Las clasificaciones animales suelen ser decididas en base a nuestra taxonomía, fisiología, reino, subreino, orden, familia, género, especie, subespecie..., incluso recibimos nombres -a veces paradigmáticos- derivados de nuestro aspecto o comportamiento. Un ejemplo, el nombre en latín del jilguero es Carduelis carduelis, y proviene de su gusto por comer las semillas de la flor de cardo, o Carduus pycnocephalus (del griego pycnós (denso) y képhalé (cabeza). Aunque no se alimente exclusivamente de dichas semillas su denominaión resulta testimonial e inexacta, pero nos sirve como referencia. Estas referencias a veces son flagrantemente veniales como el catalogar de Sapiens (¨quien sabe¨) a una especie tan profundamente ignorante como la nuestra, y a veces volubles como el nombre Graellsia Isabellae de la polilla Isabelina, bautizada así por su ¨descubridor¨ Mariano de la Paz Graells en honor a sí mismo y a la reina Isabel II de España, que financiaba su trabajo.
Necesitábamos un nombre común en una lengua amplia como entonces fuera el latín, para que independientemente del idioma, pudieramos definir la vida a la hora de referirnos a ella. Es práctico, pero a nivel coloquial, me molesta cada vez más dividir a los animales en Depredador o Presa, es obviamente masculino ese rasgo y la historia de la biología y la etología -secuestrada por los hombres, que excluyeron a las mujeres exahustiva y ferozmente-, empieza a exigir un cambio de paradigma a la hora de interpretar resultados, observaciones, análisis y conclusiones de los datos acumulados. La percepción femenina de esta ciencia ha logrado entrar tímidamente para formar un imaginario y un método de trabajo menos violento y con menos desprecio por la vida, como el trabajo de Dian Fossey, Biruté Galdikas o la recientement fallecida Jane Goodall en el campo de los gorilas de montaña, orangutanes y chimpancés, respectivamente, Shelia Minor con las ballenas, Kristine Bonnevie en genética, Sylvia Earle en biología marítima, Mary Treat en botánica y entomología y tantísimas cientos de mujeres reconocidas o no, que enfocan el estudio de la vida desde una perspectiva menos masculina y violenta.
Ese ansia por definir la existencia en quien mata y es matada es acorde a una cultura de competitividad, miedo, fuerza bruta y jerarquía, las cuales reflejan la sociedad humana, pretendiendo eludir que somos presas, frágiles y torpes, más que depredadoras; o que funcionaríamos mucho mejor con cooperación que con enfrentamiento. Lo que llamamos ¨nuestra depredación natural¨ no es más que falta de escrúpulos y capricho de cazar, NO y NUNCA necesidad de ello, sino mero gusto por la carne. Si el consumo de carne hubiera propiciado el beneficio de nuestra supuesta inteligencia no habría tantas millones de consumidoras de carne en el mundo estúpidas hasta lo ridículo. No somos depredadoras apicales, sino oportunistas omnívoras.
Existen animales carnívoros, que no sobrevivirían con una dieta basada parcial o totalmente en plantas, y ello les obliga a depredar, sí, pero no debería condicionar la definición importante de su especie, que serían por ejemplo su interactuación o no con otras individuas de su especie (el lobo es de manada y el tigre, no), los ecosistemas donde habitan, su construccion o no de madrigueras, si hibernan o no, las épocas y el modo de cría u otros múltiples factores más determinantes que la dieta a la hora de agrupar animales.
