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lunes, 13 de noviembre de 2023

EUFEMISMOS


Hace algunos años, conversando con un famoso veterinario antitaurino español, carnista antivegano, se escandalizó cuando mencioné que lo sucedido en la inseminación artificial de las vacas no era otra cosa que una violación. Es el animalismo habitual, que segrega los animales a respetar y los otros, para consumo. A ninguna persona carnista la parece bien que se cuestione crudamente su conducta, todas escogen posiciones cómodas de desinformación o de acusación de extremismo en cualquier debate al respecto, para no sentir ninguna tentacion de moverse de su zona de confort, del mullido sofá de los caprichos. Es un sofá alzado como un trono, mullido como un trono, por la tibieza de los cuerpos sobre los cuales se asienta. Es el sillón de la jerarquía, ocupado por billones de personas a lo largo de la historia, desde conquistadoras sobre indígenas, verdugas sobre verdugadas, blancas sobre negras, hombres sobre mujeres, o animales humanos sobre animales no humanos. Casi todas las civilizaciones se acostumbraron a ese indiscutible rol de poder y abuso, tan arraigado que realmente no pueden comprender -aunque quisieran-, por qué está mal ser fascista con la demás fauna y con la naturaleza. Inventando modos ¨humanitarios¨ de satisfacer antojos a costa de las libertades y las vidas de seres sintientes, personas en toda regla.


El lenguaje es una de las herramientas más poderosas de desinformación, mentira, oportunismo y depredación, que se utiliza para justificar todo, encontrando en CÓMO hacerlo una salida para no plantearse la cuestión crucial: POR QUÉ hacerlo. En este espectro se abre todo un abanico de eufemismos peyorativos, ridículos en su mayoría, o aludiendo a la longevidad de la jerarquía como argumento (¨siempre se ha hecho¨). Personalmente apruebo y utilizo el método educacional directo, sin eufemismos ni demasiadas metáforas que desvirtúen el mensaje. Comprensible y asertivo, pero directo.


La diferencia a nivel formal entre veganismo y vegetarianismo es que el vegetarianismo no consume carne/pescado y el veganismo no consume nada de orígen animal. Hay muchas otras definiciones de dietas extrañas, a cual más rebuscada y compleja, pero suelen ser opciones basadas en el ego antropocéntrico de la salud o el esoterismo, que ni mencionaré. Las definiciones más populares y asentadas en los discursos mediáticos son esas dos. Hay personas que creen ayudar a los animales renunciando a la carne, hay gente que ayudan a los animales siendo veganas, y hay gente vegana que hace proselitismo vegano, el camino correcto a la liberación animal.


Si a alguien le gustan los animales es porque hay una parte de ella no ha sido corrompida por la sociedad y la indiferencia que conlleva. Si la gustan los animales las gusta la inocencia, la nobleza, la espontaneidad, jugar, vivir en paz y dejar vivir en paz. Si gustan los animales es porque esa persona tiene una alta espiritualidad, en absoluto relacionada con una religión, y una curiosidad innata, asociada a mantener viva a la niña que fuimos, y salvarla de la degeneración de lo adulto. Si nos gustan los animales es porque nos gustan sus vidas, sus vuelos, sus trotes, sus nadares, su gracia en resumen, y no tiene el más mínimo sentido que los dañemos o que paguemos para que alguien lo haga, y mucho menos comerse sus cuerpos o sus esclavitudes. Por todo ello, si nos gustan los animales, el veganismo es el único lógico posible camino.


Pero bueno, vayamos más despacio. La verdad es que la renuncia a comer los cuerpos en proceso de descomposición de los animales es un paso importante que rompe con la inercia milenaria de la costumbre, que discrepa del mayoritismo colectivo, básicamente tendente a considerar a los animales no humanos, cosas. Un supremacismo más letal que el clasismo o el sexismo. La inmensa mayoría de la gente cree no ser fascista porque la inmensa mayoría de la gente ni siquiera sabe qué es el fascismo, hasta que no ven una esvástica no lo reconocen, aunque esa cruz gamada en su momento tampoco fuera reconocida como fascista. El fascismo es un acto de superioridad individual que se organiza para ser un colectivo, un sistema, una mecánica de actuación y opresión. ESO es exactamente el fascismo, cualquiera de los muchos que existen. Hay un lugar en el mundo donde los perros de raza son mejores que los mezclados: en la cabeza de una persona racista.


