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lunes, 26 de agosto de 2013

BASADO EN HECHOS DEMASIADOS REALES



                    BASADO EN HECHOS DEMASIADOS REALES
               


              Anoche tuve un sueño, pero era pesadilla.

                Soñé que grababa material documental de vídeo en una granja de cerdos, vacas y gallinas "ponedoras". Grabé la acostumbrada miseria de esas vidas. No dormí demasiado bien. Lo que más recuerdo es una vaca tumbada, agotada de vivir, extenuada y sin fuerzas para levantar el cuello. Del ojo visible según su posición de costado manaba una lágrima enorme, una lágrima imposible visto desde el punto de vista de la física. Su ojo me miraba. Grababa todo con mi cámara hasta que me desperté. En medio de la noche. Llorando. No es un cuento, me sucedió anoche, tal cual.

Puedo ver sus muertes, a veces sin llorar, puedo verlos sufrir y morir ante mis ojos y seguir grabando. Mi mano no tiembla cuando mi corazón se parte en mil una vez más. Es una técnica devastadora, seguramente aprendida de la mezquindad, donde la inocencia y la bondad que queda en una se pudren y se secan, y una aprende a no perdonar tan mecánicamente como recomiendan. Y una aprende que no todos los seres humanos merecen vivir.

                La gente ve documentales sobre la tradición de la artesanía del carbón vegetal, sobre el cultivo de aloes, sobre la poda de los frutales o sobre la mecánica de los automóviles y la confección de zapatos. Algunas de esas labores pueden resulta instructivas, chocantes, curiosas, en todo caso forman parte de la sabiduría acerca de cómo se hacen las cosas en nuestra antroposfera. Sin embargo, si por la televisión emitieran documentales al respecto de cómo son tratados y ejecutados los animales que llamamos impúdicamente "carne", el público exigiría que se cesara su emisión. Nadie puede apreciar lo curioso de dicha actividad, a las personas nos parece nauseabundo y oscuro ese mundo del matar.

                A veces me pregunto si el cuchillo se impregna del miedo del ternero, que ya ha dejado de mugir desesperado por su madre porque tiene las arterias segadas. Me pregunto si la hija pequeña de la matarife ve por la tarde en las pupilas de su padre todas las vidas arrebatadas por la mañana, me pregunto si las baldosas blancas de los mataderos retienen los aullidos y los burbujeos de las personas a quienes allí les fue arrebatado todo cuanto tenían. Sé que es sólo lírica, meras palabras, nada, pero a veces una las emplea cuando no sabe que hacer para tratar de detener este ubicuo innominable horror de la destrucción de la inocencia.

                Entre el sonido y el ruido está la música. La melodía castra a la libertad de expresión, coarta el discurso original, pero el sonido es un material de construcción. El kry es el nombre que reciben en Polonia las placas de hielo que suelen bajar por los ríos en los hemisferios fríos. El Vístula acarrea muchos kry en invierno y principio de primavera; a su paso el kry produce un sonido espectacular. Es simple y profundo, un crujido perfecto parecido al silencio absoluto. Pero el silencio puro, el no sonido, sería insoportable. Cuando hablamos del silencio nos referimos a ese paisaje acústico donde el ser humano no interviene, cualquier otro sonido o estruendo puede estar relacionado con el silencio o, en el más estridente de los casos, con el rumor. En cuestión de sonidos la naturaleza ha sabido crear los más hermosos.

                Una vida minúscula corretea la hierba urgida por su hambre y sus ganas de desperezarse. No emite ruido perceptible a nuestros oídos, y deja tras de si apenas la huella del movimiento de las hojas a su paso, durante un segundo. Es apenas una vida como la nuestra, es TODA una vida, como la tuya. Como tú, quiere vivir. Pero su impacto en la floresta es pequeño, al contrario que el nuestro, cuyo avance deja marcas negras, hormigones y desiertos. Somos la más ruidosa de las vidas, el más profundo y letal de los pasos.

                Anoche soñé la pesadilla de la muerte, silenciosa, por eso acabar con ella va a necesitar gritos, ensordecedores, que rompan el silencio de la indiferencia que construyó la alambrada de Auschwitz y el hongo de Hiroshima, para que las asesinas lo sientan más que oírlo. La liberación animal será, contra ellas, por encima de sus mezquinos intereses. Trabajamos para ello.




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