Marguerite Yourcenar,
además de ser la primera mujer que accedió a la Real Academia de la Lengua
Francesa y ayudar a redactar en 1978 la Primera Declaración Universal de los
Derechos Animales, era vegetariana. En los años en que vivió la escritora, ser
vegetariana era mucho, dado que la explotación animal no había llegado a los
niveles de desquicio y profunda esclavitud –al menos a nivel numérico-, que
sufren ahora. Lo más notable de su caso fue que su vegetarianismo era ético. En
su famoso Memorias de Adriano, nos díce,
por boca de la protagonista, “me niego a digerir agonía”.
Resalto ese
concepto porque existe una inmensa cifra de personas que no son vegetarianas o veganas por motivos éticos, por rechazar la explotación
de seres sintientes que sólo querían su vida, sino que lo hacen por la salud,
por religión o, peor todavía, por tendencias esotéricas. Algunas juran y
perjuran que venimos de otros planetas donde no comen carne, otras que no somos
animales sino una especie de ángeles extraterrestres, otras imagínan leones
durmiendo con gacelitas en un mundo perfecto heteropatriarcal de raza caucásica,
otras dicen que patatín y otras que patatán, y la mayoria miran hacia el cielo
o al interior de las piedras buscando sus nuevos dioses, insatisfechas con la amplia
oferta de aquellos disponibles en el mercadillo de la fe.
Madame de
Crayencour ( nombre real de Yourcenar ), se manifestó también acerca del
absurdo que resultaba que las estrellas ( a millones de años luz ), estuvieran
relacionadas con los avatares humanos o siquiera interesadas en nuestro miserable
destino. Y aún siendo seguro que somos todas parte de energías y materias
cósmicas -como todo-, afirmar que
nuestro devenir o nuestras circunstancias están condicionadas por la posición
de los astros, lo encuentro alarmantemente cretino.
Yo respeto
cualquier postura vital que ayude a las personas a vivir sin miedo y sin
agredir a inocentes, claro, pero tambien respeto el deber que tenemos de buscar
la verdad, o algo que se le parezca. Magia, misticismo, alineación de astros,
antroposofías varias, tarot, geomancia, ocultismo,... y todos ellos englobados
en un espectro metafísico -que si bien tuvieron en su origen algunas bases
cientificas, sin las cuales sólo las más estupidas creerían-, son
comportamientos que lo único que hacen es alejar a los seres humanos veganos de
algo similar a la objetividad, a la veracidad emo-racional, que otorga
conciencia de un entorno lo más empático posible.
Somos los únicos
animales capaces de matar y morir por un símbolo de fe, por una bandera o por
orgullo, de modo que desde el punto de vista psiquiátrico somos bastante
peligrosas. Por eso nos conviene empezar a cuestionarnos el argumentar nuestra
necedad, cuando ésta se parapeta tras un supuesto ”derecho a”, o “me gusta”,
como si ambos fueran escudos blindados con los cuales defenderse de la ética
para poder hacer lo que nos da la gana.
Pensar que todas
las mujeres son unas prostitutas es el deporte favorito de millones de machos
retrasados mentales en el mundo, les gusta hacerlo y tienen
derecho a hacerlo (aunque no a expresarlo). Votar en las elecciones a
partidos fascistas es otra modalidad deportiva de millones de subdesarrolladas,
la cual crece peligrosamente, probablemente porque existe el derecho
legal a hacerlo y también porque les gusta. Pero la
disciplina con la que se entretiene la mayoría de la gente, esgrimiendo su
mencionado “derecho a “ y su “me
gusta”, es la de financiar la explotación de personas, humanas y no
humanas, simplemente porque se rigen por patéticas leyes jurídicas y caprichos
personales, en lugar de hacerlo por la siempre moderna, siempre práctica y
siempre correcta mano de la ética.
El derecho jurídico
no es más que una maqueta de sistema de valores, un escenario de cartón-piedra
donde regular comportamientos de convivencia pretendidamente universales y
acotar las tendencias genocidas de nuestra especie, no obstante amparan con su
existencia muchos crímenes, demasiados. Igualmente el gusto por hacer algo
forma parte de una libertad que debe ser cohartada cuando agrede a otras
personas. Como decía Camus “la libertad absoluta es la libertad de matar”.
Una violación
sexual a una menor forma parte del gusto de una persona por cometerla,
aunque no tenga derecho jurídico a ello. Comprar productos basados en la
esclavitud de personas sin embargo forma parte de nuestro derecho legal, según los
postulados del libre mercado y del gusto consumista de la gente. Que nos
guste o que tengamos derecho no son argumentos verosímiles ni admisibles, pues
aquí intervienen otras actrices en la toma de decisiones.
El veganismo es
un deber ético, más allá de los adornos que le queramos adjuntar. Cada persona
es libre de vestirse como quiera, o de desnudarse si le place, pero si hablamos
de veganismo -más allá de una simple dieta-, hablamos de derechos naturales a
vida y a libertad de toda individua sintiente, sea humana o no humana, independientemente
de los caminos mediante los cuales hallamos alcanzado dicho modo de vida, pero
recordando que los caminos no son importantes. Importantes son los resultados que
de ellos emanan en beneficio de la comunidad sintiente.
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