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viernes, 29 de noviembre de 2013

VEGESOTERISMO



 
Marguerite Yourcenar, además de ser la primera mujer que accedió a la Real Academia de la Lengua Francesa y ayudar a redactar en 1978 la Primera Declaración Universal de los Derechos Animales, era vegetariana. En los años en que vivió la escritora, ser vegetariana era mucho, dado que la explotación animal no había llegado a los niveles de desquicio y profunda esclavitud –al menos a nivel numérico-, que sufren ahora. Lo más notable de su caso fue que su vegetarianismo era ético. En su famoso Memorias de Adriano, nos díce, por boca de la protagonista, “me niego a digerir agonía”. 

Resalto ese concepto porque existe una inmensa cifra de personas que no son vegetarianas o veganas por motivos éticos, por rechazar la explotación de seres sintientes que sólo querían su vida, sino que lo hacen por la salud, por religión o, peor todavía, por tendencias esotéricas. Algunas juran y perjuran que venimos de otros planetas donde no comen carne, otras que no somos animales sino una especie de ángeles extraterrestres, otras imagínan leones durmiendo con gacelitas en un mundo perfecto heteropatriarcal de raza caucásica, otras dicen que patatín y otras que patatán, y la mayoria miran hacia el cielo o al interior de las piedras buscando sus nuevos dioses, insatisfechas con la amplia oferta de aquellos disponibles en el mercadillo de la fe.       
 
Madame de Crayencour ( nombre real de Yourcenar ), se manifestó también acerca del absurdo que resultaba que las estrellas ( a millones de años luz ), estuvieran relacionadas con los avatares humanos o siquiera interesadas en nuestro miserable destino. Y aún siendo seguro que somos todas parte de energías y materias cósmicas -como todo-,  afirmar que nuestro devenir o nuestras circunstancias están condicionadas por la posición de los astros, lo encuentro alarmantemente cretino.

Yo respeto cualquier postura vital que ayude a las personas a vivir sin miedo y sin agredir a inocentes, claro, pero tambien respeto el deber que tenemos de buscar la verdad, o algo que se le parezca. Magia, misticismo, alineación de astros, antroposofías varias, tarot, geomancia, ocultismo,... y todos ellos englobados en un espectro metafísico -que si bien tuvieron en su origen algunas bases cientificas, sin las cuales sólo las más estupidas creerían-, son comportamientos que lo único que hacen es alejar a los seres humanos veganos de algo similar a la objetividad, a la veracidad emo-racional, que otorga conciencia de un entorno lo más empático posible.

Somos los únicos animales capaces de matar y morir por un símbolo de fe, por una bandera o por orgullo, de modo que desde el punto de vista psiquiátrico somos bastante peligrosas. Por eso nos conviene empezar a cuestionarnos el argumentar nuestra necedad, cuando ésta se parapeta tras un supuesto ”derecho a”, o “me gusta”, como si ambos fueran escudos blindados con los cuales defenderse de la ética para poder hacer lo que nos da la gana.

Pensar que todas las mujeres son unas prostitutas es el deporte favorito de millones de machos retrasados mentales en el mundo, les gusta hacerlo y tienen derecho a hacerlo (aunque no a expresarlo). Votar en las elecciones a partidos fascistas es otra modalidad deportiva de millones de subdesarrolladas, la cual crece peligrosamente, probablemente porque existe el derecho legal a hacerlo y también porque les gusta. Pero la disciplina con la que se entretiene la mayoría de la gente, esgrimiendo su mencionado  derecho a “ y su “me gusta”, es la de financiar la explotación de personas, humanas y no humanas, simplemente porque se rigen por patéticas leyes jurídicas y caprichos personales, en lugar de hacerlo por la siempre moderna, siempre práctica y siempre correcta mano de la ética.


El derecho jurídico no es más que una maqueta de sistema de valores, un escenario de cartón-piedra donde regular comportamientos de convivencia pretendidamente universales y acotar las tendencias genocidas de nuestra especie, no obstante amparan con su existencia muchos crímenes, demasiados. Igualmente el gusto por hacer algo forma parte de una libertad que debe ser cohartada cuando agrede a otras personas. Como decía Camus “la libertad absoluta es la libertad de matar”.

Una violación sexual a una menor forma parte del gusto de una persona por cometerla, aunque no tenga derecho jurídico a ello. Comprar productos basados en la esclavitud de personas sin embargo forma parte de nuestro derecho legal, según los postulados del libre mercado y del gusto consumista de la gente. Que nos guste o que tengamos derecho no son argumentos verosímiles ni admisibles, pues aquí intervienen otras actrices en la toma de decisiones.

El veganismo es un deber ético, más allá de los adornos que le queramos adjuntar. Cada persona es libre de vestirse como quiera, o de desnudarse si le place, pero si hablamos de veganismo -más allá de una simple dieta-, hablamos de derechos naturales a vida y a libertad de toda individua sintiente, sea humana o no humana, independientemente de los caminos mediante los cuales hallamos alcanzado dicho modo de vida, pero recordando que los caminos no son importantes. Importantes son los resultados que de ellos emanan en beneficio de la comunidad sintiente.


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