Extravió
entre la multitud el olor de la persona amada. Corre de un lado para
otro buscando el calor conocido, el idioma olfativo del afecto.
Rehuye de todo lo que no sea ello. Un poco por miedo, un poco por
amor. El miedo a perder lo amado es un miedo real y respetable,
porque no es prestado, surge de los intestinos y la conciencia,
porque el amor se mide en la pérdida del ser amado. Extravió entre
la multitud el olor del amor, corretea entre masas de gente anónima
y, aturdido por el exceso de aromas, se aleja del gentío y sigue
buscando en parques y calles y avenidas el rastro del amor perdido.
Lleva un collar, así que se ha escapado o confundido o asustado por
la multitud. Me bajo del coche para atraerlo, pero está demasiado
temeroso y me rehuye, se pierde por el parque.
Lo
imagino durmiendo en cualquier lugar, quiero imaginarlo así, mejor
que con la columna vertebral aplastada por un automóvil que no quiso
o no supo frenar. Tiene un poco de hambre, pero sigue buscando desde
la madrugada el olor amado, porque su prioridad es la emocionalidad
sobre la fisiología. Pasa el día en ello, aunque ha encontrado por
las basuras algún trozo de pan o bordes de pizza, sigue buscando,
buscando, buscando... con la genética del lobo en la búsqueda, con
el bosque y su noción de manada en las entrañas... Alguien ha
llamado a la policía y al servicio de recogida de basura municipal (
quienes se encargan de retirar la basura viva o muerta de la ciudad
), para que procedan a retirar esa inmundicia y llevarla al espacio
destinado al efecto. Si la basura está viva se reglamentan unos días
para recogerla, o si no, se la convertirá con veneno en basura
muerta y se incinerará junto con los deshechos del despilfarro
social, para la cementera. Es el destino del perro, es el morirse de
ser perro. Algunos tienen suerte y se quedan esperando hasta ser
adoptados o se pudren de asco, tristeza y aburrimiento en sus celdas.
Dictamos para los animales culpa de existencia, crímenes de lesa
vitalidad, ordenamientos en un mundo engreído que cree poder
ordenarlo todo. Con el crímen y la culpa, se organizó su sinjuicio
y su sentencia, en veredictos que condenan a los animales del mundo a
ser carne, huevos, leche, espectáculo, o compañía en la industria
del mascotismo
El
arma más letal construída por el ser humano no es la bomba de
hidrógeno, sino el ego herido. Si extraterrestres quisieran detener
y desarmar a un ser humano le ordenarían alzar las manos y dejar
despacito en el suelo su ego herido, su falta de escrúpulos y su
arrogancia. El resto de inventos mortíferos humanos son meros
juguetes para alimentar esas tres armas de vanidad. La
excepcionalidad aparente del lenguaje verbal del cual nos envanecemos
arrogantes, cae de bruces ante la mentira y las falsas intenciones
con que se construyen las relaciones humanas, las dobles intenciones
como trampas, la ironía y el sarcasmo con que se pretende
humillar... La filosofía es pretenciosa, la ciencia carece de
escrúpulos, la poesía sólo nos es grata a algunos propios oídos,
y el avión a reacción o descubrir agua en Marte son idioteces que
no ayudan a hacer crecer flores ni a erradicar el hambre del mundo.
Toda nuestra historia es la bagatela onanista de un ser narcisista y
autocomplaciente, por más que lo vistamos de inculpación. Y lo peor
de todo es que nuestros orgullos nos aniquilan, no sólo a otras
especies y a la casa que habitamos. Convirtiéndonos en esclavas que
sonríen al espejo, devastadas tras apagar el despertador, contentas
con vidas que jamás fueron la nuestra.
Es
urgente ser perros, destruir el mito de la egolatría comparativa,
presente en las discriminaciones por raza, especie, procedencia,
género, capacidad económica, orientación sexual o cualquier otra
cualidad. Somos únicas e irrepetibles ante la vida, somos valores
intrínsecos, finalidades y transitoriedades, sin necesidad de
compararnos ni de jerarquizar méritos ni derechos. Venimos a vivir y
tratar de ser felices, como el pez, el pájaro y el cerdo. Ese es
todo el arte de vivir. Cuando el perro lame la mano de la persona
cazadora que lo va a ahorcar, cuando el mono desenjaulado por la
vivisectora se abraza a ella sin saber que va a inocularle champú en
el estómago hasta la dosis letal, cuando el gato ronronea mientras
la veterinaria le inocula el veneno mientras la ¨dueña¨ lo
observa, cuando el toro mira a su cuidador tras el burladero antes de
ser ejecutado, cuando el cerdito se frota asustado contra la pierna
de su verduga en el matadero, cuando la niña llora al ser vendida
por su padre para saldar una deuda, cuando la ternera chupa los dedos
de la granjera despistada que la carga en el camión... cuando todo
eso ocurre, sabemos que hemos fracasado en nuestra relación con las
demás especies y la nuestra propia. Evidentemente que el amor a los
animales no humanos es mejor que el amor a los humanos, no está
condicionado al feedback. La fauna no humana todavía se rige por
códigos no corruptos, espontáneos,
Millones
de perros sin hogar caminan en este momento basurales y cunetas,
caminos y bosques, devorados por llagas y sarna, leucemias y ácaros,
parvovirus, hambre y sed, hemorragias internas provocadas por niñas
que les tiraron piedras... Al año Europa mata más perros que China.
Stop Yulin, pero Stop mascotismo, también. Respetar a los animales
es estar en contra de toda tenencia animal.
En
la carretera cercada a tu casa él aún da un par de vueltas sobre la
calzada y sobre sí mismo antes de quedar tumbado. La espina dorsal y
dos patas desintegradas, los ojos imposiblemente abiertos, mirando al
lugar donde todas miraremos algún día con menos horror. Patalea
entre espasmos, se mea, se caga, esputa un coágulo de sangre y todo
se prolonga unos minutos. Su pelo huele a neumático que no frenó y
que se alejó. Tras el impacto y el relámpago de dolor, la vida ha
quedado en eso, el fin de una biografía. Luego nada. Algunos
animales se arrastran por instinto hacia la cuneta, logran incluso
superar unos metros, o un centenar de ellos, fuera de la carretera,
antes de comprender que todo está perdido y morir. Son frutos del
abandono, de la cría, de las granjas de producción de cachorros, de
la administración incompetente y de un ser humano que EXIGE su
derecho a poseer animales para salvarle de su propia horrenda
soledad.
El
perro, subespecie del lobo que condescendió entre los humanos para
tratar de hacernos mejores, ha sido ya denigrado a mercancía. La
naturaleza fracasó en su misión de cautivarnos con el hocico
resplandeciente del perro, su pelaje suave, su mirada absolutamente
enamorada, con su apego infinito y su amor incondicional. El perro
busca al ser humano para que lo devuelva al lobo y encuentra
solamente las migajas del amor que dio. No nos merecemos a los
animales no humanos, y sin embargo los necesitamos para reencontrar
el camino del vuelta al equilibrio, de otro modo estamos condenados a
descuartizarnos en guerras y capitalismos, en la tara que tenemos
como especie antes de extinguirnos
Los
perros son elogios de las sencilleces, como cada animal, ese es su
poder y su enseñanza. Felices con un cuenco de comida, charcos y
fangales donde embarrarse, durmiéndose haciéndonos la cuchara. Nada
menos que eso. ¿Hasta dónde sabremos ser mejores así?. ¿Hasta
dónde sabremos ser perros?
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