LA
MÚSICA DEL SILENCIO
Una vez leí que son los ojos quienes tienen la
fama de las expresiones del rostro, pero que en realidad son las cejas, los
párpados y el resto de la musculatura ocular lo que proyecta una imagen acerca
de nuestro estado de ánimo ( asombro, afecto, perplejidad, malhumor...), y que
los ojos en sí son inmutables, mudos. Una mirada es solamente una forma, un
alrededor Una mirada existe en sus circunstancias cercanas. Extrapolado, esto
certifica que en realidad no somos quienes somos sinó nuestras circunstancias,
ellas nos perfilan. Somos nuestras biografías, lo que nos sucede, lo que nos
modela. Lo que vibra en torno nuestro.
Existen numerosas vibraciones a nuestro alrededor,
y con ellas, numerosas y dignas alternativas al silencio absoluto, a la
aparente no-vibración, entre las que podría enumerar al viento entre los
árboles, las olas del mar, a la lluvia sobre los charcos, el eco de las grullas
cantando en el bosque y muchas otras piezas de música que, como buena música,
sabe combinar la arritmia, la melodía y el trance. Son músicas que nunca pasan
de moda, inhumanas y en ello perfectas, provenimos de ellas. Como de la tierra
provenimos y a ella regresaremos, nos guste o nos disguste.
Pero de entre las músicas humanas ( me centraré en
las europeas para no atribular ), una, personalmente, destacaría al insuperable
Bach, al barroco inglés, Cesaria Évora o el Free Jass polaco. Añadamos también
que la Exploración del Sonido que un puñado de insignes artistas en el mundo
realizan, no sería exactamente música sino una modalidad privilegiada de
búsqueda a medio camino entre la ciencia y el arte. Hasta ahí lo que sé de la
música.
La música humanamente entendida, es decir solfeos,
acordes, melodías y sus innúmeras variantes y ornamentos, no existe en la
naturaleza. Sin embargo, y a pesar de ello, es mi modalidad de arte preferida,
así como una de aquellas disciplinas que no practico por profunda vergüenza a
pretender siquiera tratar de emular algo que anhele la altitud estética y
espiritual del Canon de Pachelbel, por ejemplo. No me planteo siquiera
intentarlo por temor al vértigo. Siempre enfocado desde el punto de vista
holístico: la música es ante todo ritmo y arritmia. Es en ello que coincide con
las sístoles y las diástoles de todos los animales que poseemos corazón, las
ondas de corto y largo alcance, la pulsiones lumínicas de las estrellas, la
cadencia del vuelo de las aves, y muchos otros ritmos-arritmos que vertebran la
naturaleza.
No me convenceréis de que existe algo más absoluto
y perfecto que la naturaleza, en sus ¨imperfecciones¨ también. Nuestra
miserable perpectiva del universo es apenas la minúscula parte de una maqueta,
el agujerito por el que interpretamos la inmensidad ( no infinita, según el efecto muelle del universo en la teoría del
BigBang ), pese a que el ser humano pretenda haberlo comprendido.
Los animales no humanos son sensibles a la música,
no necesariamente les gusta la misma que a nosotras por cuestiones lógicas de
rangos vocales, ritmos cardíacos, capacidad auditiva, etc, y por una
interpretación de las notas diferente de la nuestra. Tengo entendido que los
peces son sensibles a ciertas músicas, y que reaccionan de modo diferente por
ejemplo, al country o al blues. Es sabida la curiosa ADORACIÓN de las vacas por
la música, así como en los ratones ha sido comprobada su preferencia por la
clásica. Los monos tamarinos disfrutan una música hecha tres octavas más altas
que las nuestras con latidos de corazón al doble de rapidez, así como infinidad
de ejemplos, cientificamente constatados. Digo esto para los fanes de la
ciencia.
