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miércoles, 24 de octubre de 2018

¿ HASTA DÓNDE SABREMOS SER PERROS ?



Extravió entre la multitud el olor de la persona amada. Corre de un lado para otro buscando el calor conocido, el idioma olfativo del afecto. Rehuye de todo lo que no sea ello. Un poco por miedo, un poco por amor. El miedo a perder lo amado es un miedo real y respetable, porque no es prestado, surge de los intestinos y la conciencia, porque el amor se mide en la pérdida del ser amado. Extravió entre la multitud el olor del amor, corretea entre masas de gente anónima y, aturdido por el exceso de aromas, se aleja del gentío y sigue buscando en parques y calles y avenidas el rastro del amor perdido. Lleva un collar, así que se ha escapado o confundido o asustado por la multitud. Me bajo del coche para atraerlo, pero está demasiado temeroso y me rehuye, se pierde por el parque.

Lo imagino durmiendo en cualquier lugar, quiero imaginarlo así, mejor que con la columna vertebral aplastada por un automóvil que no quiso o no supo frenar. Tiene un poco de hambre, pero sigue buscando desde la madrugada el olor amado, porque su prioridad es la emocionalidad sobre la fisiología. Pasa el día en ello, aunque ha encontrado por las basuras algún trozo de pan o bordes de pizza, sigue buscando, buscando, buscando... con la genética del lobo en la búsqueda, con el bosque y su noción de manada en las entrañas... Alguien ha llamado a la policía y al servicio de recogida de basura municipal ( quienes se encargan de retirar la basura viva o muerta de la ciudad ), para que procedan a retirar esa inmundicia y llevarla al espacio destinado al efecto. Si la basura está viva se reglamentan unos días para recogerla, o si no, se la convertirá con veneno en basura muerta y se incinerará junto con los deshechos del despilfarro social, para la cementera. Es el destino del perro, es el morirse de ser perro. Algunos tienen suerte y se quedan esperando hasta ser adoptados o se pudren de asco, tristeza y aburrimiento en sus celdas. Dictamos para los animales culpa de existencia, crímenes de lesa vitalidad, ordenamientos en un mundo engreído que cree poder ordenarlo todo. Con el crímen y la culpa, se organizó su sinjuicio y su sentencia, en veredictos que condenan a los animales del mundo a ser carne, huevos, leche, espectáculo, o compañía en la industria del mascotismo

El arma más letal construída por el ser humano no es la bomba de hidrógeno, sino el ego herido. Si extraterrestres quisieran detener y desarmar a un ser humano le ordenarían alzar las manos y dejar despacito en el suelo su ego herido, su falta de escrúpulos y su arrogancia. El resto de inventos mortíferos humanos son meros juguetes para alimentar esas tres armas de vanidad. La excepcionalidad aparente del lenguaje verbal del cual nos envanecemos arrogantes, cae de bruces ante la mentira y las falsas intenciones con que se construyen las relaciones humanas, las dobles intenciones como trampas, la ironía y el sarcasmo con que se pretende humillar... La filosofía es pretenciosa, la ciencia carece de escrúpulos, la poesía sólo nos es grata a algunos propios oídos, y el avión a reacción o descubrir agua en Marte son idioteces que no ayudan a hacer crecer flores ni a erradicar el hambre del mundo. Toda nuestra historia es la bagatela onanista de un ser narcisista y autocomplaciente, por más que lo vistamos de inculpación. Y lo peor de todo es que nuestros orgullos nos aniquilan, no sólo a otras especies y a la casa que habitamos. Convirtiéndonos en esclavas que sonríen al espejo, devastadas tras apagar el despertador, contentas con vidas que jamás fueron la nuestra.

Es urgente ser perros, destruir el mito de la egolatría comparativa, presente en las discriminaciones por raza, especie, procedencia, género, capacidad económica, orientación sexual o cualquier otra cualidad. Somos únicas e irrepetibles ante la vida, somos valores intrínsecos, finalidades y transitoriedades, sin necesidad de compararnos ni de jerarquizar méritos ni derechos. Venimos a vivir y tratar de ser felices, como el pez, el pájaro y el cerdo. Ese es todo el arte de vivir. Cuando el perro lame la mano de la persona cazadora que lo va a ahorcar, cuando el mono desenjaulado por la vivisectora se abraza a ella sin saber que va a inocularle champú en el estómago hasta la dosis letal, cuando el gato ronronea mientras la veterinaria le inocula el veneno mientras la ¨dueña¨ lo observa, cuando el toro mira a su cuidador tras el burladero antes de ser ejecutado, cuando el cerdito se frota asustado contra la pierna de su verduga en el matadero, cuando la niña llora al ser vendida por su padre para saldar una deuda, cuando la ternera chupa los dedos de la granjera despistada que la carga en el camión... cuando todo eso ocurre, sabemos que hemos fracasado en nuestra relación con las demás especies y la nuestra propia. Evidentemente que el amor a los animales no humanos es mejor que el amor a los humanos, no está condicionado al feedback. La fauna no humana todavía se rige por códigos no corruptos, espontáneos,

Millones de perros sin hogar caminan en este momento basurales y cunetas, caminos y bosques, devorados por llagas y sarna, leucemias y ácaros, parvovirus, hambre y sed, hemorragias internas provocadas por niñas que les tiraron piedras... Al año Europa mata más perros que China. Stop Yulin, pero Stop mascotismo, también. Respetar a los animales es estar en contra de toda tenencia animal.

En la carretera cercada a tu casa él aún da un par de vueltas sobre la calzada y sobre sí mismo antes de quedar tumbado. La espina dorsal y dos patas desintegradas, los ojos imposiblemente abiertos, mirando al lugar donde todas miraremos algún día con menos horror. Patalea entre espasmos, se mea, se caga, esputa un coágulo de sangre y todo se prolonga unos minutos. Su pelo huele a neumático que no frenó y que se alejó. Tras el impacto y el relámpago de dolor, la vida ha quedado en eso, el fin de una biografía. Luego nada. Algunos animales se arrastran por instinto hacia la cuneta, logran incluso superar unos metros, o un centenar de ellos, fuera de la carretera, antes de comprender que todo está perdido y morir. Son frutos del abandono, de la cría, de las granjas de producción de cachorros, de la administración incompetente y de un ser humano que EXIGE su derecho a poseer animales para salvarle de su propia horrenda soledad.

El perro, subespecie del lobo que condescendió entre los humanos para tratar de hacernos mejores, ha sido ya denigrado a mercancía. La naturaleza fracasó en su misión de cautivarnos con el hocico resplandeciente del perro, su pelaje suave, su mirada absolutamente enamorada, con su apego infinito y su amor incondicional. El perro busca al ser humano para que lo devuelva al lobo y encuentra solamente las migajas del amor que dio. No nos merecemos a los animales no humanos, y sin embargo los necesitamos para reencontrar el camino del vuelta al equilibrio, de otro modo estamos condenados a descuartizarnos en guerras y capitalismos, en la tara que tenemos como especie antes de extinguirnos

Los perros son elogios de las sencilleces, como cada animal, ese es su poder y su enseñanza. Felices con un cuenco de comida, charcos y fangales donde embarrarse, durmiéndose haciéndonos la cuchara. Nada menos que eso. ¿Hasta dónde sabremos ser mejores así?. ¿Hasta dónde sabremos ser perros?

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