¿De qué sirve el más elaborado y sólido argumento científico en favor de un grupo social, si la gente desprecia a ese colectivo?. ¿De qué sirven las campañas en favor de las mujeres, si los hombres hacen caso omiso y las violan y matan?. ¿De qué sirven las leyes de defensa animal, si la gente se los come?. Nada sirve, ninguna ley ni coerción, ninguna amenaza, sino la voluntad individual y colectiva de respetar. Cuando nadie mira, cuando sabemos que no habrá castigo o reacción, cuando nos sabemos inmunes es cuando aparece nuestra verdadera naturaleza y posición al respecto. Un siervo con poder para mandar a otros siervos se convierte en un déspota tarde o temprano. Pero el siervo mayor, el supuesto jefé máximo, siempre servirá a otro siervo. La cadena de servitudes humanas es algo matemático. El patrón máximo sirve a su avaricia y su soberbia, y la sucesión de servidumbres hacia abajo no se detiene en la clase más pobre y servil, pues el siervo somete a la sierva de su esposa y esta somete a su vez al pollo que degüella para comerse su cuerpo. Pero ¿a quién somete el pollo?. A nadie, el pollo es naturaleza pura, y la naturaleza nunca somete. La servitud es la gran conclave de la condicion humana, y la complicidad. Nada más concluyente que el silencio de quien connive.


La gente siente auténtico terror a que la igualdad con las otras faunas, rebaje su propio valor, tan frágil es su humanidad. Ese miedo, irracional, sin precedentes, bañado en su propia ignorancia y considerado ataque a la seguridad, revierte en una defensa desproporcionada, consistente en humillar a las faunas, doblegarlas, encarcelarlas, explotarlas, asesinarlas y comérselas, o tirarlas a la basura, para demostrar poder y reforzar la idea de supremacismo. No es un fascismo nuevo, todos los fascismos utilizaron y utilizan ese método de desprecio. La gente teme a la igualdad con los animales porque teme ser tratada como las humanas tratamos a los animales. Nada que las humanas hayan hecho a los animales no se le hace de una u otra manera a las humanas, en un marco de una dinámica de brutalidad que deja muy muy atrás a la brutalidad animal, concentrada y espontánea, sin la premeditación, sistematización y convicción con que la ejecutamos. Somos una especie diferente, qué duda cabe, tal sadismo, tal refinamiento en el dolor, tal capacidad de exterminio SÍ nos diferencia abiertamente del resto de faunas. Por ello es imposible que la relación humana-animal invirtiera sus roles, que los animales nos sometieran, porque no poseen nuestra falta de escrúpulos. Explotar animales humanos o no humanos requiere el mismo esfuerzo y la misma falta de escrúpulos.


El vegetarianismo es la ingenua fantasía de que torturar hasta la muerte a un animal es bueno, si luego no te lo comes. El vegetarianismo es sólo otro eufemismo.