Hoy quería centrarme en el lobo. El lobo procede del miacis prehistórico, grupo de antepasados de los cánidos actuales, los cuales se separaron hacia esta línea evolutiva entre 26 y 38 milones de años atrás. Abya Yala y Eurasia son sus lugares de procedencia y se cree que hace 10 millones de años, a través del Estrecho de Bering, se dispersaron por el resto del mundo, formando los cánidos actuales. Las lobas madre de cada manada delegan a una ¨niñera¨ para que eduque a su descendencia, dado que no se las permite procrear, participan en el proceso de desarrollo del cachorro. En toda Europa, los lobos sobreviven divididos en 34 países, y digo sobreviven porque de nuevo los machos humanos europeos cometen la estupidez de ejecutarlos por temor, por placer, por deporte, o porque acusan al lobo de atacar a ¨sus¨ animales ¨de consumo¨ mientras los esclavizan dejándolos sueltos sin protección, delegando esa labor a perros entrenados para defenderse del lobo, el oso u otros humanos. Animales a los cuales dicen amar pero que no les impide degollarlos en cuanto crezcan. Hasta entonces, esos animales de engorde son disgregados pòr los históricos y prehistóricos territorios de caza del lobo, sin importar si él vivía primero y el hecho de que el lobo no puede vivir en cualquier lugar ni en cualquier agujero infecto, como nuestra especie acostumbra, sino que necesita espacios grandes, bosques, montes y montañas, valles y barrancos abiertos, porque el lobo, como la mayoría de animales es porque es en libertad.
En España sobreviven unos 1500 lobos, en Polonia 4000, en Francia 1000, en Alemania 1200, en Italia 3300, 300 en Suiza, 3000 en Rumanía, 500 en Eslovaquia, 300 en Chequia,… pero la mayoría se encuentran en Rusia, unos 70000, debido al espacio vital del cual disponen y la capacidad de huir del ser humano, la conducta más sana que pueda realizar cualquier animal. Siendo generosas podemos calcular que la población de lobos europea, en el mejor de los casos es de 100.000 animales, número que supera en habitantes muchísimas poblaciones como Girona o Jaén, Chorzów o Legnica cuya exigencia territorial de alimentación y recursos requiere cientos de veces el espacio necesario para alimentar a dichos lobos. Todos los animales del mundo sobreviven en gettos naturales y entran en recesión poblacional, menos aquellos que el ser humano ejecuta para el capricho de su megalomanía, cuyo número excede en millones el equilibrio natural.
Si apareciera en el planeta una especie animal con un peso medio de 60 kilos y prosperara hasta una cifra de 8000 millones, ocupando el 75% del espacio terrestre, se desataría una emergencia mundial sin precedentes, seguida de la más fulminante aniquilación de esa especie a palos, a tiros, con bombas, fuego y con una violencia indescriptible, siendo considerada la plaga más devastadora de la historia. Así que eso es lo que somos para los ecosistemas. No hipócrita ni falsa, resulta obscena, perversa y cobarde hasta la náusea esa gente que dice gustarla o incluso amar a los animales mientras pagan a quien los encierra, tortura, degüella y descuartiza para poder mascar golosamente sus cadáveres. Elegir a un animal como beneficiario de nuestra protección y al mismo tiempo condenar a otros porque no se ajustan a nuestros gustos es como matar una cucaracha pero admirar a una mariposa, cuyas diferencias son estéticas, un comportamiento infantiloide, aleatorio y bipolar. El lobo ha sido elegido por muchas personas, defensoras de él incluso, como un animal superior, basándose en cualidades ni mejores ni peores que las de los ratones o las vacas. Hay muchas leyendas entorno al lobo, referidas en cuentos, novelas, historias junto al fuego, y que la gente alimenta con un 90 % de ignoracia y otro 10 % de bobaliconería. Su capacidad de cazar, su libertad, su fortaleza, su velocidad, su resistencia... son símbolos de excepcionalidad que podemos encontrar en muchas otras especies animales, aves, peces, reptiles, en incluso insectos.