David Teie y Charles Snowdon han comenzado a
vender canciones compuestas para gatos por internet, música cuya audición es
agradable a los felinos. La música para perros al parecer resulta más difícil
de componer debido a la variedad de razas y tamaños, aunque las investigaciones
en el campo de la psicóloga irlandesa Deborah Wells con respecto a
comportamientos y reacciones de los perros confirman que tienen preferencias
musicales, apoyadas por estados de ánimo diferentes. Una famosa estrella de
youtube fue la cacatúa Snowball que disfrutaba con la música pop, el resto de
los loros e incluso los elefantes danzan con la música, inconfundiblemente. Los
caracoles pueden llegar a poner más de un 10 por ciento de huevos al son de la
música humana, así como los cerdos tienen preferencia por la música pop... y ¡
los noticieros !.
La investigadora Dorothy Retallack, en Denver,
constató algo más allá: que las plantas crecían más y mejor al son de músicas
armónicas, en algunos otros estudios hasta un 25 por ciento más. Para seres tan
sensibles a los cambios como los pertenecientes al mundo vegetal no resulta
extraño que gusten o sufran con ciertas melodías o ciertas vibraciones en un
mundo sensorial ambiental, envuelto por millones de ondas de todo tipo.
No poseo ningún argumento que certifique que los
animales sienten la música igual que nosotros. No poseo ningún argumento que
certifique que los animales NO sienten la música igual que nosotros. Por lo que
se está investigando, analizando y descubriendo en materia científica en varias
ramas, resulta ser que lo que sabemos de los animales no humanos es una porción
ínfima respecto a lo que nos resta por descubrir, de modo que en base a la
humildad que la ciencia debería presentar antes de tomar el relevo a los dioses
en la sabiduría absoluta, exigo como humanista un cauto ¨no lo sabemos¨ antes
de hacer arriesgadas aseveraciones, especialmente aquellas aseveraciones que
condenan a billones de seres vivos sintientes en este planeta.
Porque si ello es cierto, si resulta cierto que
los animales no humanos vibran y oscilan con emociones idénticas a las
nuestras, entonces lo que sucede hoy día en el mundo es un acto de asesinato y
homicídio a escala planetaria, perfectamente digno de ser erradicado, condenado
y legislado jurídica y éticamente.
La música tiembla en el universo, hay modalidades
sublimes de ella que fluyen con las vibraciones mayestáticas del roce de los
planetas en sus giros y rotaciones, inabarcables a nuestros torpes sentidos,
pero que rumorean en nuestros cuerpos sutilmente.
A pesar de todo, los animales no humanos y las
plantas, sin embargo, prefieren no manifestarse auditivamente sinó con el
lenguaje del cuerpo y los aromas. Incluso los seres capaces de emitir sonidos
rara vez lo hacen a menos que necesiten algo ( el trino de cortejo de las aves
o la berrea de los ciervos, los rugidos de amor o miedo de los felinos, el
ladrido de expectativa de algo en los cánidos,...). En general los animales no
humanos y las plantas permanecen en silencio inaudible, aunque sigan emanando
ese silencio audible no a nuestro oído. Ronroneos a escala diminuta, chasquidos
insonoros...
Muy a diferencia de nosotras, monstruas del verbo
sin sentido, construyendo mundos de mentiras y crímenes fundamentados en la
palabra. Especie de lenguajes confusos cimentados en Babel para nombrar con
ellos al miedo y la diferencia.
Lenguajes que deciden qué animales somos ¨asesinados¨ y cuales otros son ¨dormidos¨,
qué animales se ¨preñan¨ y cuáles nos ¨embarazamos¨, qué animales ¨copulan¨ y
cuáles ¨hacemos el amor¨, lenguajes que dictaminan el valor de una vida en
función de si tiene ¨hocico¨o ¨nariz¨, ¨inteligencia¨ o ¨instinto¨. Lenguajes
que matan o dan la vida con sumera calificación y su mero uso.
En el caos acústico de la antroposfera, en un
mundo contaminado por el lenguaje hueco, el silencio es un lujo animal al
alcance de aquellas que quieren fluir, deslizarse, existir sin excesos, como el
majestuoso silencio submarino del canto de las ballenas o como el solemne
crecimiento del roble de Stelmuze un siglo más. Por poner dos ejemplos de los
que quitan el aliento.
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