“Si
los elegidos de los dioses mueren jóvenes
¿qué
hacer con el resto de la vida?¨
Wisława Szymborska
JUEGOS
Os
propongo un juego: acordaros de vosotras mismas. Quiero que volváis
a vuestros cinco o diez años de edad, creo que puede ser un modo
definitivo de contactar con la Naturaleza y sus criaturas y de
comprender sintiendo. Volver tiene sentido porque las niñas poseen
el don de la poliglotía universal dado que se comunican con el mundo
exterior e interior en un idioma sencillo, pero abarcable
directamente con gran cantidad de especies, e indirectamente con las
demás, lejos de los atributos y las sabidurías absurdas de las
adultas humanas. Hacen falta menos adultas en el mundo, menos viejas
con corazón de vieja ( como el cantante Iggy Pop, que en una edición
del Festival de Río solicitó en su cathering carne de especies
animales en peligro de extinción ), y más ancianas con corazón de
niña.
Incluso
aquellas personas que han tenido una infancia torturada, un principio
difícil en la vida, son capaces sin demasiado esfuerzo de recordarse
las alegrías ante las vicisitudes, durante aquellos instantes
salvados de inocencia. Una persona siempre puede y sabe rescatar los
momentos más felices de la infancia, cuando se establecía comunión
con lo simple y lo pacífico, con la libertad, con la vida, con la
curiosidad sana, sin la retórica del miedo que nos depara una
sociedad mal hecha. No trato con este texto de idealizar a todas las
niñas, porque las hay perversas, solamente trato de evidenciar un
baremo con el cual la mayoría de las personas estarán de acuerdo.
Una niña sana reconduce sus emociones sin permitir que estallen en
cólera, en resentimiento, en venganza o en reubicación del objeto
de su frustración ( ser castigadas por las tutoras y catalizar esa
rabia en un animal no humano, por ejemplo).
Según
la clasificación de Kellert y Felthous (1985:1122-1124), controlar
al animal, satisfacer prejuicios contra otras especies o razas,
expresar agresión, aumentar la propia agresividad, sorprender a la
gente por diversión, como represalia contra una acción del animal,
como represalia contra otra persona, como desplazamiento de la
hostilidad de una persona hacia un animal, o sadismo no específico,
suelen ser los nueve tipos de conducta agresiva ejercidas por adultas
criminales y no criminales contra otras especies. Algunas de esas
conductas no pueden ser extrapoladas a las niñas por una mera
cuestión de falta de experiencia debida a la tempranía de edad,
aunque esas mismas niñas quizás por reacción al totalitarismo de
la imposición adulta, a la dictadura de las inclemencias, o a una
mera cuestión genética todavía por determinar ( detectada en los
niveles de dopamina )-, pueden en ocasiones llegar a ser crueles con
los animales. Tengamos en consideración siempre que las niñas
todavía no han aprendido algunas de esas conductas de segregación,
su mundo de caución y desprecio no es tan desarrollado, y la
complejidad de sus frustraciones y complejos -en general herencia de
las adultas-, no es tan alta ni contaminada por los fantasmas
sociales.
Dice
la psicología moderna que las niñas se fijan en las igualdades más
que en las diferencias, por tanto no hay sustanciales disimilitudes
entre el padre y la madre, entre una amiga, la abuela, un perro y un
cerdo, son sensibles a su dolor y empaticas con su alegría o su
tristeza, pues como ya he apuntado se comunican en un idioma no
verbal, en el lenguaje del cuerpo y en la emisión de vibraciones
simpáticas, en definitiva, en el lenguaje de la naturaleza, de donde
provenimos. Por supuesto las niñas advierten ciertas diferencias,
pero estas no son excluyentes, es la inculcación adulta la que
estropea su sencilla inocencia y determina, por ejemplo, qué
animales son señalados para comer o cuáles otros para jugar, qué
seres humanos son para abrazar y cuáles otros son para mantenerse
lejos. Entablan hiperdesarrolladas conexiones sensitivas ( recordemos
que las niñas son potentisimas sensocentristas ), que pueden en
ocasiones ser erróneas por experimentación, sin duda, pero que ni
de lejos aparecen más falsas que ese mundo consciente de engaños,
mentiras, miedos y crueldad que las adultas deparamos para ellas
minuciosamente, criminalmente.
Un
ejemplo práctico: una niña mira un cerdo y piensa ¨tiene dos ojos
y orejas, como yo¨. Una adulta, ante ese mismo cerdo, piensa: ¨anda
a cuatro patas y tiene cola, o sea, no tiene nada que ver conmigo¨.
Es en esos escenarios diferenciales-excluyentes es cuando entendemos
que mueran y sean explotados billones de animales, dado que se trata
de un concepto adulto, demasiado partidista y ajustado a una visión
unidireccional e instrumentalista de la naturaleza.
Se
suele comparar a las niñas con botellas vacías a las que hay que
llenar, pero la evidencia demuestra que es precisamente lo contrario,
son botellas plenas, de sentidos, de intuiciones, de sabios
instintos, de posibilidades... que nos encargamos de ir castrándoles,
vaciando, anulando y acotando con la feliz y perversa expectativa de
que se conviertan... ¡ en nosotras !, heredando así nuestro
micromundo emocional, y una cierta megalomanía basada en nuestra
figura como ejemplo, a falta de otro modelo mejor.
En la
marginación contra el resto de los animales no humanos encontramos
todos los elementos de la marginación llevada a cabo contra los
animales humanos. Características exclusivas de tal o cual prejuicio
son invariablemente halladas en alguna de las cientos de facetas
típicas de nuestra relación con los animales no humanos, solamente
es cuestión de tirar del hilo. Y todas ellas proceden de un extraño
principio de sublimación del ser humano como especie dominante. En
el mundo infantil no existe ese grado de dominación. Y pese a que
todas las especies sienten prioridad sobre su individualidad y sus
privilegios sobre ciertas otras especies -en el ámbito exclusivo de
la supervivencia-, ninguna otra eleva esa condición al estatus de
deificación, como lo hace la nuestra.
Ingenuidad,
capacidad de fascinación por los temas más triviales, exaltación
de lo mundano y natural, cooperación con esa naturaleza, respeto e
interactuación no invasiva con las otras especies animales y la
propia especie,... caracterizan el mundo de las niñas que aun no han
sido atrapadas por los errores de las adultas.
Hacer
una hija es sencillo ( tanto que las conejas o las gatas lo hacen
mucho mejor ), lo difícil en el mundo humano, el verdadero reto, es
lo que viene después: fomentar esquemas de valores positivos, educar
en la socialización no excluyente, formar un espíritu valiente pero
sin ser agresivo, sincero sin hipervulnerabilidad, enseñar el
delicado arte de la bondad, la solidaridad, la cosmovisión holística
y en definitiva permitir a las niñas el aprender a aprender, con
humildad, lejos de la prepotencia de las adultas y la sociedad, lejos
de este mal construido mundo. De este modo, niñas y adultas con
espíritu de niñas tienen y tenemos la posibilidad de cambiarlo
todo, como en una revolución, como en la revolución, dentro del
juego de recordar aquella época cuando el mundo tenia sentido y no
era algo hostil a lo cual vencer para someterlo a nuestro capricho.
Aquella
época castrada de nuestras vidas en que los animales no humanos eran
nuestros iguales, tan personas como nosotras. Ya veis que no es nada
nuevo: reside en lo que un día ya vivimos.
(Publicado en la revista Vege, octubre 2012)
(Publicado en la revista Vege, octubre 2012)
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