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jueves, 25 de octubre de 2012

JUEGOS

Si los elegidos de los dioses mueren jóvenes
¿qué hacer con el resto de la vida?¨
                                   Wisława Szymborska


JUEGOS


                  Os propongo un juego: acordaros de vosotras mismas. Quiero que volváis a vuestros cinco o diez años de edad, creo que puede ser un modo definitivo de contactar con la Naturaleza y sus criaturas y de comprender sintiendo. Volver tiene sentido porque las niñas poseen el don de la poliglotía universal dado que se comunican con el mundo exterior e interior en un idioma sencillo, pero abarcable directamente con gran cantidad de especies, e indirectamente con las demás, lejos de los atributos y las sabidurías absurdas de las adultas humanas. Hacen falta menos adultas en el mundo, menos viejas con corazón de vieja ( como el cantante Iggy Pop, que en una edición del Festival de Río solicitó en su cathering carne de especies animales en peligro de extinción ), y más ancianas con corazón de niña.

                    Incluso aquellas personas que han tenido una infancia torturada, un principio difícil en la vida, son capaces sin demasiado esfuerzo de recordarse las alegrías ante las vicisitudes, durante aquellos instantes salvados de inocencia. Una persona siempre puede y sabe rescatar los momentos más felices de la infancia, cuando se establecía comunión con lo simple y lo pacífico, con la libertad, con la vida, con la curiosidad sana, sin la retórica del miedo que nos depara una sociedad mal hecha. No trato con este texto de idealizar a todas las niñas, porque las hay perversas, solamente trato de evidenciar un baremo con el cual la mayoría de las personas estarán de acuerdo. Una niña sana reconduce sus emociones sin permitir que estallen en cólera, en resentimiento, en venganza o en reubicación del objeto de su frustración ( ser castigadas por las tutoras y catalizar esa rabia en un animal no humano, por ejemplo).

                       Según la clasificación de Kellert y Felthous (1985:1122-1124), controlar al animal, satisfacer prejuicios contra otras especies o razas, expresar agresión, aumentar la propia agresividad, sorprender a la gente por diversión, como represalia contra una acción del animal, como represalia contra otra persona, como desplazamiento de la hostilidad de una persona hacia un animal, o sadismo no específico, suelen ser los nueve tipos de conducta agresiva ejercidas por adultas criminales y no criminales contra otras especies. Algunas de esas conductas no pueden ser extrapoladas a las niñas por una mera cuestión de falta de experiencia debida a la tempranía de edad, aunque esas mismas niñas quizás por reacción al totalitarismo de la imposición adulta, a la dictadura de las inclemencias, o a una mera cuestión genética todavía por determinar ( detectada en los niveles de dopamina )-, pueden en ocasiones llegar a ser crueles con los animales. Tengamos en consideración siempre que las niñas todavía no han aprendido algunas de esas conductas de segregación, su mundo de caución y desprecio no es tan desarrollado, y la complejidad de sus frustraciones y complejos -en general herencia de las adultas-, no es tan alta ni contaminada por los fantasmas sociales.

                       Dice la psicología moderna que las niñas se fijan en las igualdades más que en las diferencias, por tanto no hay sustanciales disimilitudes entre el padre y la madre, entre una amiga, la abuela, un perro y un cerdo, son sensibles a su dolor y empaticas con su alegría o su tristeza, pues como ya he apuntado se comunican en un idioma no verbal, en el lenguaje del cuerpo y en la emisión de vibraciones simpáticas, en definitiva, en el lenguaje de la naturaleza, de donde provenimos. Por supuesto las niñas advierten ciertas diferencias, pero estas no son excluyentes, es la inculcación adulta la que estropea su sencilla inocencia y determina, por ejemplo, qué animales son señalados para comer o cuáles otros para jugar, qué seres humanos son para abrazar y cuáles otros son para mantenerse lejos. Entablan hiperdesarrolladas conexiones sensitivas ( recordemos que las niñas son potentisimas sensocentristas ), que pueden en ocasiones ser erróneas por experimentación, sin duda, pero que ni de lejos aparecen más falsas que ese mundo consciente de engaños, mentiras, miedos y crueldad que las adultas deparamos para ellas minuciosamente, criminalmente.

                       Un ejemplo práctico: una niña mira un cerdo y piensa ¨tiene dos ojos y orejas, como yo¨. Una adulta, ante ese mismo cerdo, piensa: ¨anda a cuatro patas y tiene cola, o sea, no tiene nada que ver conmigo¨. Es en esos escenarios diferenciales-excluyentes es cuando entendemos que mueran y sean explotados billones de animales, dado que se trata de un concepto adulto, demasiado partidista y ajustado a una visión unidireccional e instrumentalista de la naturaleza.

                        Se suele comparar a las niñas con botellas vacías a las que hay que llenar, pero la evidencia demuestra que es precisamente lo contrario, son botellas plenas, de sentidos, de intuiciones, de sabios instintos, de posibilidades... que nos encargamos de ir castrándoles, vaciando, anulando y acotando con la feliz y perversa expectativa de que se conviertan... ¡ en nosotras !, heredando así nuestro micromundo emocional, y una cierta megalomanía basada en nuestra figura como ejemplo, a falta de otro modelo mejor.

                    En la marginación contra el resto de los animales no humanos encontramos todos los elementos de la marginación llevada a cabo contra los animales humanos. Características exclusivas de tal o cual prejuicio son invariablemente halladas en alguna de las cientos de facetas típicas de nuestra relación con los animales no humanos, solamente es cuestión de tirar del hilo. Y todas ellas proceden de un extraño principio de sublimación del ser humano como especie dominante. En el mundo infantil no existe ese grado de dominación. Y pese a que todas las especies sienten prioridad sobre su individualidad y sus privilegios sobre ciertas otras especies -en el ámbito exclusivo de la supervivencia-, ninguna otra eleva esa condición al estatus de deificación, como lo hace la nuestra.

                  Ingenuidad, capacidad de fascinación por los temas más triviales, exaltación de lo mundano y natural, cooperación con esa naturaleza, respeto e interactuación no invasiva con las otras especies animales y la propia especie,... caracterizan el mundo de las niñas que aun no han sido atrapadas por los errores de las adultas.

                     Hacer una hija es sencillo ( tanto que las conejas o las gatas lo hacen mucho mejor ), lo difícil en el mundo humano, el verdadero reto, es lo que viene después: fomentar esquemas de valores positivos, educar en la socialización no excluyente, formar un espíritu valiente pero sin ser agresivo, sincero sin hipervulnerabilidad, enseñar el delicado arte de la bondad, la solidaridad, la cosmovisión holística y en definitiva permitir a las niñas el aprender a aprender, con humildad, lejos de la prepotencia de las adultas y la sociedad, lejos de este mal construido mundo. De este modo, niñas y adultas con espíritu de niñas tienen y tenemos la posibilidad de cambiarlo todo, como en una revolución, como en la revolución, dentro del juego de recordar aquella época cuando el mundo tenia sentido y no era algo hostil a lo cual vencer para someterlo a nuestro capricho.

                   Aquella época castrada de nuestras vidas en que los animales no humanos eran nuestros iguales, tan personas como nosotras. Ya veis que no es nada nuevo: reside en lo que un día ya vivimos.

(Publicado en la revista Vege, octubre 2012)

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