DARZ
BÓR!
Míralas,
se ríen del cadáver que tienen a sus pies o que muestran orgullosas
a la cámara. No les basta posar junto a la carroña, necesitan
ridiculizarla, mostrar de algún modo que no tuvieron escrúpulos en
destruírla cuando su vida vibraba por todo el bosque, porque una
cosa es morir y otra cosa es morir, y otra cosa es ser matada..
Míralas, sonríen anchamente mostrando los caninos o la cornamenta
del animal masacrado, cuya lengua pende abandonada, fría, inútil,
casi ridícula de no ser por la tragedia. El cuello lacio de la
víctima no disimila en mucho del de una niña muerta. Son las dueñas
de la vida y de la muerte, se autodenominan depredadoras regodeándose
con el disfraz de diosas, pero sólo son vulgares criminales. Posan
como las heroínas que creen ser, valientes ante sí mismas, pero
poseen sólo una osadía armada, como la de la torera ante el toro
minusválido y aterrorizado en la arena, un valor postizo drogado por
el alcohol quizás.
Se
dan golpecitos de complicidad con el codo mientras se empujan la
siguiente salchicha o el próximo vaso de vodka por el gaznate,
comentando el tiro de gracia, la rapidez del encuentro, la certeza
del disparo, como quien debate sobre un gol en el partido de fútbol.
Están ebrias, de arrogancia, de prepotencia, con esa burda
satisfacción que otorga la impunidad del asesinato.
No
van al bosque en son de paz como las personas contemporáneas, no
entran en el bosque como quien busca la tranquilidad en el sinfreno
del caos social, entran en el bosque con el paleolítico en el
corazón, con el neolítico en las venas, no abandonaron los gestos
del cro-magnon ni la simpleza del neanderthal, entran en la arboleda
a matar, tiran a matar, observan a matar. Van al bosque a robarle al
bosque sus más sagradas criaturas. Viven matando y pensando en
matar. La sociedad las ha adoptado como un modo de evitar que
asesinen a otras personas, pero personas así llenan las
enciclopedias con la historia del fuego. Las guerras se mantienen
gracias a la labor tenaz en tiempos de paz de las cazadoras, que
solucionan los problemas a base de gatillo. Sólo muta el contexto,
sólo cambia el escenario.
Resultan
infantiles vistas desde cualquier punto de vista, pero no son niñas,
simplemente carecen de la capacidad de responsabilidad de las
adultas, son bocetos de ser humano, como miembras de una protoespecie
similar a la nuestra. Se jactan de sus escabechinas, que sólo son
hazañas a sus ojos y a los de su casta, parecen una secta mortal.
Toman decisiones rápidas, irreflexivas, asumiendo unas consecuencias
letales que siempre pagan otros, como los actos erróneos de las
niñas. Son juezas, policias, zapateras, presidentas, reinas,
obreras, albañiles, programistas,... altas, bajas, miopes,
hipermétropes, feas (todas), guapas (ninguna), urbanas y rurales, de
izquierdas y de derechas... Enseñan a sus hijas la nomenclatura del
especismo, las hacen posar en las fotos, las educan en el crudo
oficio del desprecio. Cuando sean viejas se sentirán orgullosas de
esas fotografías donde posaban con los despojos de la vida. No les
importará que sus hijas les desprecien o incluso les odien por su
ignorancia asesina. En la vejez el arrepentimiento ya no sirve, es
demasiado tarde.
No
es por piedad que no debemos matar animales, no es por piedad que no
debemos matar animales, no es por piedad que no debemos matar
animales... Se trata de algo más profundo, más esencial, se trata
de dar a los animales no humanos la justicia que les negamos desde
hace decenas de miles de años, se trata de identificarnos como
especie, de avanzar en el plano ético y no mentirnos pensando que
nuestra valía es solamente tecnológica. El ser humano debe
sobreponerse a la inercia de la brutalidad si pretende pervivir.
Ningún animal conoce una falta tan absoluta de escrúpulos como con
la que agrede el ser humano a cuanto le rodea, incluído a sí mismo.
Se
muestran impúdicas en las fotografías, es la cara más brutal de la
pornografía, sólo comparable a las instantáneas que se tomaban las
soldadas nazis o serbias durante sus matanzas, van a matar a otros
bosques, a otros países, a otros continentes, su sed de sangre sólo
tiene límites económicos, se reúnen en sus madrigueras para roer
cadáveres, ataviadas con ridículos sombreros y enarbolando su
humanidad como arma de fuego. Pero sin embargo son simples
antropocentristas, y la diferencia entre humanismo y antropocentrismo
es que el primero siempre pregunta y el segundo sólo responde.
Sonríen
ante las cámaras mientras planean su próximas ejecuciones. A veces
nos matan mientras paseamos por el bosque, no importa, son accidentes
comprensibles y duran poco en la prensa. La civilización avanza, aún
no sé si hacia adelante...
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