La supuesta ferocidad del lobo, considerado sanguinario porque se dice que mata más de lo que come, se explica con que no siempre encuentra comida, y cuando lo hace aprovecha para tragar hasta 10 kilos de carne de una vez (y hasta un 20% de su peso), y dejar después los restos a una distancia cautelar para reposar, e irlos visitando en cuanto digiere lo ingerido, incluso cuando ha llegado al estado de putrefacción, su estómago es capaz de metabolizar esa carne, sólo deja los huesos. Es un comportamiento de máxima optimización del recurso, que la ignorancia humana confunde con maldad. El lobo es un gran regulador de ecosistemas. Más del 60% de los cultivos polacos se usan para cebar animales de consumo, y el 86% de esa comida no es comestible para el ser humano. En España el 60% del terreno cultivable es despilfarrado en alimentar animales, pero el 80% de los animales de consumo proceden de macrogranjas. En el mundo, el 77% de la tierra se desperdicia en alimentar animales. Billones de árboles, millones de kilómetros cuadrados robados a la naturaleza para el capricho subdesarrollado de los lácteos, la carne y el pescado. El ser humano es el único animal que mata y daña por placer, sin motivo, y desperdicia hasta un tercio de la comida que produce, casi 1500 millones de toneladas al año. Como vemos, NO estamos en condiciones de reprochar NADA al lobo.
La reintroducción del lobo en un territorio, implica beneficios para el crecimiento de los pastos, segados por los herbívoros en demasía, a los cuales los lobos mueven por el terreno, de valle a valle, permitiendo la regeneración vegetativa de zonas, vuelta a los diseños originales de los cauces de ríos y meandros, expansión de bosques y mejoría de los índices de esponjosidad de la gleba. Pero incluso aunque no fuera así, los lobos han mantenido sus poblaciones con excelente salud durante millones de años, sin detrimento de otros animales, lo cual delata que a su vez han mantenido saludables sus hábitats.
Los lobos expresan alegría, miedo, ira, tristeza y amor entre sí, como la mayoría de animales. Son mamíferos desarrollados y de manada, de modo que las emocionalidades son muy transparentes y necesarias en sus vidas. Cualquier emoción que hayamos observado en los perros es una copia de la emoción de los lobos. Ayudan, atienden, alimentan y cuidan a otros miembros de su familia lesionados o debilitados, como se ha documentado una manada con un miembro mutilado de una pata que era aceptado por el resto, en una cultura del cuidado más antigua que la nuestra. Si un lobo muere, el resto de la familia aúlla durante horas, y el bosque se entristece en un réquiem fúnebre que llora una pérdida irreparable. Los lobos hablan, como todos los animales que se proyectan, no usan el lenguaje verbal, sino el corporal, el olor de sus orines y una gama de vocalizaciones que abarcan desde gruñidos, chillidos y gemidos hasta el conocido aullido, cuya complejidad de modulación, longitud, pausas e intensidad todavía no han sido descifradas.
No ha sido documentada jamás una muerte humana por ataque de lobo. En el libro ¨Los lobos también lloran¨, Farley Mowat relata en ficción el estudio de un etólogo que debía observar durante un año a unos lobos en el ártico canadiense y confirmar si eran ellos los ¨culpables¨ del descenso de las manadas de caribúes, para descubrir que los lobos se alimentaban principalmente de ratones, o liebres, más fáciles de atrapar porque la dieta del lobo es tan amplia y adaptativa que incluso consumen uvas, arándanos y otras frutas para suplementar.
El especismo es un constructo patológico de conveniencia, no de educación, pero reversible con simple voluntad de hacerlo. No obstante la UE ha rebajado el estatus de protección del lobo de ¨estrictamente protegido¨ a ¨protegido¨, lo cual supone una condena para cientos de lobos que son acribillados en este momento para satisfacer la demanda del mercado carnista de ¨carne ecológica¨ en varios países europeos. Comer carne mata lobos. Cazadores ansiosos de asesinatos y trofeos sonríen felices ante esta situación. El silencio se ha adueñado de algunas regiones donde el lobo ha sido ¨regulado¨ convenientemente, un silencio de noches silenciosas sin los preciosos lamentos del lobo amenazado desde hace siglos, silencio de aullidos que no aúllan, de triste bosque callado.
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