Creo
que es sueco el refrán que dice que "las jóvenas van en grupo,
las adultas en pareja y las viejas van solas". Todo llega. Un
día metemos la cuchara en la sopa detectando la presencia de un buen
montón, pero el cubierto zapador emite un tintineo metálico que
delata el fondo de la cacerola. El sonido chivato nos habla de
próstatas cansadas, de caídas energéticas consecutivas, de pechos
fláccidos, de huesos esponjados y de labios tan secos. Llega una
edad en que pronunciar la palabra “siempre” no supone un riesgo
tan vertiginoso, ni una porción de tiempo tan inverosimil. Con el
tiempo una empieza a dejar de interesarse por las fascinantes vidas
de las demás, para tratar de hacer con la propia algo que merezca la
pena. La mayoría de las humanas esto no lo conseguimos, aprendemos
de la vida algo parecido a vivirla dentro de nuestras limitaciones
intelectuales y emocionales, pero somos siempre aprendices de vivas,
en parte por dudas y en parte debido a que carecemos de la sublime
gracia de las no humanas, cuya plenitud vital es absoluta, desde su
nacimiento a su muerte. Ellas saben de vivir quizás porque han
concluido la parte más importante de su camino evolutivo, de modo
que cada día disfrutan de las pequeñas cosas como si fueran las más
importantes. En estos tiempos en que nos extraña que un pan lleve
sólo harina, agua y levadura, en tiempos en que nos sorprendemos de
que haya lugares con aire límpio, es tiempo de amar las cucarachas,
valorar la sencillez y aprender de las no humanas el gran verbo de la
vida: todo
es excepcional.
Si
una niña lee las líneas de la mano a una anciana, sólo le vaticina
el cadaver,... pero la anciana a la niña, también le depara lo
mismo, porque envejecer es un arte (el de ir a los sitios sin prisa
por llegar a ellos), como cualquier otra cosa, y decididamente faltan
artistas. La vejez es un estado de conciencia no relacionado con la
degradación fisica del cuerpo. Si bien es cierto que una anatomía
de setenta años no suele estar en condiciones de realizar ejercicios
físicos que podría realizar fácilmente una persona de veinte años
de edad, en la mayoría de las otras acciones que llevamos a cabo una
anciana puede superar largamente a la joven. Pero la vejez en nuestra
especie, como digo, no es cosa del cuerpo, sino del corazón y del
cerebro. Amar y saber hacerlo, conocer las directrices de la bondad y
del respeto, de la armonia, del equilibrio, del vivir sin dañar, del
vivir y dejar vivir, forman parte de otros parámetros que no
pertenecen ni a las edades, ni a los sexos, ni a las razas, sino a la
individualidad de cada una, por ello podemos encontrar viejas
adolescentes y jovencitas octogenarias. Todo esta dentro de cada una.
En
muchas cuestiones ajenas al deterioro de salud vinculado a escasez de
regeneración celular, no debe ser impedimento esta carencia para
otras actividades de caracter ético por ejemplo, comportamientos
ecológicos, respeto por otras especies, por la propia especie y por
una misma. En estos campos una persona adulta puede ser tan eficaz
como una joven y nunca es demasiado tarde para nada, ofreciendo unos
resultados tan o más positivos. Por el contrario, hay que hacer caso
omiso a la vieja decrépita, la que enarbola su edad como un título
académico, a la vieja de corazón que sale a cazar no humanas, a la
degradada vieja que condena los modos de amar genuflexada a trozos de
yeso coloreados, a la vieja de voz crujiente que critica la libertad
de ser y condena a alguien por el color de su piel, a la demente
senil de alma asfaltada que castra las plumas y los anhelos... Hay
que ignorar a la vieja, tenga la edad que tenga, para hacer un mundo
donde todas tengamos derecho a seguir siendo niñas, ingenuas,
febriles. De-sen-mas-ca-ra-das.
Después
del amor y de la vida, la muerte es la más importante de las
experiencias, el gran aplauso del viento... o el gran silencio de una
vida desperdiciada. Siento lástima por quien quiere morir durmiendo
y perderse ese último acto hermosísimo tan íntimo, tan nuestro.
Hay que ver desnudas al amor, hay que ver a la vida cruda y hay que
entrar en la muerte con los ojos abiertos, como dijo Margueritte
Yourcenar, con los ojos de una nada que se iguala por fin a la madre
nada.
Mientras
vivimos no es obligatorio amar a las no humanas, aunque es
recomendable porque le damos una oportunidad a las buenas emociones.
Bondad, altruismo, amistad, compasión, conmoción... son partes de
nuestra naturaleza no educacional, que sentimos con menor frecuencia
por las demás debido a una más que lógica falta de confianza, a
los miedos internos y los prestados y a la propia mezquindad. La
inteligencia emocional se queja de la racional no sin motivo, por su
mania de ponernos en tronos inexistentes mediante herramientas
erróneas. No existen tronos aunque puedan existir heroínas.
Personalmente
tengo heroínas, no son humanas. Visten plumas como trajes de gala,
se adornan con las mejores pieles del mundo: las propias, se deslizan
miles de kilómetros en la oscuridad fría de los océanos, perforan
el subsuelo perfumadas de olor de raíz y de lluvia filtrada, se
alzan a la estratosfera y descienden a las simas volcánicas
sulfurosas. Tengo heroínas, no descubren bombas inteligentes, no les
interesa la poesía, se aburren ante el cine de arte y ensayo...; y
ante la incertidumbre de quién recibirá el próximo premio nobel de
economía, responden con un pedo minúsculo. Son mis heroínas, están
siendo asesinadas, mueren con horror, y nos morimos un poco con ellas
cada vez que se mueren. Voy a dedicar mi vida a defenderlas, es lo
mínimo que puedo hacer, defender su solemnidad y su inocencia,
cumplir con el trozo de responsabilidad que me corresponde por
disfrutar de la vida entre humanas, mi responsabilidad social,
indelegable como la de cada una.
A
quien piensa que la liberación animal es dios y el veganismo su
profeta, le invito a escuchar la respiración de un cerdo durmiendo o
un pájaro gorjeando, sin adornos ni aditivos, tal cual. No sé si la
erradicación de la pedofília va a salvar de la infamia a nuestra
especie, pero sé que va a salvar de la tortura a millones de niñas;
asimismo ignoro si el veganismo será mejor para el universo, pero
seguro es mejor para muchos universos salvados.
En
resumen, no oculto que lo que ignoro es infinitamente más de lo que
sé. Que no cunda el pánico, os regalo mi ignorancia, es cuanto
puedo ofreceros.
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