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jueves, 25 de octubre de 2012

DERECHOS

Imaginaos la peor persona que podáis. Imagináos una persona que, después de torturar a su propia hija de dos años de edad, quemarle los pezones con cigarrillos, cortarle los lóbulos de las orejas con una hoja de afeitar y quemarle las plantas de los pies con una plancha, entre otros suplicios, la viola, la abre en canal y la deja desangrarse hasta la muerte. Luego se masturba sobre su cadáver. Imaginaos a alguien en condiciones de alienación social capaces de cometer tales atrocidades ( estoy hablando de alguien hipotética, no tengo información de alguien así, lo cual no descarta que exista ). Imaginaos que es atrapada, juzgada y conducida a la cárcel con varias condenas perpetuas que garantizen que nunca más podrá repetir algo similar. Las presas de la cárcel, como sucede a menudo, la violarán ( es el código de las rejas, pues también tras los muros de las prisiones hay padres y madres ), y la inducirán al suicidio durante años, aunque la asesina nunca lo cometerá. Lo que si que hara es asesinar a un par de presas. Esa persona, ni más ni menos enferma que muchas otras que andan en libertad, en vuestro imaginario esa persona execrable, una monstrua indigna de convivir entre personas, que no ha sido ejecutada porque en este país no existe pena de muerte ( por fortuna ), condenada a pudrirse en la prisión durante el resto de su miserable vida, sea cual sea su duración, merecedora de mil muertes quizás, de la más profunda agonía, cuya frontera sobre el mal y el bien simplemente no existe, y de igual modo que Hitler, Stalin, Pol Pot, Gengis Khan o cualquier paidófila, posee muchos más derechos que el cerdo que comiste hoy. El cerdo sin embargo, ante la ley y ante la moral, era inocente. Reflexiona. Si lo haces, el veganismo viene sólo.

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