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sábado, 20 de diciembre de 2014

CANCIONES DE LA VIDA Y DE LA MUERTE




             Inmensa, navegable, imposible, mítica pero real, tangible en sus 170 toneladas de ballet oceánico repartidas en treinta metros de longitud, la Balaenoptera musculus o ballena azul es el animal más grande de cuantos tenemos constancia que haya existido en el planeta. Con un superlativo de belleza, volumen y gracia en estado puro, hace resonar su voz desde la protoprehistoria a través de la acústica del agua a miles de kilómetros de distancia, cuando trillones de toneladas de sales y aguas se convierten en pistas de sonido para sus himnos a la vida.

           Otro cetáceo, la ballena jorobada, emplea ciclos de sonido rimados audibles a 30 kilómetros. A la poesía indescifrable de sus canciones entonadas durante horas se le añade la dificultad y el ritmo repetido, en complejas melodías líricas cuyo significado desconocemos y que son diferentes cada año. Son las rapsodas del Gran Azul, sopranos y tenores de Thalassa, danzando en lentos, pesados y potentísimos golpes de aletas de exquisita coreografía. Para felicitarlas por esta grandiosidad, les arrojamos arpones explosivos demostrándolas quien manda, para que de repente todo sea sanguinolento... El mar entonces es rojo y mas pobre.

             Los cetáceos son personas en toda regla, su neocórtex les otorga consciencia de si mismos y de su entorno, así como avanzado nivel cognoscitivo. Los delfines y las humanas tenemos por ejemplo el mismo tipo y numero de células cerebrales, sólo disimila el reparto espacial de ellas. El córtex auditivo en el cerebro del delfín se sitúa en la parte superior, hasta donde el sonido de su sistema de ecolocalización es transmitido. El sonido en los cetáceos, entonces, no se recibe mediante orejas -por no poseer- sino mediante receptores en la mandíbula inferior que repercuten y trasforman las ondas sonoras en impulsos nerviosos en el oído interno. El nervio acústico de los delfines es 10 veces mas grande que el nuestro, y al ser enormemente emocionales reaccionan mucho más intensamente a los estímulos sensoriales, que activan las hormonas del estrés y desencadenan el pánico. Este método de sobresalto es el usado por las pescadoras japonesas en las matanzas anuales de delfines, mediante redes acústicas que paralizan a estos increíbles animales. Algunos de estas pescadoras son adiestradoras de cetáceos, que usan su conocimientos científicos para la destrucción en el nombre de la gula, nada nuevo que la ciencia se vende al postor y en suma la barbarie también aprovecha la tecnocracia ( las nazis nos enseñaron bien ). El sonido de los tubos de metal golpeando en el agua que forman estas redes acústicas durante la masacre de delfines es sin embargo 100.000 veces inferior al de los sonares de los ejércitos.



               Los barcos de la Marina usan potentes sonares para localizar posibles submarinos que destruyen a los cetáceos, las ballenas sobresaltadas se dirigen intuitivamente hacia las costas a morir. Lo que llamamos el suicidio de las ballenas es sólo la continuación de la guerra que los ejércitos del mundo mantienen contra las no humanas en "tiempos de paz".

              Mientras las soldadas juegan a defendernos de las enemigas que ellas mismas crean, los cetáceos se rompen por dentro.

             Los cetáceos atacados por los horrendos sonares militares se sobresaltan, obligados a emerger súbitamente, provocando su descompresión. El examen de los órganos durante la autopsia arroja múltiples saturaciones de burbujas de aire, partículas de grasa desprendidas del interior de las mandíbulas por la vibración, así como burbujas de gas liberadas por las resonancias en los vasos sanguíneos. Todo este material repentino colapsa el riego sanguíneo, deteniendo su sistema vascular y provocando infartos, lo cual explica la muerte de los cetáceos en apenas unas horas tras la exposición a los sonares.
Tras los ejercicios bélicos los ojos de las marsopas revientan y acaban muertas en las playas, llorando sangre y pudriéndose al sol. En sus cerebros tomografiados por ordenador se observan coágulos de sangre, podemos imaginarnos el sufrimiento de las ballenas retorciéndose de dolor durante horas. De dolor interior por el colapso y exterior propio de la insolación.

             El ejército norteamericano por su parte alega inocencia, culpando a extraños virus y a la luna llena la muerte de miles de cetáceos. Muchos de ellos se hunden en los fondos arenosos donde varan y mueren por asfixia al no poder subir a respirar aire. Ya desde los años sesenta en todo el mundo se avistan varamientos y muertes por exposición al sol de orcas, calderones y otros cetáceos con el sistema de ecolocalización destruido, inmediatamente después de ejercicios del ejército. Como siempre, el ejército lo único que sabe es matar, sus sonares resuenan hasta a 100 kms. dejando playas enteras de cetáceos asesinados por la estupidez humana y en el nombre de la seguridad, aunque no se sabe muy bien la seguridad de quien.

            La India recientemente ha prohibido el uso, explotación y asesinato de delfines por considerarlos "personas no humanas", cualquier científica mínimamente inteligente sabe que lo son, y aunque no haya diferencia sustancial entre un cerdo, un primate, un cánido o un cetáceo, es obvio desde cualquier prisma científico -desde neurobiología hasta etología-, que estos últimos merecen por proximidad nuestra total protección. Debemos hacer llamamiento a los gobiernos que los exterminan por creencias atávicas y obsoletas, costumbres, rutinas o cualquier otra razón, deteniendo las masacres cometidas en nombre del libre mercado.








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