Cada año desaparecen 8 millones de niñas en el mundo, unas 22.00 cada día. Los animales desaparecen cada día por cientos de millones, sin dejar huella, en un anonimato de cifras y pesos. La única oportunidad que tuvieron de vivir, se la robamos. Todas las razas de animales existen por conveniencia de su explotación, y todas esos cambios de cada raza revierten en detrimento del animal. El sistema laboral, los campos nazis o las granjas lecheras, extraen de cada esclava todo cuanto tiene durante su vida útil, hasta desgastarla. Ese proceso concluye con las presas en el crematorio, en el matadero, o en una jubilación en el momento más agotado de nuestras vidas. La vida, entonces, sólo se reduce a producir, y ese sistema puede ser capitalista, comunista, anarcosindicalista o cualquiera que apoye el trabajo asalariado. Votar no basta, ¨mejorar la esclavitud¨no basta, hay que revertir todo el proceso civilizatorio. Los animales no pueden agradecernos que no los dañemos. El veganismo no es algo que se hace para obtener un beneficio personal, sino un acto de justicia, de igualdad, de bondad y de altruismo. Pero no es cierto que sea suficiente con dejar en paz a los animales, veganizando nuestros hábitos, no es bastante, debemos ser activas, dejar de inmiscuirnos colonizando sus espacios naturales, debemos darles espacio para respirar. La cifra de animales muertos por escasez de alimento o espacio vital en el planeta supera con creces el de los animales explotados y asesinados por nuestra especie. Nuestro afan expansionista es criminal, por eso Hitler y otros grandes megalómanos ya hablaban de su necesidad de espacio vital como justificante a sus barbaries. De modo que lo contrario del fascismo expansivo es el decrecimiento, hacernos pequeñas en nuestras necesidades. En lugar de consumir, comprar tierra y déjala asalvajar, reforestar comunales, liberar el espacio que secuestra el afán de satisfacer los más veniales deseos. Ocupar el mínimo espacio posible. Hacernos pequeñas para que quepamos todas en el terreno de más que habitemos con el consumo.


Los animales están perdiendo la batalla, están muriendo por trillones, y no hablo sólo de los ejecutados para el capricho alimentario, están desapareciendo para siempre, individuas y especies enteras, millones de ellas en el más absoluto silencio, sin que parezca que lo hagan. La esperanza es el comodín más recurrente de la pereza y la apatía o el negacionismo, pero los cambios reales sólo son nuestro consumo. No miremos alrededor esperando que las demás lo hagan, ello nos convierte en cómplices. No señalemos a las grandes fortunas como si sólo ellas fueran las culpables, al fin y al cabo ellas viven de nuestro consumo. Hagámonos responsable de nuestra suciedad.


Debemos regresar a esa animalidad sin tenencias, sin avaricias, sin deseos más allá de los de la piel, de una existencia plena y sin posesiones, más cerca de la santidad de lo que cualquier mediocre santidad humana haya siquiera concebido. La tristeza de los animales me cava tumbas en el corazón, más hondas que las de su propia muerte incluso, y queremos convencer de que no dañéis a los animales, ni a sus hábitats, dejando de codiciar lo que no os pertenece, sus vidas sagradas, tan imprescindibles como la vuestra, consumiendo viajes y productos, los cuales para hacerse posibles necesitaron deforestar enormes extensiones de selva, dinamitar montañas, contaminar los océanos o intoxicar el aire. Todo empieza y acaba en una, y que esa conciencia tan alta es la base de la vida de todo ser, como lo fue de la nuestra en nuestros comienzos. La ¨gloriosa¨ humanidad sólo es una pompa de jabón, aparentemente colorida pero llena de nada. Nada de cuanto cuentan los libros de historia y antropología vale más que la lágrima de un animal que sufre.

 

Sin caer en la misantropía, cuanto más tiempo pasamos con los otros animales, menos nos apetece el contacto con nuestra especie. Y si lo pensamos bien, es lógico, no hay desprecio u odio, sino que ellos conservan lo que perdimos antaño para dedicarnos a hacer culturas y sociedades artificiales y antibióticas: aquel desparpajo y aquella sinceridad previa a todas nuestras normas culturales. No fingen su amor, no tienen vergüenza de cosas que no deben darla. Su pureza nos resulta inaudita y a veces parece que lo que sucede precisamente cuando los dañamos, es que no podemos o sabemos perdonarles ese candor ingenuo e inocente. Nos hace demasiado daño esa verdad. No es preciso ni siquiera sublimar a los animales para, con facilidad, reflejarnos en ellos. La memoria dérmica de nuestra infancia sigue, cuando el mundo estaba recién hecho, por estrenar, maravilloso. Los sentimientos originales, sin lacas ni barnices, no siempre agradables a nuestros intereses, pero siempre sinceros. Hay un camino, y no es hacia adelante. Debemos volver a ese punto en que nos perdimos en nuestra laberínticamente compleja humanidad, para lograr simplemente ser felices.

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