de todos los animales que poseemos corazón, las ondas de corto y largo alcance, la pulsiones lumínicas de las estrellas, la cadencia del vuelo de las aves, y muchos otros ritmos-arritmos que vertebran la naturaleza.


No me convenceréis de que existe algo más absoluto y perfecto que la naturaleza, en sus ¨imperfecciones¨ también. Nuestra miserable perpectiva del universo es apenas la minúscula parte de una maqueta, el agujerito por el que interpretamos la inmensidad ( no infinita, según  el efecto muelle del universo en la teoría del BigBang ), pese a que el ser humano pretenda haberlo comprendido.


Los animales no humanos son sensibles a la música, no necesariamente les gusta la misma que a nosotras por cuestiones lógicas de rangos vocales, ritmos cardíacos, capacidad auditiva, etc, y por una interpretación de las notas diferente de la nuestra. Tengo entendido que los peces son sensibles a ciertas músicas, y que reaccionan de modo diferente por ejemplo, al country o al blues. Es sabida la curiosa ADORACIÓN de las vacas por la música, así como en los ratones ha sido comprobada su preferencia por la clásica. Los monos tamarinos disfrutan una música hecha tres octavas más altas que las nuestras con latidos de corazón al doble de rapidez, así como infinidad de ejemplos, cientificamente constatados. Digo esto para los fanes de la ciencia.


David Teie y Charles Snowdon han comenzado a vender canciones compuestas para gatos por internet, música cuya audición es agradable a los felinos. La música para perros al parecer resulta más difícil de componer debido a la variedad de razas y tamaños, aunque las investigaciones en el campo de la psicóloga irlandesa Deborah Wells con respecto a comportamientos y reacciones de los perros confirman que tienen preferencias musicales, apoyadas por estados de ánimo diferentes. Una famosa estrella de youtube fue la cacatúa Snowball que disfrutaba con la música pop, el resto de los loros e incluso los elefantes danzan con la música, inconfundiblemente. Los caracoles pueden llegar a poner más de un 10 por ciento de huevos al son de la música humana, así como los cerdos tienen preferencia por la música pop... y ¡ los noticieros !.


La investigadora Dorothy Retallack, en Denver, constató algo más allá: que las plantas crecían más y mejor al son de músicas armónicas, en algunos otros estudios hasta un 25 por ciento más. Para seres tan sensibles a los cambios como los pertenecientes al mundo vegetal no resulta extraño que gusten o sufran con ciertas melodías o ciertas vibraciones en un mundo sensorial ambiental, envuelto por millones de ondas de todo tipo.


No poseo ningún argumento que certifique que los animales sienten la música igual que nosotros. No poseo ningún argumento que certifique que los animales NO sienten la música igual que nosotros. Por lo que se está investigando, analizando y descubriendo en materia científica en varias ramas, resulta ser que lo que sabemos de los animales no humanos es una porción ínfima respecto a lo que nos resta por descubrir, de modo que en base a la humildad que la ciencia debería presentar antes de tomar el relevo a los dioses en la sabiduría absoluta, exigo como humanista un cauto ¨no lo sabemos¨ antes de hacer arriesgadas aseveraciones, especialmente aquellas aseveraciones que condenan a billones de seres vivos sintientes en este planeta. 


Porque si ello es cierto, si resulta cierto que los animales no humanos vibran y oscilan con emociones idénticas a las nuestras, entonces lo que sucede hoy día en el mundo es un acto de asesinato y homicídio a escala planetaria, perfectamente digno de ser erradicado, condenado y legislado jurídica y éticamente.


La música tiembla en el universo, hay modalidades sublimes de ella que fluyen con las vibraciones mayestáticas del roce de los planetas en sus giros y rotaciones, inabarcables a nuestros torpes sentidos, pero que rumorean en nuestros cuerpos sutilmente.


A pesar de todo, los animales no humanos y las plantas, sin embargo, prefieren no manifestarse auditivamente sinó con el lenguaje del cuerpo y los aromas. Incluso los seres capaces de emitir sonidos rara vez lo hacen a menos que necesiten algo ( el trino de cortejo de las aves o la berrea de los ciervos, los rugidos de amor o miedo de los felinos, el ladrido de expectativa de algo en los cánidos,...). En general los animales no humanos y las plantas permanecen en silencio inaudible, aunque sigan emanando ese silencio audible no a nuestro oído. Ronroneos a escala diminuta, chasquidos insonoros... 


Muy a diferencia de nosotras, monstruas del verbo sin sentido, construyendo mundos de mentiras y crímenes fundamentados en la palabra. Especie de lenguajes confusos cimentados en Babel para nombrar con ellos al miedo y  la diferencia. Lenguajes que deciden qué animales somos ¨asesinados¨ y cuales otros son ¨dormidos¨, qué animales se ¨preñan¨ y cuáles nos ¨embarazamos¨, qué animales ¨copulan¨ y cuáles ¨hacemos el amor¨, lenguajes que dictaminan el valor de una vida en función de si tiene ¨hocico¨o ¨nariz¨, ¨inteligencia¨ o ¨instinto¨. Lenguajes que matan o dan la vida con sumera calificación y su mero uso.


En el caos acústico de la antroposfera, en un mundo contaminado por el lenguaje hueco, el silencio es un lujo animal al alcance de aquellas que quieren fluir, deslizarse, existir sin excesos, como el majestuoso silencio submarino del canto de las ballenas o como el solemne crecimiento del roble de Stelmuze un siglo más. Por poner dos ejemplos de los que quitan el aliento.

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