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martes, 10 de noviembre de 2015

LA INDEPENDENCIA CATALANA Y LAS NO HUMANAS



    Antes de comenzar este texto quisiera aclarar que soy catalana de nacimiento, que mamé leche albaceteña, que me cantaron nanas en castellano y me expresé en castellano porque la lengua que nos marca es la de la nana y eso no hay cristo que lo cambie, pero también lloré en catalán a partes iguales. Y aunque escriba en castellano por cuestiones estratégicas de amplitud numérica de comprensión, me siento acogida por el embrujo de la lengua del Bajo Ribagorza, enamorada de la jota, dels Castellers, de la txalaparta y el buen flamenco, y que vivo fuera de aquello que llaman España, Estado Español o Españistán, donde pretendo quedarme. Soy la perfecta perra canela, la perfecta paria sin raza, la perfecta refugiada, sin hogar, sin raíces, sin tierra, la perfecta nadie descastada. La perfecta nada ( en el idioma de las invasoras ) y que desde esta posición de desprestigio reivindico mi profunda adhesión a la tierra. Cuanto pueda decir de mí lo dijo Silvio Rodriguez cuando versaba "yo soy de donde haya un río".

    Los ríos fluyen, ahora son europeos ahora asiáticos, ahora cruzan un país, ahora tres. Son aves migratorias dibujando perfectas uves de victoria en su proeza de libertad. Son la antítesis de la identidad nacional, una otra identidad en la cual me siento extremadamente cómoda, porque -para colmo de males y desatinos-, soy anarquista y antiespecista.

    Una vez expuesto el orden de los desaciertos, la fatal cadena de desatinos, quiero expresar por qué estoy a favor de la independencia de Catalunya y la soberanía total de dicho territorio.

    Estoy a favor de la independencia catalana porque soy persona independiente, es lógico, pero por otros motivos más comunes. Con los primeros golpes de porra y llorando las consecuencias del primer gas pimienta propinado por los mossos de escuadra, aprendí en las manifestaciones que no se diferenciaban demasiado de los que da la policia nacional, es como un parto aprender del frío ingrato los materiales de la dominación. Vivimos en megalómanas sociedades patriarcales donde impera la ley de la más fuerte, de la menos escrupulosa, de la de pene más erecto, de la de puño más certero, de la más mentirosa y astuta, de las más malas, ladronas y brutales, y una prueba de ello son los países y en concreto su tamaño. "Grande es bueno, enorme es mejor", reza el dogma. Un dogma de mierda. Pega el machirulo acomplejado de su enanismo mental a su aterrorizada pareja o a una mujer casual que pase, como pega una ganadera iracunda a "sus" cerdas, y como pega una neonazi a una desprotegida persona migrante: con frustración, con miseria moral, con podredumbre ética, con falta de imaginación para recrear otra solución, como amenazan las imperialistas españolas con sus tanques el proceso de soberania catalana. Del mismo modo basurero.

    Todas las fronteras cuestan sangre de niñas, la historia está ahí hablándole a quien quiera aprender. Todas las nacionalidades y culturas le cuestan las degollaciones a millones de animales no humanos, porque comer perro en coreano, comer amputaciones de cerdo en español o comer caracoles hervidos vivos en catalán ¿qué diferencia representa para las ejecutadas?. Morir por una tradición milenaria en un puchero hecho en Castellfollit de la Roca o una olla de acero de fabricación hindú ¿le duele menos a la víctima?.

    Con todas las carencias, en los últimos años Catalunya ha mostrado un notable salto cualitativo en lo referente a las leyes y conductas en defensa de las no humanas, más que en otras comunidades autónomas. El bloque de hormigón blindado de la tauromafia ha caído por la voluntad del pueblo catalán, de igual modo que la escuálida e indefendible esclavitud de las no humanas al circo ha sido prohibida en Catalunya, comités de abogadas defensoras del derecho animal no humano, multitud de microeconomías veganas, modernización del concepto de núcleos zoológicos, movimiento animalista creciente, normalización de la defensa animalista, y sobretodo una asunción paulatina en dicho territorio, de que los animales de otras especies son personas, forman parte de una nueva identidad catalana. Sin escapárseme que hay mas cerdos que ciudadanas en Catalunya -con toda la vergüenza ética que ello representa y el impacto ecológico de tal industria-, no es difícil constatar cómo en general y por una cuestión de mera operatividad, es más sencillo acogerse a gestiones de territorios a pequeña escala para la protección de los derechos de humanos y de no humanas. Los monstruos imperialistas pertenecen al pasado cruel de otras protosociedades, la avarícia soberbia de las acumuladoras de tierra que caracteriza a las corporaciones mercantiles, ha dejado sin embargo de emocionar al imaginario colectivo, más centrado en la verdadera identidad territorial: el barrio, el vecindario, el pueblo, los paisajes aledaños que nos rodean.

    La verdadera matria es aquella que podemos ver con los propios ojos, y aunque para una servidora (de nadie), aún la pequeña Catalunya siga siendo un exceso, resulta evidente que España siempre lo fue, por no hablar del imperio que tantos millones de ejecutadas costó, por no hablar de la rabia de una memoria histórica que no logra exhumar a las fusiladas de las cunetas, por no hablar del fascismo gubernamental de una península barataria donde votan muertas y seniles a partidos acomplejados, adictos a la cocaína y a los viejos vetustos tiempos.

    España se muere de muerte natural, como Franco, meándose y cagándose encima, con respiración asistida, pudriéndose por dentro e incapaz de asumir el federalismo o el hecho de que simplemente la gente normal haya desistido de las ínfulas de machirulos cobardes que construyeron dicho concepto. Catalunya será independiente, y el estatus de las no humanas subirá un poquito más hacia el nuestro, como siempre debió ser.

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